Despedida de soltera

Soy tímida pero mi psicóloga me indujo a concurrir a la despedida de soltera de mi amiga para descargar mis frustraciones sexuales.

DESPEDIDA DE SOLTERA.

Una amiga se casaba y decidimos con las chicas despedir su soltería festejando en un boliche nocturno donde luego de la cena se realizaba un espectáculo de strippers.

En el lugar, aparte de los bailarines, solo se permitían mujeres que, como rezaba a la entrada, estuvieran dispuestas a divertirse y gozar con los hombres que integraban el staff, seleccionados todos por sus condiciones y atributos físicos.

Soy tímida y dudé en ir pero la insistencia de Marisol y por no hacerle un desplante a mi amiga resolví acompañarlas.

Los preparativos y los comentarios no me dejaron muy tranquila. Sabiendo que no tenía mucha experiencia con los hombres y mi cortedad de carácter, me hacían el centro de todas las chanzas. Mi psicoanalista me convenció para que fuese pues me iba venir bien recomendándome que enfrentara todos mis temores.

El sábado llegó y me vestí para la ocasión con una blusa blanca y una pollera a las rodillas, que dejaban a la vista mis magníficas piernas que elogiaron todas. Se extrañaron por mi indumentaria, no estaban acostumbradas a verme así vestida. El busto se insinuaba y despertó más de un comentario intencionado. Había vencido el primer escollo, mi timidez, y me mostraba desenfadada. Estaba asombrada por mi audacia.

Todas estaban espléndidas y locuaces, parecía que nos habíamos liberado de nuestros tabúes. Cenamos y bebimos en abundancia y comenzamos a mostrarnos procaces en nuestras expresiones. Yo me desconocía, estaba exultante y seguía a Zulema y Susana que por efectos del alcohol no cesaban de dirigir palabras con doble intención a todas las chicas incitándolas a participar de la velada. No estaba acostumbrada a beber tanto champán, y cuando comenzó el show apenas me mantenía en pié. Las luces y el humo de la sala creaban un ambiente psicodélico. Me sentía desinhibida y feliz.

Aparecieron los stripers y mientras bailaban se fueron desnudaron quedando solo con un slip diminuto apretado, que no hacían más que resaltar el bulto en su entrepierna. El cuerpo de todos ellos era magnífico. Sus músculos trabajados y su juventud los hacían deseables para una noche de sexo y desenfreno.

Hicieron subir al escenario a la novia y a varias más, hasta que en un momento ante el requerimiento de mis amigas, uno de ellos me levantó en vilo de la mesa y me llevó al escenario. La música acorde con las circunstancias, creaban el ambiente para la liberación de los instintos más ocultos. Mercedes la novia, les rogó que la respetasen cuando uno de ellos le acarició los pechos, pero entre risas y murmullos las chicas la instaron a continuar, pues era su última oportunidad antes del casamiento Zulema se quitó la blusa y ofreció sus pechos firmes diciendo que si la novia no quería, ella no se perdería semejante bombón. El striper, ni lerdo ni perezoso le tomó firmemente los senos y los comenzó a besar y acariciar. Zulema comenzó a gemir de placer y se levantó la pollera dejando ver su tanga blanca.

Se produjo un descontrol generalizado, parecía que todas estuviesen esperando el puntapié inicial. Susana se dirigió a otro y previo despojarlo del slip tomó su verga y comenzó a mamarla. Varias no se quedaron atrás y hacían cola para participar. Yo miraba atónita esa orgía gigante. Algunas insistieron en que la novia tuviese una experiencia completa previa a su casamiento, pero Mercedes, incómoda se negaba lloriqueando. Me sentí mal por el momento que vivía mi mejor amiga y se los hice saber en voz alta, y entonces Silvana, aprovechando la oportunidad, propuso que yo me sacrificase y ocupase su lugar. Me puse pálida y traté de disuadirlas pero fue imposible, parecían que todas se habían puesto de acuerdo y gozaban con ver a la monjita tímida y retraída en una situación semejante.

Varias seguían disfrutando de la orgía y al ver a una pareja participando de un trío con el striper, me liberé y presa de una calentura inusual me dirigí a ellos, los separé y tomé decididamente un rol protagónico. Me arrodillé y con mis manos atraje la verga a mi boca. Era enorme y yo la puse rígida y palpitante de deseo. El resto de las mujeres aplaudía y vivaba cada acción. Yo estaba abstraída y continuaba con mi misión para salvar a mi amiga. Pero eso duró unos segundos. Comencé a gozar con esa verga descomunal. La pasé por mis tetas y levanté la blusa. Mario me las chupaba y mordía sabiamente los pezones.

El público femenino deliraba. Mario me colocó sobre una silla me abrió de piernas y me enterró su maravillosa verga hasta los testículos. Yo jadeaba y gemía de placer. Sentí como las paredes de la vagina se dilataban y recibían el lechoso semen de su eyaculación. Me arqueaba para hacer más íntimo el contacto y le pedía más. Tuve dos orgasmos ruidosos mientras una mujer se acercó y trató de apartarme para ocupar mi lugar., pero Mario no se lo permitió.

Me colocó de bruces y me enterró la pija por detrás. La mujer, que según supe después se llamaba Liliana, se colocó por delante de mí apoyada en una mesa, se quitó la pollera y se abrió de piernas ofreciéndome la concha.

Excitada como estaba no lo dudé. Sorbí los jugos de esa hembra caliente y con mi lengua jugué desde el clítoris hasta la raja que separé con mis dedos y le produje gemidos y estertores de placer al desencadenar varios orgasmos seguidos. Fue maravilloso, jamás pensé que podía haber participado en una orgía semejante, y me asombré al comprobar las fantasías de muchas mujeres que se hicieron realidad en esa noche de alcohol, sexo y desenfreno.

Munjol hugolobbe@ciudad.com.ar