Después de paco
Abandonó la zoofilia pero por un encuentro casual la reinició
DESPUÉS DE PACO.
Roberto regresó, así que Paco regresaba a su dueño y no me lo iba a prestar, yo no sabría con qué pretexto se lo pediría, él solo regresaba para desmantelar su departamento y regresar a su ciudad. Él había hablado con sus padres y no deseaba continuar con sus estudios, quería cambiar a otra carrera, así que me dejaba.
Seguí seriamente con mis estudios consolándome por la falta de Paco. El consuelo no me llegaba y me conformaba con Perlita, que es muy noble y nos cuidamos.
Un día llevé a Perlita a la veterinaria para baño y un corte de uñas. Esperaba sentada en la banca de la entrada, en donde también esperaba otra chica acompañada de su perro, un Dálmata que resultó muy amigable, pero que yo lo sentí como mal educado, constantemente insistía en venir a olerme entre las piernas.
Platicaba con la dueña y le noté a ésta un pequeño tatuaje de dos patitas de perro en el cuello. Le pregunté si le tenían algún significado, o si se trataba de dos cachorros.
Me dio una explicación larguísima contándome las monerías de su Tucán, que como lo quería tanto se dejó tatuar ese recuerdo que admiraba cada mañana al verse en el espejo recordándole que estaban unidos. Entre las monerías dejó ver que dormía con él, pero no aclaró si hacia sexo con él.
Yo le pregunté directamente si hacía sexo con él. No me contestó, pero me invitó a su casa, regresaba del trabajo temprano en las tardes, así que me animé y la visité, yo estaba sola.
El Tucán me recibió poniéndome las patas delanteras sobre el pecho, como grandes amigos, Gina, que así se llama, lo llamó y a ella también le puso las patas encima, se dejó caer en un sofá y lo acarició como bebé. Lo abrazó y el Tucán se dejó que así lo tuvieran durante nuestra plática.
“Dices que duermes con él, ¿haces sexo también?”
Yo estaba ansiosa de una respuesta positiva, creo que, para yo no sentirme anormal de haberlo hecho, pero ella ya me explicó que sí, que trataba de hacerlo, pero que solo una vez tuvo éxito, hace tiempo, después ya no ha podido y ella solo lo calma sobándole.
“¿No se deja, o no puede? ¿Y solo lo masturbas? ¿No te lo dejas que te lo meta?”
“No podemos, le hacemos la lucha y fracasamos siempre y por eso masturbo al pobre.”
“¡Ah ver!, ¿me dejas ver cómo le haces?” Yo ya estaba excitada y curiosa, además me sentía la experta frente a esta alumna que me estaba poniendo bien caliente solo de imaginarme.
“¿Tú sabes, ya lo has hecho?” me preguntó.
“¡No, pero sí te puedo ayudar, he visto mucho en internet! ¡Quítate la falda y los pantis!”
La observé, tiene bonitos muslos y nalgas.
“¡Vamos a empezar por abrazarlo, ya que así lo mimas!”
Se recostó en el sofá y lo abrazó. Yo la acomodé de tal manera que el pene le quedara sobre su pubis. La rodé para que quedara boca arriba y el Tucán adivinó. La abrazó con sus patas delanteras e inmediatamente comenzó con sus movimientos desesperados de copulación, sin atinarle a su entradita. Metí mi mano debajo y le guiaba el pene, que ya lo tenía bien firme para que le entrara.
“¡Ya ves, no se puede que me lo meta!”
“¡Claro que puede metértelo, tú tienes que cooperar!”
“No sé cómo, nunca lo he visto, ni en internet. ¿Por qué no me dices como le hago?”
Me quité los pantalones y mi pantis, que ya estaba empapada y los tuve que esconder para que ella no las viera. Me recosté en el sofá y llamé al Tucán que ni tarde ni perezoso empezó a lamerme e inmediatamente a subírseme e intentar copular. Lo dejé hiciera sus primeros movimientos e inmediatamente, cuando le ví el pene bien parado me lo guie a mi vagina, sí me entró y me causó mucho placer, pero tenía que enseñarle a Gina cómo lo debería de hacer ella, así que la volví a acostar, le abrí las piernas, pero el Tucán insistía en venir a mí.
“¡Espérate!” le dije al Tucán
A Gina le dije que me metiera la mano entre mis piernas y se la mojara, después se sobara su pepita para que se le quedara mi olor y así el perro la buscaría.
¡Oh sorpresa, esta chica no solo me metió la mano y algún dedo, sino que se agachó y empezó a comerme!
“¡Me has excitado mucho, no puedo controlarme, estas muy buena, yo no soy así! ¡Pero, enséñame bien con el Tucán! ¡No te molestes conmigo si esto te incomoda!”
Se restregó su pepita contra la mía y tuvo la esperanza de que al pasarse mi olor el Tucán la buscaría. No sucedió así.
“¡Ponte de perrita! ¡Bájate más, casi con la panza en el suelo! ¡Ahora solo sube las nalgas y verás!”
El Tucán la vio e inmediatamente fue con ella y se le subió. Se la logró meter varias veces, pero como sucedió conmigo aquella vez, se le despegó y la dejó frustrada.
“¡Espérate, solo está teniendo un respiro, volverá con más ánimos!”
Así sucedió, se le montó e hizo varios intentos, todos fallidos, pero de repente, éste se armó de energía y logró meterle todo el pene y la embestía con mucha fuerza haciendo sus movimientos rápidos, como lo hacen ellos. Ya con todo el pene dentro empezó a tratar de meterle su bola.
Ya avanzada la cópula le advertí de la bola que el Tucán iba a intentar meterle y que, probablemente le dolería un poco.
“¡NO SE DE ESO, PERO DÉJALO, ¡A VER QUE SIENTO! ¡ESTOY SINTIENDO MUY RICO, MUY BONITO! ¡DÉJALO, DÉJALO POR FIS”
El Tucán bombeó constantemente con fuerza, ella tuvo un orgasmo cuando menos y perdió la razón, como creo nos ha pasado cuando tenemos un sexo muy fuerte. Eyaculó bastante y con fuerza así que se le salió algo, ella feliz y gritando que
¡QUERÍA MÁS DE SU TUCÁN!
Cuando el Tucán presionó con fuerza para que la bola se le metiera, Gina gritó, no sé si de dolor o de felicidad, pero ya se le quedó dentro, como a mí se me quedaba la de Paco.
¡Que rico ha de estar sintiendo! Ahora que la tiene dentro, que ganas de que estuviera dentro de mí, su pene está hermoso, recto, rojo y con una puntita. Su bola preciosa, exquisita, dentro de su vagina, moviéndose y que está recibiendo semen calientito de éste.
Así pasaron varios minutos, después de muchos jaloneos lograron desengancharse. El Tucán se dedicó a lamer su producto, del que se le salía a ella así como de la cobija del suelo. Ella feliz, riéndose y jugueteando conmigo. Me abrazó y besó muy fuerte, lo sentí en mi cuello.
Como aún yo estaba desnuda de la cintura para abajo, Gina se dedicó a lamerme desde los labios de mi vagina, mi clítoris y todo alrededor, dizque copiando lo que su perrito hacía, que al fin de cuentas vino a mí y me comenzó a lamer de nuevo, toditita, provocándome más excitación de la que ya traía y que me iba a tener que quedar con ella hasta llegar a mi casa. Gina gozando que me veía lo excitado que estaba, me tocaba mis labios y me mordisqueaba el clítoris dejándome hirviendo y chorreando mis jugos.
Me preguntó nuevamente si yo tenía sexo con perros. Le contesté que me hacía falta uno para sentir lo que a ella le ayudé sentir, con la esperanza de que me ofreciera a su Tucán, para una probadita, pero no lo hacía.
Después de arreglarme la ropa me despedí diciéndole que como ya sabía cómo se hacía, que lo repitiera, que cada vez lo iba a sentir mejor. Fue en ese momento en que me dijo que yo le iba a hacer falta si no lograba que funcionaran bien solos ella y su perro y fue cuando me dijo que viniera y le enseñara más cosas que hacer, que practicaríamos con Tucán las dos.
Regresé a mi casa muy frustrada y furiosa. Ya me había hecho a la idea de no más perros, pero haber presenciado lo que hizo Gina me volvió a despertar mi pasión por ellos. ¡Tengo que buscar uno! A ver cómo le hago.
Pasaron unos días y de repente recibí llamada de Gina, me costó trabajo contenerme y mandarla a volar, creí que me llamaba para quejarse de sus frustrados intentos con su Tucán, pero me calmé cuando me dijo que quería invitarme a su casa pues había invitado a una amiga que le gustaría platicar conmigo.
No me imaginaba de qué, pero fui. Ya me esperaba, el Tucán, como antes, se me abalanzó al llegar y me acarició y le devolví sus caricias. Me presentó a su amiga que se me hizo algo conocida. Una chica muy bonita, menudita, con un cuerpo precioso y unos pechos muy bien proporcionados a su estatura. Su carita muy bonita, usaba lentes con aros gruesos, muy modernos, que le quedaban preciosos. Por los lentes me acordé de ella, es la recepcionista de la veterinaria a la que llevo a Perlita, se llama Ceci. Ella llegó acompañada de un perro enorme, precioso y muy amable y educado, me enamoré de él, como de su dueña.
Gina, como buena anfitriona, nos sirvió unas copitas que sirvieron para aflojar la tensión que reinaba, yo con mis cortesías para lograr darle una buena impresión a Ceci, y ellas porque algo querían decirme.
“Ya le platiqué a Ceci que me enseñaste a hacer sexo con Tucán y ella quiere que le enseñes como hacerlo con Duque!”
Las miré y creo que pensaron que estaba midiendo a Ceci, que deveras está muy bajita y menuda, con un perro tan grande, pero fue lo último que pensé.
“¿Crees que se podrá?” me preguntó Gina.
“¿PORQUÉ NO?” le dije.
“¿Quieres que probemos?” ya le pregunté
“¡Quítate los pantalones del uniforme y lo que traigas puesto debajo y EMPECEMOS!”
Se quitó los pantalones sueltos, del uniforme de la veterinaria. Debajo traía unos shorcitos ajustados y sus pantis.
“¡Déjamelos ver, por fis!” Los tomé y estaban empapados, más a mi favor, para qué lo hice me provocó una excitación incontrolable, tremenda, pero le dije que qué bueno, con su olor íbamos a provocar a su Duque.
El Duque se ha de haber dado cuenta de mi estado de excitación, en vez de ir con su dueña vino a mí, que aún estaba vestida y claramente quería coger conmigo. Me apenó, pero recordé cómo le hice a Gina con Tucán, me dejé restregar por ella y luego untarse mis aromas. Si no iba a ser así, me vino la locura yo deseaba mucho sentir y saborear a Ceci, y por qué no, también, otra vez a Gina de la que ya creía conocer su inclinación.
No fue difícil, Gina me jaloneó los short y me bajó las pantis. Ceci solo miraba. Después de acariciarme, Gina me sobó mis labios y me metió unos dedo en mi vagina, fue con Ceci y, después de pasarle mis secreciones aprovecharon para abrazarse y besarse.
“¡PERO, PERO después me dan chance!, ¡primero vamos a ver hasta donde se la mete Duque!” Con esto rompí el idilio y di inicio a lo que yo quería, que era ver anudarse a Ceci con el Duque, del que por su tamaño sospechaba que su pene iba a estar de acuerdo con él.
Gina se desnudó totalmente y se abrazó con el Tucán. Quietos los dos observaban lo que iba yo enseñándole a Ceci.
Considerando la diferencia de alturas, primero puse a Ceci como perrito, con las piernas y brazos estirados, deteniéndose de una silla, pero el Duque, un Gran Danés, quedaba más alto y, aunque sí hacia los intentos de metérsela, su pene siempre le quedaba sobre la espalda de ella.
Le propuse a Ceci se recostara sobre la mesa del comedor, boca arriba. El Duque se dedicó a lamerle su pepita con mucha avidez, pero al final le pasó las patotas delanteras a sus costados y si se la logró meter, su pepita ya estaba super lubricada y también Duque estaba lubricado, todo sucedió repentinamente.
Duque se dejó salir, se lamió su pene y a ella le lamió entre las piernas. A Ceci le pasó lo que a mí, creyó que su perro ya había terminado, pero vino la mejor sorpresa, ella se volteó en posición de perrito, vino Duque y repitió varias veces el intento, fallando, hasta que yo le doble los brazos, su colita se le paró y luego luego Duque embistió, solo le tuve que guiar el pene a la entrada deseada.
“¡AAUUGGHH, YA ME LA METIÓ, YA LA SIENTO, LO LOGRÓ, ¡---- YA LA TENGO DENTRO“! Alcanzó a decir, pero cuando iba a seguir narrándonos lo que sentía, Duque le dio otra embestida y ya no pudo ni hablar.
El Duque tiene un pene más grande que los demás perros, pero no lo consideró Ceci, ni le puso peros, se dejó que le hiciera lo que quisiera, que le diera los bombazos que fueran. Ella solo mugía y hacía pujoncitos y de vez en cuando decía algo ininteligible, por la excitación.
“¡Te va a meter su bola! ¿Te la dejo ir?” Le pregunté, pero no me respondió solo oí que hizo un pujido y apretó el cubre mesa y la jalaba. Tenía su frente pegada a la cubierta y movía continuamente su trasero, a veces para los lados y otras de arriba para abajo, siempre con la bola del Duque dentro. Éste se volteó y quedaron como los perros, cola con cola. Ceci empapada en sudor, la abracé, le sequé algo los pechos y su vientre y sequé algo de las secreciones que se le empezaron a escurrir. Ella se enderezó un poco y jaló a Gina de una pierna para que se posicionara debajo de su cara, ella quedando sobre su vientre, a la altura de sus labios que empezó a lamer con una avidez tremenda y a meter su lengua lo más profundo que le llegaba en su vagina. Me le acerque a Gina, me lamía mis pechos y su mano se dedicaba a hurgarme en la vagina, me abría los labios y, yo sentía que me jalaba el clítoris para que la otra me lo succionara.
Mientras tanto el Duque disfrutaba eyaculando chorros dentro de la vagina de Ceci. A veces hacia intentos leves de zafarse, pero creo que los hacía leves porque deseaba quedarse más tiempo enganchado, hasta que, sin esfuerzo alguno, de repente notamos que se había zafado. Ceci si lo sintió y casi a gritos le pedía que se esperara, que lo quería más. Después nos confesó que sí le dolió bastante, pero que ella quería sentirlo todo.
Gina estaba emocionada al ver a su amiga amarrada con su perro. La excitaba tanto que no se deba cuenta de lo que sucedía a su alrededor. Subía y bajaba su cadera para que Ceci le alcanzara más profundo con su lengua. A veces se retorcía como estando en la mitad de su orgasmo.
El Tucán había estado todo el tiempo observando la acción de nuestro grupito, a ratos metía su cabeza u hocico hasta mis entrepiernas. Él también estaba excitado, lo llamé a que se acurrucara entre nosotras y con mucha cautela se fue arrimando hasta quedar de panza junto a mí. Gina dijo que si lo podía entretener, como quien dice me daba libertad de coger con él, oportunidad que no dejé pasar y ahí, acostados de lado empecé a ponerlo a punto, lo voltee de espaldas y me le monté, se dejó y dejó que su pene se le parara más. Me lo introduje lo más a fondo posible. No se quedó en esa posición, se enderezó, yo me voltee boca arriba para ver lo que iba a intentar y estando así, éste empezó a tratar de metérmelo, a como diera lugar, lucho un rato, pero me resbalé quedándome la orilla en mis nalgas, pero mi pepita bien paradita, pidiéndole me la mentira pronto.
Se acercó e inmediatamente empezó sus movimientos alocados sin atinarle a mi agujerito hasta que se detuvo unos segundos, le tomé su pene y lo jalé a que lo apuntara a mis labios. Dócilmente estuvo de acuerdo y en tres o cuatro sesiones de empujones quedó bien guardado su pene, dentro de mí.
Sentí cómo le creció, se le hizo más grueso y me llenaba hasta mi vulva, ahí comenzó a descargar su preciosa lechita. Empujó más fuerte y me metió su bola, calientita y palpitante, tal vez llena de ese semen que se iba a descargar dentro de mí. Sentí sus contracciones que cada vez me inyectaba más de su lechita.
Todavía, segundos antes de desanudarse de mí me soltó una nueva descarga. Mi vagina, vulva o matriz, que se yo, ya estaban rebosantes de ese semen calientito que me empezaba a brotar sin control. Me sentía muy contenta al sentir cómo iba resbalándose de mis piernas el semen que yo quería considerar como el sobrante, lo que se quedara dentro iba a ser el bueno y necesario. Estaba lindo, casi cristalino, un poco baboso y se me pegaba en los dedos.
“¡QUE PLACER TAN GRANDE, ES PRIMERA VEZ QUE LO SIENTO CONSIENTE!” Con razón una lo desea más y se le vuelve un vicio difícil de erradicar.
Descansamos y tomamos unos tragos más. Le pregunté a Ceci si ya antes había intentado copularse con Duque y nos confesó que el perro era de una clienta que lo llevaba regularmente a la perrera, que ellos tenían servicio de hotel para perros.
“Lo deja por varios días, el Duque se ha encariñado conmigo, lo paseo en la calle y muchas veces se queda echado detrás del mostrador, conmigo. Como que la dueña solo lo quiere presumir cuando le conviene, lo tilda de tonto e inservible.”
“¡Deja que se la coja y verás cómo cambia!” dijo Gina.
“Si, eso pienso, lo malo es que me lo quitaría y él esta ¡REQUETE BUENO! Espero no se dé cuenta.”
Contó que llegan muchas personas con perros a los que se les nota que quisieran hacer sexo con ellos, pero no saben cómo. Claro que se les nota que por lo menos, los masturban.
“¿Por qué no ofreces el servicio de enseñarles cómo hacer sexo con sus mascotas? Ganarían bastante con él.
“¿Y cómo se les enseñaría, tendría que darles ejemplos de carne y hueso?”
“¡Hay, que rico, así te garantizarías sexo cuando tu quisieras!” Le dijo Gina
“Me convertiría en una sexoservidora, ¿No creen?”
“No, una prostituta cobra por dar placer a otro, lo tuyo sería una enseñanza, claro, ¡estaría en ti dejarte tener ese placer!”
¡PERO QUE RICO DE TODOS MODOS! ¡Necesitaré de asistentes que den los ejemplos, ¿No creen?”