Después de la boda (06: El segundo baño)

Jorge y Mauri ayudan a Joaquín a ponerse un estrecho bañador.

Después de la boda VI

El segundo baño

Entramos en el salón de Germán que tenía una gran puerta de cristales que al abrirla unía el salón a una gran terraza al fondo de la cual había un césped con una pequeña piscina. Encendió luces de modo que aquella calurosa noche no perdiera protagonismo. Tres grandes sofás alrededor de una gran alfombra se encaraban a la terraza protegida por un porche. En la terraza y el césped habían unas cuantas tumbonas colocadas sin un orden preciso.

-Waw –dijo Mauri.

-Tienes una casa de puta madre, Germán –dije yo.

-Poneros cómodos. Voy a ver si queda algo, mientras llegan Lucas y Willy con las bebidas.

-Tienes bañadores, por ahí, Germán?

-En la cómoda del dormitorio hay unos cuantos, coger para todos si os apetece, estaremos mucho mas cómodos y nos podemos dar un baño –dijo Germán indicándonos el camino hacia su dormitorio.-Aunque no se si habrá ninguno de tu talla, Joaquín, ja, ja, ja.

Mauri y yo nos rezagamos un poco.

-Un tío majo, el Joaquín –le dije.

-Con sus cincuenta tacos ya ves que marcha lleva el cabrón. Sabe de música el copón. Y toca la batería de cojones. Además juega a rugby. Coincidimos un par de veces cuando yo entrenaba con los del curro que tenía el año pasado y flipé cuando una noche me lo encontré tocando con mi grupo de antes. Resulta que era el padre de Javi, el bajo, aquel chavalín altote, te acuerdas?

-No me habías hablado de él.

-De hecho siempre hemos coincidido entre mucha peña, pero el tío se hace notar, es cantidad de colega para su edad.

-Ya he visto que se hacía notar, je, je.

-Uff, si se hacía notar, el cabrón.

-Lo has notado bien?

-Pero bien bien.

-Mucho?

-Yo creo que casi como tu tío.

-Joder, macho.

-Mira como me he puesto. Toca.

-Hostia, Mauri, como vas.

-A tope eh?

-Mira yo, tío.

-Joder, Jorge.

-Eres el mejor, Mauri.

-Tu si que eres el copón, Jorge.

Mauri y yo nos sentíamos tan unidos que no pudimos evitar pegarnos un morreo.

-Macho, quién se pone un bañador así? A mi me da corte.

-Y a mi.

-Pero un baño nos va a ir bien para bajar esto.

-Vamos a ver que tiene Germán en sus cajones, je, je.

Cuando entramos en el dormitorio de Germán, Joaquín estaba ya en calzoncillos, delante del cajón abierto. Se había quitado la gorra y llevaba el pelo suelto aunque dejando ver unas entradas considerables en su frente. Que tiazo, el Joaquín, grandote y peludo pero parecía duro como una piedra. Con aquella melena gris que le llegaba a los hombros y el tatuaje que le cubría uno de sus hombros parecía un buscador de oro del oeste americano. Se quitó los calzoncillos quedándose en pelotas bravas. Verdaderamente la dotación de aquel cincuentón músico y deportista era espectacular como su cuerpazo. Su polla en estado de reposo era un gordo y largo cilindro cubierto de piel tersa hasta la punta que marcaba suavemente unas gruesas venas y contorneaba con perfección el espectacular ensanchamiento que se daba al llegar a la zona de su hermoso glande. Bajo esa suculenta picha, unos cojones gordos cuyo forro cubierto de pelo rizado rubio no mostraba ningún espacio vacío, sino que cubría claramente dos testículos como huevos de gallina. El pelo del pecho y el abdomen se extendía en igual densidad por sus nalgas y sus piernas aumentando volumen solamente en la zona del pubis y las ingles, una verdadera selva en la que emergía su pollón y sus esplendidísmos cojones. Sin hacer ningún caso de nuestra llegada cogió el bañador que había elegido antes de desnudarse y empezó a ponérselo. Al levantar la pierna pudimos ver aun mejor el perfil espectacular de aquellos cojones y aquella polla colgando en el generoso espacio que dejaban sus largas y velludas piernas abiertas. Me di cuenta que Mauri se había quedado embobado al ver aquello.

-Joder con los maduros –masculló.

Joaquín se subió el bañador pero al llegar a la altura de sus huevos vio que no le entraba mas.

-Joder, no me cabe. Ayudadme, chavales.

Nos acercamos.

-Es el mas grande que he encontrado. Ayudadme uno a meter los huevos y otro el culo, a ver.

Mauri y yo nos miramos, el deber nos llamaba. Para mi la distribución estaba clara, la ayuda por delante era para Mauri, aunque no me hubiera desagradado en absoluto que fuese para mi. Joder con Joaquín.

-Si lo hacemos los dos a la vez lo reventamos. Métele tu los huevos y la polla primero, Mauri, y luego subo yo la parte de detrás –dije.

-Ok –dijo Mauri.

Mauri intentó metió los huevos de Joaquín en el bañador.

-Estos ya están dentro, pero me temo que te van a apretar demasiado. A ver si te cabe también la polla. Te estás empalmando, Joaquín, así es imposible, joder.

Mauri cogió el rabazo de Joaquín intentando meterlo tirando de la licra del bañador. Yo por detrás intentaba encajar en el bañador las dos nalgazas peludas de Joaquín apretándolas con las manos para que cupiesen mejor, pero la elasticidad del bañador no daba mas de sí. Mis manos sobre las posaderas peludas de Joaquín quedaron aprisionadas por el bañador y a Mauri le pasó lo mismo al meter dentro la polla.

-Saca la mano, Jorge, que si no yo no puedo sacarla.

-Joder, Mauri, sácala tu, que si no yo no puedo.

-Hostia, Joaquín, dile a esta que pare de crecer.

-Macho, si no la sueltas, y este no quita sus manos de mi culo, como quieres que pare, joder, uno no es de piedra.

-Si es que no puedo soltarla, Joaquín.

-Ni yo sacar las manos de aquí.

-Joder, pues quitarme el bañador de los cojones de una puta vez.

Pero el bañador se reventó quedando la polla de Joaquín en la mano de Mauri y su culazo en las mías, en el momento que Germán aparecía en la puerta con una cerveza en la mano.

-Vaya, veo que te están tomando medidas, Joaquín –dijo Germán. Y añadió mostrándonos la botella de cerveza -Sólo me queda una, nos la repartiremos hasta que lleguen los refuerzos.

-Lo siento, Germán, te he roto un bañador –dijo Joaquín cuyo rabo al quitarle la mano Mauri apareció tieso, recto y grueso como un bazoka y con el gordísimo glande descapullado apuntando hacia Germán. Yo quité también mis manos de sus nalgotas y contemplé la escena sin poder aguantar la risa.

–De qué os reís, cabrones? –dijo Joaquín.

Los cuatro, partiéndonos de risa nos pasamos la birra.

-Esto es culpa este par de mariconazos que se han aprovechado de esta pobre chica indefensa–dijo Joaquín a Germán señalando su polla tiesa.

-Ja, ja, ja –nos reímos con ganas.

-Joder, pues si yo no tengo bañador aquí se queda todo dios en bolas y punto –concluyó Joaquín.

-Ok, jefe –dijo Mauri, empezando a desvestirse.

-Pues todos en bolas –dije yo, haciendo lo mismo.

-Pues nada, en bolas –dijo Germán, empezando por quitarse la camisa.

-Y tu a bañarte, Joaquín, que se te baje esa biga –dijo Mauri, dándole una palmada en la tiesa tranca que la hizo drimblar como un junco pero sin perder un ápice de su rigidez.

Mauri en pelotas, tenía un aspecto fabuloso. Un tipo de futbolista, de pecho y brazos fuertes pero sin mucho músculo, pero con un culo prominente de nalgas suculentas y unos muslos gruesos y musculados, todo ello cubierto de un vello negro muy bien repartido, abundante sobretodo en sus axilas y en su pubis. Pero para mi lo mejor de Mauricio era su cara con ojos negros y labios gruesos que desde que se había cortado el pelo y se había dejado la perilla aun le daban un aire mas varonil, menos dulce que cuando llevaba el pelo largo. Aunque sus huevos quedaban camuflados entre el vello negro de la zona, su picha blanca y muy gruesa, cubierta de piel hasta la punta, redondeaba un físico masculinote entre canalla y tierno francamente sexy para las tías. Pero al lado del macho maduro colosal que era Joaquín, Mauri, con sus treinta años, parecía un efebo adolescente

-Venga, vamos a la piscina que se te baje eso de una puta vez, Joaquín –dijo Mauri agarrándole el cipote y tirando de él para que le siguiera.

-Venga, vamos –asintió Joaquín, dando una palmada en una de las gordinflonas y peludotas nalgas del culazo de Mauri.

Germán y yo quedamos en el dormitorio acabando de quitarnos la ropa

-Que cacho de polla tiene el cabrón de Joaquín, has visto? –dijo Germán, quitándose ya los calzoncillos.

-Menudo pedazo de macho es. Las tías deben flipar con él –asentí yo, quitándomelos también.

Germán y yo nos sentamos en el borde de la cama para quitarnos los calcetines.

-Claro que contigo también deben flipar un rato –le dije.

-Bueno, no se quejan –contestó, halagado.

-No lo digo solo por tu polla, Germán, que tampoco parece estar nada mal, ni por tu cuerpo que está un rato bien para tu edad, sino por tu personalidad de tío serio.

-La verdad es que no soy un tío ligón. Me he casado cuatro veces pero ahora no tengo mujer y aquí, entre hombres, te diré que hasta paso hambre. Tu también te ves un tío serio, y con tu planta se te deben rifar las chavalas.

-También paso hambre, no creas. Y soy más tímido de lo que pueda parecer.

-Eres un chaval cojonudo, Jorge. Tu padre debe estar muy orgulloso de ti.–dijo Germán pasándome la mano por la cabeza en un gesto muy paternal. -No me importaría tener un hijo como tu.

-Mi padre murió, era un buen tío. La verdad es que lo añoro. –le dije, enternecido por su caricia en mi cabeza.

-Si has salido a él, debía ser un gran tipo.

-Físicamente, me lo recuerdas, Germán. Era tan peludo como tu.

-Tu lo eres bastante también. O sea que has salido a él en eso, también.

-Bueno no tanto. Yo en la espalda no tengo y en culo muy poco, ya lo has visto. El en cambio tenía la espalda y el culo con tanto pelo como tu –le dije, pasándole la mano concretando lo que le decía.

-Lo querías mucho verdad?

-Muchísimo.

-Lo siento, Jorge, no quería ponerte triste. Pero entiendo que eches de menos a tu padre. Si quieres ahora me tienes a mi para lo que necesites –dijo Germán pasándome su brazo por los hombros.

-Gracias, Germán. Ya sabes que me caes muy bien.

-Y tu a mi, Jorge. Y creo que deberíamos ir a bañarnos también. Mira lo que ha pasado por ponerme tan tierno.

Por fin podía ver lo que me tenía tan intrigado.

-Joder, Germán. Y hablabas de Joaquín. Pero tu lo ganas.

El pollón que había visto fláccido en el río mientras meaba a su lado ahora lo veía tieso en toda su magnitud. La mía estaba también a tope, aunque mis buenos 19 cms quedaban enanos al lado de los al menos 23 de Germán. Y lo mas impresionante era su gordo glande descapullado, terso, brillante, con una gota brillando en la roma cúspide. No pude evitar rodearla con mi mano por a base para demostrarle mi sincera admiración.

-La de coños que habrá hecho felices esto, Germán, -dije, acordándome de pronto de la manera como Germán la daba a mamar a Willy.

-Bastantes, Jorge, bastantes. Pero últimamente me la tienen a dieta y ya ves se pone así cuando menos lo esperas. Y por lo que veo a ti te pasa lo mismo. Y que buen trancazo tienes también –me dijo, comprobando también mi calibre con su mano.

-Venga, vamos a bañarnos –le dije levantándome.

Salimos Germán y yo con los rabos tan tiesos como habían salido hacía un momento Joaquín y Mauri. Ellos estaban nadando muy cerca uno de otro y haciéndose bromas. Al vernos con semejante empalme nos pegaron un jocoso silbido admirativo. Germán y yo nos unimos al baño con la esperanza de que se nos quitase el brutal empalme que llevábamos.

Estando los cuatro en el agua, aparecieron Willy y el tío Lucas cargados con cajas de cervezas y unas botellas de whisky. Las dejaron allí mismo y Willy sin perder tiempo se quitó la ropa ante la mirada cachonda de mi tío.

-Desnúdese, don Lucas y véngase al agua –dijo Willy.

El tío Lucas se agachó a quitarse los zapatos y viendo el culo de Willy, dijo:

-A ver ese tatuaje, Willy?

Willy se le puso en pompa un momento volviendo su cara hacia mi tío con una sonrisa.

-Le gusta señor Lucas?

-Majo. Muy majo, chaval contestó pasándole la mano.

Willy se tiró al agua de un salto que hizo que su polla traicionase la ley de gravedad yéndose hacia arriba El tío Lucas se quitó la ropa y entró de la misma manera que Willy aunque el peso de la suya no la dejó volar tanto como a Willy. Joaquín fue el primero en salir, pilló una birra y se estiró en una de las tumbonas bien abierto de piernas. Mauri salió a continuación, cogió su cerveza y se sentó en el césped apoyado en el lado de los pies de la tumbona donde estaba Joaquín espatarrado. Salió Germán y acercó otra tumbona a la de Joaquín y Mauri, sentándose de lado con su birra en la mano. Salí yo, cogí mi birra y me senté al lado de Germán en la misma tumbona. Luego salió Willy y se sentó en el suelo con su cerveza entre las dos tumbonas. Todos estábamos de cara a la piscina y cuando salió mi tío Lucas en bolas y fue a buscar su cerveza con todo el equipo de su entrepierna bamboleándose que todos le aplaudimos y le silbamos como si fuera un crack del estriptís.

-Coño –dijo, Joaquín, que aun no conocía tan de cerca la personalidad de mi tío Lucas.

-Véngase aquí, don Lucas –dijo Willy- que me ayudará a liar un canuto.

Mi tío se sentó también en el suelo bien abierto de piernas delante de Willy con su pollón y sus cojones cómodamente afincados en el césped. Joaquín alzó su botella.

-A la salud de los veteranos con los años bien puestos –brindó.

-Salud! –dijimos los tres jóvenes echando un trago a morro mirando a los ojos de los tres madurazos.

-A la salud de las perillas mas bien puestas del pueblo!

-Salud, chavales! –dijeron los tres maduros dedicándonos el trago.

-Aguánteme un momento esto, don Lucas –dijo Willy dándole el porro que estaba liando y cogiendo su botella. –A la salud de sus trancas, señores, que San Cipote se las conserve así por muchos años.

-Ja, ja, ja –reímos todos.

-Y a la de sus pelotas –añadió Mauri.

Willy encendió el porro y lo ofreció en primer lugar al tío Lucas.

-Que sea lo que Dios quiera –dijo pegándose una buena calada, ignorante como novato de los efectos.

El porro fue pasando y a cada calada todos nos íbamos poniéndonos más cómodos, más relajados y mas a gusto con la proximidad de nuestros cuerpos. Y mas cachondos, como dijo mi tío.

-Joder, esto pone cachondo.

-Vamos al salón, ponemos música y nos tumbamos en la hostia de sofás que tiene Germán–dijo Willy.

Nos pareció buena idea y menos el apalancado de Joaquín nos levantamos todos en seguida.

-Vente, Joaquín –dijo Mauri, cogiéndole la mano para que se levantase de la tumbona.

-Ok, chaval, vamos para allá.