Después de algún tiempo (y 4)

“… Y tras decir esto último salí montándome en mi coche y dirigiéndome a mi casa iba pensando en Ricardo, en la propuesta, en todo… También pensé que, en cierto modo, me sentía traicionada, mejor dicho usada y utilizada por Ricardo. Poco imaginaba la verdad de todo aquel asunto…”

Hola amigos. De nuevo retomo mis relatos después de algún tiempo de inactividad. Espero que os guste esta continuación, aunque para poder hilvanarla bien os recomiendo que leáis las dos primeras partes, "Después de algún tiempo 1 y 2" en esta misma sección. ¡¡¡Besos a tod@s!!!

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Conducía de camino a casa por las calles de Barcelona sintiendo en mi interior una mezcla encontrada de sentimientos. Me sentía enfurecida por un lado, triste por otro, aunque quizá lo que más sentía era intriga por todo aquel asunto y la conversación mantenida en la marisquería mientras comíamos. Evidentemente, aunque no pensaba plenamente en ello, ese buen rollo con Ricardo se había roto, al menos por mi parte. Quizá debí haberme mantenido más firme las primeras veces, mantener mi orgullo y no haber aceptado su dinero (a pesar de reconocer que me había venido realmente bien para mis gastos prioritarios) o habérselo devuelto de alguna manera, y así me di cuenta de que yo misma me había dejado enredar en aquella telaraña que había desembocado en la conversación con Ignacio.

En ocasiones cruzaba por mi mente otro pensamiento, aunque más bien dirigido a Sandra. Ahora ya me explicaba muchas cosas, como por ejemplo que pudiese llevar un envidiable tren de vida, su manera de vestir siempre a la última moda con ropa marcas caras, alojamiento en los mejores hoteles cuando (según ella) volvía a Barcelona, etc., pero también necesitaba una explicación, porqué nunca me había contado nada acerca de sus quehaceres y que me contase su papel en todo este asunto. Sin soltar las manos del volante pulsé un botón para activar el teléfono y una palabra salió de mis labios. “Sandra” ... Tras sonar varios tonos por fin pude oír su voz.

- ¡¡¡Natalia, guapísima!!! ¿Qué tal, cielo?

- Hola preciosa. La verdad es que muy bien. He estado comiendo y ahora voy camino de casa, ¿y tú?

- Pues nada, como siempre, aquí en Madrid, aunque en un par de horas cojo el “Puente Aéreo” para Barcelona. Mañana necesito resolver unos asuntos allí – esto confirmaba totalmente lo que me habían dicho Ricardo e Ignacio. Mordiéndome el labio seguí escuchándola – Si quieres nos vemos, cielo...

- ¿Cuándo....?

- Pues si quieres cuando llegue.... ¿Te parece?

- Por mi no hay problema, tengo ganas de verte y hablar contigo... – esto último era verdad, aunque no en el tono cariñoso con el que pronuncié estas palabras.

- Y yo también tengo ganas, cariño. Si te parece te doy una llamada cuando vaya a subir al avión, ¿te parece?

- Perfecto. Estaré pendiente del móvil.

- Hasta dentro de un rato entonces, preciosa. ¡¡¡Un besazo!!!

- Un beso, Sandra.

Corté la comunicación y me centré en la conducción, propinando un puñetazo en el volante por el enfado que sentí oyéndola y su, aparente, falsedad. Me volví a morder el labio casi hasta hacerme sangre, y poco después llegaba a casa.

Tras dejar el coche en el garaje abrí la puerta y me dejé caer de espaldas sobre ella al cerrarla, cayendo mi bolso al suelo. No estaba cerrado y, amén de algunas cosas más, la tarjeta de Ignacio quedó boca arriba en el suelo, como mirándome. Me incorporé y me dirigí hacia el salón para sentarme en el sofá y ver algún programa de televisión, aunque finalmente decidí encender mi portátil y revisar el correo recibido de la empresa. A pesar de todo, tenía una vida y unas obligaciones que cumplir. Llevaba un rato revisando los mensajes y contestándolos cuando sonó el teléfono y en la pantalla apareció el nombre de Ricardo. Sin quitar la vista de la pantalla activé el manos libres y contesté...

- Dime, Ricardo...

- Huy, qué fría... “Dime Ricardo”... ¿Estás bien, cielo?

- Bueno, ahí vamos, revisando cosas del trabajo...

- A ti te ocurre algo...

- No, de verdad que no...

- Vamos, no me mientas. Ya te conozco un poco... ¿Es por la conversación con Ignacio?

- Bueno.... Puede ser, ¿tú qué crees?

- Mujer, entiendo que te haya podido desorientar un poco, incluso que estés molesta conmigo, pero piensa que a muy poca gente le hacen una propuesta así todos los días...

- ¿Molesta....? No es molesta exactamente... – conforme seguía hablando con él sentía que mi nivel de enfado iba creciendo.

- ¿Entonces...?

- Entonces nada, Ricardo, no me apetece seguir hablando... Adiós.

- Espera, Natalia, por favor. No cuelgues.

- ¿Por qué no habría de hacerlo...?

- Vamos, mujer, no te pongas así... Sabes que te quiero mucho y que no quiero nada malo para ti...

- ¿Qué me quieres....? ¿Te ha sentado mal el gintonic o qué...?

- ¿Pero por qué estás tan enfadada, cielo....?

- Y encima me dices eso.... ¿Qué pasa, que a todas las chicas que quieres les propones ser putas?

- A ver... la verdad es que no... Pero ya te dijimos que no es ser puta, cariño, no es lo que crees ni como tú piensas...

- ¿Ah, no....? ¿Dejarme follar a cambio de dinero no es ser puta...?

- A ver, a ver, para el carro, preciosa. Ya te explicamos que no es ser puta como tú lo entiendes, sino escort, acompañante de lujo...

- Me da igual si “escort” o “fiesta” – Hice un juego de palabras con los nombres de modelos de automóviles – Eso en mi pueblo es ser puta, ya sea de lujo o de saldo en cualquier esquina...

- Relájate, por favor. ¿Qué te parece si quedamos esta noche y te lo explico tranquilamente...?

- La verdad es que esta noche no me apetece, lo siento mucho... – oculté mi cita con Sandra, aunque sabía que se enteraría de una manera o de otra.

- ¿De verdad que no....? ¿Tan dolida estás conmigo...?

- No sigas por ahí, por favor...

- No, no sigo, tranquila. Mira, te propongo una cosa...

-Dime...

- Verás, no sé cómo decírtelo, no quiero que me malinterpretes...

- Pues dilo y ya está, ya veré qué te contesto...

- Es sencillo... Mira, Ignacio te ha dado de plazo hasta las 10 de esta noche, ¿verdad?

- Sí...

- Yo te doy de plazo hasta las 12. Si a esa hora no me has llamado dándome una respuesta entenderé que no te interesa y no te volveré a sacar el tema...

- Creo que sabes de sobra que no te voy a llamar contestándote que sí...

- Ya veremos, cielo, ya veremos... Piénsalo bien, por favor... Y llámame de todas maneras, aunque sea para decirme que no...

- No lo sé, Ricardo, de verdad que no lo sé...

- Por favor, dime que al menos lo pensarás...

- Te dejo, Ricardo, tengo que seguir trabajando...

- Como quieras, no quiero molestarte. Estaré esperando que me llames.

- Chao, Ricardo...

- Un beso, cielo.

Colgué el teléfono e intenté centrarme de nuevo en la pantalla del ordenador, aunque me fue imposible poder retomar lo que estaba haciendo. Ahora sí que me sentía enfadada, más que nada por la forma de hablarme de Ricardo. “Está listo si cree que le voy a llamar” , pensé para mi misma mientras me levantaba para dirigirme a la cocina. Desde hacía rato sentía un leve dolor de cabeza y necesitaba algo que me lo quitase o, al menos, me lo atenuase. No quería ir embotada a la cita con Sandra, así que me tomé una pastilla y me di una ducha caliente.

La ducha me sentó tan bien que me quedé adormilada en el sofá con el albornoz puesto, despertándome el sonido del teléfono con la llamada de Sandra. Ni descolgué siquiera, y volví al dormitorio para empezar a vestirme. Tenía un par de horas para hacerlo tranquilamente, pero me decanté por algo sencillo: un conjunto negro, vaqueros azules con roturas en varios lugares (regalo de Ricardo, por cierto), un blusón estampado de “Desigual” y una cazadora negra. A continuación me maquillé y me peiné y cogí el coche rumbo al aeropuerto.

La noche prometía...