Después de hora
Quedarse después de hora en la oficina no siempre es tan malo como parece.
Después de hora
Cuarenta y dos años muy bien llevados, un metro ochenta y cinco de estatura, espaldas anchas y piernas musculosas. Pelo negro muy corto (siempre peinado con gel), ojos azules, piel tostada. Una sonrisa encantadora enmarcada por dos hoyuelos irresistibles. Manos grandes y fuertes, y un paquete que abulta en los pantalones holgados del traje.
Así es mi jefe. Con ese bocado exquisito he tenido que enfrentarme cada mañana de lunes a viernes, luchando por contener mis ganas de abalanzarme y devorarlo de todas las maneras posibles.
Desde que había entrado a trabajar a la empresa un año atrás como secretario administrativo venía resistiendo estoicamente mis impulsos, derritiéndome cada vez que Nicolás Alvarez, el Gerente General, me llamaba a su oficina para encargarme personalmente una tarea.
Yo cumplía todo lo que me pedía de manera rápida y eficiente, pero no conseguía más que un " gracias ", a veces acompañado por una de esas sonrisas suyas que calientan hasta las baldosas. Y eso era todo. De nada valían mis miradas intensas y mis sutiles comentarios sobre su cuerpo. El tipo no acusaba registro, y tenía tanto interés sexual en mí como en una planta. Pero claro, más allá de que al hombre no le atrajesen otros hombres (cosa que siempre es posible corregir), su falta de interés también se debía a que en la oficina estaba muy bien "atendido" por Sandra, su secretaria.
Sandra. Flor de potranca, sí señor. Alta, morocha de pelo largo y ojos celestes, tiene unas caderas fuertes y un culo como para entretener a varios al mismo tiempo. Por supuesto que nunca nadie había visto nada, pero todos en el piso imaginaban que cada lunes, cuando se quedaba después de hora para planificar las tareas de la semana, en realidad se dedicaba a "lustrarle el sable" a su jefe. E imaginaban bien. Y esto lo sé porque yo mismo lo comprobé.
Un lunes por la tarde Alvarez me había mandado a controlar unos papeles en una firma con la que tenemos negocios. El trámite me tomó mucho más tiempo de lo esperado, y cuando regresé a la empresa no había nadie. Dejé los documentos en mi escritorio y ya me iba, cuando me llamó la atención un ruido extraño que provenía de las oficinas de la Gerencia. Me acerqué despacio, giré suavemente el pomo de la puerta y entré. Estaba en la oficina de Sandra, pero ella no estaba allí. Sin embargo, el ruido se sentía más cerca, y tenía un sordo tono acuoso.
Me acerqué en puntillas hasta la puerta de la oficina del Gerente, me agaché y espié por el ojo de la cerradura. Casi me caigo de culo. Alvarez estaba de pie apoyado contra el escritorio, con las manos sobre el vidrio y la cabeza reclinada hacia atrás. Arrodillada frente a él, con una mano en la verga totalmente dura del tipo, estaba Sandra dándole una mamada de antología. ¡Cómo chupaba la desgraciada! ¡Ni que fueran a aumentarle el sueldo!. La boca de la secretaria se deslizaba con maestría por el tronco, que era enorme y venoso, rematado por una cabezota que estaba brillante de tanta saliva que tenía encima. El tipo gemía (la verdad que no era para menos), y el ruido que yo había escuchado era las chupadas que la guarra le daba cada tanto a los peludísimos huevos del Gerente.
Me empalmé en el acto, cosa que a mis veintidós años no me cuesta mucho. La verga se me incrustó en la ropa, y no tuve más remedio que sacarla ahí mismo porque tenía la impresión que si la dejaba dentro del pantalón se me iba a quebrar.
Lo malo fue que al moverme hice ruido, y ellos lo oyeron.
" Cerraste la puerta? " le oí decir a Alvarez mientras guardaba rápidamente el vergajo en sus pantalones. Después vi que se encaminaba hacia donde yo estaba, así que no tuve más remedio que guardar yo también mi pija y emprender una carrera silenciosa hasta la salida. Por suerte el ascensor llegó rápido y logré escabullirme del piso sin que me descubrieran.
Esa noche, en mi casa, me pajeé repetidas veces en honor al Gerente. El espectáculo no sólo me había dejado totalmente caliente, sino que además me había mostrado lo que se escondía debajo de esa bragueta. Desvelado, daba vueltas y vueltas en la cama sin conciliar el sueño, mientras una idea obsesionante empezaba a copar mi mente: de alguna manera, no importaba como, tenía que lograr que esa escena se repitiese . . . pero conmigo ocupando el lugar de Sandra.
El resto de la semana fue un suplicio, y más de una vez tuve que hacer un esfuerzo para controlar mis ojos cada vez que Alvarez se acercaba porque indefectiblemente mi mirada se clavaba en su entrepierna. En cuanto a mi idea, pasaban los días y no se me ocurría nada concreto, hasta que la dedicada atención que puse en observar las rutinas de Sandra me dio la clave.
Lunes siguiente, cinco y media de la tarde. Faltaba media hora para que todos nos fuéramos, salvo Sandra que como siempre se quedaría a hacer "horas extras". Bueno, supuestamente iba a ser así, pero la pobre chica empezó a padecer una terrible descompostura intestinal. Y sí, estos laxantes en gotas hacen maravillas, y una dosis generosa que puse en el té que religiosamente se toma a las cinco de la tarde hizo efecto en pocos minutos. Conclusión: seis menos cuarto Sandra abordaba un taxi rumbo a su casa.
Seis de la tarde, todos se habían ido menos yo, que ¡oh casualidad! justo tenía que quedarme a hacer unos trabajos atrasados. A las seis y media apareció Alvarez, preguntando extrañado por su secretaria.
" Se fue " le dije.
" ¿¿!!Cómo que se fue!!?? " preguntó un tanto molesto.
" Sí, no se sentía bien ".
El Gerente masticaba su bronca. Ese día no tendría el masaje acuoso sobre su estupenda polla, la que seguramente debió haberse puesto fláccida con la frustrante noticia. Contrariado, con los hermosos ojos azules chisposos y una mueca de disgusto que desdibujaba sus hoyuelos, volvió a su despacho.
Era mi oportunidad.
Entré a la oficina de Sandra, y sin hacer ruido cerré la puerta con llave. Después pasé a la oficina del Gerente, y acercándome a mi deseado macho que estaba parado junto a su escritorio leyendo unos documentos le dije:
" ¿Puedo hacer ALGO por usted? ".
" No, gracias " me contestó secamente, sin siquiera mirarme.
No iba a dejarme vencer tan fácilmente.
" Perdone que insista. Sé que Sandra es muy profesional, pero tal vez yo pueda . . . no sé . . . reemplazarla por hoy y hacer lo que ella acostumbra a hacer cuando se queda después de hora . . .".
" No, no lo creo " me dijo Alvarez mientras me miraba risueño.
" Hmm . . . yo creo que sí ".
En un abrir y cerrar de ojos me arrodillé, le abrí la bragueta y saqué ese trofeo que hacía tanto tiempo deseaba. Y sin darle tiempo a nada, lo engullí de una por completo.
Después de unos segundos de sorpresa, Alvarez reaccionó dando un grito y revoleando los papeles intentó separarme de su tranca. Claro que no lo dejé. Me aferré a sus caderas, y atrayéndolo más hacia mí aumenté el ritmo y la presión de la mamada, chupeteando casi con desesperación ese caramelo apetitoso.
El Gerente me agarró de los pelos, intentado por todos los medios liberarse de esa boca que ferozmente y sin permiso estaba deglutiendo su tranca . . . que ya empezaba a endurecerse.
Evidentemente el tipo se dio cuenta de que al fin y al cabo yo podía proporcionarle el cálido masaje de lengua sobre su polla igual o mejor que su secretaria, y luego de unos minutos de inútil resistencia terminó por ceder. Entonces tomó mi cabeza entre sus manos, y empezó a darle a la mamada el ritmo que él quería.
" Así, sí, así " decía Alvarez entre suspiros y jadeos.
Minutos después sentí que la verga se hinchaba y empezaba a latir, e imaginando que iba a correrse me preparé. En lugar de eso, el Gerente me acarició la cabeza suavemente y cuando lo miré a los ojos me dijo con una de sus irresistibles sonrisas en los labios: " ¿Seguro quieres lo mismo que Sandra? ".
Asentí, por supuesto, seguro de que la pregunta era una manera de pedirme permiso para llenar mi boca con lo jugos de su sabrosa polla. Craso error. Porque entonces me tomó por las axilas, y poniéndome de pie me inclinó y me recostó boca abajo sobre su escritorio. Entonces me desabrochó el cinturón, y de un tirón me bajó los pantalones y el boxer.
" Imagino que habrás cerrado la puerta con llave " me interrogó mientras me desnudaba de la cintura para abajo.
" Sí, pero que . . ."
" Y te imaginarás lo que viene ahora . . ."
Me estremecí. Si bien no me disgustaba la idea de que me cogiera, no estaba en mis planes del día. Mi esfínter no estaba acostumbrado a una tranca de ese tamaño, y hubiese preferido probarla más tranquilo, en otro lugar y una posición más cómoda.
" No, pero yo no . . ."
"¿Cómo que no?" rugió. " Ya no hay vuelta atrás, muchachito. Voy a encularte aquí y ahora, quieras o no ".
Dicho y hecho. Apenas unas pasadas de dedos mojados con saliva, y adentro. Apoyó la enorme cabeza entre mis nalgas, y sin darme tiempo a aflojarme empezó a incrustar su tremenda polla en mi culo. ¡Ah, que dolor!. Yo me quejaba y gemía, y el tipo más se excitaba. Comprendí - tarde que el coño o el culo de Sandra ya debían estar calibrados desde hace tiempo y acostumbrados al diámetro de semejante herramienta.
En unos segundos todo el mástil estuvo alojado en mi orto. En mis nalgas sentía los peludos huevos de Alvarez, y en mi cuello cosquilleaba la respiración del Gerente que se había recostado sobre mi espalda. Entonces el tipo separó la piernas para afirmarse bien, apoyó sus fuertes brazos sobre los míos para inmovilizarme por completo, y empezó a mover su cadera bombeando en mi dolorido ano.
" ¡Por favor, despacio! " Suplicaba yo, pero nada. " ¿No querías reemplazar a Sandra? " me decía entre jadeos entrecortados.
Los movimientos eran cada vez más intensos, y las embestidas más profundas. Reflejado en el cristal del escritorio veía mi rostro contraído por el dolor, y las bellas y viriles facciones de Alvarez que denotaban el placer inmenso que estaba sintiendo. Eso me encendió. Comprendí que al fin de cuentas mi plan había funcionado mucho mejor de lo esperado, y en lugar de conformarme con una mamada tenía a mi sexy jefe cogiéndome con ganas en la situación más erótica posible. Así que me relajé, aflojé el culo como un buen chico, y empecé a gozar. Entonces la enorme verga empezó a deslizarse más fácilmente, y cuando quise acordar me uní al concierto de gemidos de placer de mi apetecible Gerente.
" Sí, así, lo estás haciendo muy bien! " me dijo.
Sí, debía estar haciéndolo muy bien, porque instantes después explotamos. Primero él, disparando una perdigonada de leche en mis entrañas en medio de sordos quejidos. Después yo, soltando chorros espesos de lefa que cayeron sobre el vidrio del escritorio formando un dibujo pegajoso.
Cuando terminó de vaciar la ardiente carga de sus respetables huevos el Gerente liberó mi culo de su polla, se acomodó la ropa, y después de palmearme las nalgas a modo de saludo, se fue sin decir palabra.
Al otro día, Sandra estuvo un largo rato en la oficina de Alvarez, seguramente explicándole lo que le había pasado. Estaba la puerta cerrada, y cuando ella salió la noté media amoscada. Después me contó que le había ofrecido a Alvarez quedarse esa tarde (para trabajar, por supuesto!), pero él le había dicho que "NO" muy amablemente. Me dio un poco de pena por la chica, porque después de todo no había sido culpa de ella el asunto de la indisposición. Pero la compasión me duró poco. Justo los minutos que pasaron hasta el glorioso momento en que Alvarez se acercó a mi escritorio y me dijo, mientras me miraba con esos ojos impresionantes y me regalaba su mejor sonrisa enmarcada por los fantásticos hoyuelos:
" ¿Fernández, tendría algún inconveniente en quedarse hoy después de hora? ".