Después de muchos años

Luis consigue, después de desearlo durante años. follar con Jóse, un hombretón hetero, después de trabajar juntos durante una noche

DESPUÉS DE MUCHOS AÑOS

Acerqué mi cara a las suya hasta que sentí la caricia de su espesa barba canosa y le susurré en los labios - ¿Sabes cuántos años he estado esperando este momento?.

- ¿Qué haces?...Por favor... no sigas

Pero yo quise entender: Sigue, por favor, yo también lo estaba deseando.

Rocé mis labios con los suyos mientras arrimaba mi cuerpo al suyo. No se movió, pero no me apartó, ni me empujó, sólo cerró los ojos. Volví a acercar mis labios y con la punta de la lengua le lamí los suyos y entonces entreabrió la boca y la punta de mi lengua acarició la suya. Noté una descarga de pasión en su cuerpo. Volví a lamerle la punta de su lengua y fue cuando la abrió para entrar en la mía en busca del placer. Bajé la mano para tocarle el paquete y noté que estaba emburrado.

Conocí a Jóse cuando tenía 28 años y entré a trabajar como electricista en una multinacional. Enseguida me fijé en él. Era un hombre de estatura mediana, como yo, con una espesa pelambrera lisa, indomable y negra y con una gran barba negra. Nariz pequeña, ojos color aceituna, el mono de trabajo se abría por el cuello para dejar ver como el vello liso y moreno que le llegaba desde el pecho se unía a la barba sin espacio a través del cuello. Su cuerpo era firme, fuerte y tenía un culo de escándalo que no podías dejar de mirarlo cuando andaba. En el punto donde finalizaba la cremallera, un badajo de dimensiones importantes se balanceaba al andar, por lo que tanto si lo veías por detrás o por delante, la mirada se calvaba en sus encantos. Me gustó nada más verlo.

Nunca me atreví a insinuarme porque, por el estilo de conversación, sabía que estaba casado y que hacía gala de su heterosexualidad. Me conformé con mirarle cuando nos cambiábamos en el vestuario, su fuerte cuerpo cubierto de vello y enmarcado por su camiseta de tirantes de un color neutro, que en algún momento fue azul marino, lo mismo que sus calzoncillos clásicos con abertura lateral que guardaba sus genitales y su rabo a modo de bolsa. Fantaseé con el en el transcurso de muchas de mis noches calientes.

Eramos compañeros y nos hicimos amigos, pero nunca hice una seña para que supiera que yo era gay. Al cabo del tiempo le destinaron a otra sucursal y, quitando alguna vez en la que hablamos por teléfono, siempre de temas de trabajo, no volví a verle en años.

Hace poco, cerraron la sucursal donde estaba destinado y volvió a la central. Nos vimos, nos saludamos y nos abrazamos. Me encantaba sentir su fuerte cuerpo al abrazarme, que su barba me acariciara la cara y que el calor que desprendía me envolviera.

Había engordado un poco (cosas de la edad), y el pelo, la barba y el vello habían encanecido, pero la cara era la misma y los ojos aceituna eran igual de preciosos y el brillo burlón no había desaparecido. Me quedé mirándole a los ojos y sonriéndole le dije: - Igual de guapo que siempre, cabrón -. El se partió de risa como respuesta.

Volvimos a trabajar juntos. Me seguía gustando una barbaridad y no dejaba de mirarle y deleitarme en el vestuario. Quitando el color de su pelo, estaba prácticamente igual: el culo, el paquete, sus fuertes piernas y brazos, sus tetas apretadas por la camiseta de canalé de color indefinido. Me volvía loco ese hombre inalcanzable.

Una noche me llamó para que le acompañara al edificio central porque había una avería general y teníamos que buscar la causa. Quedó en ir a buscarme en el coche y allí fuimos los dos. Bajamos al sótano, que es donde estaban los cuadros generales de energía e intentar solucionar la situación. Estuvimos más de tres horas trabajando hasta que pudimos resolver el desastre.

Le propuse ir a la cafetería de la empresa para tomarnos un cerveza. Nos sentamos en la barra y nos la bebimos de un trago. Le invité a tomar otra con más calma y accedió. Nos sentamos uno frente al otro y comenzamos a beber y charlar de asuntos cotidianos y triviales. Mientras hablábamos, nos fuimos acercando hasta que nuestras piernas se enlazaron. A mi el contacto y al calor de sus muslos me puso a cien. Al cabo de un rato de sentir que el calor me alcanzaba la entrepierna, le oí decir que ya era hora de irnos,que era muy tarde. Bajamos en el ascensor al aparcamiento y yo notaba que me iba calentado más y más ante la presencia del culpable de tantas noches de sexo solitario.

La puerta des ascensor se abrió, salimos y sin poderme contener, le arrinconé contra la pared y

acerqué mi cara a las suya hasta que sentí la caricia de su espesa barba canosa y le susurré en los labios - ¿Sabes cuántos años he estado esperando este momento?.

  • ¿Qué haces?...Por favor... no sigas

Pero yo quise entender: Sigue, por favor, yo también lo estaba deseando.

Rocé mis labios con los suyos mientras arrimaba mi cuerpo al suyo. No se movió, pero no me apartó, ni me empujó, sólo cerró los ojos. Volví a acercar mis labios y con la punta de la lengua le lamí los suyos y entonces entreabrió la boca y la punta de mi lengua acarició la suya. Noté una descarga de pasión en su cuerpo. Volví a lamer la punta de su lengua y fue cuando la abrió para entrar en la mía en busca del placer. Bajé la mano para tocarle el paquete y noté que estaba emburrado.

¡Dios mío!, lo que había querido hacer durante años lo estaba consiguiendo en en ese momento. Mi cuerpo delgado y nervudo se pegó al suyo, le cogí la barbuda cara con mis manos delgadas y venosas y le atraje para, ahora, besarle como yo lo quería hacer. Abrí la boca para dar paso a mi hambrienta lengua y Jóse se dejó hacer...no... no se dejó hacer... participó activamente en el morreo. Le mordía los labios cubiertos de espesa barba canosa, no pude más que atraer su cabeza con mis brazos y acariciar su pelambre mientras me mordía los labios.

La intensidad de la excitación hizo que llevara una mano a la entrepierna que , ahora estaba en su pleno esplendor, mientras que la otra la llevaba a su culo para poder apretarlo y acariciarlo. Jóse gemía de excitación y no paraba de decir: Por favor... no sigas...no sigas... por favor... (pero lo que yo entendí fue: sigue... por favor... sigue... sigue), y continué ante la reacción positiva de mi compañero.

Le quité la chaquetilla de trabajo, dejándole en camiseta, le mordí el cuello y el hombro, le metí las manos bajo la ropa para sentir aquel vello plateado que me volvía loco, busqué entre las madejas de pelo los botones de sus pezones y se los apreté consiguiendo que volviera a gemir, le levanté los brazos para deshacerme de su ropa y, mientras lo hacía, me amorré a uno de sus sobacos para besarlo y lamerlo mientras acariciaba el contrario. Mi hombre no se oponía a ninguna de mis acciones por lo que me animé y mientras le apretaba los huevos, busqué sus pezones, los pellizqué y los mordí hasta que mi Jóse sollozó de placer.

Volví a morrearme con mi amor y le susurré en su boca: - ¿Quieres que siga?

  • Si... por favor... sigue

Me armé de valor y le desabroché el pantalón dejándolo caer, le acaricié los huevos y la polla aún cubierta por el calzoncillo y luego metí la mano por la bragueta para encontrarme con la suavidad de la piel de su falo, de la vellosidad de sus cojones y de de la dureza del vello de su pubis, le masajeé durante un rato disfrutando del placer que le estaba dando y luego se los bajé.

Ante la falta de iniciativa de mi amor, me despojé de mi ropa dejando mi cuerpo delgado pero definido al aire, le bajé los calzoncillos y me arrimé a mi amor para notar en mi piel la sensación de su pecho de lobo plateado, me rebocé en su pecho, me bajé los pantalones y me acerqué hasta notar su polla junto a la mía sus vellos enredándose a los míos, le volví a besar como un animal hasta hacerle daño y que gimiera, tantos años de deseo se lo merecía.

Me arrodillé, le apreté los huevos hasta que noté que se estremecía y luego comencé a jugar con mi lengua en sus glande para proporcionarle tanto placer como pudiera. El juego de la mamada le llevó al éxtasis. Quería que se corriera porque no sabía si quería penetrarme o no. Le olí la zona, se la besé, se la lamí y luego me centré en la punta de la polla, el frenillo, el prepucio que le fui bajando mientras oía como gemía agudamente como un perro pidiendo comida. Le mamé la polla hasta donde pude y saboreé sus líquidos. Le miré desde abajo, el sudor le caía desde su cuello hasta el pecho y el vientre. - ¿Quieres follarme?

Se quedó inmóvil - No lo se... no lo he hecho nunca... con un hombre

  • ¿Quieres probar?

  • ¿Tu quieres?

Me levanté, le besé y le susurré: -Es lo que más me gustaría en mi vida... Fóllame como un animal... necesito que tu me folles. Lo deseo tanto después de tantos años.

Recorrí con mi cara la suya, el cuello y el pecho a la vez que aspiraba su olor y disfrutaba de la textura de su vello en el pecho, no pude reprimir el buscar con la lengua sus pezones y lamerlos hasta que noté como se le endurecían, bajé y bajé por su vientre velludo hasta llegar a su tranca dura, la miré mientras le acariciaba los huevos y me relamí, era de tamaño considerable aún no siendo enorme y de grosor tampoco estaba mal, era perfecta, piel oscura, unas venas gordas le recorrían la superficie y la coronaba un capullo hinchado y perfecto de tamaño para mi culo. Se la mamé con cantidad de saliva para lubricarla bien, me levanté, me di la vuelta, apoyé mis manos en la pared y le dije - Ábreme bien el culo, mójame la entrada con saliva y luego ataca despacio hasta meterla toda, luego te iré diciendo.

José fue un alumno aplicado. Noté la humedad de su saliva que caía por la raja del culo, me la esparció por la entrada con sus dedos y luego se acercó hasta que noté su capullo en el punto justo. Mi excitación era tal que mi culo se abría ansioso para recibir la polla deseada desde hacía tiempo. Fue empujando y gracias a mi habilidad, entró el capullo y mi culo lo engulló. Luego siguió penetrándome lentamente, yo notaba como resbalaba aquella morcilla por el contorno de mi ano y como éste respondía abriéndose y recibiendo la comida que le proporcionaba aquel lobo plateado.

José gemía de placer a causa del masaje que recibía en su tronco, me abrazó el pecho, se estrechó en él y al fin alcanzó la meta. Noté el calor de su pecho en mi espalda, el de su vientre en mis nalgas y el de su púbis en mi culo. -Ahora haz lo que quieras- Le dije.

Me abrazó con fuerza y comenzó su follada con lentitud mientras me masajeaba la cara y los hombros con su barba, comenzó a excitarse y a morderme donde podía mientras las embestidas eran más rítmicas y más profundas, sacaba la polla en casi su totalidad y la metía hasta el fondo una y otra vez. Mi miembro estaba a punto de reventar y soltaba líquido a raudales, mientras disfrutaba de la follada que mi oso me estaba dando. No tardó mucho en correrse dentro de mí. Me abrazó hasta hacerme daño y me mordió el cuello hasta dejarme la marca de sus dientes. Y se quedó quieto hasta que los últimos estertores le dejaron seco. Yo no me había corrido todavía, estaba esperando el momento que más me gustaba. Su polla se fue deshinchando y fue saliendo de mi culo... fue en ese momento de placer cuando me corrí como un bestia, mi tranca escupía y saltaba hasta darme en el vientre una y otra vez. Noté como me apretaba los huevos y en esa situación me vacié emitiendo gruñidos de lujuria.

José seguía abrazado a mi dándome calor, le cogí de las manos y las llevé por mi pecho, mi vientre y mis genitales, mi hombre me besaba con lengua el cuello y los hombros. Así estuvimos un rato hasta que comenzamos a tener frío. Nos limpiamos con un paño limpio y nos vestimos. Nos quedamos mirando el uno al otro, me acerqué y le besé en los labios. Me susurró que era la follada más bestia de su vida y que nunca podía haber imaginado lo que se podía disfrutar con un hombre. - ¿Y ahora, que vamos a hacer?.

  • Lo que tu quieras - Le contesté. No voy a interferir en tu vida ni en tu familia. No podría hacerte daño. Esto lo he estado esperando toda la vida y al final me lo has dado. Estaré esperando el tiempo que sea para volver a follar contigo. Cuando quieras, pídemelo, yo estaré esperando. Me gustas tanto.

Me acercó a mi casa, el cielo comenzaba a clarear. Paró el coche, nos miramos, le sonreí. Él estaba serio, pensativo. Me volví para salir del coche y entonces me detuvo, me acercó a él y me besó en los labios. Abrí la boca para recibir su lengua y nos morreamos unos instantes. Luego nos separamos y cuando iba a cerrar la puerta me llamó:

  • ¡Luis!

  • Dime

  • Gracias

(Silencio)

  • Eres lo mejor que me ha pasado. Gracias. Nos vemos y lo repetiremos. ¿Vale?

  • Vale. Lo estaré esperando.

Cerré la puerta. Arrancó el coche y vi como las luces rojas se alejaban por mi calle. Me sonreí, pero unas lágrimas de felicidad se deslizaron por mi cara.

Dedicado al Boti (echaba de menos tus comentarios y me tenías preocupado) y a Yony (siempre el primero)