Después de mi cumpleaños

Tras mi impresionante cumpleaños, segundo round con Samuel.

Habían pasado unos días desde mi 36 cumpleaños, Ana tenía razón, nada sería igual. Mis humos de gran follador, se habían ido por la chimenea. Jamás pensé que otro hombre me machacara en mi terreno, me follara tan salvaje y potentemente, y dejándome como un trapo, se follara también a mi amante.

Soñaba con ese momento, gozaba de recordar a ese semental. Tanto que no me lo pensé dos veces. Sabía lo puta que era Julia, la mujer del médico jefe del hospital donde trabaja Ana, era una mujer madura, sobre unos cuarenta años, pelirroja, con un trasero mas bien grande pero muy bien formado y unas tetas increíblemente duras y enormes, cuyos pezones se marcaban siempre en sus vestidos, fuera lo vestida que fuera. Era lo que se suele llamar una mujer maciza. Amiga de la infancia de mi hermano mayor, habíamos tenido muchos roces en fiestas en casa de mis padres. Fue la primera mujer que consiguió hacerme correr, sólo masajeándole y chupando sus enormes pechos.

Julia se follaba, o mejor dicho, Samuel se la follaba desde hace unos seis meses, sin que se supiera si su marido, Carlos, lo desconocía o lo permitía. Debía de ser esto último porque después de que Samuel trabajara a conciencia la vagina y el ano de Julia, en el boquete que quedaría en esa vagina, después del trabajo del semental, debían de caber 2 o hasta 3 penes de tamaño normal.

Por las noches soñaba a ese semental entrando en mí, notaba en las paredes de mi ano el repicar una y mil veces el pistón simpar de mi locura, debía de verlo de nuevo.

La ocasión llegó. Un congreso médico llevó a Carlos y a mi Ana a Madrid. Ana se llevó consigo a su marido Alfredo, éstos follarían como locos, sin niños, una pena. Pero a mí me dejó sólo en la ciudad, en mi casa aduje una cena de negocios, con Julia… y con Samuel.

Cuando llamé a Julia para quedar y rememorar viejos tiempos, dijo no encontrarse muy bien, que le dolía la cabeza. No me extraña, el pene de Samuel le llegaría hasta la garganta. No me fue difícil el convencerla de que iría a su casa a reconfortarla, a lo que me contestó que seríamos tres, un amigo suyo también vendría a cenar.

Llegué sobre las 21 horas. Cuando Julia me abrió la puerta me dejó helado. Esta mujer haría congelarse el infierno. Un vestido de una pieza, negro, con dos tirantes muy finos, que parecían estar a punto de saltar en mil pedazos al soportar tantísimo peso. Dios mío que pechos! Me miró a los ojos, no le pude devolver la mirada, no podía apartarlos de ellos. Sonrió, me cogió la nuca y la bajó hacia ese par de melones pétreos. La cogí por la cintura y comencé a lamerlos sobre el vestido. Ohhh, que polvazo tenía esta mujer. Mientras le mamaba sus pechos y ella reía, se abrió la puerta y apareció mi semental. Estaba completamente desnudo y se masturbaba suavemente. Avanzó hacia nosotros, me guiñó un ojo y cogió por detrás a Julia. Le subió muy despacio el vestido, no llevaba nada debajo, y le puso la punta del ariete en la entrada de su vagina. Cuando Julia lo notó, bajó los brazos y se arqueó hacia delante. Fui hábil y me bajé el pantalón coincidiendo con su llegada por lo que mi pene se dirigió hacia su boca que abrió y engulló con un sonoro chasquido. Las embestidas del negro hacían que Julia se tragase entero mi pene, salía y entraba, salía y entraba. Era un contraste increíble de colores ver como el trasero blanco, blanquísimo de Julia, rebotaba contra las caderas azabaches de Samuel.

Tras un largo episodio cuando estaba a punto de correrme Samuel salió de Julia y se acercó a mí. No iba a permitirme el desmayarme sin gozarlo de nuevo. Me cogió con una mano mi pene y comenzó a mamarlo duro, muy duro. Mientras tanto Julia se recuperaba de la impresionante cogida y se retiró unos segundos para aparecer de nuevo con unos arneses que incorporaban un enorme pene de plastico blanco, y ante mi sorpresa comenzó a penetrar a Samuel.

Samuel empezó a jadear, al semental le encantaba ser enculado, fue mi oportunidad, me situé detrás de Julia y comencé a darle a ésta duro por el ano. Se mezclaban los jadeos de los dos. Mis veinte centímetros se hicieron de valer. En la vagina hubiese bailado tras la follada de Samuel, pero en el ano, no. Mientras me la follaba con todas mis fuerzas, masajeaba sus increíbles pechos, pellizcándole los pezones con suavidad y lascivia. Entre estertores Julia se corrió a gritos, lo que le hizo detener su follada sobre su amante, no quise perderme la oportunidad y salté sobre Samuel, que sonrió al verme tras de el. "Me moría de ganas de sentir tu enorme poya en mi trasero, vaina" me dijo sonriendo, "no es tan grande como la tuya, pero te voy a dar duro, para que te acuerdes de mi y me llames siempre que quieras" le respondí. Comencé a penetrarle duro, fue fácil pues Julia ya me había abierto el camino. Era un enorme placer, con una mano controlaba la follada, con la otra intentaba abarcar, no siempre podía, el badajo oscuro que estaba a punto de correrse, Dios que placer, masturbar ese pene tan enorme. Tardó unos diez minutos, diez minutos en los que destrocé su esfínter, salía casi hasta la punta para hacer rebotar mis testículos en su trasero. Me encantaba el ruido que hacía. La lengua de Julia hizo acabar al semental. Sus chorros de esperma provocaron el atragantamiento de Julia, cuya garganta a pesar de todo, tragó sin parar el néctar de su amante y, entre ellos dos, se tragaron el mío que, salvando las distancias, también fue muy abundante.

Tras una ducha reparadora, nos pusimos a cenar, desnudos. Julia me comentó que Samuel le había contado mi desfloración. Por ellos supe que la celebración de mi cumpleaños la habían planeado Ana y Julia. Esta le pidió a Ana que grabara el encuentro a lo que Ana se negó. "fue una pena mi amor" me dijo Julia.

Samuel se puso en pié y dijo, "no te preocupes, mi vida, ahora mismo te lo voy a repetir" y acercó su ya enhiesto pene a mi boca. Chupé, lamí, rocé, tragué, sobé, masturbé… le cogía su potente trasero atrayéndolo contra mi boca, le masajeaba sus glúteos mientras con la otra mano acariciaba sus enormes testículos, depilados para la ocasión. Sin un pelo, su pene y sus testículos aún parecían más grandes.

Cuando tuvo bastante me cogió en brazos abriéndome las piernas a su alrededor. Soy una persona muy corpulenta pero en sus manos, parecía un pelele. Me dejó caer poco a poco ensartándome en el ariete muy lentamente. Me apoyó contra una pared, estaba completamente en el aire, sólo sus pectorales, que frotaba contra los míos y su enorme palanca introducida en mi ano, me sujetaban. Fue una pasada. Me folló una y mil veces, me subía y me dejaba caer en él. Quise morir en ese instante. Tras casi media hora de follada, me ayudó a bajar al suelo donde acabó de rematarme corriéndose de nuevo en mi ano. Fue sublime.

Cuando me recuperé, Julia me dijo haber grabado esta cogida, y me pidió permiso para colgarla de la red. Aunque le dije que no, estoy convencido que alguna vez, me la encontraré. Quizás me haga recordar ese polvazo que me pegó mi semental.

(Continuará)