Después de algún tiempo...

Nuevas historias de Natalia, la chica trans de Barcelona, después de algún tiempo de haberos tenido abandonados, y en el que contaré cómo me vi metida en un mundo que ni me imaginaba...

DESPUÉS DE ALGÚN TIEMPO…

Hola de nuevo, amigos de esta página. Debido al largo tiempo sin escribir ningún relato he vuelto y, como no recordaba mi anterior contraseña me he vuelto a registrar con el mismo nick, así que podéis encontrar mis anteriores relatos de varias temáticas bajo este mismo nombre. No sé si me recordaréis: soy Natalia, chica transexual española, alta, pelo moreno largo y lacio, ojos azules, 130 de pecho, culo respingón que provoca miradas de deseo cuando voy a la playa o paseo por la calle, largas y estilizadas piernas y, lo que hará las delicias de más de uno o una, una deliciosa sorpresa de 18 por 4 centímetros. Digo esto último porque soy plenamente bisexual, y lo mismo disfruto con hombres o mujeres.

Para refrescaros la memoria os diré que soy nativa de un pueblo de la Castilla profunda en la cual ciertas cosas todavía o no están bien vistas, o bien no son admitidas, como es mi caso, aunque posteriormente viví en Madrid por estudios y en Barcelona por trabajo, aunque desde hace un tiempo me he movido bastante por España. La historia de mi vida es muy simple y a la vez muy similar a la de otras chicas como yo: afición por lo femenino desde pequeña, incomprensión, necesidad de vivir en un sitio en el que pudiese ser yo misma, etc. De hecho, con la única persona de mi familia con la que aún mantengo relación después de mi cambio es con una tía mía, Marcela, también defenestrada y criticada por la familia por su condición de lesbiana, aunque creo que eso a ella le da igual.

Ya os digo que me fui a vivir a Madrid para estudiar en la universidad, estudios que tenía que compaginar con un trabajo para poder mantener el pequeño apartamento en el que vivía, donde la mujer que soy ahora empezó a aflorar con libertad. Allí tenía variedad de ropas femeninas, pelucas, zapatos, maquillajes, etc., con la que solía vestirme para estar por casa con total libertad, aunque empecé a salir vestida a raíz de que conocí a Corina, una belleza transexual italiana, rubia, ojos verdes y un cuerpazo que mareaba sólo con verla moverse, que me ayudó mucho a aclarar mis ideas, e incluso me ayudó cuando me fui a trabajar a Barcelona poniéndome en contacto con otras amigas suyas que vivían allí y que me apoyaron en todo lo necesario para llevar a cabo mi transformación después de haber pedido una excedencia en la empresa en la que trabajaba. Mi retorno a la misma pensé que sería más traumático y que tal vez encontrase cierto rechazo, pero esto no fue así, ya que mi relación con los compañeros y compañeras mejoró bastante (No seáis malpensados, ¿eh? Que no me refiero al plano sexual, aunque debo reconocer que algo hubo, jajaja.), surgiendo de ahí mi relación con Nuria y su novio. Cuando regresé a mi trabajo ya no era el tímido chico de provincias que había entrado a trabajar allí, sino que las hormonas y algo de cirugía habían hecho de mí una atractiva y sexi mujer que soy hoy en día. Mi pasión por mantenerme en forma, el deporte, la playa, etc., han hecho el resto.

A partir de poder mostrarme al mundo como me sentía realmente mejoró muchísimo mi autoestima y mi forma de ver la vida. Además, vivir en una ciudad como Barcelona, tan cosmopolita, me daba muchísimas oportunidades en todos los aspectos. Al cabo de algún tiempo mi vida había cambiado totalmente. Me había vuelto una mujer plenamente liberal que disfrutaba de los placeres de la vida, y tenía multitud de amantes, tanto hombres como mujeres. Por azares de la vida, a raíz de un fin de semana con Nuri, su novio Santi y mi amiga Sandra (también transexual como yo), incluso llegué a hacer mis pinitos en el mundo del porno, aunque no fue por mucho tiempo. Ya digo que mi vida sexual era plenamente satisfactoria y empezaba a atreverme con otras experiencias que no fuesen sesiones de sexo convencional, como tríos, intercambios de pareja, alguna orgía, etc., hasta que sin querer me vi metida en un mundo que no me imaginaba entrase algún día y en el que estoy todavía. Y todo empezó por una simple confusión, una tontería…

Todo ocurrió una noche de mediados de verano de hace un par de años. Ese día había estado en la playa con unas amigas y me decidía a regresar a casa para ducharme y prepararme para una cita con un amigo cuando me di cuenta de que me había olvidado las llaves en el coche de una de mis amigas, así que la llamé para preguntarle dónde estaba, contestándome ella que había tenido que marcharse con urgencia y que no regresaría hasta el día siguiente. Mi otro juego de llaves estaba (me vais a llamar tonta) dentro de mi coche y la llave del coche en el llavero olvidado, por lo que esa noche mi única oportunidad de no dormir en la calle era quedarme o bien en la casa de este amigo con el que me había citado o en algún hotel. Me decidí a esperar su llamada, pensando que esa noche le propondría quedarnos tranquilos en su casa, ya que yo no llevaba otra ropa para ponerme que no fuese mi bikini negro, mi short vaquero y una blusa blanca anudada en la cintura. Así ataviada me metí en una cafetería para tomarme algo fresco y comer algo mientras esperaba su llamada leyendo una revista. Allí sentada podía notar las miradas que se dirigían a mi cuerpo, no excesivamente tapado, la verdad.

Llevaba allí un rato ensimismada en mis pensamientos cuando sonó mi teléfono. Era Eduardo, mi cita, pero me llamaba para decirme que no iba a poder venir, ya que le había surgido un imprevisto (¿Otro…? ¿Es que a todo el mundo tenía cosas inesperadas esa noche…?). La verdad es que me enfadé e incluso le dije que podía haberme llamado antes, así no hubiese estado esperando como una idiota. Pude notar en su voz que no sabía cómo disculparse, pero finalmente dijimos que ya quedaríamos otro día. Colgué el teléfono y salí de la cafetería, dedicándome a pasear por Barcelona hasta que me decidí a ir a tomarme una copa (o las que hiciesen falta) en el “Maremagnum”, una conocida zona de marcha de la ciudad. La verdad es que con mi atuendo llamaba la atención de la clientela, e incluso algunos chicos intentaron ligar conmigo, pero esa noche no tenía el cuerpo para rollos y los despedía educadamente, aunque no rechacé un par de invitaciones a copas e incluso también pagué alguna ronda, más que nada para demostrar que no era ninguna niñata que se pudiese conquistar de esa manera. Un chico sí que me llamó la atención, Enric, aunque de él ya hablaré otro día, ya que nos intercambiamos los teléfonos y quedamos para otro momento.

Salí de allí la verdad que un poco tomada, aunque sin perder las formas ni demostrarlo escandalosamente, y finalmente me decidí a tomar un taxi que me llevase al hotel en el que había reservado un rato antes. Así que allí me tenéis, en plenas Ramblas, apoyada en una farola fumándome un cigarrillo y trasteando con mi móvil cuando escuché una voz a mi lado…

- Hola, buenas noches…

- Hola… - Constesté educadamente…

- ¿Qué haces aquí tan solita…?

Me lo quedé mirando. Era un hombre de unos 40 años, alto, moreno, no precisamente un galán de cine, pero sí bastante atractivo y vestido de forma elegante aunque estilo “sport”. Me miraba a los ojos, y podía notar que irradiaba cierto magnetismo. No puedo negar que me gustó, aunque ya digo que esa noche no estaba yo en uno de mis mejores momentos, así que decidí seguirle la corriente. Total, no perdía nada, ya que si me cansaba de su charla llamaría al primer taxi que viese pasar…

- Pues nada, esperando que pase algún taxi…

- ¿Ya te vas para casa? Sólo son las dos de la madrugada…

- Bueno, es que había quedado y mi cita no ha aparecido y, encima, tampoco sé dónde están mis amigas…

- Vaya… La verdad es que me sorprende ver sola a una chica tan guapa como tú…

- Pues sí, ya ves, cosas de la vida…

Pude notar que se me quedaba mirando fijamente, repasando mi cuerpo con una sonrisa en la cara, y de repente me dijo algo que me dejó totalmente descolocada…

- Verás…

- ¿Sí…?

- Es que quisiera hacerte una proposición, aunque estoy un poco nervioso, no suelo moverme en estos ambientes…

- Tú dirás…

- Es que… Me preguntaba… Mira, te lo pregunto a las claras: ¿Cuánto me cobrarías por pasar una noche entera conmigo…?

¡¡¡La hostia!!! Me quedé alucinada. El tipo me había confundido con una prostituta de las que suelen frecuentar esa zona, sin duda debido a mi aspecto. Creía no haberle escuchado bien, así que le pregunté…

- Perdona… ¿Cómo dices…?

- Lo que has oído. Te estoy preguntando cuánto me cobrarías por una noche completa. Si ya te vas para casa seguramente será porque la noche no ha ido bien…

- Pero… Creo que te confundes… Yo no soy…

- No te preocupes, ya me he dado cuenta de que no eres una chica biológica, aunque eres bastante guapa y tienes un cuerpazo. Venga, dime una cantidad…

- No, no, verás: yo no soy puta. Si me ves así vestida es por una serie de catastróficas coincidencias, y de hecho estoy aquí en esperando un taxi que me lleve a mi hotel… Tienes razón, no ha sido un buen día, así que mejor me marcho a dormir…

- Yo… Mira… Disculpa, al verte así pensé que lo eras. Tampoco para mí es una buena época, y esta noche no me apetecía dormir sólo. ¿Puedo invitarte al menos a una copa…?

La verdad es que vi mucha sinceridad en su voz, así que acepté su invitación. No tenía ganas de volver a los pubs de los que había salido, así que entre risas nos decidimos a entrar a un local en el que se realizaban espectáculos eróticos en vivo. Pidió una botella de cava, dos copas, y mientras bebíamos nos contamos parte de nuestras vidas. Se llamaba Ricardo, y resultó ser un empresario madrileño de viaje de negocios. Se había separado hacía poco tiempo y, ya que estaría varios días en Barcelona, se decidió a contratar los servicios de una profesional. Sonriendo le dije que no había elegido precisamente la mejor zona de prostitutas de la ciudad y que, si quería, le podía indicar algún sitio mejor con mejores chicas. Allí sentados me repitió que la que le gustaba era yo, que le había caído genial, y redondamente me dijo que le apetecía follar conmigo...

- Natalia…

- Dime…

- La verdad es que tienes un polvo encima… Bueno, uno, más de uno…

- Muchas gracias, tú tampoco estás nada mal…

- Me gustas mucho y me apetece pasar la noche contigo. Venga, dime cuánto…

- No, no, de verdad…

- Vamos, no seas tonta… ¿Cuánto quieres? ¿200, 300…?

- No, yo…

- Te doy 500…

- …

- 600 es mi última oferta, lo tomas o lo dejas, pero tú misma me has dicho que podía encontrar otras chicas…

- Ricardo, verás, ya te he dicho que no soy puta…

- Lo sé, me lo has dicho por lo menos tres veces…

- ¿Y…? ¿Qué te frena entonces? Te estoy ofreciendo 600 euros por una noche de sexo…

- Mira, Ricardo, la verdad es que tú también me gustas, eres un hombre muy atractivo y seguro que sabes cómo hacer disfrutar a una mujer, pero si follase contigo sería por placer, no te cobraría un solo céntimo…

- Entonces… ¿Pasarías la noche conmigo…?

- Sí…

- Vamos entonces…

Así que salimos del local los dos cogidos por la cintura, notando su mano en mi costado y en mis caderas, aunque de vez en cuando acariciaba mi culo por encima del short. Me demostraba que le gustaba de verdad, sobre todo con los besos que me daba en mi cuello y que me estaban poniendo a mil, hasta que me cogió por la cintura y me besó en la boca apoyados en un portal. Pude notar sus labios contra los míos, su lengua entrando en mi boca mientras la mía le correspondía, y contra mi vientre la dureza debajo de su pantalón. Decidimos tomar un taxi e irnos a mi hotel, en el que nos registramos mientras notaba la mirada del recepcionista repasándome de arriba abajo. Camino de la habitación en el ascensor seguíamos besándonos y acariciando, y al poco rato ya tenía yo quitada mi blusa y una de mis tetas fuera del sujetador del bikini, que empezó a besar y a lamer mientras bajaba mi short dejándome sólo el tanga puesto tras quitarme también el sujetador. Mi mano tampoco se estaba quieta y tras bajarle su cremallera ya se encontraba debajo de sus bóxers acariciando su durísima polla. Se la saqué y pude verla en todo su esplendor, larga y gruesa, con su capullo ya brillante de líquido pre seminal. No pude evitar agacharme y empezar a besarla y lamerla, recorriéndola con mi lengua, hasta que me la metí en la boca. El morbo de que alguien pudiese haber llamado el ascensor y nos pillase en plena mamada me excitó y me hizo chupársela más profundamente aunque no pudiese metérmela entera en la boca como hubiese sido mi deseo y tuviese que masturbar con mi mano lo que quedaba fuera. Su mano no se estuvo quieta y, en un descuido mío, se agachó y desató los lacitos de mi bikini, dejándome totalmente desnuda con mi polla ya muy dura mientras yo seguía chupándole la suya. Cuando el ascensor paró recogió mi ropa y me cogió en sus brazos, saliendo así al pasillo. Tenía que ser una visión excitante ver a un tío como él con su polla fuera del pantalón y una chica desnuda en sus brazos…

Cuando llegamos a la habitación me dejó en la cama desnuda como estaba mientras él se desnudaba despacio dejándome ver su magnífico cuerpo, bastante bien esculpido para su edad, y su magnífica polla que ahora sí que pude ver bien. Mientras le miraba me acariciaba mirándole a los ojos con deseo. Se tumbó a mi lado en la cama y volvimos a fundirnos en calientes besos mientras nos acariciábamos nuestros cuerpos, y me dejó sorprendida cuando su mano se dirigió directamente a mi polla empezando a masturbarme sin ningún tipo de remilgo mientras me seguía besando. Bajó su cabeza hasta mis tetas y me las volvió a besar y chupar sin cesar sus caricias en mis bajos. Al poco rato me hizo ponerme a 4 en la cama, besándome entonces mi nuca y mi espalda, dándome suaves mordiscos que me tenían totalmente excitada. Pude notar como su lengua bajaba por mi columna hasta que llegó a mi culo, rozando mi hoyito trasero con una maestría que me hacía gemir, pero lo más delicioso fue cuando su mano tiró de mi polla hacía atrás y empezó a lamerla y a metérsela en la boca, dándome una deliciosa mamada, mientras sus dedos jugaban con mi ano y llegaba a meterme tres de ellos que me volvieron loca de placer.

En ese momento dejó de chupármela y pude notar algo muy duro que se apoyaba en mi ano e intentaba entrar. Le costó metérmela debido al grosor de su polla, pero finalmente lo consiguió, aunque me dolió un poco. La dejó dentro de mí unos instantes para que mi culo se acostumbrase a aquel intruso, aunque casi inmediatamente empezó a entrar y salir de mi interior. La sacaba prácticamente entera y me la dejaba ir de un solo golpe, mientras yo empujaba mis caderas hacia atrás para que no me la sacara. Poco a poco empezó a follarme más duramente, sintiendo sus huevos rozar con los míos, sin dejar de mover mis caderas. A esas alturas yo no gemía, gritaba como una loba en celo sintiendo sus pollazos. Mis gritos debían oírse en todo el hotel, aunque me la verdad es que me importaba poquísimo y sólo quería darle placer y que me follase lo más fuerte que pudiera. Sentí como su polla se hinchaba dentro de mí y su semen se derramaba dentro de mí, quedándonos tumbados él encima de mí hasta que su polla salió por si sola de mi culito. Nos quedamos así, besándonos y acariciándonos.

Esa noche volvimos a follar en multitud de posturas, terminando en la del misionero, con su polla bombeándome mientras nos besábamos y sentía mi polla aplastada por su peso contra mi vientre, corriéndome en un orgasmo delicioso que llenó mi vientre con mi leche, volviendo él a correrse dentro de mí. Nos quedamos dormidos desnudos, abrazados, hasta que me desperté a la mañana siguiente. Él ya no estaba, por lo que me duché, me vestí y me marché del hotel. Mi sorpresa fue cuando fui a pagar y me encontré que ya lo había hecho él. Camino de la casa de mi amiga que tenía mis llaves me paré en una cafetería a desayunar y, al ir a pagar, me encontré un sobrecito dentro de mi bolso. Lo abrí intrigada y me quedé alucinada cuando vi dos billetes de 500 euros en su interior junto con una nota y un número de teléfono. “Al final se salió con la suya” , pensé sonriendo. Desde entonces hemos quedado más veces. Cada vez que viene a Barcelona se queda en mi casa a no ser que tenga algo especial que hacer o haya quedado con alguien. Juntos hacemos muchas cosas pero… Eso será otra historia si queréis seguir leyendo mis relatos…

Besos a tod@s!!!