Después de clase
Mi amigo y yo hemos quedado para realizar un trabajo, pero me ha dejado toda la tarea para mi solo.
Después de clase
Mi amigo y yo hemos quedado para realizar un trabajo, pero me ha dejado toda la tarea para mi solo.
Todos los días esperaba a aquel compañero de clase, vivíamos cerca, y desde pequeños solíamos ir juntos al colegio. Incluso entonces cuando ya íbamos al instituto, yo pacientemente esperaba a que bajara, siempre más tarde de lo convenido.
Estos ratos ante el portal de su casa me permitían conocer la vida del barrio, que corría acelerada a esas horas de la mañana. Desde principio de curso se había añadido al trajinar matutino, una mujer joven, de unos treinta años escasos, que pasaba casi corriendo, supongo que llegando tarde a su trabajo, siempre vestía pantalones ajustados, y zapatos de elevados tacones, el movimiento que llevaba hacia oscilar su culo, cuyas formas se marcaban al compás de su paso. Incluso ahora que hace ya frío, su trasero sigue dejándose ver, pues lleva una cazadora que se ajusta a su cintura, su culo me hipnotizaba.
Lo tenía calculado, pasaba aquella tía y a los dos minutos bajaba mi amigo. Aquellas formas me ponían caliente incluso en medio del aquel otoño, que venia bastante duro por cierto. Más de una vez me hice una paja en su recuerdo, ideando aventuras imposibles.
Aquel día coincidió la aparición de mi amigo con el paso fugaz de mi platónico objeto del deseo. Empezamos a andar detrás de ella, pues nuestras rutas parecían coincidir, mi condiscípulo muy guasón, iba haciendo comentarios groseros, y riéndose de mí, pues yo le había comentado mi admiración por aquella hembra. La tía al final se dio la vuelta y nos abordó.
¿De que vais? ¿No llegáis tarde al cole?
Yo me quede como pasmado, pero mi amigo que no parecía estar como yo, dominado por su influencia, le respondió ágilmente.
Nada, que a mi colega le gusta tu culo
Esperé a que el mundo se hundiera, que mi odalisca nos partiera la cara, que nos tirara de las orejas, etc.Sin embargo no pareció alterarse.
Caramba con los machotes, a ver si os atrevéis, esta tarde cuando vuelva del trabajo, y os hayáis tomado el Cola Cao con mamá, os espero en mi casa.
Nos dio su dirección, muy cercana a nuestros domicilios y se fue dejándonos helados.
Nuestra congelación duro poco, mi patoso compañero no paro de hacer planes, que si íbamos y nos la follábamos por turnos, que si se la metía yo por el culo, y él por la boca, en fin que las clases de aquel día se nos pasaron en una calentura. Incluso cuando salimos para casa, mi futuro camarada de juergas me dijo que se había cascado una gayola en el servicio del instituto para calentar motores.
Quedamos en que por la tarde nos encontraríamos para la expedición. Así fue, con la excusa de que tenía que hacer un trabajo en común y no muchas más explicaciones fui a esperar a mi amigo a la puerta de su portal, el cual como de costumbre se retraso respecto a la hora convenida.
El portal de nuestro destino, estaba abierto, y el conserje debía estar perdido por algún lado, subimos al quinto piso, por las escaleras, las piernas me temblaban no se si del cansancio o del acojone que tenía. El compañero de correría parecía más decidido que yo, y me susurraba las guarradas que le pensaba hacer a nuestra citadora.
Llamamos al timbre, no había que pensarlo mucho. Sonaron unos pasos al otro lado de la puerta y esta se abrió.
La mujer allí estaba, con sus pantalones ceñidos, sus zapatos de tacón alto, y un jersey rojo de cuello vuelto que le marcaba las tetas, dos tetas que parecían querer salir de su envoltorio, nunca me había fijado en sus tetas, su culo me había ofuscado. Su voz y los pasos de mi amigo bajando corriendo las escaleras me despertaron. El muy cabrón había salido disparado y me había dejado solo.
Hombre, si esta aquí mi admirador, pasa, pasa. ¿No has venido con tu amiguito? El tono de guasa de aquella mujer daba a entender que se había dado cuenta de la fuga de aquel traidor, y que yo estaba bastante cortado.
Entre cual corderillo y le seguí hasta un pequeño salón, me hizo sentarme en un silloncillo y ella se acomodo enfrente de mi en otro asiento similar. La casa parecía que no tenia más habitantes, y no se veían fotos de hijos, maridos o similares, bueno, al menos no habría un tío bruto que me partiera la cara por mirar el culo a su mujer.
Me ofreció una copa, yo acepte, aún tenía el gustillo del chocolate que me había tomado para merendar y que sagazmente aquella individua había profetizado, le pedí un ron con limón, no quería parecer un pardillo. Ella me lo trajo y a su vez se arreó un vaso de licor incoloro que no pude identificar. El interrogatorio se inició, y yo trate de responder mientras sujetaba en mis sudorosas manos el vaso con ron y limón, mucho limón, que me habían servido.
¿Y qué? ¿Te gusto más que las chicas de tu clase? Seguro que tienes novia ¿La has follado o solo le metes mano?
Yo callaba, como iba a contarle a aquella bruja maciza, que no me comía una rosca, y que de las tías del instituto lo mejor que te podías esperar es que no te dieran una hostia.
Bueno, parece que ahora no tienes lengua ¿Qué es lo que te gusta de mi?¿Mi culo, eso es cierto?
No se si fue la bebida, era demasiado pronto para que hiciera efecto, pero no se como, aunque si porque, extendí mi brazo y deposite mi mano sobre uno de sus pechos, el tacto de la suave lana del jersey se mezclaba con la firmeza de la carne de mi inquisidora.
Joder con el niño, no se anda por las ramas, ven que te voy a enseñar- Se levanto y agarrando mi mano extendida, aun curvada como si fuera un molde de su seno, me llevo al dormitorio.
El dormitorio tenía una cama grande con sabanas de florecillas, todo muy familiar, nada de sabanas de satén rojo, y ambiente en penumbra, la decoración era sencilla y alegre, muy luminoso. Aquella tía en el fondo era joven, seguro que no me doblaba la edad, y tenia un cuarto normal y corriente.
Me indico que me desnudará y me tumbará en la cama, ella sin el menor reparo se empezó a quitar la ropa. Obedientemente me puse en pelotas, y me metí en la cama, pudorosamente me cubrí con la ropa de la cama hasta los sobacos, aunque un abultamiento sospechosos en la zona de la sabana que correspondía a mi entrepierna delataba mi estado de ánimo. No era para menos mi anfitriona, ya se había quitado los zapatos, medias y pantalones, y los estaba doblando cuidadosamente exponiendo su figura ante mi cándida mirada. Luego se subió a la cama y se coloco sobre mi a horcajadas.
A menos de 30 cm de mi cara tenia un cuerpo que no habría ni podido soñar. Podía olerla y casi saborearla, puse mis manos sobre sus muslos y fui subiendo y me introduje por sus ingles debajo de la braga, unas bragas blancas y con muchos adornos, no se si puntillas o encajes, no tengo ni idea de esas cosas, me encontré un pubis caliente y velludo, cuando mis dedos quisieron profundizar, un ligero movimiento de ella, permitió que estos entraran en la ranura de la hucha, se notaba latir esa carne, un pequeño gemido de complacencia por parte de mi desvirgadora reafirmo mi conducta.
Ella tras mirarme voluptuosamente, casi mi polla revienta por acción de esas mirada, cogió su jersey y parsimoniosamente se lo quito, al ser de cuello vuelto, se atasco ligeramente en su cabeza, yo creo que ella prolongo este momento. El cuerpo estirado, un abdomen de piel tersa y unas tetas desafiantes, contenidas por un sujetador a juego con el resto de la ropa interior, saque las manos de un pastel y las puse en otros, me incorpore y trate de chupar ese ombligo. Ella se despojo de la prenda que le cubría la cabeza y me mando estar quietecito. Después se desabrochó el sujetador, las tetas antes desafiantes cayeron un poco al retirarse el sostén, pro eso aún me hizo excitarme más, alguna gota de algo debió salir de mi capullo amoratado.
Cuando ya íbamos a pasar a la siguiente fase el timbre de la puerta sonó, ella se levanto ágilmente escurriéndose de mis manos, se puso una camiseta larga que le cubría hasta el muslo, y tras darme un beso rápido en los morros me explico:
Creo que se quién es, y no creo que sea tu amiguito, por cierto la puta que te va a romper la polla tiene nombre, me llamo Carolina.
Se fue alegremente a abrir la puerta, dejándome la imagen de su culo cimbreándose y sumido en unas cuantas transcendentales meditaciones.
¿Qué estaría haciendo el cabronazo de mi supuesto compañero? Me había dejado tirado, y aquí teníamos materia para los dos, la tal Carolina daba de si, para mi, para los dos, y para toda la sección masculina de la clase puesta en fila. Tuve cierto acojone de nuevo, y ¿si me cascaba una paja y salía corriendo? Lo de cascarme una paja era fundamental, pues en mi situación eréctil actual no veía la forma de ponerme los pantalones. ¿Quién sería el recién llegado? Parecía una voz femenina ¿la portera? ¿una amiga?¿mi madre?
Las dudas se resolvieron enseguida, entró mi deseada Carolina, acompañada de otra mujer, esta era más joven, no tendría más de veinticinco, era morena, llevaba el pelo en una coleta, y debía venir de hacer gimnasia o correr o algo así, pues llevaba un pantalón de chándal, camiseta y zapatillas deportivas, parecía algo sudada.
Carolina nos presentó:
Mira Sara, este es el chaval del que te hablado, que siempre cuando pasa parece que me desnuda con la mirada, ha venido solito, pues un amigo se ha rajado, le estoy haciendo un homenaje.
La tal Sara, arrugo un poco el gesto, no le hizo mucha gracia mi presencia, y como si yo no fuera importante replico:
Desde luego como eres, ya sabes que a mi esto de los tíos no me gusta, y vas me traes a este pajillero, pero en fin creo que me pondré a tono viéndote el culo, mientras le comes la polla a este mocos.
Desde luego el culo de Carolina tenia muchos admiradores, y de ambos sexos.
Carolina desenfadadamente no le hizo mucho caso y se echo encima de mi, tras haber quitado la sabana y dejarme inerme ante sus miradas. Empezó a babearme la tripa, lamía la base de mi cola y mis cojones, como me rozara un poco más me corría de inmediato. Sara no perdía el tiempo y le quitaba las bragas a su amiga, el vello del coño de Carolina, ese que antes había tocado, era rubio, no tan rubio como el resto de ella, pero rubio, no sabía en ese momento los años que pasarían hasta encontrarme otro coño rubio.
La camiseta de mi agradable violadora voló, las tetas péndulas me rozaban el cuerpo, Carolina se movía por encima de mi teniendo exquisito cuidado de solo rozarme con sus pezones, que se iban poniendo de punta. La amiga bollera, Sara, se desnudo también, y empezaba a chupar el culo de la dueña de la casa. Yo tirado boca arriba en la cama, Carolina a cuatro patas encima de mi, acariciándome con sus tetas, y Sara de pie inmersa en su trabajo. La única desatendida era mi polla, pues una malévolamente ni la rozaba y a la otra hasta parecía darle asco. Mis manos volaban por las carnes que se ponían a su alcance.
Felizmente la bisexual Carolina se apiadó de mí, se dio la vuelta dándome la espalda y se metió mi polla en su húmeda vulva. Se levantaba y se bajaba de tal forma que a cada movimiento mi miembro salía y entraba en su interior, ensartándola una y otra vez, Sara intentaba con su boca disputarme el trofeo y el resultado es que su lengua más de una vez acababa en el tronco de mi pene.
Había aguantado demasiado, creo que no se le puede llamar a esto eyaculación precoz, solté un par de ráfagas, que por circunstancias de la fortuna, en vez de caer en el interior de una vagina caliente, cayeron sobre la cara de la ansiosa lesbiana.
Carolina sonreía, aunque le había dejado a la mitad, ver la cara de asco de su amiga llena de mi semen, le hizo bastante gracia. Se olvidó de mí, y empezó a lamer la faz de su amiga, la cual con esta maniobra pareció relajarse. Aproveche la circunstancia de que mi polla se había desinflado para ir a mear al cuarto de baño.
Cuando volví, la situación era diferente. Sara era ahora la que yacía boca arriba en el lecho, y Carolina le chupaba las tetas, más pequeñas que las suyas por cierto, y de vez en cuando le metía mano en la entrepierna. Me senté en la cama a la altura del moreno coño, y empecé a colaborar en la excitación de la tortillera, la cual nos advirtió:
- Joder, que tenga cuidado, que no sea bruto y no me folles, que no tomo la píldora.
Carolina sujeto mi mano y me enseño a masturbar a su amiga. La vulva de la lesbiana iba dilatándose y cada vez nos cabían más dedos, tanto de ella como míos. Sara se despatarraba y cerraba los ojos. Carolina me indicó calladamente que siguiera dándole caricias, y mientras agarró mi polla, y me coloco un condón, que sacó de un cajón cercano. Era la primera vez que me ponía un condón, y aquello apretaba un poco, pero la boca hábil de aquella ninfómana me enseño a soportarlo.
Me coloque sobre Sara, penetre su chorreante coño, y ella abrió los ojos, me echo para atrás, mi rabo se salió, ya estaba de nuevo yo tumbado boca arriba, inesperadamente, Sara se acomodo encima de mi, y de mi enfundada polla y mirándome desafiante a la cara, me explicó.
Ya que me vas a joder, prefiero yo marcar el ritmo, que si no te corres en seguida ¿No?
Se movía muy lentamente, restregando su atlético cuerpo en movimientos circulares, no subía y bajaba como había hecho la otra antes, yo me imaginaba mi polla rebañado el interior de su vagina, estimulando todo lo estimulable ahí dentro, yo le puse mis manos en sus firmes y pequeñas tetas, y las apreté, pareció gustarle. Las tenía sudadas, toda ella transpiraba y olía a sudor y vicio.
Carolina, mi amante rubia, no estaba inactiva, del cajón de las sorpresas, había sacado un consolador, era como una mazorca de maíz, hasta era amarillo, y medio recostada en la cama se lo estaba metiendo en su coño. La figura en escorzo de la onanista casi me excitaba más que la de mi actual folladora, la cual seguía con lenta cadencia su camino hacia el orgasmo. Empecé a mover yo las caderas, también quería poner algo de mi parte.
Carolina se sacó la mazorca del chocho, la chupo con deleite. Lo fue deslizando entre sus ubres, pasó por su vientre y se lo introdujo de nuevo, se estaba exponiendo ante mí, pues Sara se concentraba en mi polla con los ojos cerrados y cara de dolor, casi parecía que estaba cagando. Mi profesora en sexo me hizo chupar el consolador, sabia a su vagina, a mocos, a ella ., después con cara de pilla se lo metió de un golpe decido en el ano, mientras se hurgaba con otra mano entre sus congestivos labios vulvares.
Me corrí, y yo creo que las dos comepollas casi al mismo tiempo también lo hicieron. Sara desmintiendo su condición de lesbiana jadeaba de placer. Cuando descabalgo de mi polla, me quito el preservativo, y chupando mi pene ya morcillón lo limpio sumisamente, a este paso la devolvía al buen camino.
Estuvimos un rato quietos, o casi quietos pues yo quería sobar el culo de Carolina, el detonante de todo aquello, mi boca también encontró su clítoris, pero este estaba ya tan irritado que Carolina me rechazo suavemente.
Al día siguiente, como siempre, he esperado a mi amigo a la puerta de su casa, excepcionalmente el muy cabrón ha bajado a su hora, no he podido ver si Carolina pasaba como siempre acostumbraba. El muy cabrón quiere que le cuente lo sucedido. Se ha roto una amistad de años, pues se ha mosqueado al no quererle decir yo nada, y yo estoy enfadado pues ha bajado puntual. Ya no le he esperado nunca más para ir juntos, y nunca más he visto pasar ese culo por esa calle.
Tal vez haya vuelto a esa dirección, y haya estado en ese piso pero no os lo pienso contar, ni a mi amigo ni a vosotros, las quiero a Carolina y a Sara solo para mí.