Después de la noche de Año Nuevo I Los Reyes Magos

Después de hacer el amor con mi hija Carlos, en Año Nuevo, me enfrié un poco en eso, pero durante la fiesta de Reyes las cosas cambiaron

Lo que pasó después de la noche de fin de año I . (Los Reyes Magos)

Me llamo Sonia. Tengo 35 años.

Hace unos días les escribí lo que pasó en el relato “la noche de fin de año” pasado. Como consecuencia de esa noche, casi acabo con la que era mi mejor amiga, Rosa y Carlos, mi hijo de 16 años se convirtió en mi amante.

El día 1 por la tarde, después de haber hecho el amor con Carlos, como ya no estaba bebida, y una vez que se había pasado la euforia de los acontecimientos, no me encontraba muy contenta con lo que había sucedido. Por una parte, me dolía como se habían desarrollado las cosas con Rosa, mi amiga. Por otra parte, estaba angustiada por haber cometido incestos con Carlos.

Estaba en el sofá, viendo la tele y pensando cuando se acercó Carlos. Vino en plan cariñoso, pero quería alguna muestra de amor. Quiso besarme en los labios pero lo rechacé.- Carlos, dame tiempo. No creas que acepto lo que pasó anoche entre los dos.-

Carlos se quedó medio tendido a mi lado, en silencio. Después me dijo –Fue hermoso-. Le contesté – Sí. Realmente lo fue, pero a veces las cosas hermosas son peligrosas-

Y seguí reflexionando en voz alta – No es sólo que seamos madre e hijo, porque eso está mal, pero si ponemos medios para que no me quede embarazada, no habrá más perjudicados que tú y yo. Es la diferencia de edad, que tú tienes una vida por delante y te puedes echar una novia de tu edad.- Y se me vino a la cabeza a Carlos haciendo el amor con una jovencita, y un embarazo no deseado, y comprendí que quizás era mejor que siguiera teniendo sexo conmigo.

Seguí reflexionando – Es que yo puedo echarme un novio en cualquier momento.- Carlos saltó -¡O una novia, como Rosa!- Recordar el sexo con Rosa me hacía estremecerme de placer y morbo.

-Mira Mamá- Me dijo mi machito.-Esta está sucediendo y lo lógico es que algún día se extinga, porque encuentres un novio, porque yo encuentre una novia. Pero vamos a dejar que las aguas sigan su cauce.- Me besó en la boca. Un beso tierno, sin lengua. Un beso delicioso.

Las cosas apenas cambiaron durante los siguientes días. Claro que ahora no tenía mucho sentido andar cubriéndome de su mirada. Dejé de cerrar la puerta del cuarto de baño mientras me duchaba y en general teníamos una relación mucho más sincera.

El día 6 de enero es la fiesta de los Reyes Magos. El paso de la cabalgata suele dar mucha vida a la noche, y por la mañana, es costumbre intercambiar regalos (No creo que nadie que lea este relato siga creyendo que los Reyes Magos existen ¿no?). Bueno, el caso es

que Carlos había venido tarde, por estar de juerga con sus amigos. Cuando se levantó, en pijama, porque era invierno, se me acercó con un paquete en la mano. Le dí un beso. Yo le dí su regalo, que era un teléfono móvil estupendo.

Abrí el paquete.

Me sonrojé. Era un paquete de lencería roja, preciosa, minúscula y muy provocativa. La parte de abajo eran unas tangas, y donde había algo de tela para cubrir, eran de malla trasparente, y el sostén, hecho igual que las tangas, no llegaba a cubrir los pezones.

-¡Pruébatelos!¡Vamos!-

Me quité el camisón. Noté una brisa fría que hicieron que mis pezones se erizaran. Me puse el sostén, y luego, me cambié rápidamente de bragas. Me sentía desnuda delante de Carlos con aquella ropa. Desnuda y atractiva.

Carlos me miró entusiasmado. -¡Vaya! ¡Estás divina!- Se acercó y me cogió por las caderas. Estaba frente a él y no podía apartarme. No me apetecía apartarme. Me sentía atractiva y sexy y quería disfrutar de aquel momento. –El problema es que no tienes con quien disfrutar de esta ropa- Me dijo Carlos. Pero estaba claro que él si iba a disfrutarme.

Me besó en la boca. Un beso cálido y sensual que hicieron que mi mente se quedara en blanco y se me abrieran los labios. Me entregué aún más al sentir las manos de Carlos en mis nalgas.

El beso se interrumpió y se volvió a iniciar varias veces. –También te he comprado otro regalo, por si este no surtía efecto – Y me dio otro paquete. Lo desenvolví y me extrañó ver unas esposas.

-¿y esto?- Le dije extrañada pero sin querer darle importancia. –No sé. Las vi en el sex shop y no estaban mal de precio. Siempre me han llamado la atención estas cosas.-

Dejé las esposas sobre la mesita y le besé – Hoy no te va a hacer falta eso, cariño-

Lo cogí de la mano y me lo llevé a mi dormitorio. Me senté en la cama y le bajé los pantalones del pijama y los calzoncillos.

Su pene estaba poniéndose erecto. Lo cogí con una mano y tome sus testículos con la otra. Acerqué mi boca a su glande y saqué la lengua para rozar. Lo rocé y lo lamí mientras sentía el resto de su miembro crecer en la mano. Mientras le ordeñaba los testículos con suavidad.

Pasé mi lengua por el tallo de su pene varias veces, hasta la punta de su pene, donde una gotita asomaba. Luego me metí el glande en la boca y lo chupeteé con la lengua y luego, me fui comiendo todo su miembro y empecé a hacerle una felación, moviendo mi boca una y otra vez alrededor de su pene, que entraba y salía.

Carlos me cogió de la cabeza con las dos manos y la separó de su pene. -¡Ahora te vas a enterar!- Me empujó, de forma que dejé de estar sentada para estar tumbada en la cama. Me cogió los bordes de la delicada tanga, y tiró de ellas hasta sacármelas de una pierna. La enrolló en el tobillo de la otra pierna.

Yo estaba quieta, expectante. Carlos se deshizo de los pantalones del pijama y de los calzoncillos, que tenia a la altura del tobillo, y en un gesto lleno de vigor, se quitó la parte de arriba del pijama y la camiseta. Entonces puso mis piernas sobre sus hombros y me cogió de los muslos. Sentí la punta de su pene en los límites de mi vagina, Carlos me la metió sin más miramientos. Me penetró hasta el fondo. Hasta hacerme sentir su vientre entre mis piernas y la parte delantera de sus muslos en mis nalgas.

Gemí de placer. Me bajé los tirantes del minúsculo sostén y atrapé mis pechos con mis manos. Carlos se inclinó ligeramente sobre mi cuerpo. Mis piernas flexionadas le servían de sostén. Comenzó a mover las caderas, mirándome fijamente a los ojos, con las mandíbulas apretadas, queriendo comportarse como el macho alfa de la casa, que era.

Comencé a moverme al son que él me marcaba, y a decirle cosas que me salían de dentro y decía sin pensar -¡Ahh! ¡Sigue! ¡Así! ¡Fóllame!-

-¡Me voy a ir!- Me dijo. -¡Pues empieza! ¡Yo no aguanto más!- Y los dos comenzamos a respirar profundamente, a gemir y a vaciarnos cada uno en el otro. Sentí el semen bombeado dentro de mi vagina y me sentí colmada de placer.

Eso es lo que duró mi periodo de reflexión. Cinco días.