Despertando a eros

En un viaje de placer tropical, conocemos a una amiga, que disfruta con ciertas perversiones a las que es sometida, con la ayuda inestimable de sus amigas.

La vivienda que alquilamos era mediana, con dos dormitorios pequeños y uno de matrimonio que daba a un patio central con jardín, en la primera planta, dos baños, y en la entrada un salón-hall… Bueno, para los 500 € que habíamos pagado Vicente y yo, no estaba nada mal.

Salíamos de casa por la tarde, después de varias copas, como no, a cazar, mejor que cazar a recoger los conejos, porque, no hacía falta correr mucho para correrse lo que uno quisiera.

El primer día, a la salida del aeropuerto, se nos ofrecieron dos pibones para hacer de guías las veinticuatro horas, por muy poco dinero, servicio completo, nos reímos y las dejamos. Nuestra intención era ligar, sin pagar, así que con varias copas estábamos liados con dos mulatas en un pub de moda.

  • Si me das 50€, para comprarme ropa nueva, pasamos la noche juntos, mi amor. Me dijo Juani una hembra latina, morena, de labios carnosos, escote generoso y piernas torneadas, que había terminado hacía poco los estudios en un Instituto Preuniversitario Urbano. Mi dilema era que si era una fulana o una joven, que aceptaba regalos para vivir mejor.

Accedí, me fui con Juani al apartamento, dejamos la ropa en la entradita, nos bañamos y empezamos a jugar con las toallas, uno secaba al otro, puse la toalla en forma de u y le seque el chochito, resultó fácil ya que, lo llevaba completamente rasurado.

-Sin condón por favor, le pedí. Ella acepto, se arrodilló frente a mí y con su suave mano lo encaró a su lengua, que haciendo círculos en mi glande me hizo llegar casi al éxtasis. Suerte que paré a tiempo, es que me gusta retener el semen, Un poco tántrico si soy. Es que con cuarenta ,hay que cuidarse.

Ella sonrió, se acostó en la cama, se abrió de piernas y me pidió que si me quería comer una mariscada, yo acepte, ya que, me dije a mi mismo, sólo se vive una vez. Le pase la lengua por los labios mayores, circundé la entrada realizando lametones con la lengua, que introduje a modo de falo en su vulva y no la dejé hasta que ella llegó al segundo orgasmo consecutivo, ella me apartó la cabeza de su enrojecido sexo y así continuamos durante horas. Al final eyaculé, cosa que no suelo hacer, pierdo algo de libido.

Bueno, los polvos con medio fulanas no me importan mucho, pero si a la chica que conocí al lado de mi casa. En este término, no ponen bombillas rojas, para indicar los burdeles, dejan un pañuelo o bufanda de color lila colgado del balcón o de la ventana. Qué suerte, la casa de enfrente tenía uno, al percatarnos de ello, entendimos la entrada y salida de personas.

Después de una comida copiosa y de dormir la siesta como buenos patriotas, jajá, merendamos y nos dispusimos a conocer a nuestras vecinas, Un señor de unos 55 años salía, en el momento de nuestra entrada. Allí nos atendió Carmen, una madame rubia, de cuarenta y tantos, guapa pero ya, para nuestro gusto, mayor. Nos presentó a las seis chicas que trabajaban allí.

Me apetecía jugar y subí con dos señoritas, Ángela una latina muy alta, morena de pelo oscuro y muy largo, ojos marrones y un cuerpo estilizado. Ella dejaba ver un poco que era morena, y su amiga, o compañera sexual Ana, más bajita, rubia teñida y con más carne que la compañera.

-Como nos lo montamos, papi, los tres, preguntó la alta y las hice bañarse una, a la otra y luego las dos enjabonarme a mí. Al terminar yo estaba excitado y ellas sonrientes y juguetonas. Las hice acostar y abrir sus piernas, empecé a lamérsela a la morena y acariciar el bello de la falsa rubia, jugueteando con sus labios. Fue cuando la habitación se abrió y entró Raquel una pelirroja, de mediana estatura, de rostro agradable pero que le sobraba algún quilito que otro, sin desmerecer, el cuerpo femenino que tenía.

Yo, al verla detrás de la cama sentada y mirando, paré con mi sabroso trabajo y me inquieté.

-No te preocupes papi, ella sólo mira, es un poco rara, me dijo al oído Ana. Terminé con la lamida y me deje acariciar por las dos, subiendo a Ángela encima de mí, yo no controlé la eyaculación, estaba nervioso por la situación, la rubia abrió los labios y se sentó en mi boca. Yo exploté dentro de ella. Nos quedamos como un sándwich los tres.

  • Quieres que se marche la loca , me preguntaron y yo la deje que continuase sentada, tocándose…Me hicieron una escena lésbica, casi el setenta (69) y se despidieron de mí.

Me quede sólo con Raquel y hable con ella desnudo, casi se marcha pero la invité a que se quedará un rato y aceptó, me conto un poco su vida. Trabaja cocinado y limpiando el burdel, y le pone ser voyeur y también se excita con el dolor. Es una masoca reprimida.

  • Si quieres, cuando termines la jornada te puedes venir a mi casa, la de ahí enfrente, le dije entre risas.

A las 11 de la noche entró con un vestido azul y con zapatos de tacones muy altos.

  • Bueno cariño, me gusta la perversión si quieres ser humillada y torturada por mí, pasa por el contrario das media vuelta y regresas a tu casa de enfrente. Ella aceptó las condiciones y le hice firmar un contrato triple, que antes de empezar firmó y llevo una copia en un sobre cerrado a la madame. Por mi seguridad legal, de que había aceptado libremente el suplicio… Al regresar y entrar por la puerta, yo ya estaba en calzones y con una cuerda en la mano.

La hice desnudar, pero con los zapatos puestos, le ate los dos brazos detrás de la espalda, haciendo tocar cada mano con el otro codo. Le pedí que se pusiera de rodillas y abriera la boca al máximo, mientras que yo, a un palmo, le escupía dentro de la boca. Le hice enjuagarse la boca con aceite de bebe, para que estuviera la lengua más suave y se lo tragara todo al finalizar.

  • Ahora, me la vas a chupar de rodillas, hasta que tenga un orgasmo, no quiero que me saques la leche y para hacerlo más divertido te taparé la nariz, mientras me la chupas. Era un sueño que hacía tiempo deseaba realizar.

Ella, iba mamando hasta que se ponía roja y paraba, así una y otra vez, yo noté las convulsiones seminales, contraje el esfínter y paré con dificultad la corrida. Le pedí que me metiera esa lengua por el culo. Me puse de rodillas, con el pompis hacia fuera de la cama y ella me lo masajeó con su suave lengua. Al disfrutar y contener otra eyaculación la hice parar y le toqué el mojado chocho que tenía. Se lo sequé con un pañuelo de papel que, le hice tragar entero.

Cogí el celular y llamé a Ángela, al burdel de enfrente, la pobre estaba ocupada y se ofreció a venir Ana, por suerte o por desgracia, que con el conjunto de lencería sexi que llevaba, cruzó la calle y en cinco segundos estaba dentro de mi casa, eso sí, un poco acalorada.

  • Picarón, quieres jugar y le mostré como tenía a su amiga y ella sonrió.

  • Te va costar cara la noche y llegamos a un acuerdo, para mí ventajoso.

Desaté a la loca y yo, quería saber si se excitaba viendo como sufrían los demás y en especial, si eran los hombres o mujeres lo que más le ponía.

-Mira Raquel ahora me arrodillaré y se la voy a lamer a Ana, que le indique que se quitase toda la lencería, y ella con esta correa me irá azotando hasta que llegue al orgasmo ,-Ana. Eso hicimos, se sentó en el sofá, la falsa rubia, se abrió de piernas y yo me arrodillé y se la lamí durante unos minutos. Mi culo estaba rojo, de los golpes, yo movía la lengua sin cesar esperando excitarla al máximo,

-Ya, ya me vale papito me dijo Ana. Me acerqué a la loca, le pase el dedo por la vagina que estaba muy húmeda, por cierto. Sabía que le excitaba el suplicio de los demás, y le introduje nuevamente un pañuelo de papel, lo empapé y se lo hice tragar otra vez, mostrando ella, cara de disgusto.

  • Ahora quiero que sea al revés zorrita mía, le dije , les até los brazos a la espalda y será ella, Ana, la que me la chupe y yo la castigaré hasta que eyacule dentro de su boca. Les dije

Así que Ana, se puso a cuatro patas y se la tragó toda entera, a modo de cuevecita hasta que yo, ya requeté feliz se la saque de la boca y le dije que aún no me había corrido.

Ella protestó y me insultó con un serás gili. Se sintió engañada. Abrí un cajón y saqué una bola de castigo, que le ajusté fuertemente a su boca, ya se había terminado el lio, las quejas y más. A la loca le ordené silencio absoluto. Cogí dos cuerdas y amarré la base de cada pecho a cada una de las cuerdas, uniendo al final éstas. Subí de rodillas encima del taburete a la loca, pase la cuerda por encima de la cabeza de Ana, ella aguantaba a la loca para que no se cayese de encima de los taburetes, en los que ella se apoyaba de rodillas. También con las cuerdas atadas a los los pechos .

La enculé, en el sentido literal de la palabra, la muy desviada, no lo había practicado nunca, como tenía dificultad en entrar, le puse otra vez aceite en la boca y le pase el capullo para que lo engrasase. La hice llorar de dolor, yo desde luego me corrí dentro de su ano ensangrentado. No les dije nada, de mí disfrute.

Tome dos cuerdas y de la base de los pechos até los de Ana y uní las cuerdas. Del techo había una argolla por la que pasé una cuerda muy larga atada a una barra metálica. A cada extremo de la barra ate las cuerdas que sujetaban los pechos de ambas. Tiré de la cuerda hasta que quedo tensa y ellas un poco de puntillas. A modo de balanza, si una apoyaba los pies la otra se pondría de puntillas, para mitigar el dolor de los pechos morados que tenían las dos.

Yo Salí y fui a comprar a un supermercado cadenas y correas de perro, pero antes le quité un zapato de tacón a Ana, así la tortura parecería un baile.

Más de una hora las tuve, al entrar, la loca me insultó y yo las libere de la barra y de las ataduras, las podría haber lastimado permanentemente.

–Con bola o sin bola, le pregunte a Raquel, te voy a castigar y no quiero que grites.

Llorando, me suplico que le pusiera el bozal y les ate los collares perrunos a las dos. Acostadas juntas las dejé en la cama y así pasaron la noche. En la habitación del patio, serían las doce de la noche; no sin antes haber azotado en los pechos, en las nalgas y en la vulva a Raquel, unas veinticinco veces.

Serían las tres de la madrugada, cuando entro Vicente, con una moza mulata, tipo brasileña, rozaría los dieciocho añitos. Se metieron en su habitación, con mucho ruido, me despertó, yo, me levanté y fui a por mis dos perritas y las puse de rodillas delante de la puerta de mi amigo. Llamé a la puerta y se asomaron los dos y se quedaron bastante asombrados.

-Estas dos fieras os guardaran esta noche, así que disfrutad la noche tranquilos, les dije.

  • Perrita Ana, ponte a cuatro patas y con mi pene dentro de la boca, lo empezarás a chupar sólo cuando te hayas corrido, porque Raquel como una perrita, te va a lamer el chocho hasta que te corras, entonces empezaras con mi mamada. Yo me senté en la silla y empecé a pellizcar los pezones de mi putilla con fuerza, le recordaba a ella, que la podría castigar hasta que eyaculase en su boca y eso, es lo que íbamos a hacer, por fin. Con lágrimas en los ojos empezó a chupar, no sé, si ella había llegado al orgasmo o no, pero yo me vacié como desde hacía mucho tiempo.

Nos levantamos los tres y las puse juntas y metí un dedo índice en cada coñito, no sé cuál de los dos estaba más mojado.

-Me voy a acostar, cuando amanezca te vas, sobrinita Ana, le dije , a tu hogar.

  • Claro papito, me contestó con una sonrisa.

-Raquel, cuando ella salga, descansas unas horas que quiero entrenarte en orgasmos, pero será mañana por la tarde, esta noche, cuando te acuestes ponte este dildo anal de goma, así te irás entrenando y me fui a la cama dejando a las dos perritas de guardia a la puerta de mi amigo. Que bella imagen, cada una apoyándose de rodillas, una frente a la otra, las dos desnudas

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