Despues de la maraton, me entregué de nuevo

Despues de aquella noche no quería verlo mas, pero al tiempo no aguanté y volví a entregarme.

Me desperté al mediodía, Franco se había ido dejando una nota de despedida, me quedé en el departamento pensando en todo lo que había pasado durante el día anterior, me sentía confundida, luego de tantas fantasías excitantes, había terminado siendo infiel a la persona que amo con locura.

Mientras manejaba de regreso, no dejé de pensar en todo y la confusión me invadía cada vez más, me sentía la peor de todas, ¿cómo miraría a mi esposo a los ojos?, ¿podría besarlo sin sentir remordimiento, si con esa misma boca se la había mamado a otro?, pensé que debía tener fuerza y disimular lo mejor posible mi malestar, mas adelante trataría de ir superando este momento, esto no debía volver a suceder.

Los días pasaron y mi confusión fue desapareciendo, Gregorio ni se enteró que no corrí la maratón, pensaba que mi tristeza era por no haber obtenido ningún premio, en conclusión no prestó demasiada atención a mi estado de ánimo.

Un par de veces vi a Franco, trató de hablarme pero yo ya lo tenía decidido, lo nuestro había empezado y terminado en Buenos Aires, era demasiado lo que me jugaba por tener una aventura, pero Franco no pensaba de la misma manera, buscaba cualquier pretexto para encontrarme o verme en algún lado, varias veces intentó detenerme por que quería hablar conmigo, directamente lo ignoré y seguí corriendo fingiendo no importarme nada, aunque por dentro me hubiese gustado al menos parar y darle una explicación, pero era consiente que hacerlo significaba correr peligro de caer de nuevo en sus brazos.

Durante dos meses negué todo vínculo con el, hasta que una mañana, me interceptó en cercanías de una fabrica abandonada, donde el estaba trabajando en las refacciones de la nueva planta, me pidió explicaciones de mi actitud, solamente atiné a decirle que estaba arrepentida de lo que había hecho, cosa que eran mentiras, no paraba de pensar en aquel día y en la forma que había gozado.

Una noche me quedé entrenándome hasta mas tarde en el gimnasio del club, pues mi esposo había organizado en casa las famosas partidas de poker, cuando llegué desde la calle se escuchaban las risotadas y los gritos, entré despacio por la puerta de servicio y fui directo a la cocina a saludar, no podía creer lo que estaba viendo, ubicado frente a mi marido estaba el mismísimo Franco, traté de disimular al máximo mi sorpresa y empecé a saludar de a uno con un beso en las mejillas, hasta que me tocó saludarlo, sentí como la comisura de sus labios se rozaron con los míos, me miró con una sonrisa irónica, haciéndome ver que era mas osado de lo que pensaba, los pelos de la nuca se me erizaron y una imagen fugaz de su cuerpo desnudo se cruzó por mi mente, el famoso cosquilleo de excitación recorrió mi espalda, sin decir mas subí a mi dormitorio a ducharme.

Deje que el agua caliente cayera por mi rostro y mi cuerpo excitado, la presencia en mi propia casa y frente a mi marido del hombre que lograba calentarme me hacía hervir la sangre, acaricié mi cuerpo suavemente, recordaba aquella noche desenfrenada en que disfruté al máximo de su cuerpo, mis dedos buscaron rápidamente mi entrepierna hasta rozar el clítoris erecto y caliente, lo froté, lo acaricié y terminé masturbándome como una adolescente, metiendo y sacando mis dedos hasta acabar entre jadeos y gemidos.

Sin secarme me puse la salida de baño de toalla, até el cinto por mi cintura, me senté en la maquina a leer mis correos y para tratar disipar la excitación que había subido a niveles críticos, aunque ya había tenido un orgasmo aún no había bajado ¿cómo había logrado el caradura infiltrarse en el grupo de mi esposo y lograr ser invitado?, ¿hasta donde llegarían sus osadas actitudes? empezaba a darme cuenta que no sería fácil alejarme de Franco, el no se daba por vencido nunca y a cada momento aumentaban mis deseos por entregarme nuevamente a el, me volvía loca sabiendo que estaba tan cerca y no podía hacer lo de aquella noche en el departamento de Palermo.

Me acosté nerviosa, excitada, ansiosa, necesitaba dormir y olvidar todo, pero no podía dejar de pensar en el, lo dichosa que sería de verlo entrar por la puerta del dormitorio pararse a mi lado y obligarme a que le chupe su miembro inmenso, luego se acostaría sobre mi cuerpo, yo abriría mis piernas y lo recibiría gustosa disfrutando su penetración.

Las risotadas y despedidas me hicieron desconcentrar de mis fantasías, de repente la voz ronca de Gregorio llamándome a los gritos me hizo sobresaltar, mire desde arriba por la baranda, no quería bajar, pues, tenía solamente la salida de baño, abajo Gregorio, en un calamitoso estado de ebriedad no podía mantenerse en pié, Franco abrazándolo por debajo de sus brazos, trataba por todos los medios mantenerlo parado.

Todos se habían retirado, no era casualidad que Franco se quedara a ayudar a mi esposo, clavó su vista en mis ojos y de inmediato me recorrió de la cabeza hasta los pies, su mirada lasciva hizo que mi respiración se agitara y que comenzara a sentir una humedad inevitable en mi vagina - ¡ayudáme a llevarlo a su cama! – me dijo el, esforzándose para subirlo por la escalera -¡si!-, contesté tímidamente comenzando a tiritar de los nervios, pues no sabía que decir ni como actuar en ese momento.

Pudimos subir a Gregorio hasta el piso de arriba, lo acosté en la cama, le quité sus zapatos y aflojé su ropa, luego me di vuelta y dirigiéndome a Franco con voz imperativa le dije que lo acompañaba hasta la puerta, el me miró sonriente y con suficiencia, bajó sus ojos hasta la altura de mis pechos y su sonrisa se hizo mas grande, lujuriosa, algo pasaba y tarde unos segundos en percatarme que la salida de baño se había abierto por el esfuerzo y uno de mis pechos quedó desnudo ante los ojos de Franco, de inmediato lo cubrí y caminé hacia la escalera indicándole la salida..

Fueron solamente tres escalones los que pude bajar, Franco me tomó por el brazo e hizo que girara sobre mis pies con fuerza, de repente me encontré frente a el, casi tan pegados como aquella vez en la cocina del departamento, quiso besarme y me resistí, gire mi cabeza para no permitirle que su boca se encontrara con la mía, sus labios comenzaron a besar mi cuello, mis orejas, detrás de ellas, sus brazos pasaron por detrás de mi espalda a la altura de la cintura y me estrecharon contra su pecho, traté de poner mis brazos en medio de nuestros cuerpos para separarnos, pero ahora su vientre se apretó contra el mío y nuevamente pude sentir su bulto gigante que empezaba a crecer. Me confundía a cada segundo, mi entrepierna empapada me pedía que me entregara a la lujuria que proponía ese falo terrible, mi cabeza se debatía entre resistirme hasta el limite de mis fuerzas o abrir mis piernas para dar rienda suelta al placer extremo.

Trataba de ser fuerte y contener el deseo de aferrarme a el y besarlo, dejar que su lengua entrara hasta mi garganta y se retorciera furiosa con la mía, con un movimiento magistral logró abrir la salida de baño dejando a la vista mi cuerpo desnudo, con movimientos bruscos productos de la excitación que lo dominaba metió su mano entre mis piernas, su dedo grueso y áspero se deslizó entre los labios de mi concha, la acarició casi violentamente para luego penetrarme con el.

Fue en ese preciso momento que mi mente y mi cuerpo dejaron de resistirse y me entregue nuevamente a esa lujuria tanto tiempo retenida, todo alrededor dejó de existir, ya no me importaba donde estábamos, solamente quería tener sexo frenético, casi violento, deslicé mi mano por su cuerpo hasta encontrar su bulto duro, lo acaricié y cerré mis dedos sobre el recordando el placer que era capaz de darme, luego arranqué su camisa con desesperación, bajé recorriendo con mi lengua salvaje por su cuello hasta sus pechos, mordí sus pezones con fuerza hasta hacerlo gemir de dolor, seguí bajando saboreando cada centímetro de piel sudada mientras mis enloquecidas manos desabrochaban su pantalón.

Al fin tuve ante mis ojos su verga totalmente parada, era lo mas hermoso que tenía ante mi en los últimos dos meses, la acaricié, lo masturbe delicadamente mientras besaba su glande empapado en sus jugos, disfruté su sabor agrio y salado producto de una noche de mucho beber, de repente y sedienta de sexo me la metí en la boca tragándola casi por completo, lo hice con desesperación, con hambre, excitándome con su formidable tamaño que golpeaba contra el fondo de mi garganta haciéndome dar arcadas.

Franco me tomaba del cabello y hacía que el movimiento de mi cabeza fuera rápidamente de adelante hacia atrás, -ahora quiero cojerte- me dijo luego de un rato, sin soltar su verga moví mi cabeza en sentido negativo, el se dio cuenta que todavía quería disfrutar durante un rato mas es verga maravillosa, quería hacerlo acabar con mi boca, sus gemidos roncos y el tiritar de su vientre anunciaban que Franco estaba a punto de estallar, dejé de moverme y sujeté con fuerza su verga, con la lengua la apreté contra el paladar y esperé, el exquisito e hirviente liquido salió como si fuera una erupción inundando mi boca, no la solté, esperé atenta a que llegara la segunda andanada, mientras lo derramado en la primera ya corría por mi garganta, empecé nuevamente a succionar con suavidad, disfrutando de su pija aún dura, Franco entre jadeos me miraba sin entender, lo había estado rechazando durante dos meses y en cinco minutos me entregaba como una puta.

Los ronquidos de Gregorio me hicieron sobresaltar, no me había dado cuenta que estaba a escasos tres metros de mi esposo, podría haberme descubierto teniendo sexo oral con mi amante, Franco me tomó de la mano y me llevó hacia el living, me senté sillón grande mientras el iba a la cocina, vino hacia mi bebiendo whisky directamente de la botella, su verga enorme ahora bien muerta se bamboleaba entre sus piernas, su glande colorado se asomaba apenas, mis ojos no podían dejar de admirarlo y mi mente no cesaba de desear de tener esa cosa adentro mío.

Caminaba hacia mi sonriendo mientras miraba como yo me tocaba la entrepierna, mi excitación aumentaba cada vez mas, con la lengua recorrió sus labios, primero el superior y luego el inferior, separé mis piernas y jadeante le pedí que me la chupara, el se arrodillo y tomó mi pié derecho, su lengua empezó a meterse entre mis dedos, un calor desconocido invadía todo mi cuerpo, Franco succionaba mi dedo gordo como si fuera un pene y me hacía volver loca, nunca me había hecho cosa semejante y era fascinante, luego fue subiendo por mi pierna, chupó con fuerza la parte interna de mi muslo, siguió subiendo esquivando mi vagina, con sus labios aferró mis vellos vaginales hasta hacerme doler, yo sostenía su cabeza y lo empujaba a que metiera su boca en mi concha sedienta de sexo, recién lo hizo cuando se lo pedía casi gritando de desesperación, su lengua me penetró y se movió en círculos, luego mordió mi clítoris y volvió a penetrarme, sin poder contenerme, acabé mientras me retorcía frenética por el placer que me estaba dando.

Creí que Franco ahora me penetraría y luego de acabar se iría, a decir verdad era bastante osado y peligroso lo que estábamos haciendo y se lo dije, pero al parecer su calentura podía mas, seguía chupando y metiendo su lengua sin parar, se colocó sobre mi e hicimos el sesenta y nueve por un buen rato, mientras se la chupaba, jugaba con mis manos recorriendo todo el camino entre sus glúteos, con mi dedo frotaba su orificio anal y Franco producía movimientos de placer metiendo su pija hasta al fondo de mi garganta, solté su miembro y chupé sus huevos con la lengua recorrí el corto camino hasta su ano y empecé a lamerlo, Franco deliraba de placer, me pedía que siguiera, se estaba volviendo loco, -asi, asi mi putita – me decía logrando que me excité aún mas, sin pensar lo que estaba haciendo lo penetré con mi dedo índice, Franco suspiró y su boca se prendió nuevamente de mi argollita caliente, era evidente que gozaba con lo que le hacía.

Ahora acabamos juntos, su gemidos y los míos se mezclaban en el ambiente, sus manos y las mías recorrían nuestros cuerpos transpirados, disfrutando cada uno del sexo del otro y de lo que cada órgano regalaba a cada boca, era un acto dulce, frenético, desesperado, había mucho deseo, calentura excitación, todo se mezclaba en aquellos momentos y a pesar del peligro que nos descubrieran, queríamos seguir.

Nos tiramos sobre la alfombra y allí nos tocamos y nos besamos por largo rato, sostenía en mi mano la verga dormida de Franco, lo masturbaba suavemente, no quería que se parara, me gustaba acariciarla así, tan blanda y suave pero tan imponente y gruesa me gustaba tirare su piel hacia atrás y ver salir su glande colorado y enorme, no esperé a que tenga la erección, me la llevé a la boca de inmediato, la sensación de sentirla crecer dentro de mi boca me fascinaba, ya lo había experimentado la primera vez y deseaba hacerlo nuevamente.

A los pocos segundos, Franco la tenía totalmente parada y caliente, sus venas hinchadas la recorrían a lo largo haciéndola parecer un garrote, con deseos me subí sobre su cuerpo, la tomé en mi mano y la guié hasta la entrada de mi cuevita, suavemente me la fui introduciendo hasta que el cosquilleo de sus vellos en mis labios vaginales me indicaban que me la había metido entera, el placer era mayúsculo no puedo describir la sensación única de tener toda mi cavidad por ese hermoso miembro, no me movía demasiado, solamente movía mis caderas en circulo, bailaba sobre el cuerpo de Franco, disfrutando a pleno su inmensidad, con mis músculos vaginales internos la succionaba y luego seguía moviéndome en círculos, Franco deliraba de placer y pellizcaba mis pezones con fuerza sin dejar de decirme cuanto lo hacía gozar.

No pude aguantar mucho de esa manera, furiosa por la calentura empecé a cabalgarle de a poco haciendo que los movimientos sean cada vez mas fuertes, me levantaba al máximo para sacarla casi toda y me dejaba caer de golpe, ahora los movimientos eran rápidos y violentos, nuevamente sentí que estaba por acabar, tiritando y casi gritando me dejé caer sobre su cuerpo, el me abrazó y me aflojé, dejando que una seguidilla de orgasmos me hicieran sentir como volando, pero Franco seguía al excitado y no se detenía, seguía bombeando mientras nuestras bocas se fundían en un apasionado beso.

Sentí sus manos recorrer mi espalda, acariciar mis glúteos y luego deslizarse entre ellos para jugar con mi ano, su dedo grueso buscó penetrarme, aguanté el dolor que me provocaba pero lo dejé hacer, sacó su verga empapada en mis jugos y la frotó por mi orificio lubricándolo y preparándolo para lo que seguía, con mi ayuda acomodó su glande duro en la entrada de mi culo, con mis manos separe mis nalgas y Franco empujó, la punta de su pija entró levemente causándome un dolor intenso, el vió mi gesto de dolor y dejó de empujar, esperó a que yo siguiera y así lo hice, cuando me sentí mas aliviada me moví ligeramente hacia atrás y su miembro entro un poco mas, mi ano no tardó mucho en dilatarse, Franco hizo todo el resto, suavemente fue penetrándome hasta que sus bolas chocaron con mis glúteos. Se quedó inmóvil esperando la dilatación total, cuando esto ocurrió comenzamos a movernos, el empujaba con fuerza y yo recibía gustosa y sonriente cada envestida.

Luego cambiamos de posición, me hizo poner en cuatro, y me penetró de un solo envión, esta vez ya no hubo dolor, solamente placer y ganas de tenerla mas adentro, sus manos tomaron mi enrulada cabellera, y comenzó a tirarme con fuerza hacia atrás, sus movimientos eran cada vez mas fuertes, en cada envestida suya, sentía su poronga entrar hasta lo mas profundo de mi ser y gozaba como nunca, seguía teniendo orgasmos, ya había perdido la cuenta cuantas veces me había hecho acabar este animal de hombre, de repente empecé a sentir que sus movimientos se aceleraban y sus jadeos se transformaban en gritos, se me cruzó por la cabeza que esos gritos podrían despertar a Gregorio, pero mi cuerpo y mi mente estaban en el lado opuesto al sentido común y gritando yo también recibí con gusto la gran cantidad de semen que inundaba mis intestinos.

No la sacó de inmediato, así nos quedamos un rato, hasta que se le fue muriendo de a poco y sola salió de mi ano enrojecido y dilatado, me recosté a su lado y sin hablar una palabra entendimos que sería demasiado difícil evitar esta relación, por lo que acababa de suceder me daba cuenta que el lograba hacerme tener las actitudes mas osadas.

Sin mirar a Gregorio me acosté a su lado dándole la espalda, no, no podía mirarlo, quizá mañana si.

Espero comentarios y que me den sus opiniones

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