Despertando con un maduro!

Bernardo me ayuda con la ducha... leer leer...;)

Desperté con la sábana pegada a mi cuerpo. En alguna zona hasta parecía arrancarme el vello de mi piel al separar la sábana. Quedé bastante impresionada de la efectividad del pegado. Completamente desnuda puse los pies en el suelo e hice un repaso exhaustivo del estado de mi cuerpo. Mentalmente no parecía dolerme nada, y físicamente estaba entera. Eso sí; desprendía un olor peculiar. Era entre pescado en mal estado y yogur en descomposición. Puse mis manos en mi cabeza colocando mi pelo a un lado. Tal cual estaba me levanté y entonces sentí las ingles como sí que estaban algo más castigadas, pero llegué sin problema a la ducha. Sentía mis pezones duros, ya que por las mañanas siempre refrescaba en esas montañas. Encendí el calefactor del baño y abrí el grifo de la ducha. Después de echar una mirada a mí cuerpo a través del espejo puse la mano debajo del agua: estaba helada. Espere un rato, pero nada; ese agua no se calentaba. Cogí una toalla, salí a la escalera y grité: -¿BERNARDO? -Dime, Alba. -Asomando su cabeza por la parte baja de la escalera.

-Bernardo, no sale agua caliente. ¿Es posible? Dije con la toalla rodeando mi cuerpo un poco más abajo de las axilas.

-Podría ser. La instalación es muy antigua y a veces hemos tenido problemas. Como es la habitación de invitados no tenemos un mantenimiento continuado.

-No pasa nada, tranquilo.

-No mujer, ve a mi habitación. Utiliza la de mi cuarto.

-¿Si?

-Por supuesto. Lo necesitarás.

Eso de lo necesitarás, estaba claro. Mi cuerpo estaba lleno de zonas blanquecinas. Restos de semen, ya reseco.

-Vale, muchísimas gracias.

Cogí mi neceser y fui hacía su habitación. Sería la segunda vez que entraría. La primera el día que me enseñaron la casa y esta la segunda. La habitación estaba iluminada por la claridad que entraba por la ventana. No hacía falta encender la luz.

Pasé a esa habitación con mucho respeto, el que le tenía a Bernardo y además porque entraba en su espacio privado. Pero como no es de extrañar mi sentido de cotilla me picó. Fui con cuidado de no hacer ruido y sigilosa para poder escuchar cualquier cosa que me alertara de que alguien podía venir. Abrí los armarios y la mesita de noche. En el cajón más bajo encontré la ropa interior. Pero mi olfato de detective o chafardera, no sé, me hizo que removiera cuidadosamente la ropa. Pero no había nada. En el segundo cajón, el central se podía ver alguna bufanda, y complementos de Bernardo; repetí la operación levantando las cosas de la superficie y descubrí unas cajitas. Dudé si seguir con mi investigación. Con sumo cuidado abrí una cualquiera y pude ver billetes. Así que como era un tema de dinero coloqué todo de nuevo y fui al cajón de arriba. Al abrir pude ver cables, y cosas de uso más cotidiano pero había una cosa que me llamó la atención. Lo cogí con dos dedos y cuando le dio la luz pude comprobar que efectivamente era mi tanga. El tanga que le di a Diego el primer día de viaje, solo llegar a Kiev.

Serán cerdos, pensé con esa sonrisa de incredulidad. Lo dejé en su sitio y me incorporé para ir a la ducha, tanto rato sin escucharse el agua de la ducha podía ser sospechoso. Así que me metí tras el cristal de la ducha. Abrí el agua y empecé mi ducha. Los cristales empezaron a empañarse debido al contraste de la temperatura. El agua empezó a caer por mi cabeza cuando me di cuenta que me había dejado la puerta de la habitación abierta. Cualquiera que pasara y mirara desde ella podría verme.

Pensé; total no verán nada que no hayan visto ya, y seguí con mi ducha mirando a la puerta como esperando que alguien apareciera. ¿Era masoquista? Pero en una de esas miradas, mientras me quitaba el agua de los ojos e intentaba ver bien tras los cristales me pareció ver que alguien entraba y mientras miraba detenidamente vi una silueta en la cama. Pase la mano por el cristal para ver tras lo empeñado y allí estaba Bernardo estirado en la cama mirándome tras los cristales.

-Bernardo, ¡joder que susto! Dije mientras el agua caía por mi espalda.

-Tranquila, me apetecía ver algo morboso. Solo me apetece verte. Nada más.

Con el corazón en la garganta y mi mano en el pecho, respirando a punto de darme un ataque, continué con la ducha, algo más tímida y un poco intimidada. No dejaba de haber un hombre mirándome.

Sí, vale, parecía una chica estrecha pero no me esperaba eso.

Con Bernardo no tenía tanta confianza como con Diego, para que estuviese observando cómo me duchaba. Solo llevaba un par de días en esa casa. Lo podía ver a través de la zona en la que había quitado el vapor de agua condensado. Me salía una sonrisa cada vez que lo veía allí. Me enjaboné y decidí que ese hombre siguiese idolatrándome. Así que movía mi cuerpo mientras me enjabonada. Pegué mis pequeñas curvas al cristal haciendo que Bernardo pudiese verme más claramente. Cerré el agua y ahora tocaba la parte más complicada. Salir y enfrentarme a él.

Pero, como siempre, me salió el don de putita que tenía. Me sequé por encima, para no gotear. Cogí la toalla pero solo me tapé colocándola apoyada en mi pecho con una mano. Todavía mojada salí de entre los cristales y fui al borde de la cama. Salí con una sonrisa juguetona que no podía evitar. Bernardo estaba con el rostro serio, pero imagino que feliz de verme allí. Entonces se rompió el silencio.

-Sabes, dicen que el sexo por las mañanas es muy bueno para la salud.

-¿Ah, sí? ¿También para la gente mayor?

-Por supuesto.

-Seguro que hay algún estudio que a partir de una edad es incluso peligroso.

-A mi edad dicen que es importante hacer deporte cada día. Y habrá que apochinchar la energía mañanera, ¿no crees?

Reímos con nuestros ojos conectados. Dejé caer la toalla y colocando mis rodillas en la cama gateé hasta apoyar mis manos en sus muslos. Acarició mi brazo y mientras yo le ponía carita de niña buena, con un gesto que nunca esperaría de Bernardo me agarró de la nuca, me acercó a su boca y me besó.

Caí encima de él y nos besamos intensamente. Pero al poco me soltó y pude recuperar mi posición con las manos apoyadas en la cama. Le miré muy provocativa y retrocedí unos centímetros para acariciar su polla por encima del calzoncillo. Pasé las palmas de mi mano por encima y la agarré, sintiendo lo dura y grande que la tenía. Acerqué mi cara y bese la punta por encima de la tela. Acomodé mis rodillas sentándome en los talones y sobé su polla. Me acerqué de nuevo a su boca y le di un pico.

-Déjame verte.

-¿Quieres verme?

-No deseo otra cosa. Me dijo entre pico y pico.

Me incorporé de nuevo y me puse a cuatro patas enseñándole mi culo y mi cuerpo. Di media vuelta, para quedar de espaldas a él. Se incorporó y su pecho se pegó a mi espalda. Besó mi hombro y sus manos agarraron mis tetas. Sus besos iban subiendo a mi cuello. Sentía mi pelo mojado quedarse pegado a la piel de Bernardo que solamente estaba con los calzoncillos. Mientras me sobaba las tetas y me besaba pasé mi mano por su cabeza, haciendo una escena muy sensual.

Pero las formas volvieron a dar un giro. Me empujó hacia adelante y mi culo quedó en pompa enfocado en su dirección. Y no podía ver nada, solo sentir. Sentí como su boca se pegaba a mi raja. Y no especifico más, porque fue así. Me dio un lametón que me dejó temblando. Su boca me comía entera. De arriba abajo, sentía su lengua pasar por todos lados. Sus manos apretaban mis muslos. Mientras respiraba muy cerca de mi coño dijo:

-Joder, no quiero que te vayas nunca.

Se me escapó la risa y noté que se estiraba, no me dio tiempo a reaccionar que me agarró por los pies y me llevo hasta su boca. Si, tal cual. De nuevo su boca devoraba mi coño en una postura en la que jamás había estado. Yo ahora me clavaba su polla en mi bajo vientre. Parecía no estar muy cómodo, por que detuvo sus lamidas y pude levantarme. Su polla estaba muy dura debajo del calzoncillo, así que me dispuse a liberarla.

Sus manos acariciaban mi espalda y sentí cómo el dedo gordo de una de sus manos acariciaba mi ano. Tenía que estar totalmente expuesto para él, ya que sentí mucho placer cuando su dedo se posó en la entrada. Supongo que con la misma baba que había dejado servía como lubricante. Pero esa posición no era nada cómoda para ninguno de los dos. Yo no estaba familiarizada con esa postura y Bernardo no era un gimnasta. Me estiré con un movimiento sensual haciendo como una serpiente. Pero Bernardo no parecía estar de acuerdo. Acomodó su cuerpo y me agarró de nuevo por las caderas acercándome a su cara. Ahora yo tenía las manos en la cama y mi culo quedaba más elevado. Parecía mucho mejor. Su boca lamía mi coño muy profundamente. ¡Qué delicia! Si él seguía así haría que tuviera uno de los orgasmos más rápidos de mi vida. Así que intervine.

-¡FOLLAME! -Le pedí imperiosamente, apartando mi culo de su cara.

Bernardo empujó mi culo hacía adelante y en esa misma posición buscó la entrada de mi coño con su polla. No le costó mucho penetrarme, ya que mi coño estaba empapado.

-OooOoOohhhhh… ooohhhhh… gemí muy profundamente.

Su polla de coló hasta el fondo. Yo estaba muy cachonda, lo sentía en cada movimiento, en cada acción. No podía parar de gemir y suspirar. Esa sensación era alucinante. Era la sensación de estar en una nube, de la que no quieres bajar nunca. La penetración no era muy intensa pero si delicada y jugosa. Bernardo cacheteó mis nalgas, pero no fue agresivo, fue más bien un incentivo más de placer. Entonces eso me activó y quería correrme, quería gemir con la polla de Bernardo dentro de mi coño. Puse los pies en la cama y tomé las riendas. Al colocar los pies en la cama su polla me penetró hasta el fondo, tan adentro que hasta a él le provocó un gemido. Estaba tan grande su polla que no pude aguantar toda dentro, me perforaba.

-Joder, está enorme. -Dije girando mi cabeza y mirando a Bernardo-. Dame muy duro… reviéntame.

-Culpa tuya.

Me incliné un poco hacia un lado y empecé a follarme la polla, cabalgándole. Bernardo me ayudaba con las manos. Yo saltaba bastante pero su polla no se salía. ¿Tan grande era esa polla? Pensé, mientras las manos de Bernardo acariciaban mi espalda. Cogí aire profundamente y coloqué los pies de nuevo en la cama para saltar encima de la polla de Bernardo, hasta que logré aliviarme. Conseguí que no me doliera tanto y alcancé a escuchar los gemidos de placer de Bernardo. Eso era lo que más me calentaba y motivaba para seguir follando.

Llegó un momento que solo se escuchaba mi culo chocar contra sus piernas y mis gemidos con unos decibelios bastante elevados. Pero no estaba en tan buena forma. Así que, casi agotada, me senté, empalándome completamente en su polla. Pero sin tiempo a respirar Bernardo me agarró de las tetas y con la polla dentro me estiré sobre su pecho. Así estirada Bernardo movía las caderas, pero era un hombre de casi 60 años. Tenía la energía escasa.

-Ooohhh…..ooOoOoohhhhHh!!!!

Agarró su polla y busco metérmela. Yo arqueé la espalda intentado facilitarle las cosas y agarrándome por la parte alta del culo empezó a darme duro. ¡Qué pasada! Iba a dejar a Bernardo agotado, pero no me importaba. Apoyé bien mis manos en la cama y con la espalda completamente arqueada sentía cómo los pollazos de Bernardo me daban un placer alucinante. Pero duró poco. Caímos sobre la cama. Bernardo me pudo boca abajo y mordió mi nalga.

-Aaaahhh!!! uUuUuummmm

Después de morderme y estando completamente boca abajo me abrió las nalgas y empezó a comerme de nuevo. Pero se centró en mi culo.

-Ooooooohhh. Yo llevaba un buen rato gimiendo, lo notaba en mi garganta.

Apoyé mis codos en la cama y mi culo se puso en pompa. Dio unas lametadas consistentes y me recorrió las nalgas, espalda, hombros hasta de nuevo encarar su polla en mi coño. Estando a cuatro patas seguimos follando. Me agarró de la barbilla y tiraba de mi hacía él. Eso me encantaba.

-OoOhHhhh DIOOOSSS….OOOOHHHH….COMO ME GUSTA. No podía parar de gemir.

Sus dos manos en mi garganta le hacían tener más impulso para chocar contra mí.

-Joder, me voy a correr, dijo.

Sus manos agarraron las caderas y al notar esa fuerza contra mí, esa energía desprendiéndose de su polla se convertía en puro placer para mi coño. Llevé mi mano a mi clítoris y casi no hizo falta que me tocara, solo con saber que iba hacía allí empecé a convulsionar. Mis manos perdieron la fuerza y caí con la cabeza en la cama. Los pollazos de Bernardo no disminuyeron creo que lo contrario, pero yo estaba en el cielo, solo pude percibir que Bernardo se había corrido porque se detuvo con la polla dentro de mi coño agarrándome las nalgas. A los pocos segundos cayó en la cama, derrengado, igual que yo. Le miré y estaba empapado en sudor. Lo vi agotado, suspirando, medio asfixiado, pero complacido. Me acerqué a él apoyándome en su pecho.

-Ahora tendrás que volverme a duchar.

No soy mucho de hablar cuando acabo de follar, pero ese hombre me creaba tanta curiosidad, que no podía parar de mirarle y preguntar.

-¿Es verdad eso que has dicho?

-Buuufff… ¿el qué?

-Que no quieres que me vaya.

-¡Ahh! Nunca miento en esas cosas. Me apretó una nalga con su mano y me besó los labios.

Quedé completamente loca con sus palabras. Bernardo se metió en la ducha y fui tras de él. Nos duchamos juntos y bajamos a desayunar.

Nos lo habíamos ganado." Llegué a mi habitación después de la ducha con Bernardo. Me gustó porque llegué desnuda, como si estuviese en mi casa. Abrí mi maleta y tenía claro que me iba a poner unas braguitas que solamente cubrieran mi coño y deje caer encima un vestido de tirantes para cubrir mi cuerpo, sin ponerme sujetador. Bajé a la planta baja con el teléfono y tranquilamente me puse estirada en el sofá. Cerca del sofá estaba Bernardo leyendo un periódico, con un café. -¿Te apetece un café, piccola?

-Estoy bien, gracias. Sonreí con cara bonita.

Levanté mi mirada del móvil para mirar a Bernardo, allí estaba él, tan sereno como el primer día que lo vi. Me volvía loca esa madurez y serenidad que desprendía. Sonreí recordando el pedazo de polvo mañanero que me había dado. Y no dude:

-¿Sabes? creo que Diego me ha traído aquí como un regalo para ti.

-¿Por qué piensas eso?

-Porque lo tenías clarísimo desde el primer día. Y no has dudado en los siguientes. Has ido a por mí a tumba abierta.

-Quizá pude oler ese aroma que desprendes. Y supe qué camino tomar.

-Ahhhh, ¿y crees que ese era el camino correcto?

Dejó de mirarme y siguió leyendo con calma.

-¿Y tú de que tipo eres? Pregunté, para sacarle de su silencio.

-¿A qué te refieres? piccola.

Me levanté sonriendo con cara de niña “buenmala”. (Si “BUENMALA” es cara de niña buena pero medio sonriente, ¿sabéis?

Me puse a su lado y levantó la mirada. Nos miramos y agarré el diario haciéndolo a un lado. Me senté justo sobre su polla apoyando mi espalda en su pecho. Coloqué de nuevo el diario en sus manos, me sentía como una niña pequeña en sus brazos. Su barbilla se apoyó en mi hombro. Su barba pinchaba pero su aliento me agradaba.

-Eres de los que cuidan a la chica después de follársela, ¿no?

-Por supuesto. Eso es esencial.

-Por eso estoy enganchada a ti.

Empecé a mover mis caderas encima de su polla. La respiración de Bernardo cambió instantáneamente.

Mis manos fueron a buscar las suyas, que antes sujetaban el periódico, y las acaricié ligeramente. Giré mi cabeza para ver su cara ya que su respiración no era nada normal. Mis caderas no se estaban quietas, con movimientos sensuales para excitarle. Bernardo puso su nariz debajo de mi nariz e inspiró.

-Aaaaaahhh… piccola. Eres increíble, susurró bajito, mordiendo mi hombro.

Empecé a notar su polla en mi espalda y no dudé en meterle mano. Bernardo no dudo en facilitarme la faena y liberó su polla de la cárcel de su pantalón. La agarré y mi idea no era soltarla a corto plazo. Bernardo también tomó cartas en el asunto y mi vestido parecía más una camiseta y mis braguitas ya estaban por los muslos, casi en las rodillas.

-¿Cómo estás tan mojada? Si acabamos de follar.

-Por eso mismo. Dije con la voz suspirando. Porque no quería acabar.

Me agarró por debajo de los muslos y me subió un poco más arriba, para encarar su polla en la entrada de mi coño. Mientras nuestras miradas coincidían su polla se iba colando poco a poco en mi coño. Nuestros labios quedaron a escasos centímetros pero parecí no encontrar el agujero.

-Aaaaaaajjhhjjjj… gemí cuando al fin su verga se coló dentro de mi coño.

Los movimientos eran lentos, suaves, delicados. Me encantaba como follaba ese hombre.

-Quiero ver tu cara, zorrita.

Saqué su polla de mi coño apoyando mis manos en el sillón, me quité las braguitas con rapidez, las arrojé al suelo, y me puse encima, a horcajadas, de nuevo frente a él, mis manos enganchadas a su cuello, nariz con nariz.

Estábamos hechos el uno para el otro y empezamos a follar al unísono. Me sacó el vestido y me puso las manos en mis mejillas apartando el pelo de mi cara. Me acercó a su boca y me besó mordisqueando mis labios. Se incorporó haciendo movimientos más cortos y seguidos. Su cabeza se posó en mi pecho.

-Eres la mejor mujer que se ha follado esta polla. No cambies, quiero verte por aquí alguna vez más.

-Sí, puedes estar segura Bernardo. Me voz salía entrecortada.

-Anda, piccola, chúpamela.

Me arrodillé, agarré su polla con la mano y llevé mi boca a sus huevos. Los lamí, los sentí y los disfruté. Miraba esa polla brillante por mi flujo mientras le daba lametones cortos, pero intensos. Llegué a la punta y la besé. La besé como si recogiese esa nata que queda derretida en un helado. Sin detenerme, abrí mi boca y sujetando la polla con las dos manos por la parte baja comencé a chupar. Fue una mamada tranquila, con mucha pasión y dedicación.

Pero me hizo parar y cambiamos los sitios. Bernardo se arrodilló y yo me senté con el culo en el borde del sillón. Se amorró a mi coño y selló mi rajita con su boca. Sentía por eso cómo su lengua se movía entre mi coño. Tenía una vista de mis abdominales tensos y mis pezones duros. Mis piernas se abrían y cerraban. Ya no lo controlaba, eran los espasmos que me creaba Bernardo. No tardé en poner mis manos en su cabeza para ser yo quien llevara el control de mi orgasmo. Me corrí en nada con su boca en mi coño. Creo que tiré demasiado de su pelo, ya que lo dejé completamente despeinado.

Quedé completamente espatarrada mientras Bernardo se acercaba a mí de rodillas. Me agarró por la espalda y me besó de nuevo. Eran besos que me derretían. Su polla correteaba por mi coño. Sentí como agarraba su polla y se pajeaba arrodillado contra mi coño. Su polla rozaba los labios mayores y yo gemía de placer.

-Dios, mío. Dios mío! Gritó Bernardo. No paraba de pajearse con solamente el capullo dentro de mi coño. Yo estaba exhausta en el sillón boca arriba, a su merced.

-Sííí…sííííí. Siguió gritando, hasta que metió de golpe su polla en mi coño, y se corrió en mi interior.

Mientras sentía su leche caliente entrar en mi coño, cerré los ojos y Bernardo cayó encima. No teníamos nada de energía. Dos polvos mañaneros en menos de una hora.

Estábamos locos.

Yo, al menos por él, sí." Ahí lo tienes, zorrilla. Te quiero, mi putita. EmojiEmojiEmojiEmojiEmoji En viernes, 26 de febrero de 2021 15:08:02 CET, Margarita Tusquella ritagrita00@hotmail.com escribió: Mi vida, me he inspirado con la extensión del polvo con Bernardo despues de la ducha. Quieres echarle un vistazo, por favor? Esta parte iria a continuación de la última que me correjiste. recuerdas? Llegué a mi habitación después de la ducha con Bernardo. Me gustó porque llegué desnuda, como si estuviese en mi casa. Abrí mi maleta y tenía claro que me iba a poner unas braguitas que solamente cubrieran mi coño y deje caer un vestido de tirantes sin ponerme sujetador para cubrir mi cuerpo. Bajé a la planta baja y tranquilamente con el teléfono me puse estirada en el sofá. Cerca del sofá estaba Bernardo leyendo un periódico con un café

-¿Te apetece un café piccola?

-Estoy bien, gracias. Sonreí con cara bonita.

Levanté mi mirada del móvil para mirar a Bernardo, allí estaba el tan sereno como el primer día que lo vi. Me volvía loca esa madurez y serenidad que desprendía. Sonreí recordando el pedazo de polvo mañanero que me había dado. Y no dude:

-Sabes, creo que Diego me ha traído aquí como un regalo para ti.

-¿Porque piensas eso?

-Porque lo tenías clarísimo desde el primer día. Y no has dudado en los siguientes.

-Quizá pude oler ese aroma que desprendes. Y supe qué camino tomar.

-Ahhhh, ¿y crees que ese es el camino correcto?

Dejo de mirarme y siguió leyendo con calma.

-¿Y tú de que tipo eres? Pregunté.

-A que te refieres, pequeña.

Me levanté sonriendo con cara de niña “buenmala”. (Si “BUENMALA” es cara de niña buena pero medio sonriente, ¿sabéis?

Me puse a su lado y levantó la mirada. Nos miramos y agarré el diario haciéndolo a un lado. Me senté justo en su polla apoyando mi espalda en su pecho. Coloqué de nuevo el diario en sus manos, me sentía como una niña pequeña en sus brazos. Su barbilla se apoyó en mi hombro. Su barba pinchaba pero su aliento me agradaba.

-Eres de los que cuidan a la chica después de follársela, ¿no?

-Por supuesto. Eso es esencial.

-Por eso estoy enganchada a ti.

Empecé a mover mis caderas encima de tu polla. La respiración de Bernardo cambió instantáneamente. Mis manos fueron a buscar las suyas que sujetaban el periódico y las acaricié ligueramente. Giré mi cabeza para ver su cara ya que su respiración no era nada normal. Mis caderas no paraban de moverse con movimientos sensuales. Bernardo puso su nariz debajo de mi nariz e inspiró.

-Aaaaaahhh….pequeña. Eres increíble. Mordió mi hombro.

Empecé a notar su polla en mi espalda y no dudé en meter mano. Bernardo no dudo en facilitarme la faena y sacar su polla. La agarré y mi idea no era soltarla a corto plazo. Bernardo también tomo cartas en el asunto mi vestido parecía una camiseta y mis braguitas ya estaban por los muslos.

-¿Cómo estas tan mojada? Si acabamos de follar.

-Por eso mismo. Dije con la voz suspirando.

Me agarró por debajo de los muslos y me subió un poco más arriba. Para encarar su polla en la entrada de mi coño. Mientras nuestras miradas coincidían su polla se iba colando poco a poco en mi coño. Nuestros labios quedaron a escasos centímetros pero parecí no encontrar el agujero.

-Aaaaaaajjhhjjjj…gemí cuando se coló dentro de mi coño.

Los movimientos eran cortos, suaves, delicados. Me encantaba como follaba ese hombre.

-Quiero ver tu cara zorrita.

Saqué su polla de mi coño apoyando mis manos en el sillón y me puse a ahorcajadas de nuevo encima suyo antes quité mis braguitas de entre mis piernas con un movimiento sencillo dejándolas en el suelo.

Estábamos hechos el uno para el otro empezamos a follar al unísono. Me sacó el vestido y me puso las manos en mis mejillas apartando el pelo de mi cara. Me acercó a su boca y me besó mordisqueando mis labios. Se incorporó haciendo movimientos más cortos y seguidos. Su cabeza se posó en mi pecho.

-Eres la mejor mujer que se ha follado esta polla. No cambies, quiero verte por aquí alguna vez más.

-Sí, puedes estar segura Bernardo. Me voz salía entrecortada.

-Chúpamela anda.

Me arrodillé agarré su polla con la mano y llevé mi boca a sus huevos. Los lamí, los sentí y los disfruté. Miraba esa polla brillante por mi flujo mientras le daba lametones cortos pero intensos. Llegué a la punta y la besé. La besé como si recogiese esa nata que queda derretida en un helado. Sin detenerme abrí mi boca y sujetando la polla con las dos manos por la parte baja comencé a chupar. Fue una mamada tranquila, con mucha pasión y dedicación. Pero me hizo parar y cambiamos los sitios. Bernardo se arrodilló y yo me senté con el culo en el borde del sillón. Se amorró a mi coño y selló mi rajita con su boda. Sentía por eso como su lengua se movía entre mi coño. Tenía una vista de mis abdominales tensos y mis pezones duros. Mis piernas se abrían y cerraban. Yo no lo controlaba eran los espasmos que me creaba Bernardo. No tardé en poner mis manos en su cabeza para ser yo quien llevara el control de mi orgasmo. Me corrí en nada con su boca en mi coño. Creo que tiré demasiado de su pelo, ya que lo dejé completamente despeinado. Quedé completamente espatarrada mientras Bernardo se acercaba a mí de rodillas. Me agarró por la espalda y me besó de nuevo. Eran besos que me derretían. Su polla correteaba por mi coño. Sentí como agarraba su polla y se pajeaba arrodillada contra mi coño. Su polla rozaba mis labios y gemía de placer.

-Dios, mio. Dios mio! Gritó Bernardo. No paraba de pajearse con solamente el capullo dentro de mi coño. Yo estaba exhausta en el sillón boca arriba a su merced.

-Siii…siiiiii. Siguó gritando. Mientras sentí su leche caliente entrar en mi coño. Cerré los ojos y Bernardo cayó encima. No teníamos nada de energía. Dos polvos mañaneros en menos de una hora. Estábamos locos. Yo al menos por él si.