Después de una noche de fiesta
Las sorpresas que se lleva uno una noche cualquiera de fiesta con sus amigos
Nunca pensé que escribiría mi propio relato, pero creo que ha llegado el momento. Esta historia es totalmente real, esa es la razón por la que me decidí a contarla. No añadiré nada distinto a lo que pasó, porque lo que ocurrió se basta por sí mismo.
Mi novia y yo tenemos unos treinta años y llevamos un tiempo viviendo juntos. Ella es delgada (como yo, a los dos nos gusta hacer deporte), con el pelo rubio oscuro y los ojos verdes. El sexo está bien, aunque el paso de los años ha hecho que la rutina nos venza en ocasiones. Aquel fin de semana habíamos decidido volver a nuestra ciudad de origen, puesto que es allí donde están todos nuestros amigos, y además mis padres tienen un piso vacío en el que podemos quedarnos. Los planes eran que ella saldría con sus amigas y yo con los míos, con lo que le di las llaves y todos tan contentos por poder tener un poco de fiesta cada uno por nuestro lado.
Prácticamente todos mis amigos tienen pareja, con lo que nos cuesta bastante organizarnos para poder salir. De todas formas, aquella noche habíamos podido juntarnos cuatro y lo estábamos pasando bastante bien. Conocimos a algunas chichas, y aunque no pasó nada eso ya bastaba para dar por buena la noche. El caso es que iban cayendo más copas según iban pasando las horas, con lo que alrededor de las cuatro llegó un punto en que decidimos salir del bar donde unas tías habían pasado de nosotros. -¿Qué hacemos?- dije, y en vista de cómo habían ido las cosas, nuestro amigo más putero sugirió ir al piso que conocía, que tenía ganas de echar un polvo. Los otros dos no le dijeron que no, así que los acompañé hasta la parada de taxis y me fui haciendo eses hasta casa. Otras veces les había acompañado, pero esta noche dormía con mi novia y no era plan.
Después un paseo que me vino bien para despejarme un poco, llegué a casa como llega uno a las tantas de fiesta. Pero resulta que mi chica no me recibió con mala cara, sino que al final apenas se había tomado una cerveza y había decidido venirse a casa con una de sus amigas para pasarse toda la noche cotorreando de no sé muy bien qué. Así que las encontré a las dos acostadas en la cama, con pinta de haber estado despiertas hablando hasta hace poco. Aunque sí que era atractiva, a mí nunca me había llamado demasiado la atención Angélica, la amiga de mi novia: muy pequeña de estatura, morena y últimamente demasiado delgada para mi gusto.
-¿Qué tal os ha ido la noche?- pregunté con mi voz alcoholizada- ¿y qué hacéis las dos en la misma cama? –Nada, aquí hablando- me dijeron ellas. –Métete en la cama tú también si quieres- me dijo Angélica. Aquella proposición me encantó, aunque sabía que no significaba nada especial, porque los tres nos habíamos ido de cámping alguna que otra vez sin que pasara nada, por supuesto. Así que me quedé en ropa interior y me metí en la cama, dejando a mi novia entre medias de los dos. Ella estaba abrazando a Angélica, así que al abrazar yo a mi novia también alcancé a apoyar mi brazo sobre el costado de su amiga. -¿oye, qué haces tú con Angélica?- me preguntó mi novia entre risas –Nada- respondí yo con una sonrisa en los labios –no la vamos a dejar de lado a la pobrecilla.
Todo aquello nos parecía muy divertido a los tres, pero lo que hizo mi novia a continuación fue lo que cambió el carácter de las cosas. Cogió mi mano y empezó a moverla por el cuerpo de su amiga, primero por la cadera, bajando por los muslos, diciendo -¿Has visto qué guapa es Angélica?- y así acabó por apoyar mi mano en el pecho de su amiga -¡¡¡oye!!!- dijo ella muy sorprendida. Yo estaba en las nubes, e imagino que el alcohol hacía que todo me pareciera de lo más natural, aunque estaba convencido de que no se trataba más que de juegos de borrachos. –Que sepáis que esto para mí cuenta como trío- les dije, por lo que las dos no pudieron evitar reírse con ganas.
El caso es que mi novia siguió moviendo mi mano por los pechos de su amiga y yo notaba como estaba empalmado a más no poder. Encima ella le dijo a Angélica –Vamos, ¿por qué no te das la vuelta?- y se lo repitió varias veces, a lo que yo mentalmente (o quizás sí que lo dije) la animé también. Ella no se movía de su posición, quizás consciente de que si se daba la vuelta, aquello se empezaría a poner serio y lo que había empezado como un juego acabaría llevándonos a algo mucho más intenso.
Después de unos minutos de insistir, finalmente Angélica se dio la vuelta y ahí dejamos de hablar entre risas para pasar a otra cosa. Mi novia empezó a besarla con pasión y yo me uní al beso, sintiendo las lenguas de las dos recorriendo mis labios. Madre mía, no me creía que aquello me pudiera estar pasando. Nos separamos, y sin que hiciera falta nos quitamos la ropa, para volver a besarnos los tres. Yo no pensaba, solo me dejaba llevar, e imagino que fue lo mejor, porque el instinto hizo que todo fuera mucho más natural de lo esperable. Lo único que mantuve en mente fue que no tenía que dejar jamás a mi novia de lado, porque aquello era algo que ella me estaba dando. Con su amiga allí desnuda, nada menos.
Mi novia comenzó a besarle un pezón a Angélica y yo cogí el otro, imagino cómo se debió sentir ella, teniendo a su mejor amiga y a su novio comiéndole las tetas. A mí me daba un morbo inmenso besarla, así que subí mi cara hacia la suya, mientras que mi novia comenzó a deslizar la mano entre los muslos de su amiga para empezar a masturbarla. Pude notar los gemidos callados de Angélica, así que no pude evitar coger la cabeza de mi novia para besarla como hacía tiempo que no lo hacía, porque el morbo de sentir los fluidos en su boca me superaba. Después me puse boca arriba y eso fue la señal para que mi novia se pusiera encima de mí. Angélica se puso a un lado y alcancé a oír que decía –Vamos, fóllatelo-. Yo veía cómo ella tenía una mano entre sus muslos mientras mi novia subía y bajaba con mi polla clavada en ella. Yo hubiera podido quedarme allí mucho más, pero ellas decidieron cambiar posturas y parece que Angélica perdió los últimos reparos que le quedaban. Mi novia se puso a horcajadas sobre mi cara para que le comiera el coño mientras que ella se subió encima de mí para que pudiera empezar a follármela.
En aquella postura (yo boca arriba y ellas dos sobre mí) no podía ver nada, pero sí sentía que ellas dos se aproximaban en ocasiones, besándose y tocándose una a la otra mientras yo les daba placer a ambas. Las oía gemir a las dos, y cómo una de ella susurró –me corro, me corro-. Imagino que mi novia aquella noche quería dar rienda suelta a sus deseos más oscuros, porque cuando Angélica dejó de montarme, ella se estiró para chuparme la polla, sintiendo los jugos de su amiga sobre mi miembro. Mientras Angélica ocupaba el puesto libre sobre mi cara, a mí me encantó tener ese coñito a mi alcance. No pude evitar en un principio recorrer todo su culo, llevando mi lengua hasta darle un fugaz beso negro que hizo que se le escapara un gemido. No me atreví a más (sexo anal iba a ser pedir demasiado), porque me encantó tener su coño solo para mí. Después de estar en esa postura, moví a Angélica para besarla de nuevo, y a ella pareció gustarle sentir sus jugos en mi boca. Mi novia también se acercó y volvimos a darnos un beso los tres, juntando todos nuestros fluidos. Parece que a Angélica le faltaba saborear un poco de mi polla, porque en seguida bajó y pude sentir su mano y su boca subiendo y bajando. Era un espectáculo verla allí agachada trabajando mi miembro, mientras mi novia volvía a besarme para poner después su coño al alcance de mi lengua
No sé cuánto tiempo había pasado, pero yo decidí probar algo nuevo inspirado, debo confesar, en el porno más puro y duro. Hice que mi novia se pusiera boca arriba y Angélica sobre ella para que pudieran abrazarse, besarse o lo que quisieran, porque mi intención era tener el coño de las dos a mano. Así empecé a penetrar a mi novia (que era la que estaba debajo) mientras le tocaba las tetas a Angélica. Me encantó la sensación de control, ya que esta vez era yo el que decidía el ritmo, y de poder estar follándome a una para acto seguido pasar a la otra. Al ser más pequeña, tardé un poco más en penetrar a Angélica (no bato récords con mis 17cm, pero sí que la tengo bastante gruesa) y al cabo de unas cuantas embestidas empezó a gemir en lo que parecía un orgasmo de libro.
Yo sabía que no podíamos seguir así toda la noche, ya que aunque mi miembro estaba más duro que una piedra, necesitaba acabar de alguna manera. Decidí que tenía que hacerlo dentro de mi novia, así que volví a penetrarla mientras Angélica se hacía un lado para mirarnos. No tardé mucho, y me encantó sentir que me corría, que la inundaba con mi semen con su amiga allí presente y después de todo lo que había pasado.
Cuando terminé, mi novia se fue al baño y nosotros nos vestimos para dormirnos justo después, algo que a mí no me costó sumando la hora que era, el esfuerzo y el alcohol que llevaba encima. Curiosamente, a la mañana siguiente la que sentía más avergonzada era mi novia. Parecía no creerse lo que había pasado, a pesar de que los tres habíamos puesto de nuestra parte para que todo acabara como acabó. Yo por supuesto me levanté con una sonrisa de “soy el rey del mundo” que no me la quitaba nadie, y con mis bromas hice que el ambiente se relajara un poco. Nos despedimos de Angélica con dos besos y una sonrisa pícara y a lo largo del día pude tranquilizar a mi novia diciéndole que ahora la quería más que nunca y de que “era la mejor novia del mundo”.
A partir de entonces hemos hablado alguna vez del tema, pero nada más. Unos meses después salimos a tomar una cerveza los tres y nos echamos unas risas con el tema, ellas se dieron un inocente beso en los labios para recordarlo y no pude evitar pensar cómo podría hacer para que se repitiera. Pero aquella noche, no pasó nada. Y el caso es que dentro de unas semanas vamos a ir a verla a su ciudad y ha dicho que nos deja su cama, que ella se queda en la su compañera de piso que no está. Y aunque no le comento nada a mi novia, no paro de pensar en si se volverá a repetir nuestro trío. Y eso me ha llevado a recordar lo que pasó y a escribir este relato. Si pasa algo y hay segunda parte, quizás me decida a contarla, aunque el recuerdo de la primera vez será algo que mantendré en mi memoria como una de las mejores cosas que le pueden pasar a uno. De esas cosas que jamás olvidas.