Después de la boda (feminización)
Pasados unos meses de la noche de boda, Laura, mi esposa y Ama, no deja de dar pasos.
Tenía un día de fiesta esperado durante varias semanas, aunque con el pesar de no poderlo disfrutar con Laura, yq eue ella trabajaba y no podía eludir ese día de trabajo. Desde aquel 24 de Julio había vivido varias situaciones que me habían sumido en su dulce forma de dominarme. Y, encierta medida me sentía un poco defraudado ya que realmetne deseaba que me hubiera ordenado para ese día festivo pasar una de sus tantas situaciones que tan pendiente me hacía estar de Ella. A las 8:30 h., aún desperezándome, había llegado un sms en que decía "no me he olvidado de ti, cielo. Abre el cajón de tu mesita y lee atentamente la nota que te he dejado. Se que piensas en mi casi tanto comoo yo entí." El corazón se había acelerado, ansioso por lo que habría planeado. Abrí el cajón y la nota estaba allí, doblada cuidadosamente en cuantro partes: "Amorcito, ¿no habrás pensado que tu festivo laboral iba a ser de descanso?. A las 9 h. en punto tendrás una visita. Atiéndela tan bien como sabes y muestrate como sabes que me gusta. Tienes que estar vestido tan solo con lo que hay en tu cajón, bueno con el que era tu cajón. llegaré algo más temprano para ver el trabajo. Sabes que te quiero, ¿verdad?". Dejé la nota sobre la cama y saqué lo que había, casi nada, casi vacío. Había despararecido toda mi ropa interior, sustituida por unas medias de rejillas grante, un tanguita negro de encaje y un liguero granate. Toqué con la mano hasta el fondo para ver que más encontraba. Y nada. Así que excitado, nervioso, sintiendo la humillación de recibir a la visita en semejante condición, me desnudé totalmente, mirando mi sexo desnudo que crecía por momentos y como pude, me puse el tanga, minúsculo con tiras finas que se adaptaban a las caderas y me teía entre las nalgas, acariciando el esfintes, despertando más aún la excitación que palpitaba ante la idea de estar expuesto ante alguien desconocido. Enrollé la primera media, introduciendo con cuidado el pie, notando cómo la sensaci´´on de feminidad crecía por omentos al deslizarla por la pierna y rozada la piel por los dedos, depositando el extremo elástico sl final del muslo. Hice igual con la otra media y me puse el liguero, uniendo las ligas a cada media, un elástico por delante y otro podr detrás dejando las naglas al descubierto, torneadas por las tiras del tanga y el liguero. Me miré ante el espejo y me sentía ridículo con el pene casi asomanto por completo y los pelos de las piernas entre las rejillas, a la vez que una oleada de sumisión y entrega femenina afloraba abruptamente de mi interior. Sin darme cuenta que la media hora había pasado. Cuando llamaron a la puerta. Al abrir la puerta me encontré con una hombre vestido informal, con tejanos ajustados y camiseta de manga corta, ambas piezas negras y zapatos negros, brillantes, supongo que de charol, y una maleta de ruedas que hacía rodar a su lado. Y una mujer esbelta, rubía, también con pantoalones negros, de tergal y camiseta negra de tirantes, zapatos de tacón alto, dorados que se realtaban su altivez, con otra maleta idéntica que arrastraba tras de sí. Pasaron por mi lado ignorándome hasta el salón. - ¿A qué estás esperando? Ven aquí- dijo la mujer. Sin pensarlo empecé a caminar hacia ellos, como hipnotizado, sin atreverme a levantar la mirada hasta ponerme a su alcance, notando cómo la erección había menguado hasta putos insospechados. El primer guantazo me cruzó la cara, haciendo que perdiera el equilibrio y diera un paso atrás. - ¿Así es cómo caminina una perra? - espetó el hombre mientras se le dibujaba una sonrisa a la mujer. Al ira a arrodillarme otro guantazo, esta vez de ella, me hizo caer al suelo, eespatarrado, con las nalgas en las baldosas y los talones apoyados en ellas. - Ahora no, estúpida- me dijo - Demasiado tarde- me cogió del pelo y me hizo poner de pie, con la cabeza ladeada por la tensión de sus manos. Él cogió una silla, la puso en medio del salón, haciendome sentar en ella y sin mediar palabra dió unos golpes en el pene y testículos: "ni se te ocurra que salgan del tanga". Enchufaron a la corriente una máquina de rasurar e, inocente de mi por pensar ue ya lo tenía rapado, empezarona rasurarme la cabeza. Las lágrimas empezaron a brotar viéndome vejado de semenjante forma, con ropa de mujer, casi furcia, y sin pelo, ni en el sexo ni en la cabeza. Si lo que querían era anularme, lo estaban consiguiendo. Cuando terminaron con la máquina me hicieron ir al cuatro patas hasta el baño y meter la cabeza, solo la cabeza dentro de la bañera. Intentaba adivinar qué vendría ahora, cuando noté cómo el agua la mojaba. Cogieron gel de afeitar y la repasaron con la maquinilla hasta que quedó lisa y sin ninguna muestra de pelo. Me sentía más que desnudo, más que si estuviera siendo desposeido de ninguna prenda y que jama´s sería reemplazada por otra. - Supongo que ha has intuido lo que quiere Laura, tu Ama - no me atreví a decir nada -. Por si tenías dudas, quiere que hagamos de ti una mujer, bueno, que te feminicemos, porque lo demás ya lo hará ella - me miraron co cierto desprecio -. Aunque la verdad, así de patética estás mejor. Me hiceron sentar en el suelo, con la cabeza colgando hacia atrás, dentro de la bañera y sacando unos botes de una de las maletas oí cómo hacían unas mesclas con algo. A los pocos minutos, noté cómo con un pequeño pincel cubrían las cejas, dejándolo ahí no se cuánto rato. Me embadurnaron la cara con gel de afeitar y me rasuraron la barba, dejándola más suave de lo que recordaba haberla tenido jamás. Mi hicieron cerrar fuerte los ojos "para que no te caiga el tinte dentro" y me aclararon todo el rostro con un fuerte chorro de agua. -Quítate todo lo que llevas puesto, zorrita. De espaldas al espejo - ordenó ella, mientras el hombre fue a buscar un taburete. - Entra en la bañera, inclínate y apoya las manos en la pared, guarrita descuidada- ordenó él. El agua corrió desde las nalgas hasta los pies dejándolo todo empapado. Algo frío, gelatinoso embadurna el ano y entra un enorme plug que me enseña la mujer con desdén. "Una putita como tu seguro que lo traga bien". A lo largo de los meses de casado he vivido muchas humillaciones, muchas invasiones de mi cuerpo, aunque esta supera con creces cualquier otra. La vejación que siento, la invasión de mi cuerpo es tan intensa que apenas puedo tomar aire, soltando un fuerte gemido que intento reprimir mordiéndome los labios, temeroso de que se enfaden y pueda ser peor. Removiéndome, sintiendo nalgas fuertes que salpican el agua, entrada todo, sin muchos miramientos hasta notar la punta que topa con algo en mi interior que me dobla, clavado hasta el fondo, dejándome sin aliento, con la mirada suplicante.
- Si ya estás acostumbrada, ¿por qué te quejas tanto? - mi mira ella con dureza y sonríe al ver que el pene está duro, tieso, a punto de reventar -. Te dije que no quería verlo salir, cerda - y me da un golpe seco desde abajo hacia arriba en los testículos, haciéndome caer de rodillas sobre el agua que rebala desde el teléfono de la ducha -. Así está mejor, cuando vuelve a mirarme, amenazante y me obliga a ponerme de pie, de nuevo inclinado y las manos en la pared, con la base del plug taponando en culo. Me siento sucia, viciosa, por primera vez noto cómo la raíz oculta femenina toma verdadera fuerza.
Cogen una maquinilla de afeitar y con cuidado, algo para nada esperable por ambos, empiezan a depilarme, empezando a la altura de los tobillos, teniendo cuidado de no hacer ningún corte. Cuando terminan, me pasan crema hidratante, dicen, por las piernas, sacan el plug y desenrollando el teléfono de la manguera de la ducha, me llenas los intestinos de agua "para que esté bien limpio, por si acaso" dice ella - y de un golpe al ver que se escapa un poco de agua, vuelve a toponar el "culito" con el plug.
Me hacen salir de la bañera. Como puedo, por la invasión del plug y la inundación de los intestinos, levanto una pierna, gimiendo y luego la otra, con la respiración cortada, tomando aire como puedo y me humillan tratándome como la sucia zorra en la que están dispuestos a convertirme, aunque dudo que sea exactamente eso lo que quiere Laura. Intento hacérselo saber y con una bofetada que hace que el agua empuje el plug, aunque sin sacarlo, me hacen callar.
- Mira estúpida, Laura quiere de ti una "mujercita sumisa, servil y la va a tener, de una forma u otra. Así que comportate y lo llevarás mejor. ¿De acuerdo cielín?" - añade la mujer, amenazante, seria, con su mirada desgarradora. Asiento con la cabeza, gacha, mirando al suelo para no enojarles más. Y que hagan lo que tengan que hacer conmigo.
Me siento en el taburete, siguiendo sus indicaciones y él lo hace en una silla. Queda más alto que yo. Su mirada azul me penetra. Estoy de espalda al espejo. Ella trae una pequeña lámpara de pie, potente luz que ilumina la cara y sacan de una de las maletas un maletín de maquillaje. Empieza a tratarme los poros, oigo que hablan entre ellos, "ya tendremos tiempo otro día de limpiarle este penoso cutis" murmura el hombre. Y "ahora toca el color". Realmente no tengo ni idea de cómo me está dejando, de qué colores empiezan a decorar mi rostro, supongo que ya indefinido. Disimula, no sé cómo, las pequeñas ojeras que tengo siempre. Coge lápiz de ojos y noto como dibuja la silueta, temeroso de que se le escape y entre en el ojo. Rimerl para las pestañas, supongo que de color oscuro y me hace cerrar los párpados. Con delicadeza, casi una acaricia, pasa lo que supongo un pincel de maquillaje por los párpados. Me hace abrirlos y sonríe orgulloso. Miro por el rabillo a la mujer y me siento amenazado con la mirada. Miro de nuevo los ojos azules que me escrutan y con destreza pasa una almohadilla por los pómulos. "Los labios" dice ella extendiéndole un pintalabios, como un pincelito, de color intenso, creo que cereza. Me hace que haga una sonrisa estirada, forazada y pasa la fina almohadilla por los labios, remarcando, noto, los contornos por lo finos que los tengo. Le pasa otra almohadilla, pienso que para retocar. Se levanta satisfecho, mirándome desde uno y otro lado y deposita u suave beso en los labios. "Si fueras mia...." me susurra al oido.
- Levanta - ordena ella -. Ponte las medias, el liguero y el tanga. En ese orden es como se visten las zorritas por dentro.
Lo hago sin pensar demasiado, sin vestigios de dudas, de rebeldía. Ella trae la otra maleta. La abre y aparece una colección de complementos interiores y vestidos. Saca un corpiño, azul celeste con encajes en la parte delantera y las copas acolchadas. "Póntelo" ordena. Uuuffsss casi me lo imagino puesto, sintiendo la textura de la piel. Entreabo los labios, ansiosa. Me olvido del enorme plug y el agua que lo remueve todo en el interior. Abrocho los corchetes poniendo la parte trasera delante, como si lo hubiera hecho toda la vida. Noto como la excitación quiere aparecer y hago verdaderos esfuerzos por evitarlos, buscando la humillación, el ridículo, lo patético que debo estar y eso solo hace despertar más el anhelo de explotar. Una mirada de la mujer me hace reaccionar y rapidamente casi ni se ve el pene. Termino de abrocharlo y lo giro, con duidado, hacia atrás, dejando las copas a la altura del pecho. Mete la mano en la maleta y saca una prótesis, casi dan el pego, y la coloca en las copas. Baja un pelín el corpiño y parece todo en su sitio, cual si mujer fuera ya. Acerca un espejo, de unos cuarenta por treinta centímetros e, impidiendo que vea el rostro, me enseña cómo va la conversión. Casi me caigo del asombro, piernas depiladas, suaves, medias, liguero, tanga y, para rematar, el corpiño que modela la cintura. Miro fijamente los pechos y si no fuera porque siento cada centímetro de tejido, diría que allí hay una preciosidad. Saca un vestido, azul oscuro, brillante, de tirantes, que enseña el escote. No sé si es por la excitación, la situación o porque la prótesis es realmente buena, aprecio como el canalillo se ensancha y estrecha con la respiración. Es ajustado en el cuerpo, con una faldita que llega justo al filo de las medias, tapándo el elásticos unos centímetros la falda de ligero vuelo. "´Siéntate en el inodoro y evacúa". A la vez que me siento, retira la tira del tanga, subo la faldilla hasta la cintura, ya convertida en mujer, en exhuberante mujer, saco el plug con dolor, mantengo la respiración, gesticulando, intentando no sudar para que no se vea afectado el maquillaje y lo dejo escapar todo. Me extiende unas tohallitas húmedas y me hace limpiar a conciencia. Antes de incorporarme, me hace girar de pie, dejando el inodoro debajo del arco que hago al apoyar las manos en la pared y vuelve a introducir el plug, sin atreverme a morder los labios. Me sube la falda dejandoja en la cintura y me da unos buenos azotes. "Puedes quejarte, gemir, pero como una putita" y sigue azotando hasta que noto el fuego que sube calentando cada poro. Cuando termina le doy las gracias, instintivamente y me mantengo ante ambos. Ella se pone detrás de mi y empieza a masajear las tetas falsas. "Algún día te tendré a mis pies, guarrilla" - dice dejando pequeños besos en el cuello y detrás de la oreja.
Él mira fijamente, con el paquete hinchado y empiezan a recoger.
Ya te desfogarás en un ratigo, con tu hombre - le dice ella a él.
Y tú con tu potrilla - le responde él.
Los ojos se me abren como platos. Laura sigue con las bases del principio: sólo hombres a los que les guste y mujeres que amen a las mujeres.
Y sin embargo, ambos, en un momento de debilidad, me hubieran usado. Y, reconozco, me hubiera entregado, sin igual.
- Para que lo sepas, zorrita sumisa, te hemos rapados porque con tu aspecto, realmente exhuberante, deja a la improvisación los ragos masculinos, dominados por los femeninos - dice ella -. Dile a tu esposa, tu Ama, que si quiere algo más solo tiene que decirlo. Ha sido un placer feminizarte.
Y se fueron dejando la maleta de los vestidos y complementos.
Me senté como pude en el sofá, esperando nuevas órdenes, noticas de Laura. Y me llegó un mensaje suyo: "bajo al super y compra vino blanco, de aguja, del que me gusta. Dos botellas. Y cuidado, si hablas notarán lo que eres. Ponte los zapatos que han dejado en la puerta. Será tu primera prueba". Me levanté de un salto, atemorizado. No haría falta que hablase, se notaría a la legua, tropezando, andando con tanta torpeza, todo se acabaría y empezaría para mi, de golpe. Aún así lo hice. El estado de exaltación era tanto que ni siquiera pensaba, solo hacía.
Me dirigí a la puerta y vi unos zapatos de tacón alto, fino, de color negro mate y que dejaban asomar las puntas de los dedos. Probé unos minutos con ellos puestos en casa y cuando creí que no me caería, cogí un monedero de Laura y bajé al super. Ya en la calle, andando con pasos muy cortos, intentando parecer femenina, era la única forma de que se diesen menos cuenta, ya notaba alguna mirada, incluso la típica mirada que notas en la nunca, señalándote, humillada a la vez que sexi. Entré en el super y me crucé con la mirada de desaprobación de alguna mujer, segura de que se había dado cuenta. Las mujeres no notamos a la primera. UUufsss ¿realmente pensaba así?. Me dirigí a la sección de vinos, marcando mis torpes pasos con los tacones, intentando mantener el equilibrio. Cogí dos botellas de vino y cogiéndolas apoyadas por la base en una mano y el cuello en los pechos, me dirigí a la caja. Las dejé en la cinta, abrí el monedero y al girarme para salir, casi me caigo, si no es por la ayuda de una mano que me cogió por la axila, depilada por suerte de días antes y al volver a equilibarme, con la mirada dócil, agradecida, femenina diría, le dediqué una sonrisa y subí a casa, tan rapida como pude.
Al dejar las botellas en la nevera, respiré profundo, sonriendo por la aventura, por la transformación. Sin darme cuenta hasta pensaba como una mujer, como la zorrita en la que me habían convertido. Aunque en el fondo sabía que aún faltaba mucho que aprender.
El plug me estaba destrozando. El esfinter no podía relajarse, por fino que fuese el inicio antes de la base. Me senté en el sofá, abrí las piernas y retirando la tira del tanga lo saqué un poco para meterlo de golpe. Empece a follarme el culito, jadeando, los pies sobre el asiento del sofá. Y sin darme cuenta, me encontré con la mirada, fija, desafiante, de Laura, las manos en la cintura. "Vaya" dijo justo cuando aparecía un compañero de trabajo. Se giró y le dijo "te presento a mi cuñada, la hermana de mi marido. Ya ves en qué se entretiene mientras él y yo trabajamos. Rosa, te presento a Ernesto" terminó con una sonrisa burlona que solo vi yo. Me levanté rápidamente, dejando el plug dentro, hasta el fondo de nuevo. Le extendí la mano, a lo que él me respondió atrayéndome hacia él y dándome uno beso en cada mejilla. "Creo que me va a gustar haberte conocido" dijo. Me sonrojé bajé la mirada, avergonzada, por no tener que hablar.
- Anda, acompáñame un momento - me dijo Laura, cogiéndome de la mano y llevándome al baño -. Cerró la puerta, abrió un cajón y me puso las pinzas metálicas en los pezones -. Que salidita estás!!!! Realmente han hecho un gran trabajo. Menos mal que no te ha visto lo que llamas pene. A ver, me lo enseñas cariño?.
Subí la falda, retiré el tanga y apareció minúsculo, ridículo.
mmmmm. ¿Sabes? Parece más un enorme clítoris. Si lo ve seguro que se asusta y sale disparado. Aunque a mi me gusta, tener una zorrita como tu, con ese enorme clítoris, porque cielo, eso no pasa para nada por un pene. Ni siquiera por pollita-. Cogió la cadenita de las pinzas de los pezones, mi hizo pasarla, con esfuezo, por dentro del corpino, la metió entre las piernas hacia atrás y con un cordón las unió, fuerte al plug-. Para que no se salga, ni juegues con él -. El dolor era agudo, aunque respirando hondo noté cómo desaparecía. Me hizo meter el clítoris entre las piernas, oculto a cualquier bultito que pudiera aparecer. Y salimos al salón, donde Ernesto estaba ya sentado en el sofá.
Disculpa a Rosa - dijo Laura -. Está muy avergonzada por lo que puedas pensar de ella. No esperaba que volviera tan pronto y menos acompañada.
Estuvieron hablando un rato, oyendo sus risas desde la cocina, muerto de vergüenza, ridículo. Aunque ya, a esas alturas, además de darme todo igual, realmente notaba que los pensamientos me venía en bandada, siempre como la mujer que estaba sometida, postrada a cualquier deseo de mi Ama, de Laura.
Al rato, vino Laura a buscarme. Cuando estaba en el salón, sentada al lado de Ernesto, subiendo y bjando los pechos con mi respiración, se levantó mi esposa y dijo que iba a hacer un recado, que no tardaría y le preguntó a él si le importaba hacerme compañía, "sobre todo porque no se salga, no se pierda de nuevo", añadió dedicándole un ligero guiño que hasta mi me derritió.
Yo miraba todo el rato al suelo, con las manos en los muslos, la falda enseñando el elástico del liguero, intentando no mirarle, no demostrar que hasta le deseaba.
En un momento, apoyó su manos en las rodillas y mirándome a los ojos soltó "por qué no me enseñas eso que tanto placer te da?". Creí morirme de vergüenza, todo se me calló encima. Pensé que para eos nos había dejado Laura a solas, hice acopio de fuerzas, me levanté, me puse de rodillas en el sofá, mirando al apoyabrazos contrario que estaba él, subí la falda y dejé que viera la base del plug, el cordón que unía las cadenitas y cómo desaparecía habia el pubis. Giré la cabeza y al ver sus ojos, saltando de alegría, meneé el culito, en pequeños círculos, provocando que acariciase las nalgas.
- ¿No te duele? - preguntó- . Negué moviendo las nalgas a un lado y otro. Me senté a su lado, le toque el paquete, eso sí que era un paquete!!!! Lo rocé por encima del pantalón, arriba y abajo. Hasta que cerrando los ojos, tomando aire, conteniendo la evidencia, se corrió empapándose todo el interior. Me sorprendí por el efecto que le había causado. ¿Realmente producía esas reacción, al menos en los hombres, en los de verdad?.
De pronto, como una aparición, allí estaba Laura, mirando fijamente mi mano y, sobre todo, la cara la Ernesto, enfadada, ofendida. Yo sabía que no era real, que quería algo de él.
- ¿Cómo te atreves? ¿No ves que es una salida, que todo lo hace para provocar, para sentirse mujer, zorra? ¿Qué va a decir mi esposo cuando se entere? - cada vez parecía más alterada, más fuera de sí. No supo que responder. De pronto se borró toda expresión de placer, toda lujuria para dar paso a la incertidumbre, buscando una respuesta que no encontraba, que no se le ocurría -. Vete, vete de aquí, cabronazo. Solo espero que mi esposo no se entere. !!!!Largo!!!! - le gritó.
Cuando salió por la purta, cabizbajo, los pantalones machados, tapados con la americana, Laura me sonrió, me miró a los ojos, me dió un intenso beso y dijo.
Bueno, parece que vas a tener novio - me asustó lo que acababa de decir -. Rosa, mucho van a cambiar las cosas, mejor dicho, mucho has cambiado las cosas.
Pero Laura, yo.... - me interrumpió poniéndome el dedo en los labios -. Recuerda lo que te dije nuestra noche de bodas. No pienso obligarte a nada, ni chantajes ni historias, pero si a algo dices que no quieres seguir, no volverás a probarlo, incluso me planteé disfrutar con algún esclavo que ya sabes que conozco. Aunque nunca me separaré de ti, solo que todo será sin nada de esto, para ti, claro- miré al suelo, luego a sus ojos y vi que era verdad-. ¿Qué decides?
Lo que tu decidas Laura.
-Bien. Como te decía, mucho has cambiado las cosas. Poco puedes darme con esa pollita, mejor, clítoris. Me gustará estar contigo, intercambiaremos ropa, experiencia. Quizás ligues, bueno yo tus ligues. Los mios ni los mires. Compartiremos más que casa, te lo aseguro, cariñin - estaba perpejlo -. Pensaré si necesito de una polla de verdad y de cómo la quiero y cuándo. De momento, mañana irás al trabajo con el único traje que te queda, calvete, como un hombrecito, insignificante hombrecito y pedirás, de momento una excedencia de cuatro meses, casi un embarazo. Dirás que quieres iniciar un pequeño cambio, algo que le estás rondando. Y quizás de un embarazo pasemos a un año. Y a partir de ahí.....
Me moría por demostrarle que le pertenecia, que ella tenía el mando y que haría lo que desease porque fuera feliz y ansiaba que no ocultase la mujer que había despertado, la zorrita sumisa, expuesta y usada que había creado para complacerla y hacerla la más grande de las diosas.
- Porque sabes que te quiero, ¿verdad cariño?