Despejando dudas...

...Hubo un momento en el que el esfínter cedió ya definitivamente y el nabo entró sin más oposición, y en ese momento sentí, ¿cómo se suele decir?, como campanas. Fue tremendo, abrí la boca, sentí como la baba se me caía

Me presentaré: me llamo Daniel y soy un chico que vive en el sur de España. Tengo 19 años y, aunque tengo novia, la verdad es que tengo dudas sobre si también me gustan los chicos. Con mi novia ya he follado, me la ha chupado e incluso conseguí que me dejara follarla por el culo, aunque no le gustó demasiado. Pero cuando veo porno en casa, me encantan los pollones que se ven mientras follan a las tías. Tanto es así que ya hace algún tiempo que, por curiosidad, entré en páginas porno gays, y tengo que deciros que me gustan mucho más que las heteros… Me gustan mucho las mamadas que se dan los tíos entre sí, parecen mucho más reales, más de verdad que las que se ven en los pornos heteros, donde las tías chupan con mucho teatro pero, me parece, poco placer real. También me encantaban las folladas a pelo que se ven en esos vídeos gays, unas folladas tremendas, con esos nabos entrando en los culos sin dificultad alguna.

En fin, que estaba hecho un lío al respecto. Un día pensé que debería probar con un hombre, a ver si me aclaraba. Busqué en Internet en contactos gays, y tras varios intentos me decidí por un hombre de 30 años, al que le conté lo que me pasaba y me dijo que me podría ayudar.

Fui a su casa; iba bastante nervioso, para qué decir otra cosa. El hombre me recibió muy amablemente; tenía buena pinta; se veía que iba al gimnasio, pero sin estar demasiado musculado, una cosita normal. Era guapo y tenía unos ojos claros que me derritieron cuando los vi: siempre me han fascinado los ojos claros, tanto en mujer como en hombre.

El chico, que se llamaba Alfredo, me dijo que me sentara mientras iba por unas bebidas.

Alfredo volvió con unas cervezas, y empezamos a charlar.

--Mira, Dani, ¿te puedo llamar Dani?

--Sí, claro, Alfredo.

--Llámame Fredi, haz el favor.

--Vale, Fredi, dime.

--Mira, en sexo con hombres hay varias cosas que pueden demostrar si eres claramente gay o sólo un hetero curioso, que también podría ser.

Me quedé expectante.

--Mira, por ejemplo, la primera prueba es la del beso.

Se acercó a mí, hasta quedar nuestras cabezas a unos centímetros.

--Es muy importante, Dani, que te dejes llevar, que olvides tus inhibiciones, y que hagas lo que te apetece en ese momento, cuando sientas mis labios en los tuyos, ¿vale?

Asentí, la mar de  nervioso.

Acercó sus labios a los míos y empezó a besarme. Yo, fiel a lo que me había dicho, me dejé llevar: abrí la boca y noté su lengua caliente y húmeda en mi boca. Al principio me pareció algo raro besar una boca de hombre, pero enseguida noté como me excitaba, y yo también me sumé al enroscamiento de lenguas… Estuvimos así un ratito, ambos nos besábamos con total entrega, sin ninguna inhibición, cada lengua en la boca del otro, buscando hollar otros territorios. Noté en mi bragueta que mi polla se ponía dura  por momentos.

Fredi se retiró de  mi boca.

--Mira, la primera prueba confirma que te gustan los tíos. Los hombres que son tibios se dejan hacer, pero no participan. Tú has metido tu lengua en mi boca y me la has comido con ansia. Eso sólo lo hacen los hombres a los que les gustan los hombres…

Vaya, parecía que iba por buen camino. Lo cierto es que me había gustado mucho sentir cómo me comía la boca y respondí como me apetecía en ese momento, participando a tope en aquellos besos que me habían puesto a cien.

--La segunda prueba es la de la mamada.

Aunque me lo esperaba, lo cierto es que me puse más nervioso. Ésa era una de las cosas que más me gustaban ver en los pornos gays, y siempre me imaginaba que era yo el que chupaba esos nabos enormes.

Fredi se abrió la bata que llevaba puesta, y apareció un nabo bastante considerable, ya casi totalmente erecto; se ve que él, con los besos, también se había puesto a tono.

--Dani, aquí tienes este rabo; como verás, es bastante grande, y en cuanto te lo metas en la boca, se pondrá aún más grande y duro. Si quieres comértelo, es decisión tuya. Lo que sí te digo es que, como con el beso, lo que debes hacer es lo que te apetezca; aunque no tengas experiencia mamando, haz lo que te guste hacer.

Me incliné un poco para verle la polla más de cerca. Era muy bonita, circuncidada, con el glande grande y bien desarrollado y unas venillas azules que se le marcaban; el ojete del glande rezumaba precum.

No me lo pensé más y me metí el glande en la boca. Aquella primera impresión fue gloriosa: era un trozo de carne a la vez tierna y dura. Estaba húmeda, y el sabor del precum me pareció delicioso. Me la saqué de la boca un momento porque quería explorar aquella maravilla con la lengua. La saqué totalmente y empecé a lamer el glande primero, después los lados del pollón, que ya iba alcanzando proporciones llamativas. A ojo de buen cubero, calculé que podría medir en torno a 20 centímetros.

Tras lamer el rabo un rato, jugué con la lengua en el ojete del glande, que en esos momentos estaba expulsando un poco de líquido; noté como la polla de Fredi daba un respingo, como de gusto, e insistí un poco en lamer aquella zona tan sensible, justo debajo del ojete del glande. Después decidí que me apetecía conocer el sabor de los huevos del chico, así que tomé la polla con la mano y me dediqué a lamerle los cojones, que eran grandes y bien proporcionados; los tenía depilados, así que fue un gustazo pasar mi lengua por su escroto. Hubo un momento que estuve tentado de bajar un poco más y aplicar mi lengua en su ano, que estaba tan cerca y tenía una pinta estupenda, sin un pelito y con un agujerito que parecía pedir a gritos una lamida. Pero como estaba con la mamada de polla, lo dejé para después. El caso es que volví al nabo y me lo metí en la boca de nuevo. Ahora quería ver si era capaz, como había visto en algunos vídeos, de meterme aquella tranca entera en la boca. Empecé a engullir, hasta que el glande tropezó en mi campanilla y supe que hasta ahí había llegado, quedando fuera todavía casi la mitad de la polla. Pero, entonces, ¿cómo lo hacían los tíos de los vídeos? Recordé que en esos casos se veía como el cuello del mamador, en la zona de la nuez de Adán, parecía abultarse. Intenté hacer algo así, ahuecando la garganta. Hice un primer intento para meterme el  nabo dentro de la garganta pero chocó y no pudo ser; hubo un segundo intento también fallido, pero al tercero, aquel obús con forma de rabo se metió por fin entero en mi garganta. Sentía como si tuviera un elefante en la boca. El glande debía estar asomando a mi esófago. Entonces, casi suicidamente, intenté meterme aún más el nabo en la boca.

Tenía la cara congestionada por el esfuerzo, pero me sentía maravillosamente bien. Intenté chupar un poco, aunque los labios estaban abiertos de forma desmesurada y no podía hacer gran cosa. Tras unos momentos, y con dolor de mi corazón, me fui sacando la polla de la boca.

Fredi dijo:

--Dani, la segunda prueba superada más que de sobra. Sólo un tío al que le gustan mucho otros hombres es capaz de meterse entera en la boca una polla del tamaño de la mía.

Yo me seguía sintiendo muy excitado. En mis boxers mi propia polla estaba durísima.

--Ahora vamos a la prueba de la follada.

Glub, pensé, ahora me va a meter ese pollón por el culo, me va a destrozar.

--Ya sé lo que estás pensando, Dani, pero no te preocupes, haciéndolo bien no tiene por qué doler, al menos no demasiado. Desvístete y túmbate boca arriba sobre la moqueta, así es más morboso.

Lo hice, con un resto de pudor que hizo que, cuando me quité los boxers, me girara para que Fredi no me viera cómo mi nabo estaba totalmente erecto.

Vi una sonrisa en su boca, como diciendo, a buenas horas…

Me tumbé en la moqueta, boca arriba, como me había dicho, y abrí las piernas todo lo que pude.

Fredi se inclinó sobre mí, y tomó una crema que tenía sobre la mesita. Se puso un poco en los dedos y poco después me la estaba restregando por el ojete de mi culo.

--Verás como esta crema te relaja.

Efectivamente, el tacto de la crema y los dedos que, uno tras otro, me iba metiendo Fredi, consiguieron que mi ano virgen se abriera bastante. Fredi llegó a meter hasta tres dedos, momento en el que decidió que ya estaba bien.

--Ahora, Dani, como en las otras pruebas, recuerda: haz lo que te apetezca hacer, sin inhibiciones de ningún tipo.

Se colocó sobre mí, me sujetó las piernas por las rodillas con sus manos, con lo que mi culo se puso aún más en pompa. Aplicó su polla un momento sobre el ojete de mi culo, y empezó a meterla poco a poco. Al principio no me dolía apenas, pero conforme iba entrando, noté como mi esfínter se negaba a alojar dentro del culo algo tan grande.

--Me duele, Fredi, me duele--  le dije, con la cara contraída por el dolor.

--No te preocupes, Dani, lo haremos lentamente, para que te acostumbres.

Se salió un poco de mi culo, pero después volvió poco a poco, despacio pero cada vez más adentro. El dolor era soportable, así que no dije nada. Hubo un momento en el que el esfínter cedió ya definitivamente y el nabo entró sin más oposición, y en ese momento sentí, ¿cómo se suele decir?, como campanas. Fue tremendo, abrí la boca, sentí como la baba se me caía… Notaba ya la polla dentro de mi culo, cada vez más adentro, y entonces hice lo que me dictaba el deseo: con mis manos me cogí las cachas del culo, y tiré de ellas, abriéndomelas, para permitir que el nabo entrara más adentro, cuanto más adentro mejor.

Fredi, ya con el campo libre, empezó un metisaca cada vez más fuerte. Sentía su nabo entrando y saliendo de mi culo y se me saltaban las lágrimas del placer. Estaba calentísimo, y entonces hice algo que necesitaba hacer: con una de mis manos eché mano al rabo de Fredi y lo rodeé mientras me follaba. Necesitaba sentir con mi mano como entraba aquel vergajo en mi recién conquistado culo. Sentir su vergajo en mi mano mientras me follaba me produjo una dosis extra de placer.

Fredi continuó así un rato, hasta que decidió que ya debía parar. Se salió entonces de mi culo y me dejó, por qué no decirlo, como huérfano. Lo miré, suplicante, pero enseguida me lo explicó:

--Dani, estamos haciendo las pruebas correspondientes, ya llegará el momento de terminar por todo lo alto.

Se sentó en el sofá de nuevo, y yo hice lo  mismo, aunque al sentarme noté cuánto me dolía el culo.

--Mira, la prueba de la follada ha sido superada con creces. Hay dos cosas que delatan hasta qué punto es maricón un hombre: uno es que cuando te estén follando, te abras las cachas del culo con las manos para que entre más la polla, y la otra es agarrar el  nabo que te está  jodiendo para sentir con la mano como entra en tu culo. Tú has cumplido las dos.

Me quedé sorprendido. Así que dos cosas que me habían salido espontáneamente eran dos de las señales de la homosexualidad de un hombre… Realmente estaba siendo un encuentro muy provechoso.

--Bueno, pues vamos a la última prueba, la de la corrida.

Lo miré, expectante, aunque me imaginaba por donde iban los tiros.

--Vamos a ver, Dani, colócate tumbado en la moqueta, boca arriba.

Así lo hice. Él se colocó encima de mí, a horcajadas, colocándome la polla, que estaba bien dura, sobre mi cara.

--Ahora, Dani, voy a correrme. Lo voy a hacer sobre tu cara, salvo que me digas ahora que no quieres, en cuyo caso ya habremos terminado. Pero, si quieres, me correré sobre tu cara. Tú decidirás qué hacer cuando me empiece a correr. Como en anteriores ocasiones, recuerda que la clave está en dejarse llevar por lo que te gustaría hacer, sin inhibiciones.

Yo tenía sobre mí, a apenas unos centímetros, el pedazo de pollón de Fredi. Por la posición, el glande quedaba más o menos sobre mi nariz. Empezó a pajearse para provocar la corrida. Pensé, qué es lo que me gustaría hacer. No tuve que pensarlo mucho, la verdad. Abrí la boca, saqué la lengua y me moví un poco debajo de Fredi para que su glande quedara justo encima de mi boca.

Los jadeos in crescendo me anunciaron que Fredi estaba a  punto de correrse… Levanté la cabeza para acercar la boca lo más posible a la polla de Fredi, hasta situarla justo debajo de su glande, quizá con un centímetro de distancia que no pude cubrir. Así estaba cuando un tremendo churretazo de leche me entró como un misil en la boca; la abrí aún más, para que nada se quedara por el camino, y después fueron otras seis eyaculaciones las que fueron depositándose en mi boca, una tras otra. En principio las fui manteniendo sobre mi lengua, hasta que me di cuenta de que empezaban a chorrearme por los lados, así que me tragué un poco para dejar hueco. Entonces, conforme a lo que me había dicho Fredi, hice lo que me apetecía: atrapé el nabo con mi boca llena de leche y empecé a chupárselo; del ojete de su glande aún salían algunas gotas, que yo fui tragándome junto con el resto del semen que llenaba mi boca. Así estuve un rato chupándole el rabo, hasta que me tragué toda la leche.

Fredi me miró, con la cara aún roja por el placer, y me dijo:

--Dani, la prueba ha sido superada con creces. Sólo los muy maricones son capaces de recibir en su boca toda la leche de su amante y de tragársela mientras se la siguen chupando.

Se levantó y me dijo.

--Bueno, la verdad, Dani, creo que has superado cum laude todas las pruebas. Como en el chiste, eres maricón, maricón, maricón. Puedes seguir si quieres con tu novia, pero lo que de verdad te gusta es esto, chupar pollas, que te follen y tragarte la leche de tus amantes.

Lo miré a los ojos y supe que decía la verdad. Y, ¿sabéis una cosa? En ese momento me di cuenta de que lo que había hecho con mi novia no me había producido ni una centésima parte del placer que me había procurado Fredi en aquella sesión.

--Gracias, Fredi, se suele decir como una fórmula de cortesía, pero en este caso puedo decir con toda rotundidad que ha sido un placer…

Cuando llegué a casa llamé a mi novia y quedé con ella. Le dije que ya no estaba enamorado y que debíamos romper. Lloró y eso, pero tenía muy claro que no quería seguir con aquella pantomima. Desde entonces me he hecho de un grupo de amigos con los que, de vez en cuando, practico sexo a tope. Pero esa será otra historia…