Despertares (2)

Tumbadas la hija sobre la madre, esta tomó sus...

A la mañana siguiente se Melisa se levantó, se vistió y fue a buscar a su amiga Tania para ir al insti. En el camino fueron conversando sobre lo que se habían propuesto...

  • ¿Anoche cómo te fue? -preguntó Melisa con cierto nerviosismo, pues quería saber si ella había tenido más suerte.

  • Bien -asintió no muy convencida su amiga Tania-. ¿Y a ti?

  • Supongo que bien también -replicó Melisa con igual convencimiento-. ¿Lo hiciste en la ducha y luego en la cama?

  • Si, primero con el mando de la ducha y luego en la cama. La verdad es que con la ducha no sentí mucho, pero en la cama, acariciándomelo, sin braguitas fue algo mejor.

  • ¿Se te lubricó mucho?

  • ¡Oh si, lo tenía bastante mojado y los dedos resbalaban muy bien! -exclamó Tania con entusiasmo-. ¿Y tú?

  • No se, creo que no mucho, pero bueno también me lubriqué un poco, lo que pasa es que a mi me da repelús metérmelos ahí dentro.

  • Hombre si, somos vírgenes y no debemos penetrarnos mucho pues nos puede doler -le aclaró Tania siempre erudita en cualquier tema.

Melisa le estuvo contando el vídeo que vio en internet, sobre la chica masturbándose con las braguitas puestas y a Tania le pareció cuanto menos curioso hacerlo así. Luego le habló de la encuesta que había leido, ya casi llegando al instituto se lo planteó...

  • ¿Y tú lo harías conmigo? -le preguntó directamente tras explicarle lo de la encuesta Melisa.

  • Hombre pues, ¿por qué no? Así podemos aprender la una de la otra, ¿no? -mostró su sonrisa bonachona Tania.

  • Puedes decirle a tus padres una noche que duermes conmigo y así tendremos más tiempo, ¿no?

  • ¡Oh si, eso sería perfecto! -exclamó su gran amiga.

  • Bueno pues a lo mejor esta noche podemos, ¿no?

  • ¡Ups es que esta noche vamos a comer a casa de mi abuela! -se lamentó Tania, pero ante el cierto disgusto de Melisa afirmó en seguida... Pero mañana no tengo nada que hacer y es viernes por lo que el sábado no tendremos que madrugar.

  • ¡Estupendo! -exclamó su amiga acariciando el brazo a Tania.

El día se les pasó volando, a Melisa le costaba atender en clase pues no dejaba de pensar en lo que probaría esa noche para excitarse, a ver si conseguía por fin sentir algo más. Al parecer a Tania le fue mejor que a ella, aunque claro tampoco se la veía muy entusiasmada, finalmente sentenció que le iría más o menos igual, pues se veía que aquello no era cosa de un día.

Por la tarde fue al gimnasio con su madre y estuvo en clase de aerobic. Allí eran todo mujeres, al terminar la clase todas sudaban y terminaron en las duchas. Melisa comenzó a preguntarse cuantas de aquellas mujeres se masturbarían, pues muchas tenían maridos o novios y seguro que ellos las complacían.

Otras estarían solteras y esas seguro que lo hacían. Estos pensamientos la turbaban mientras el agua caliente caía por su cuerpo desnudo. En la ducha su madre estaba con ella, pues acostumbraban a ducharse juntas. De repente Melisa pensó que su madre seguro que lo hacía, pues hacía ya algunos años que se había divorciado de su padre y desde entonces su madre no había salido con hombres, al menos que ella recordase desde que era pequeña.

Su madre, morena diferencia suyo tenía su Monte de Venus poblado por bello negro y liso, se lo cortaba a tijera para no tenerlo muy largo y se afeitaba las ingles, por lo que quedaba recortado como un triángulo invertido pero con la cara de arriba cóncava inclinada hacia el ombligo.

Sus pechos eran de un tamaño aceptable, a su edad madura ya los tenía algo caídos pero su cuerpo era de muy buen ver, al menos a Melisa se lo parecía.

Terminaron la ducha y se fueron a comprar al centro comercial. Allí melisa decidió comprar aceite hidratante en gel, pues pensó que aquello le ayudaría a lubricarse esa noche, pues a lo mejor es que al no lubricar tampoco le gustaba así que so contribuiría a su deleite. Claro que tuvo que fingir delante de su madre justificando que aquel aceite hidrataba más y que se lo había recomendado su amiga Tania.

Como siempre cenaron viendo la tele y Melisa se fue a su cuarto para “hacer los deberes” según le dijo a su madre. De modo que con todo preparado se dispuso a seguir con sus “tocamientos”.

Por supuesto que se llevó su aceite para estrenarlo. Allí se desnudó y frente al ordenador, viendo el vídeo de su amiga de las braguitas rosas comenzó a excitarse un poco y a acariciarse por encima de la tela.

Ya la había manchado un poquito cuando de repente su madre entró sin avisar... ¡Melisa dio tal respingo que casi se puso de pié al tiempo que se giraba y luego trataba inútilmente de quitar el escandaloso vídeo de su amiga la pajillera!

  • ¡Cariño...! -exclamó su madre viendo lo evidente-. Lo siento, no pensaba que estuvieras... así -añadió recapacitando tras su brusca irrupción-. Sólo quería ofrecerte un poco de chocolate que he comprado y ver cómo lo llevabas pero lamento haberte interrumpido, ya me voy...

Melisa tapó un pudorosamente a pesar de que se veían desnudas con naturalidad tanto en la ducha del gimnasio como en casa. Sintió como un fuerte calor le subía por la cara y se le ponían todo el vello de punta al ver a su madre entrar y para colmo su amiga ahora estaba corriéndose con todo el potorro al aire. Así que pensó en callar y esperar a que su madre se fuese, pero algo la detuvo y habló...

  • ¡No mamá, no pasa nada, entra por favor! -exclamó llamándola para evitar que se marchase.

Clara, que así se llamaba se giró y cerrando la puerta entró y se sentó en una silla junto a la mesa de ordenador de su hija. La verdad es que aquello era algo tenso, no mejor dicho muy tenso. Nada más acercarse vio mejor el vídeo con aquel coño palpitante y mojado en pantalla.

  • Verás mamá quiero explicártelo -empezó diciendo Melisa-. El otro día una sexóloga nos habló en clase de la masturbación femenina. Y desde ayer estoy intentando tener un orgasmo y no es nada fácil, ¿sabes?

Su madre estuvo un para de segundos en silencio y luego estalló en carcajadas, lo cual ofuscó a Melisa que no esperaba esta respuesta por su parte, sino tal vez algo de comprensión.

  • ¡Perdona hija! -exclamó finalmente acariciando el brazo de su hija, pues notó su disgusto-. Es que no me lo esperaba sinceramente, verte aquí viendo esto en el ordenador y se ve que practicando... Verás no es tan sencillo como dices, yo tardé bastante en tener lo que podríamos llamar un orgasmo.

  • ¿En serio? -se interesó de repente su hija.

  • En serio, verás yo comencé a hacerlo cuando tenía veinte más o menos, ya se que ahora sois más precoces pero en mi edad los curas nos soltaban una sarta de gilipolleces... ¡uy perdona hija! Bueno si, eso eran, es que no los aguanto, total que hasta que tuve sobre los veinte no me atreví a experimentar.

El caso es que primero fueron simples caricias en la cama, me ponía desnuda y me acariaba los pechos y bueno... el chochito como hace esa de la pantalla. También probé en la ducha, incluso en el baño sentada en el aseo.

Sentía cosquillas y eso fue poco a poco incrementándose hasta que gané confianza y comencé a sentir ya un placer más intenso, de ahí al orgasmo tardé poco...

  • ¡Vaya mamá, entonces tal vez tu puedas ayudarme! Se ve que eres una experta... -rió más relajada su hija.

  • Ayudarte, ¿yo? Bueno puedo decirte si lo haces bien o no, no sé, si tu te atreves...

  • ¿Yo, claro que sí mamá? Me has venido que ni pintada, oye, antes de nada quiero preguntarte, por qué esto lo tienen tan grande esta mujer, ¿es el clítoris no?

  • ¡Oh si, lo tienen bastante gordote la tía! -asintió su madre-. No sé hija, cada mujer es distinta, al igual que ellos no las tienen todas del mismo tamaño, ni formas, ni desviaciones, pues a nosotras nos pasa lo mismo. Pero vamos aunque el tuyo sea más pequeño disfrutarás igual de él, por eso no te preocupes.

  • Pues entonces, si me puedes explicar un poco cómo hacerlo, no se, tal vez podría masturbarme y que tu me mires y me digas si lo hago bien, ¿no?

  • Vale, no me importa hacerlo. Después de todo eres mi niña y somos chicas... ¡a ver enséñame ese chochete!

Melisa se bajó las braguitas y se sentó en la silla de ordenador cerca del borde, por lo que su vagina se mostraba bastante bien a su madre.

  • ¡Vaya chochito bonito que tiene mi niña! -exclamó Clara extendiendo la mano y con un gesto natural acariciándole su vello de una pasada-. ¡Bueno hazlo que yo te vea!

Melisa comenzó a tocarse con cierta timidez y al poco su madre la corrigió.

  • Vamos a ver, lo primero es que tienes que mojarte los dedos con los que te lo vayas a acariciar, eso los lubricará, sino podría dolerte ahora no te duele porque sólo te tocas la piel exterior, pero el clítoris que se toca esa de la pantalla es muy sensible y no puedes tocarlo de cualquier manera. También puedes mojarte las yemas en tus juguitos, salen más abajo.

  • ¡Oh, vale mamá, buen consejo! -sonrió Melisa.

Ahora volvió a sus caricias, con algo más de confianza se mojó sus dedos chupándoselos y fue a frotarse encima de su surquito, donde debía estar su clítoris. Su madre la observaba, sentada a su lado y de vez en cuando sus miradas se cruzaban y se sonreían, el silencio se podía cortar con un cuchillo.

  • Bien Melisa, haces lo mismo que hacía yo, eres demasiado... “suave” Tienes que poner un poquito más de entusiasmo y apretar más, sino ni te enteras.

  • ¡Ok mamá, probaré! Pero, oye, porqué no lo haces tú también y así te observo, ¿no? Me lo explicarás más didacticamente.

  • Pues ahora que lo dices, lo cierto es que hablar de masturbaciones y ver a otra mujer corriéndose me ha despertado cierto apetito.

Clara se puso de pié y desabrochándose su falda de vuelo, pasó a deshacerse de sus braguitas de encaje, sin duda muy monas. Su sexo, con un Monte de Venus algo abultado se mostró imponente ante su pequeña, lo tenía con el bello recortado, pero aún así su pelo negro lo cubría, eso si, lo tenía afeitado por las ingles y bien recortado por encima de su rajita, por lo que podía apreciarla bastante bien.

Tomó asiento y abriendo sus piernas mostró su chochete en todo su esplendor a su hija, al igual que ya le recomendara se chupó los dedos y su mano experta se hizo unos frotes preliminares. Se notaba que ya sabía lo que hacía, a diferencia de la inexperta Melisa.

Melisa observó los labios de su madre, sin duda eran mayores que los suyos. Cuando se lo acarició estos empezaron a arrugarse ya moverse, abriéndose ligeramente.

  • Vaya mamá, tú chochete es también es... impresionante.

  • ¡Gracias hija, aunque yo ya no lo tengo tan bonito como tú! Mira estas pieles que me sobre salen, son los labios y después de dar a luz y bueno después de los años y el sexo pues se me han quedado así.

  • Vaya, tampoco es para tanto mujer, a mi me parece bonito -le quitó hierro al asunto-. ¿Te lo frotas todo en general?

  • Hombre me gusta acariciarmelo de arriba a abajo y al revés, aunque luego notarás que en la parte de arriba, donde está el clítoris es donde más placer se siente, pero si me toco por todos sitios -dijo Clara mientras ilustraba su explicación con suaves movimientos.

  • ¿Y te metes los dedos?

  • Bueno, yo si, aunque como tú eres virgen, eso podría dolerte. En mi caso ya no tengo problema.

  • ¿Te puedes meter uno?

  • ¡Vaya Melisa, sí que me estas pidiendo cosas hija! -sonrió su madre.

  • ¡Oh perdona me estoy poniendo muy impertinente verdad! -sonrió Melisa.

  • No importa hija, lo haré, mira me lo chupo primero y luego despacito para adentro. Ves, entra suave y una vez ahí lo puedo mover despacio adelante y atrás y mientras tanto con la otra mano sigo acariciándome el clítoris.

  • ¡Ah vale, qué bien lo haces mamá!

  • ¡Vaya, pues si, deben ser los años de práctica! -rió su Clara, lo que veo es que tú te tocas muy suave, eso va bien al principio, pero luego tienes que hacerlo con más energía, ¡que no se te va a romper hija! -la espoleó dándole ánimos.

Melisa imitó los movimientos de su madre y sintió algo más. La verdad es que tenerla de profesora sexual le ayudaba mucho y con su complicidad tampoco se sentía cohibida. Por su parte Clara siguió acariciándose su vulva, mientras esta se hinchaba y crecían sus labios, hasta su clítoris, Melisa se dió cuenta como la piel cercana hasta cogía color y se ponía un poco más oscurita

  • ¡Cómo vas! -se interesó Clara.

  • Mejor mamá, me estás ayudando mucho, ahora siento unas... cosquillas que antes no sentía tan intensas.

  • Eso indica que vas bien, sigue así, que a mamá también le está gustando -confesó ella echándose un poco para atrás en el respaldo de su silla mientras sacaba el culo más hacia afuera del asiento.

  • Por cierto mamá, alguna vez lo has hecho con otras mujeres.

  • Te refieres ha hacerlo... No hija, yo no soy de esas -reprochó su madre no entendiendo bien la pregunta.

  • No mamá, me refiero a masturbarte, como hacemos ahora -aclaró su retoño.

  • ¡Ah era eso! Pues bueno, un verano fui al pueblo y allí lo estuve haciendo algunos días con la prima Berta. Ella era menor que yo y también la enseñé como a ti.

  • ¡Qué bien, soy tu segunda alumna! -se jactó Melisa traviesa.

El ambiente era muy relajado y distendido, por unos momentos se concentraron en sus masturbaciones y los gemidos y respiraciones profundas aumentaron. Aunque Melisa sentía mucho más que al principio, no llegaba a nada más especial. En cambio su madre parecía muy excitada y gemía y jadeaba con regularidad.

Clara también comenzó a acariciarse sus pechos, liberándolos de la camisa que llevaba puesta, desabotonándola.

  • ¡Ves Melisa, se me olvidaba algo! Acariciarte los pechos también ayuda a la excitación, prueba a mojarte los dedos y frotarte los pezoncillos, o cogértelos con el índice y el pulgar así... -le explicó a su primogénita.

  • ¡Claro mamá, también nos lo dijo la sexóloga y ya no me acordaba.

De modo que Melisa también se levantó su camiseta y se acarició sus pechos desnudos bajo ella.

De nuevo el silencio se impuso entre las dos. Melisa intentaba concentrarse, pero no lo conseguía, en lugar de eso lo que hacía era observar a cómo se tocaba su madre.

  • Oye, mamá, ¿y no echas de menos el sexo? -le preguntó reanudando la conversación.

  • Si, a veces, pero bueno los hombres valen para lo que valen hija, y lamentablemente tu padre ya me lo demostró cuando me dejó por otra más joven -le recordó su madre.

La verdad es que aquello le dolió profundamente, desde entonces no había sido la misma. Melisa los sabía, aunque era su padre y a ella la quería y no había dejado de visitarla cuando le tocaba o de pasar unas vacaciones con ella. Desde ese punto de vista su madre tampoco solía hablar mal de él.

  • ¿Cómo es hacer el amor mamá? -volvió a insistir Melisa tras otra pausa.

  • Bueno, la verdad es que está bastante bien hija, sobre todo si quieres a la otra persona, al principio cuando nos enamoramos tu padre y yo lo podíamos hacer hasta dos veces en un día y repetir todo el fin de semana. Es lo mejor...

  • ¡Si, oh, tiene que ser fantástico!

  • Tú no estarás pensando en acostarte con alguien, ¿no? -se alarmó de repente su madre.

  • ¡No mamá qué va, ni por asomo! -exclamó Melisa aún más escandalizada-. Era sólo por curiosidad. La verdad es que no me está gustando mucho mamá, no se qué me pasa.

  • Tranquila, es normal las primeras veces -dijo su madre mientras seguía acariciándose suavemente su vulva..

  • ¿A ti te está gustando mamá?

  • No se, la verdad es que es distinto a cuando estoy yo sola. Y también como eres tan preguntona, pues como que no me viene la inspiración...

  • ¡Lo siento! -se lamentó Melisa.

  • No te preocupes, no pasa nada. Te animo a que sigas intentándolo, verás como poco a poco vas consiguiendo sentir más cosas.

  • ¡La verdad es que es un fastidio, porque tengo ganas de sentir placer! -espetó Melisa con cierto enfado infantil.

  • No desesperes Melisa, todo llega -trató de consoltarla.

  • Si, pero no sé, tal vez si tú me enseñaras cómo se hace lo aprendería mejor.

  • ¿Enseñarte yo, cómo?

  • No sé, tú lo haces tan bien, seguro que si me indicas cómo tocarme lo logro mejor.

Clara sintió un poco de vergüenza por lo que le pedía su hija, pero ya se sabe, por una hija cualquier cosa así que se levantó y se sentó en la cama, con la espalda pegada al cabecero.

  • Está bien, ven aquí a la cama, echate sobre mi y yo te moveré tus manos encima de esa cosita tan preciosa que tienes, así tienes que aprender hija.

  • ¡En serio lo harás, bien! -exclamó Melisa saltando sobre la cama con su típica vitalidad.

Tumbadas la hija sobre la madre, esta tomó sus pequeñas manos y las aproximó a su flor conduciéndolas con las suyas propias. Apoyando sus dedos sobre los dedos de Melisa le acarició las ingles, y los muslos provocándole cosquillas.

  • Venga ahora chupate bien la mano si hace falta lámela, pero que esté bien húmeda -le ordenó.

Melisa lo hizo remilgadamente así que Clara tuvo que enseñarle ha hacerlo. Tomó su mano y la lamió profusamente con su lengua.

  • ¡Mira así!

  • Jo mamá esto es un poco asqueroso.

  • ¡No te quejes que lo hago por ti! -la reprendió ligeramente.

Su mano ahora entró en contacto con su coño, frotándolo suavemente en círculos, guiados por la mano experta de Clara. Poco a poco la presión fue en aumento, también daba pasadas de abajo arriba y viceversa.

  • ¡Jo mamá eso me gusta!

  • ¡Otra cosa más Melisa, no quiero oír ni una palabra, cayadita te concentrarás mejor!, ¿vale? Nada de preguntas -la hizo callar.

  • Vale... -dijo Melisa sintiéndose algo coartada, pues ella era así, no podía parar de hablar todo el rato.

De manera que el silencio reinó y los suaves frotes de su madre fueron metiendo a Melisa en situación. Luego sintió como con la mano libre su madre comenzó a acariciarle los pechos, suavemente con dos dedos le capturaba los pezones, los pellizcaba y los hacía girar. Esto notó que le gustaba mucho.

Sintió ganas de animarla y decirle que le estaba gustando pero prefirió callar y seguir sus instrucciones.

A los cinco minutos aquello era otra cosa Melisa sentía algo allí abajo, algo que no sabría describir con palabras. Una sensación muy agradable, a pesar de las caricias un tanto bruscas para ella que le hacía su madre, pero poco a poco con cada frote sentía que aquellas sensaciones se iban incrementando.

Finalmente se dieron cuenta que los dedos de Melisa sólo estorbaban por lo que Clara le dejó la mano a un lado y se concentró en su chochito a flor de piel con sus propias manos.

Aquello fue el acabose. Melisa empezó a gemir como nunca había pensado que podría hacerlo, su cuerpo, fuera de si comenzó a retorcerse, estirándo las piernas y moviendo los brazos en torno a sus muslos, por un lado quería tocarse en su chochito, pero por otro sentía que era mejor que siguiese su madre.

Apenas en unos minutos sintió como si se le nublara la vista y a partir de ahí cerró los ojos, era como la bajada en la montaña rusa, cuando se te corta la respiración. Se tensó como un arco de cedro y soltó su flecha en forma de alarido desgarrado, apretando las uñas en los muslos de su madre.

Finalmente se relajó y en el amoroso abrazo materno comenzó a dormirse. Clara lo notó y suavemente se quitó del cabecero y dejándola caer sobre la cama le puso las braguitas como hacía cuando era pequeña, aunque ahora en realidad era ya una mujer completa, con su primer orgasmo ya alcanzado.

  • ¡Cómo pasa el tiempo, parece que fue ayer cuando te cambié el último pañal! -dijo en un susurro.

Clara se encaminó a la puerta del dormitorio, allí giró la cabeza por última vez para echar un último vistazo a su ya durmiente hija y apagó la luz.

Cuando llegó a su cuarto notó que la calentura que le había provocado la masturbación a su hija era tremenda. Tenía su experto coño rebosante de jugos, tanto que algunas gotas habían resbalado por sus muslos o habían acabado en su ano.

Se tumbó y se zambulló con sus dedos en él, recorriéndolo y acariciándolo por todos los rincones. Se metió un dedo y lo chupó, saboreando sus jugos. Para otras mujeres esto sería algo asqueroso, pero a Clara no le importaba era su cuerpo y lo amaba, le gustaba el olor de su coño caliente y el sabor de sus jugos, así que disfrutaba haciendo cosas como esta.

Siguió penetrándose con sus dedos al tiempo que se frotaba su gordo y excitado clítoris, y en poco tiempo se retorció de gusto, tensándose como ya había hecho antes su hija, sintiendo un placer enorme, como ya no recordaba que podía sentir en sus masturbaciones solitarias.

¿Tendría que ver lo había hecho con su hija esa noche? ¿Sería lesbiana y hasta ahora no lo había descubierto.


Despertares fue una obra que quedó inconclusa en mi disco duro, pero he decidido publicar los capítulos que escribí para compartirlos así con el lector. Quien sabe si llegaré a terminarla algún día, mientras tanto, si te ha gustado el relato, tal vez te gusten mis obras terminadas... puedes leer sus primeros capítulos aquí, haciendo clic en mi nombre de autor.