Después de ti

Una pequeña historia de mi divagante mente.

Mi cara lo decía todo, el sueño que tenía se notaba en mis profundas ojeras, y mi ceño fruncido gracias al dolor de cabeza denotaban mi enorme resaca.

Se podría decir que este adiós no había sido nada triste, todo lo contrario, la emoción de la fiesta de “despedida” había conseguido que todos los invitados se despidieran de mi con la misma cara que  yo, que convertía la escena en algo cómico, consiguiendo así que todos rieramos, nos abrazaramos y despidieramos.

Hacia tiempo que venía pensando en la aventura que ahora me espera, el ejercito. Sí, poca gente elegiría mi opción pero la verdad es que a mi me llamaba o almenos eso dijo mi madre cuando se lo dije, siempre: seria, fría, deportista y demás calificativos, que me dejaron pensando en su momento si de verdad yo era así, para después cercionarme de que tenía razón. Aún siendo así siempre mostré una sonrisa y sociabilidad a todo el mundo.

El aeropuerto estaba semivacío. Pasé la revisión de rigor con sus normales pitiditos ante todo aquello que contenga algo metálico. Me tuve que quitar el cinturón, causando así la mirada de la joven policia ante mis un poco marcados abdominales al levantarme la camisa. No hacia calor ni frio dentro del recinto, aúnque fuera se podia ver como era de noche y neveba. Quedaba una hora para que mi vuelo partiera, y el sueño hacia que mis pasos fueran lentos y cansados.

Llegue a mi puerta de embarque y me senté en la sala de espera, me coloqué los cascos, cerré los ojos y sin poder remediarlo me dormí.

Poco tiempo después, o eso fue lo que me pareció a mí, escuche a lo lejos como la gente que esperaba el mismo vuelo que yo estaban haciendo cola para entrar, me levanté más cansada que antes y me situé en la fila.

Mi aspecto supongo que no era el mejor, una chaqueta verde abierta dejando ver una camiseta blanca con el cuello en V, unos pantalones vaqueros oscuros estilo cagados colgaban de mis piernas, mi negro y liso pelo chafado por una gorra negra con el logo de los Sharks, y unas converse negras de bota alta. Podríamos catalogar mi estilo como algo heavy, rockero y rapero, pero todo junto hacia de mí, una chica alta de 1'77 y ojos azules con un cuerpo entre musculado y normal. Se me notaban los musculos por el trabajo físico que hacia en el equipo de fútbol y kárate, pero no desagradable, dandome una firme parte trasera y de unos pechos de talla 95, no me considero algo digno de adamiración, solo soy, normal.

Entregué mi pasaporte y el billete de embarque al chico que me miro de forma picara con claras intenciones de ligoteo “Si fueras chca me lo pensaba y todo” dije para mis adentros despues de recibir otra vez mis documentos y de sonreir al suso dicho despues de la un poco ridícula reverencia que me hizo al pasar. Mientras caminaba miré mi pasaporte, revisé mi nombre; Julie Lacocci Sentere, nacionalidad; italiana, fecha de nacimiento; 28 de marzo de 1995... Al llegar pasar las paginas fui viendo uno a uno los sellos de los diferentes sitios a los que desde pequeña había viajado, rememorando viejas anécdotas, tanto con amigos como con mi familia... Familia, un suspiro salió de mi boca al recordar esa palabra, “han pasado 4 años...”, y os preguntareís ¿4 años?, ¿de que?. La muerte de eso hace 4 años. Supongo que las cosas pasan por algo, supongo, que mis padres y hermano tenían que morir, supongo que el hecho de que yo no estuviera hay tenía que pasar. Aún que también puede ser que solo sea mi esperanza de que todo pasa por algo.

Sin darme cuenta mis pies me llevaron hasta la puerta del avión, donde a cada lado de ella se encuentraban las azafatas con su a veces sinceras sonrisas o otras veces con su permanente cortesía. Correspondo su sonrisa y paso por su lado, echando mi maleta hacia atrás para no empezar a dar golpes a la gente que ya ocupa su asiento, reviso mi asiento en el billete y levanto la mirada en busca de la butaca A39. “Ventanilla... y por lo que veo mi acompañante aún no ha llegado” pienso mientra guardo mi maleta en el compartimiento de arriba.

-Disculpa.-siento que me dicen desde mi espalda.-

Me giro, y me quedo mirando a esa hermosa chica. “O sigo dormida en la sala de espera y esto es un sueño, o ella es un ángel”

-Dígame señorita.-le digo con una sonrisa y con tono de huasa (broma, burlon pero sin ser grosero...)

Ríe un poco. “Está claro, estoy soñando”

-Es que voy en ese asiento y querría pasar.

Mi sonrisa desaparece un momento, me giro miro hacia las butacas y me vuelvo a girar hacia el ángel.

-Em... claro, perdone señorita, pase.-le digo en el mismo tono de antes.

Me siento en mi sitio y veo como ella se sorprende un poco de que su compañera de viaje sea yo.

-Por lo que veo serás mi compañera de asiento. ¿Seguirás tratandome de usted?- me pregunto levantando una ceja, pero ruborizandose un poco.

-Depende.

-¿De qué?

-De si me explicas una cosa.

-¿Qué cosa?- me pregunta otra vez con cara de curiosidad.

-Tu...-digo dudando

-Yo...- repite ella con voz de que siga.

-¿Tu te consideras ángel o princesa? Porque si eres una princesa, te seguiré hablando de usted y si eres un ángel, me tendrías que explicar donde metes las alas y como es que vas en avión en vez de ir volando por tu cuenta.

Se ríe otra vez y me mira negando con la cabeza.

-¿Y si te digo que no soy ninguna de las dos?

-Me dejarías claro que una chica como tu no es posible y de que mi subconsciente se lo pasa bien haciendome sufrir al saber que cuando me despierte ya no te volveré a ver.

Se ruboriza y sonríe ampliamente, negando aún con la cabeza.

-¿Cómo te demuestro que esto no es un sueño?- dice, mientras se muerde un labio.

Después de ese gesto mi cerebro no coordina, se ha quedado parado en ese instante, y de un momento a otro un nerviosismo que antes no estaba viene corriendo hacia mi con claras intenciones de arroyarme.

-Em... bueno... este yo...- digo tartamudeando y mirando directamente a los ojos, de un color verde intenso.

-Encantada de conocerte me llamo Nerea.-dijo sonriendo, y mirandome con ternura.

-Oh, yo soy Julie. Un placer ¿ángel o princesa?- dije recuperándome un poco del traspie de antes sonriendo de lado.

Se ríe un poco más y me cambia otra vez de tema.

Hablamos y hablamos durante... no se cuanto tiempo la verdad, pero sin darnos cuenta vimos que ya era hora de desembarcar.

Cuando note que me tenía que separar de ella un extraño dolor en el pecho me invadió dejandome por casi diez segundos sin respiración, imaginandome que sería, ya de el resto de mi vida, sin su sonrisa, su risa y su voz...

Nuestras miradas se cruzaron y pude ver que el mismo pensamiento nos invadía; ¿y ahora?

No pude decir más, pero ella tampoco lo hizo. Salimos juntas, el momento de la despedida era inminente.

-Yo... que...querría saber si me da... darías tu número- le dije con el corazón en la mano.- para seguir hablando si quieres. Y bueno...

-Claro, pero...

Y en ese momento todo lo que había podido imaginar se desvaneció. Ví como un chico con cara de buena persona se acercaba a mi ángel corriendo y la abrazaba despengandola del suelo mientras le daba un claro beso de amor en los labios.

Todo tiene un principio y un final, algunos de los principios se retrasan o nunca llegan, pero los finales por muy buenos, malos, felices o tristes que sean llegan, sin que te des cuenta.

Después de el golpe que recibió mi corazón al ver aquello mostré mi mejor sonrisa. Los miré, salude al chico y me despidí como si de una rafaga de viento se tratará mi presencia. Sin que nada ni nadie, despegará de mi mente el pensamiento de que el amor puede llegar en cualquier momento y de la manera más inesperada.

La úlitima vez que la miré a los ojos fue justo cuando casi consigo crear un lazo más grande . Pero por motivos del destino que desconozco no llego a ser.

Recuerdo todo esto y mi corazón se da cuenta de que aún le duele, mi cabeza me intenta convercer de que después de dos años aquello solo fue un pequeño lapsus en mi historia, pero yo sé que aquella chica de pelo castaño y ojos azules con unos cuantos centrimetros menos que yo y sonrisa indescriptible, era el amor de mi vida, la famosa alma gemela que todos esperamos encontrar.

Y ahora, aquí, sudando, oyendo mi respiracioón acelerada, como las botas de mis compañeros chocan contra el suelo y como mi cuerpo entero la echa de menos aún sin haberla tenido solo un día reconozco que la amo y rezó al destino, a los Dioses o Dios, y al mundo entero, que me dé otra oportunidad para encontrarla.