Despertares

Tras la cena Melisa entró en el baño para ducharse. Allí...

Despertares

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La primavera llegó con todo su esplendor, el campo se tiñó de todos los colores del arco iris y el sol comenzó a calentar todo lo que se sometía a su reinado casi eterno, ya fuera vegetal o animal.

Melisa salía del instituto a la hora de comer, caminando con su inseparable amiga Tánia apaciblemente por las calles de la ciudad camino a casa. El paseo de casi 30 minutos les venía estupendamente para estirar las piernas y tomar el sol, al tiempo que hacían apetito para la hora de la comida.

Tania era apacible y tranquila, tremendamente afable, sin duda la mejor amiga de Melisa. Debido a su carácter tal vez, le era fácil coger unos quilos y desde siempre la recordaba como una chica rellenita, era su constitución, su naturaleza y aunque haya quien crea lo contrario, no se puede remar siempre a contra corriente. También era muy inteligente y como no le gustaba practicar ningún deporte siempre estaba leyendo algún libro, cuando no se entretenía en el mundo virtual de Internet.

Por su parte Melisa era algo bajita para su edad, de pelo rubio, largo y acaracolado. Muy jovial y cariñosa, amiga de sus amigas y aunque en su grupo había más chicas aparte de Tania, lo cierto es que ellas dos eran como hermanas, porque se conocían desde siempre, ya que vivían en la misma calle y habían ido a las mismas clases desde muy temprana edad.

Iban comentando un tanto escandalizadas la clase sobre educación sexual que habían tenido hoy. Siempre ocurría lo mismo, hablar de sexo en una clase de adolescentes era como encender la mecha del la pólvora y aquello se convertía en un jolgorio generalizado.

En cambio la experta profesora, sexóloga para más señas, había conseguido magistralmente hacerse con el travieso grupo y finalmente todo el mundo estuvo atento a sus explicaciones. Salvo algún bala perdida, que siempre los hay y que no pararon de gastar bromas y hacer comentarios salidos de tono durante toda su exposición.

La sexóloga les había explicado las distintas formas de masturbación, tanto para ellos, que al parecer se contentaban con sacudir su miembro, como a ellas para las que había múltiples opciones y para las que recomendó que cada chica debía buscar la que mejor se adaptase a su cuerpo.

No era la primera vez que oían hablar de sexo, y tampoco entre ellas, pero si era la primera vez que alguien les había dado una explicación tan completa y abierta sobre sexualidad. Ciertamente tanto a Melisa como a Tania, las había dejado maravilladas y ciertamente intrigadas.

  • Oye, ¿tu vas a probar esta noche a hacer algo? -le preguntó Melisa a Tania.

Esta soltó una risita nerviosa y carraspeo y se recompuso.

  • No sé, tal vez lo intente, ¿tú lo harás?

  • Por supuesto, ¡quiero saber qué se siente! -afirmó con entusiasmo la Melisa vital-. Mañana nos lo contamos, ¿vale? Así cada una aprenderá un poquito de la otra, ¡vale! -añadió.

  • Vale -afirmó plácidamente con una sonrisa en sus dientes blancos su querida amiga del alma.

Melisa en verdad era una chica guapa, con su pelo rubio natural y sus ojazos verdes, con las cejas finas y de rasgos suaves. Tania por su parte era también guapa, con un pelo castaño y largo, algo ondulado, con su tez blanca y dientes perfectamente alineados, de ojos marrones que es el color más frecuente en los países mediterráneos europeos y africanos.

Eso si, Tania derrochaba en curvas con unos pechos redondos y grandes, y un trasero igualmente redondo y grande, con su estatura la hacían una mujer que destacaba en el grupo de chicas de su clase. En cambio Melisa no destacaba por tanto por su estatura como por su simpatía y sociabilidad, era hija única y sin duda el centro de atención tanto en su casa como en la clase o con su grupo de amigas.

Físicamente también era muy mona, con unos pechos pequeños y redondos como naranjas y un culito respingón y subido. Su cuerpo no era de delgadez extrema y sus curvas también se insinuaban con mucho agrado a la vista, de echo los chicos se quedaban embobados mirándola, Tania lo sabía y le tenía una sana envidia.

  • ¿Y tú como lo vas ha hacer? -le preguntó Tania intrigada.

  • Pues no se, supongo que a lo mejor pruebo en la ducha, con el agua caliente y luego me acariciaré un poco después en la cama.

  • Si, la verdad es que esa será una buena forma sin duda.

Y con esta animada conversación llegaron a sus casas y se separaron para el almuerzo.

Ya por la tarde volvieron a salir un rato al parque, donde estuvieron hablando con el resto de la pandilla de su barrio, en la que había tanto chicas de su clase como otras mayores y más pequeñas. Pero curiosamente allí no se habló de sexualidad, sin duda este tema seguía siendo tabú entre las chicas y sólo a través de una confianza como la que ellas tenían podía abrirse un cauce que les permitiese hablar como ellas lo habían hecho al salir de clase.

Cayó la tarde y el sol se ocultó, por lo que como buenas chicas volvieron a sus casas a estudiar un rato y hacer las tareas que les habían mandado para el día siguiente.

Tras la cena Melisa entró en el baño para ducharse. Allí cerró y echó el pestillo con lo que se aseguró la máxima intimidad. Una vez hecho esto, se desnudó y se contempló en el espejo del baño. Apreciando cada centímetro de su piel, tanto por delante como por detrás.

Se cogió los pechos, como si se los fuera a poner en su sitio, luego se giró y se agarró el culete contemplándose de espaldas. Finalmente levantó una pierna y apoyándola en un banquito que tenían para sentarse, contempló su preciosa y joven vagina. Tras todas estas auto contemplaciones sonrió y pensó que estaba buena, sin duda.

Suavemente se mesó el erizado bello de su pubis, ya lo tenía bastante crecido, apenas lo había hecho en el invierno, pues aún se recordaba con la piel de melocotón en el verano pasado. Pero rápidamente su cuerpo había cambiado.

Suavemente tiró de uno de sus labios y notó como su rajita se abría y mostraba un interior color rosado. La contemplación de sus genitales intimamente le produjo cierto repelús así que dejó de abrírselos y se metió en la ducha.

Estuvo un rato duchándose y cuando terminó se dedicó a jugar con el agua, tomó el cabezal y se lo acercó a su sexo con una mano mientras con la otra se apartaba sus pelillos. Lo cierto es que ahora que estaban mojados apenas abultaban y podía apreciar la delicada forma de su vulva mojada. Se abrió con dos de sus dedos su surco y fue aplicándose en círculos el agua caliente a diferentes distancias, provocando ligeras presiones.

La sensación la pareció placentera y pensó que ya estaba en el camino hacia “el orgasmo”, sin duda tenía que ser fantástico, pues ni la misma sexóloga había sido capaz de explicarlo bien cuando se lo preguntaron, llegando a decir para más confusión que cada mujer lo sentía de una manera distinta. Desde luego los chicos lo tenían más sencillo tanto para masturbarse como para el orgasmo pues en su explicación acabó pronto.

Siguió con el masaje combinado entre agua y dedos y salvo una agradable sensación que terminó por darle ganas de hacer pipí, no llegó a eso que debía ser el orgasmo. Así dejó correr su aguita amarilla, haciendo que el chorrito saliente se mezclara con las decenas de chorros del la ducha entrantes y también notó que esto le resultaba agradable.

Se lavo de nuevo su sexo y salió de la ducha secándose. Tras ello se volvió a mirar al espejo y abriendo su toalla como si fuese una exhibicionista que se mostraba a un traseúnte descubrió de nuevo su vulvita. Ahora la notó como mas hinchada, entonces recordó que esto también lo mencionó la sexóloga, así que volvió a pensar que estaba en el buen camino.

Al salir, su madre se quejó por tanta tardanza en la ducha, pues ella también quería ducharse así que se despidió de ella mientras una salía y la otra entraba, pues al día siguiente tenía que trabajar.

Ya en su dormitorio se vistió. Se puso unas braguitas blancas, una camiseta de las super nenas y un pantalón de felpa. Antes se meterse en la cama estuvo consultando su facebook en internet y también chateó con su amiga Tania. Se preguntaron si ya lo habían hecho y ambas habían tenido ya sus experiencias con el agua en la ducha, pero nada del otro mundo.

Melisa buscó “masturbación femenina” y al momento le salieron 1.070.000 resultado. ¿Por donde empezar?

Fue curioso pues descubrió un test de masturbación femenino, donde las chicas respondían a las preguntas, como a qué edad lo habían empezado ha hacer, como si lo habían hecho con alguien, o si las habían pillado haciéndolo o cuantas veces lo hacían al principio y actualmente.

Sin duda Internet era increíble, Melisa estuvo leyendo aquello que llamaba su atención. Desde luego las chicas que contestaban aquellas encuestas confesaban empezar a muy temprana edad, algo que a Melisa le parecía impensable, pues ella ya era bastante mayor.

Siguió picando aquí y allá. Vio un vídeo donde unas chicas se lo hacían a un maniquí y explicaban las técnicas. Sin duda eran muchas y a Melisa le parecía imposible acordarse de todas. Finalmente decidió pinchar en páginas de pornografía, pero sus madre le tenía instalados filtros en el router y en el propio ordenador, por lo que no podía ver este tipo de páginas. Aunque ya por últimas dio con un vídeo que sí pudo ver, en él una chica lo hacía en directo, sobre su propio chochito, eso si con unas braguitas rosas puestas.

Este vídeo captó en seguida su atención, pues además de la imagen se oía la respiración de la chica y como casi al instante, la tela de sus braguitas comenzó a mojarse. Esto le pareció raro a Melisa y llegó a pensar que es que el pipí se le estaba escapando, pero siguió viéndolo y al poco la mancha vertical ya ocupaba sin duda toda la extensión de su rajita.

Melisa seguía viéndolo y comenzó a trabar saliva, sin duda le gustaba ver cómo lo hacía esa chica. Es más metió su mano por el pijama y comenzó a acariciarse igual que hacía ella por encima de sus braguitas.

De repente la mujer retiró sus braguitas mojadas y descubrió su coño depilado, con unos labios arrugados que sobresalían y comenzó a frotarse frenéticamente en su parte de arriba. Lo hacía tan rápido que apenas se veía nada con la poca calidad del streaming del citado vídeo, al tiempo que gemía más y más fuerte aunque no lo hacía todo el rato.

Luego de repente paró y se abrió los labios con dos de sus dedos mostrando un asombroso vulto encima de ellos, si eso era un clítoris a Melisa le produjo gran impresión pues era enórme. Luego se fijó en sus labios, el interior de su chochito que antes le diera repelús, estaban mojadisimos y lo más raro de todo es que “palpitaban”, se movían sólos mientras la chica gemía y gemía.

Terminó acariciándose la gruesa protuberancia que tenía encima de sus labios mientras seguía gruéndo y seguramente disfrutando de lo que debía ser un orgasmo. Melisa, embelesada le envidió en ese instante y quiso ella misma tener uno.

Asi que siguió acariciándose las braguitas mientras veía de nuevo el vídeo y poco a poco notó como sus propias braguitas se mojaban un poco, pero ni mucho menos como a la chica de la pantalla. Sentía algo agradable pero no parecía ser gran cosa.

Al rato se cansó y se metió en la cama. Allí se quitó las braguitas y descubrió que su vulva estaba también húmeda, aunque no se atrevía a meter sus dedos lo más mínimo, sólo se acariciaba los labios externos de su chochito y notaba la suavidad del líquido que le salía.

Pero nada más, ahora empezó a pensar que aún estaba lejos de su tan ansiado primer orgasmo y esto la desanimó un poco.

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Despertares fue una obra que quedó inconclusa en mi disco duro, pero he decidido publicar los capítulos que escribí para compartirlos así con el lector. Quien sabe si llegaré a terminarla algún día, mientras tanto, si te ha gustado el relato, tal vez te guste otra de mis obras terminadas... puedes leer sus primeros capítulos aquí, haciendo clic en mi nombre de autor.