Después de hora (2)

"Las palabras, el tono de voz y la actitud del tipo me hicieron pensar que debía desearme desde mucho tiempo atrás, y mis correrías con mi apetitoso Gerente le habían dado la oportunidad que estaba esperando para atraparme."

Después de hora (2)

No hacía ni cinco minutos que Alvarez se había ido. En mi esfínter todavía sentía el roce de su enorme tranca, en mis nalgas aún resbalaba el espeso néctar blanco de su sexo, y en mi cuello persistía el perfume de su aliento que me había dejado con cada mordisco ardiente.

Sentado en mi escritorio, ordenaba mis papeles antes de irme. Era tarde, y en el piso ya no quedaba nadie. O al menos eso creía yo, porque de repente una voz grave me sorprendió diciéndome:

" Hoy te cogió con ganas, verdad ?".

Me sobresalté. No sólo por la sorpresa, sino por la pregunta. Alcé los ojos y me encontré con José, uno de los ordenanzas. Es un tipo de unos treinta años, alto, de ojos negros, que se afeita la cabeza y usa barbita candado. Aunque tiene lindas facciones nunca me había llamado la atención . . . y menos en ese momento.

Poniendo mi mejor cara de desconcierto le dije que no sabía de que estaba hablando, y me levanté para salir de la oficina. Pero evidentemente el ordenanza tenía otros planes, porque plantándose delante mío me dijo:

" Vamos, no te hagas el tonto. Hace rato que sé que Alvarez te usa como su puta ".

Empalidecí. Era evidente que el tipo sabía más de lo que yo suponía, y ya no tenía sentido seguir disimulando. Entonces cambié de táctica, y sonriendo amistosamente le palmeé el pecho mientras le decía que esperaba me guardase el secreto.

" Eso depende de ti . . . y de lo bueno que seas conmigo " me respondió mientras me acariciaba el brazo con los dedos.

No hacía falta que me explicara a que se refería con eso de " ser bueno ".

" ¿Y si no quiero ser bueno? ".

" Entonces me obligarás a contarle a Alvarez que andas diciendo por ahí que cuando se quedan después de hora, él te folla como a una hembra en celo. Te imaginarás que al tipo no le va a hacer ninguna gracia que ande circulando semejante rumor por la oficina .".

La respuesta me dejó helado. Yo podría explicarle a Alvarez que era mentira, pero no tenía dudas que para salvar su nombre el Gerente me iba a poner de patitas en la calle. Apreté los dientes de la bronca, porque comprendí que estaba en manos del ordenanza.

" Tú ganas " dije, vencido.

Los ojos de José brillaron, y una sonrisa libidinosa bailoteó en sus labios carnosos. Lentamente se ubicó detrás mío, y rodeando mi cintura con sus manos me atrajo hacia él. Pude sentir el intenso calor de su cuerpo, y la protuberancia de un bulto respetable apoyado en mis nalgas. Entonces me besó muy suavemente en el cuello, y acercando su boca a mi oreja dijo casi en un susurro: " Vas a ser mío, por fin. ".

Un escalofrío recorrió mi espalda. Las palabras, el tono de voz y la actitud del tipo me hicieron pensar que debía desearme desde mucho tiempo atrás, y mis correrías con mi apetitoso Gerente le habían dado la oportunidad que estaba esperando para atraparme. Mi corazón empezó a latir más rápido, y un cosquilleo de excitación que no podía sofocar empezaba a mariposear en mi estómago.

José se separó de mí, tomó un paquete de tela blanca que estaba sobre un sillón, y mientras me lo daba me dijo:

" Espérame en la oficina de Alvarez vestido con esto, SOLAMENTE con esto ¿Me entiendes? ".

Asentí. Como un autómata, entré a la oficina del Gerente y comencé a desvestirme hasta quedar completamente desnudo. Entonces abrí el paquete y me encontré con un delantal, con falda y pechera y un lazo para anudar en la espalda. Me lo puse, y viendo mi imagen reflejada en el vidrio del ventanal me sentí muy extraño. La prenda era muy corta, y por delante apenas me cubría la verga mientras que por detrás me dejaba todo el culo al descubierto. El resultado era bastante grotesco, pero por alguna extraña razón me calentaba sobremanera.

José entró en la oficina, y después ponerle el cerrojo a la puerta se paró a unos pasos de mí y se puso a contemplarme. Sus ojos me recorrían mi cuerpo con deleite, y casi podía sentir su mirada palpándome. Estaba muy excitado, y en la entrepierna de su pantalón su tranca abultaba de una manera impresionante. Tragó duro, y sonriendo lujuriosamente me dijo con voz ronca:

" Date la vuelta .".

Giré, ofreciéndole la vista de mi culo al aire. Por el reflejo del vidrio vi que José se acercaba y se paraba detrás mío, y al instante sentí sus manos acariciando mis nalgas. Luego me tomó de la cintura, y mientras me refregaba su durísimo paquete por el culo comenzó a mordisquearme suavemente el cuello. Yo trataba de dominarme, pero finalmente terminé por rendirme al ardor del hombre y apoyando mi mano sobre su lampiña cabeza presioné para que me mordiera con mas ganas.

" Eres una hermosa putita, y voy a hacerte gozar como corresponde ", me dijo.

Después me hizo girar otra vez, me puso las manos sobre los hombros y lentamente fue empujándome hacia abajo hasta hacerme poner de rodillas. Lo miré a los ojos, y sin necesidad de palabras supe lo que quería. Entonces le abrí la bragueta, y metiendo la mano en su boxer saqué la verga de su apretada prisión. La tranca era apenas más corta que la de Alvarez, pero más gruesa y ligeramente empinada hacia arriba. Prominentes venas surcaban todo el tronco, y en el ojete brillaban gotas pegajosas que empezaban a escurrir por la imponente cabeza. Era un buen bocado, y sin poder resistirme comencé a saborearlo con mi lengua en toda su extensión. Después lo engullí completo, y mientras mi boca subía y bajaba rítmicamente por ese contundente mástil, el ordenanza gemía y suspiraba de placer.

Después de haber estado mamando unos cuantos minutos José me detuvo, y presionando sobre mi espalda me hizo poner en cuatro patas sobre la alfombra. Después se agachó detrás mío, y separándome las nalgas comenzó a reptar con su ardiente lengua sobre ellas. El masaje era suave, y en cada pasada su boca se acercaba cada vez más a mi esfínter, hasta que en un momento la dejó clavada allí. ¡Ah, que impresionante! Su lengua entraba y salía como una verga babeante, y entre lamida y lamida deslizaba sus dedos por mi humedecido agujero que todavía estaba lubricado con la lefa de Alvarez.

Me quejé suavemente, de puro placer. José me escuchó, y con su voz grave me dijo: " Me vas a rogar que te folle, ya verás .".

No quería darle el gusto porque después de todo me había extorsionado para llegar a esto, pero aunque odiase admitirlo me di cuenta que iba en camino de lograrlo. El frenesí me hacía arquear la espalda como un gato, y mi endurecida polla rozaba la tela del delantal poniéndome al borde a la corrida. El tratamiento de lengua y dedos revivió en mi culo la sensación de la verga del Gerente taladrándome, y estaba desesperado por sentir de nuevo un hierro candente en mis entrañas. Entonces no pude más, y jadeando supliqué resignado:

" ¡¡Ya cabrón, fóllame de una vez!! ".

" ¿En serio? ¿Realmente quieres que te coja? ".

" ¡¡Sí, anda, por favor!! ".

" ¿Quieres sentir toda mi verga en ese culito apretado? ".

" ¡¡Sí, sí, ya no me hagas desear más!! ".

Entonces José se paró con las piernas muy abiertas, y apoyando sus manos en mi espalda comenzó a meter su vergajo en mi culo. Lenta pero firmemente su tranca fue introduciéndose en mi agujero, dilatándolo y amoldándolo al contorno del mástil. La saliva del ordenanza y la lefa de Alvarez facilitaron la tarea, y en un abrir y cerrar de ojos la gruesa polla estuvo alojada en mis entrañas.

El ordenanza se puso en cuatro patas, y después de acomodarse bien empezó a bombear como un animal. Su carajo entraba y salía de mi culo a un ritmo impresionante, causándome una mezcla de dolor y placer. Podía sentir sus huevos golpeando contra mis nalgas, y la presión de sus muslos contra los míos. Su respiración agitada cosquilleaba en mi cuello, y cada tanto su boca se detenía en mi espalda o mis hombros mordiéndolos hasta arrancarme un quejido.

Estuvimos un rato largo en esa posición hasta que José, sin sacar su verga de mi orto, me jaló por la cintura y me tumbó de costado sobre la alfombra. Entonces me levantó la pierna que había quedado arriba, y enterrándome la tranca hasta la raíz reinició su enloquecedor bombeo.

Ya no podía más. El culo me ardía de tanto mete y saca que había empezado temprano con Alvarez dándome verga en el primer turno. Pero para mi alivio sentí que la polla del ordenanza se hinchaba y latía, señal de que el tipo estaba listo para correrse.

" Todavía tienes la leche del Gerente en el culo, eh? ", me dijo entonces. " Pues vamos a agregar un poco más. ".

Enardecido, apretó su cuerpo sobre el mío, y en medio de roncos gritos empezó a descargar guasca como si su verga fuese un surtidor. Los abundantes y calientes trallazos anegaron mi esfínter, y podía sentir la lefa saliendo de mi hoyito y corriendo por mis nalgas. Y obviamente, ante tanto estímulo acabé como un salvaje, escupiendo andanadas de leche sobre la alfombra.

Desde entonces, empecé a quedarme cada vez más tiempo después de hora en la oficina. Si hasta los tipos de seguridad me saludaban como a un viejo conocido, sonriéndome muy amistosamente. Demasiado, para mi gusto. Por eso no me extrañó el día que uno de ellos, el rubio grandote que parece un alemán, me dijo mientras se sobaba disimuladamente la verga:

" ¿Estás muy apurado? Porque nos gustaría que charláramos sobre algo que vimos hace un rato en la oficina del Gerente. ".