Despertar placentero - por Lince

Un grupo de autores de TR hemos decidido escribir una serie de microrelatos como ejercicio. Esperamos que sean del agrado de los lectores.

Me desperté muy temprano, mientras mi esposa dormía plácidamente tras la agradable velada con nuestros invitados. Amanecía, salí a sentir y oler la brisa fresca de un día veraniego. Estaba apoyado en el quicio de la puerta de la casa cuando Ana, sigilosamente, llegó junto a mí. Vestía un camisón de tirantes de finísima tela que escasamente tapaba sus braguitas. Bajo la tela, el fresco hizo que sus pezones se irguiesen. La brisa le provocó un escalofrío y se abrazó a mi brazo, aplastando su pecho contra mí, buscando mi calor, rozándose y apretándose contra mí. Mi brazo había quedado entre sus pechos, a lo largo de su cuerpo con mi mano rozando su muslo. Quedé inmóvil un instante hasta que ella apretó un poco más su abrazo. Mis dedos comenzaron a moverse, acariciando el interior de su muslo. Ella contenía la respiración. Llegaron las yemas de mis dedos hasta sus braguitas, recorriendo su borde. Su respiración se agitaba. Mis dedos recorrían la prenda, suavemente, sintiendo el dibujo de la costura, apartándola lentamente hasta sentir los primeros vellos púbicos. Subieron mis dedos hasta la cinturilla, introduciéndose bajo la tela, acariciando su rizado conejito. Un movimiento suyo permitió que la palma de mi mano abarcase por completo su sexo que presionando levemente provocó la rigidez de su cuerpo. Las puntas de mis dedos sintieron su humedad al introducirse entre sus labios vaginales. Mi dedo corazón recorría el húmedo canal hasta colarse en el caliente agujero que ansiaba sus caricias. ¡Mmmm! Escuché mientras acariciaba su clítoris. Mis caricias resbalaban hundiéndose hasta que mi corazón se perdió en su interior. Ahogados gemidos acompañaron a un suave movimiento de sus caderas, favoreciendo el entrar y salir de mi lubricado dedo que se deslizaba desde su interior hasta su mojado clítoris. El ritmo de sus caderas se incrementó sintió un segundo dedo penetrándola, provocándole un pequeño bufido que se escapó de su boca mientras mordía suavemente mi hombro y sus uñas se clavaban en mi brazo. Mis dedos alcanzaron la máxima velocidad en el sprint final, hasta culminar con unos jadeos silenciados contra mi cuerpo. Aflojó el abrazo dirigiendo su mano a mi entrepierna, agarrando mi tieso pene con fuerza durante unos segundos mientras recuperaba el aliento. Tras besar mi hombro susurró "luego acabaremos" y se marchó.