Después de una fiesta

Regresamos de una fiesta a la casa de mi cuñadita rica, donde con lo borracha que estaba, cualquier cosa podía pasar.

Entramos los cuatro a la casa. Desde ya suponía que todos mis sueños eróticos más bajos se iban a realizar. Todos estábamos muy tomados y llegamos tan cansados de esa fiesta que sólo pensábamos en meternos a la cama. Pero claro, como todas las mujeres son iguales, mi esposa y mi cuñadita no se acostarían sudadas, por consiguiente, mi esposita se apropió de la regadera y salió de ahí bien bañadita, se tiró en el colchón de la sala donde se acomodaba la visita y se quedó seca dormida. Mientras tanto mi cuñadita también salía del baño; fresquita y olorosa pero igual de mareada por culpa del alcohol.

Apenas entró en la habitación se encontró con la cama vacía, bien educado el esposo y experimentado por las múltiples ocasiones que lo habían tirado al piso, así era la ley: Si llegaba tomado lo mandaban al piso, mi cuñadita asegura que ese muchachito suda como tapa de olla. Cuando cerró la puerta empecé a expiar y noté que el esposo ya estaba soñando, era el que había bebido más que todos juntos, como otras veces era seguro que no se despertaría hasta la mañana siguiente.

Eran como las 3 de la mañana cuando apagué las luces. Regresaba del baño y todavía permanecía la luz prendida en la habitación de mi cuñadita, miré por el atisbadero y descubrí al marido caminando tambaleante hacia la puerta, cuando la abrió ya había yo como tres pasos a un lado. Con decirles que ni me vio. Caminó directo al baño y vomitó en el inodoro. Había dejado la puerta abierta y a mi cuñadita se le veía tremenda chepa peluda; la muy guapa se había acostado en toalla y ya se le había aflojado.

Fue encantador. Corrí por mi cámara filmadora y le hice muchas tomas salvajes con unos acercamientos de película. Cuando regresó tambaleante el esposo me hice el tonto, lo tomé por el hombro y le pregunté si quería otro vasito de cerveza. Entre murmullos y balbuceos indescriptibles logré entender que no quería pero me había confundido con pablo; uno de sus hermanos (Pensaba que estaba en la casa de su hermano pablo y su cuñada Isabel), sonreí y me hice el borracho, decidí seguir en el juego y cuando entramos al cuarto le dije que no mirara a la cama que supuestamente mi esposa Isabel estaba descubierta en la cama, medio la miró y se rió, le dije que era posiblemente le haga el amor y que no haga bulla. Apenas lo acosté en el colchoncito donde estaba dormido antes; calló como piedra, profundamente dormido.

La luz prendida me delataba, yo no estaba tan borracho, realmente cuando me daban cerveza la botaba sin que se den cuenta. Regresaba por donde vine y me detuve junto a la cama donde mi cuñadita dormía placidamente. Su boca abierta y su respiración pausada y profunda indicaban que dormía casi el sueño eterno, ella y mi esposa sí que habían bebido. Decidí sin pensarlo tocarle una teta, la besé en la boca y no se despertó.

Ya como estaba ahí decidí llevar mi plan malévolo a cabo. Me puse desodorante del esposo, su colonia y me lavé los dientes con su pasta; si pensaba estar con ella quería jugar con el subconsciente de ella a mi favor. Tomé la cámara filmadora y la preparé con nightshot para grabar en la oscuridad, la acomodé entre la ropa sucia apuntando hacia la cama; se veía todo, apagué la luz y me saqué la pantaloneta dejándola en el piso, si me descubrían o ella se despertaba, fingiría estar tan borracho que no reconocería a mi propia madre, y que por su puesto había confundido a mi cuñadita con mi esposa, y como son mellizas ¿quién no me iba a creer?

La acomodé de lado para hacer más espacio para mí detrás de ella. Está de más decir que tenía una erección que quería hacer explotar mi glande. Esperé unos minutos más.

Ella metió su mano derecha bajo la almohada y la izquierda la apoyó en su cadera, recogió un poco las piernas y quedó toda en una posición fetal. Yo, observé a mi alrededor para controlar la situación; mi esposa seguía durmiendo y mi concuñado también, la cámara seguía filmando y mi cuñadita estaba tan pluta como pensaba. Regresé con mi cuñadita, me acerqué despacito y olí su cuello, mi erección estaba a mil, tomé delicadamente su mano izquierda y la puse justo como para que empuñe mi pene; sentí su manito fría, suavecita, fue increíble. Al principio no pensé llegar tan lejos, en realidad solo quería estar cerca de ella pero la posibilidad de un contacto 100% sexual no era 100% posible moralmente, pero no soporté la estimulación, con un levísimo movimiento –casi imperceptible- me masturbaba con su mano.

Me acerqué un poquito más al cuerpo de ella. Dejé su mano en mi miembro mientras delicadamente asentaba mi mano izquierda en su nalguita; contrario a su mano, sus nalguitas estaban calientitas. Acaricié su lindo trasero unos minutos, ella ni se movía. Me acerqué más aún y mi pene erecto tocó por primera vez su colita; tibia y encantadora. Empecé a temblar; confieso que estaba muy nervioso, pero ya tenía mi coartada: la había confundido con mi esposa, y para eso ya estaba listo a pronunciar el nombre de mi querida cuando por si acaso se despertaba y me veía atrás suyo.

Me controlé un poco y muy lentamente le abrí las nalguitas y puse mi miembro lo más adentro como me fuera posible: estaba entre sus nalguitas pero sin penetrarla aún, estaba buscando sentir con mi glande los vellitos púbicos. Para entonces estaba decidido a todo. Lentamente me junté más y con una leve punteada sentí sus vellitos. Ella se movió un poco, como que quería despertar. Fue en ese momento que me di cuenta que la punta de mi pene estaba –sin querer- en la entrada de su vagina.

Ya no se volvió a mover. Yo sólo mantenía una quietud casi cadavérica pero también sabía que la cosa no podía quedar ahí, algo tenía que suceder más adelante… y sucedió lo más obvio: me confundió con su marido. Claro, jamás pensaría, ni pluta como estaba, que yo, su cuñadito de confianza, su amigo de hace años, se metería en su cama, aprovechase que esté tomada y se acostara desnudo con ella para ver si le podía poner la picha en alguna parte; lastimosamente eso, estaba sucediendo.

Supe de inmediato que me confundió con el esposo porque; en primer lugar se me arrepingó –ya saben, tiró la colita para atrás, la levantó para quedar a la altura de mi miembro-, seguro que pensó que era él porque me dijo "gordo" y en segundo lugar, porque me tomó el pene con su manita y buscó acomodarlo mejor en la entrada de su vagina, y ella mismo se acomodó de tal forma que con un leve movimiento, mi glande entró entre sus labios menores ya húmedos.

Me dijo en la oscuridad –Gordo, me da vueltas la cabeza o todo me da vueltas… algo así. Supuse que estaba muy mareada. Algunas veces ya la había visto tirar con el marido, y en más de una ocasión sucedió así; lo hacían de ladito: "de cucharitas", donde él la buscaba, le metía la verga y ella ni se daba la vuelta, solo repingaba el culito para que se lo meta por la vagina desde atrás, y creo que en medio de la plutera era exactamente lo que estaba haciendo.

Decidí aprovecharme de la situación, mientras no me viese todo estaría bien, el resto ya era de esperarse. Con leves movimientos de copulación empecé a ganar centímetros dentro de su vagina, y yo, cada vez la sentía más mojadita y caliente. La penetraba de tal forma que ni la movía, lo hacía hasta dentro y luego lo sacaba pero muy despacito. Estaba muy pero muy excitado, sentía mi glande bien hinchado dentro de su potito. Ahí estaba yo, sin darme cuenta me la estaba culiando. Estaba tan olorosita, la sentía tan rica que hasta me olvidé de lo que pasaba a mi alrededor durante unos segundos. Sentí que se movió y yo me detuve, ella me buscó con su mirada pero solo encontró una cabeza que se escondía detrás de ella en la oscuridad, susurró: me estás excitando, pero estoy mareada. Y algo así como que quería vomitar o algo así; pero yo no le contestaba. Luego susurró algo así como preguntándome si quería hacer el amor y otras cosas que no entendí porque balbuceaba… bueno, realmente no entendía algunas frases, pero sé que seguía confundida porque me decía "Gordo" y me decía entre otras cosas que estaba rico y que le gustaba lo que hacía, así como recordando una fiesta y se sonreía como loquita pensando quien sabe que cosas ¿…? Yo sólo empecé a moverme despacito como lo estaba haciendo antes y ella se arrepingó más con lo que prácticamente mi pene entró totalmente en su vagina.

Se volvió a quedar dormida, de vez en cuando se movía un poquito pero no se recordaba, y yo, ya estaba empezando a sentir esos líquidos de lubricación lechosa que de sólo pensar como se veían en esa chepita; me excitaba más. Subí un poco la velocidad y ella no se inmutó por nada, pero también pensé que si me detenía o bajaba la velocidad algo podía pasar… El esposo roncaba.

En algunos momentos las envestidas le producían un leve quejido, tal vez un jadeo… pero yo ya no aguantaba más, estaba quizás cerca de terminar, y decidí algo que cambiaría la historia, y sobre todo , la forma de ver a mi cuñadita: decidí ponerla boca abajo… Casi a gatas.

Simplemente me moví como si me fuera encima de ella. Me apoyé en mi cadera y en mi codo derecho, con mi mano izquierda como que la agarré de la cinturita y la levanté dejándole la colita casi parada. Para mi asombro, se fue despertando, habló unas cosas que no entendí, me dijo otra vez "Gordo" y supe entonces que era el momento de tirármela con ganas; ¡basta de pendejadas! ella quería culiar y yo también, sólo que ella pensó que era el marido, y en medio de la borrachera seguro que se dio su gusto: si decía que estaba rico

Al principio me controlé, pero no desperdicié la oportunidad de acariciar esas tetitas; se sentían maravillosas, los pezones duritos y las tetas grandes, delicioso el movimiento que producían mis envestidas, sentía que en lo leve del movimiento lo profundo que llegaba dentro de ella me hacía hinchar más el glande, y a ella le hacían producir unos quejidos.

No voy a mentir, la culpada duró sólo 5 minutos, tal vez menos, pero comprenderán que en ese tipo de situaciones el tiempo es importante, y cualquier cosa puede pasar al minuto siguiente. Sólo que durante ese tiempo, detrás de ese culito, y sintiéndote el rey de esa vaginita, disfruté cada segundo que pasó.

Me la tiraba rico. Veía en la oscuridad cómo su cuerpo se movía; recuerdo su cabello, el torso desnudo y blanquito reflejando la luz de las farolas públicas a través de la ventana, las sábanas arrugadas, sus nalguitas al vaivén de las envestidas, sus muslitos, mi verga entrando y saliendo de su rica chepita, y sus pies… Oh, sus pies. Los deditos de sus pies de vez en cuando se recogían y se abrían según como sentía después de cada metida. Pensé, que después de hacer el amor con ella le besaría los pies; sí, los besaría, porque en realidad no era sólo sexo, era amor, descubrí en ese instante que hubiera sido tan feliz con ella como lo era con mi esposa.

Me acerqué hacía adelante y olí su espalda, sus pechos ahora pegados al colchón, sólo su colita hacia arriba recibiendo mi miembro, que a su vez entraba y salía; era una imagen imperecedera. La tomé despacito de la cintura y luego de las caderas para dirigir el miembro hasta adentro, ella jadeaba de vez en cuando. Sólo una vez saqué despacito mi pene para ver de cerca como iba a entrar en ese cheponcito. Los labios menores se distinguían bien, la pequeña abertura de su vagina también, se vio extraordinario mi miembro entrando hasta el fondo para luego regresar a la copulación. La excitación estaba al máximo, hasta empecé a transpirar, recuerdo que me fui hacia delante cuando vi que se acercaba el final, apoye con mis puños en la cama y mis antebrazos se apegaron a los costados de mi cuñadita rica; fui sintiendo sus tetitas que se desbordaban, apoyé más la parte interior de mis muslos a sus caderas y la penetración se hizo más profunda; ella seguía diciendo cosas que yo no entendía, pero que decían lo mismo; que estaba mareada, que tenía revuelto el estómago, que tenía ganas de vomitar, que siga, que estaba rico y cosas que quería y que supuestamente el marido sabía cómo hacerlas, y en fin, hasta vi que hacía gestos que confirmaba que le gustaba y que también le dolía, abría los ojos y yo escondía mi cabeza yéndome hacia un lado.

Cuando estaba por llegar a la eyaculación no aceleré ni se lo mandé más duro, ni más adentro, ni de distintas formas, en realidad seguí igual. Sólo que cuando sentí que ya me venía pensé en todas las fotos y videos en la que su marido se la está culiando y ella se ve increíble –la de la ducha es extraordinaria; su marido la agarra en sus brazos la abre de patas y se la tira parado en la regadera. No, es toda una experiencia verlos, otra sería contarlo- Se ve en todas increíble, por eso a mí me tiene engrupido. Y al final, ya no aguante más y el hecho de haber visto en su cómoda que le quedaba una pastilla anti conceptiva, me dio a conocer que estaba lista para terminar su ciclo y que si me la comía no habría problema de que quede embarazada, sólo puedo agregar que le dejé tanta leche de verga en la chichita que cuando la seguía copulando, se derramaba por sus muslitos blancos y deliciosos.

La verdad es que después de la eyaculación la acomodé hasta dejarla boca abajo, pero no dejaba de moverme pero despacito; lo que pasa es que tenía miedo de que se despierte otra vez al ya no sentir nada de movimiento tan de repente, así que mi plan resulto y ella en realidad seguía adormitada, mis manos ahora abiertas acariciaban su costado y las partes que sobresalían de sus tetitas, bajé hasta las caderas y acaricié imperceptiblemente sus muslitos. Me fui levantando despacio, pero bajando hasta sus nalguitas, donde con roces que casi ni yo sentía, acariciaba sus nalguitas; pero con mi rostro, claro. El olorcito característico de ella no se había perdido, aunque se sentía el olorcito presente de una reciente culpada. En ese momento recuerdo que ella de movió y recogió un poco la pierna, cosa de dejó ver su vulva velludita; ahí yo, en la oscuridad, tratando de reconocer sus partes íntimas. Me levante lentamente y me paré junto a la cama, fui hasta sus pies y los rocé con mis labios, los besé por todas partes recordando mi promesa, fui hasta sus nalguitas e hice lo mismo, luego hasta su rostro; y después de respirar durante algunos segundos el aire que ella exhalaba, le besé los labios y me retiré. Tomé la cámara que aún seguía grabando y salí de la habitación.