Despedida de soltera de mi prima

la despedida de soltera cambio sus planes.

Despedida de soltera de mi prima.

Esta es la continuidad de mi relato "El viaje de los sueños de nuestra infancia".

El tiempo pasó, y desde que conocí a Lorena en Punta Cana y la hospedamos con nosotros después de que su ex - novio, con quién había ido la dejase abandonada allí, nunca más me separé de ella. Después de dos meses de noviazgo, pasó a vivir conmigo. Y al cabo de un año y medio de relación, nos casamos por la iglesia, en una gran fiesta.

Mi hermana Carol seguía viviendo con nosotros, aunque en una casa que hay en el jardín de nuestro chalet. Seguía sin novio, y por capricho del azar, un día sin quererlo, pasó a formar parte de las relaciones sexuales entre Lorena y yo. Ellas se llevaban muy bien, y eran como hermanas, se contaban todo, compartían su ropa, los cuchicheos y todo lo que entre mujeres se refiere. Zaira seguía participando de nuestra casa, aunque nunca llegó a enterarse de los escarceos amorosos que surgieron en ella. Siempre pegada a Carol, como habían pasado su infancia, también formó parte de la buena relación entre mi mujer y mi hermana.

Zaira conoció a un chico en la universidad. El año que terminó, cuando contaba con 22 años, acordaron casarse después de que él, un buen hombre a mis ojos, serio, trabajador, honesto y de buena familia, le pidiese el matrimonio al estilo antiguo, pidiéndole la mano de su hija a mi tío.

La semana antes de la boda, se hicieron las respectivas despedidas de solteros. Como era normal, los hombres fuimos a cenar y luego a una casa de citas, o puticlub, como quieran llamarlo. Casi todos follamos con putas, y el que más, Bruno, el novio de Zaira.

Las mujeres, que la hacían al día siguiente, tenían preparado también un espectáculo con un bailarín después de la cena. Por desgracia para mí, mi hermana ofreció nuestra casa para la fiesta. Con lo mal que me sentía después de una noche loca de folladas y alcohol, solo me apeteció quedarme encerrado en mi habitación. Lorena y Carol se prepararon allí. Ambas estaban preciosas, con vestidos parecidos, diferentes de color, pero que las hacía más bellas aún. Cuando se marcharon a recibir a las invitadas, unas pocas la verdad, me dejaron allí encerrado. Estaba preparado para una larga sesión de cine y mi portátil con internet inalámbrico por si me aburría de tanta película.

Desde abajo, se oían voces femeninas hablando y riendo a todo gas. - Tantas mujeres juntas es peligroso - pensaba yo.

Cuando terminé de ver la segunda de mis películas, tuve la necesidad de ir al servicio. Puesto que tenía mal el de mi habitación, salí y fui al del pasillo. Solo iba en slips, ya que allí arriba no debía haber nadie, y desde abajo, no me podían ver.

A medida que me acercaba al servicio, sentía el lloro de una mujer. Se entremezclaba con las voces provenientes de abajo, pero estaba seguro que ese lloro estaba cerca. La puerta del baño estaba entreabierta. Pasé y la cerré cuando encontré a Zaira llorando, sentada sobre la taza del wc.

  • ¿qué tienes, preciosa? – pregunté arrodillándome frente a ella.
  • Dios, es que no sé qué hacer. – decía entre sollozos.
  • Pero, ¿a qué te refieres, Zaira? – volví a preguntar entregándole una toalla para que secara sus lagrimas.
  • Es que no sé si debo casarme o no. No estoy segura. Lo quiero, pero no sé si quiero pasar la vida junto a él. – respondió.

Para intentar cambiarle la cara, solo se me ocurrió decirle.

  • Pero para eso existe el divorcio, cariño.

Fue peor el remedio que la enfermedad. Sus llantos se acrecentaron en sus ojos.

  • Eso es lo que no quiero. No quiero casarme y separarme de pronto.
  • Bueno, si no estás segura, no te cases. Si quieres, yo mismo se lo digo a Bruno y a tus padres. Cuenta conmigo para lo que sea.
  • No sé qué hacer, primo. No tengo ni idea. – contestó abrazándome.

Su abrazo fue muy efusivo. Sus pechos firmes y duros, escotados como siempre, se apretaban contra mí. Sin quererlo, alojé mis manos en su culo. Le apretaba fuerte sus nalgas y ella se dejaba llevar. Separó su cabeza de mi hombro y nos quedamos mirando. Sus labios se pegaron a los míos, y nuestras lenguas empezaron a buscarse, desesperadas.

Mis manos seguían recorriendo sus nalgas, apretadas por el vestido que llevaba. Levanté un poco el vestido, y enseguida noté la desnudez de su culo. Recorría mi espalda con sus manos, sin separar sus labios de los míos en ningún momento. Abarqué sus nalgas con mis manos, restregándolas bien por todo su esplendor. Zaira había llegado al mío, y lo apretaba como yo se lo hacía a ella. Pero no estuvo mucho tiempo haciendo, ya que enseguida pasó sus manos a la parte delantera, separando un poco su vientre del mío, y metiendo las manos entre nuestros cuerpos para alcanzar mi polla, que ya se ponía dura de excitación. Las metió bajo los slips y sacó mi órgano reproductor fuera de él. Dejó de besarme para ponerse lentamente de rodillas, y sin dejar de mirarme, atrapar con su boca mi polla. Sus primeras chupadas fueron súper excitantes. Casi me corro con la punta de su lengua rozando mi glande. Desde mi posición, fui dejándole caer el vestido, desprendiéndole las asillas del vestido y dejando al descubierto sus pechos, que fue a donde dirigí mis manos, agachándome un poco para alcanzarlos. Ella chupaba y yo manoseaba sus tetas. Pequeñas pero apetecibles para cualquiera. Dejó de lamerme la polla y regresó frente a mí. Su vestido había desaparecido en el suelo, y dejaba su cuerpo semidesnudo, solo tapado con el micro tanga que llevaba puesto. Besé sus tetas para luego chuparlas y mordisquearlas, mientras ella seguía pajeándome suavemente con sus manos. Ahora me arrodillé yo frente a ella. La senté en la taza del wc y abriendo sus piernas y separando su tanga, para luego terminar de quitárselo, comencé a comerle el coño. En su monte de venus sobresalía una fina hilera de vello, que lamí para luego llegar directamente a sus labios y saborearlos. Apoyó sus piernas abiertas en mis hombros y de dejó caer sobre la pared. Mi lengua recorría toda su rajita y aprisionaba su clítoris con cada chupada que le daba. Sus primeros jugos comenzaban a aparecer y se mezclaban con mi saliva. Su sabor era maravilloso. Llevaba tanto tiempo esperando follarme a mi prima, que no sabía por dónde iba a empezar.

Me levanté del suelo, y agarrándola por una mano, la llevé hacia la puerta. Giramos y se quedó ella pegada a la puerta. La cogí por la cintura y la subí sobre mí. Envolvió mi cintura con sus finas piernas y la deje caer hasta que la cabeza de mi polla toco la entrada de su coñito. Entró despacio, y cuando ya la sabía dentro, empujé, haciendo que sonara su primer quejido de placer. Ella permanecía pegada a la puerta con la espalda, agarrada a mis hombros y yo la sujetaba por la cintura, para que subiese y bajase, sacando y metiendo mi polla todo lo que podía de su coñito. La besaba para que no se oyesen sus gemidos y nadie nos descubriese, pues no queríamos que eso pasase.

El que la ha realizado, sabe que esa postura cansa mucho, y por lo tanto, tuve que bajarla. Se apoyó a modo de cuatro patas frente al lavabo, mirando el espejo. Me coloqué detrás de ella, y se la clavé nuevamente por el coño. Le apretaba las tetas mientras me la follaba desde atrás, y ella me miraba con una carita de perra, mordiéndose los labios, a través del espejo. Su orgasmo no tardó nada en llegar. Mordiendo una toalla que cogió a su lado, gritó y sufría espasmos que nunca antes había visto.

A mí me faltaba muy poco. Ella fue la que me pidió comerme la polla y hacerme correr así. Y justo cuando se arrodilló de nuevo frente a mí, la voz de mi hermana resonó desde la otra parte de la puerta.

  • Zaira, ¿estás bien?
  • Sí, sí, no te preocupes. Ya termino. Es que me encuentro un poco mal. – respondió desde el suelo.

La puerta hizo el ademán de abrirse, pero el pestillo estaba echado, ya se había encargado ella antes.

  • Bueno, no tardes, que tenemos una sorpresa para ti. – dijo mi hermana desde fuera.
  • Sí, enseguida bajo.

Se me pusieron los huevos de corbata. Pensé que entraría y nos vería allí: Zaira de rodillas y yo ofreciéndole mi polla para chupar. Pero no. Se fue y seguimos con lo nuestro.

Zaira se metió la polla en la boca y lamió y chupo todo lo que quiso. También se la pasó por sus pequeñas tetas a modo de paja turca, aunque no eran suficientes para ello, pero el roce de sus pezones y su lengua a la vez, avivó de nuevo mi corrida. La llevó nuevamente a su boca y chupando al compás que me pajeaba con la mano, brotaron los primeros chorros de leche que alojó en su boca, tragándoselo todo lo que a continuación salió. Mi polla salió reluciente de su boca, como nueva y abrillantada.

Ella se vistió y dándome un beso en la boca, se dispuso a marcharse a toda prisa.

  • Gracias primo – dijo
  • Gracias a ti. Piensa en lo que hablamos antes. Cuenta conmigo para lo que sea y si no quieres casarte, no te cases. Yo te apoyo en lo que tu decidas.

Asintió con la cabeza y se marchó, cerrando nuevamente la puerta. Me duché y regresé a mi habitación.

Al día siguiente, Carol y mi mujer me comentaron que Zaira les había comunicado que quería posponer la boda. No dije nada de que ya lo sabía, pues no quería que me interrogasen y me hice el sorprendido.

Fui a casa de mi tío y él también me lo dijo. Bruno estaba allí hablando con Zaira y al parecer, no la convenció. Él se marchó y Zaira apareció para decirnos que había acabado con él, y que por favor, parásemos todo lo que concernía a la boda. Y así empezamos a hacer.

Después del almuerzo, Zaira pasó por mi casa. Allí hablamos los dos solos, y me convenció que yo no tenía nada de culpa por lo que había sucedido, simplemente, que había comprendido que Bruno no era el hombre que ella quería para pasar el resto de su vida.

Todo continuó igual que siempre, y a día de hoy, con 28 años, Zaira sigue sin casarse, aunque por ahora no ha encontrado el amor de su vida.

Por cierto, seguimos manteniendo encuentros esporádicos entre los dos, aunque cada vez menos, pues mi mujer está todo el día en casa cuidando de los gemelos que nacieron de nuestro amor.

FIN.