Despecho, Noche Loca e Incesto: cóctel inusual.
Una joven madre verá como su idílica familia se va a la basura, con el corazón roto; una tormenta se abate sobre su casa, y mientras tanto, su hijo enamorado de ella cederá a los impulsos "perversos", perdiendo el juicio por la lujuria. Una historia de pasión con desenlace inesperado...
“Al clavar a mi madre con mi verga, se me olvidaron todos los remordimientos y los temores…”
Siempre me sentí atraído por mi madre, y desde que se me despertó la sexualidad solo podía verla con ojos lascivos; me sentía culpable y avergonzado, pero no podía evitarlo, me la pasaba admirando su cuerpo con morbo y todos los días me masturbaba con ella… no sé cuántas pajas le dedicaba a mi mamá cada día en mi dormitorio, soñando con follármela.
Y es que mi madre siempre fue una mujer muy bella; era más o menos alta para ser mujer, con 1,73 de estatura. Tenía una complexión un tanto atlética, con un cuerpo hermoso, en forma e incluso escultural; unas bellas piernas, largas y tonificadas. Unas tetas que, aunque no eran enormes, eran bastante grandes y firmes; un culo bonito, más o menos grande y bien formado. Su piel blanca y suave, su cabello de color marrón oscuro, liso y sedoso, que llevaba largo hasta los hombros; sus ojos, de color avellana, preciosos. Su rostro de rasgos relativamente finos, con un cierto toque tosco (aunque muy leve); era bastante bonito. En conclusión, para mí era una mujer muy hermosa, sobre todo para ser madre.
Kelly, que así se llama mi madre, se casó con Phill, mi padre, cuando ambos estudiaban en la universidad; no mucho tiempo después nací yo, cuando mi madre tenía 20 años de edad. Mucha gente se sorprendían cuando los veían juntos por primera vez, porque aunque mi padre no era precisamente feo tampoco era muy atractivo y además era un hombre de personalidad mansa y gris, un poco tonto para algunos; pero su sorpresa era menor cuando trataban a mi madre, pues no era la típica mujer que por ser muy bella es muy segura de sí misma e incluso hasta arrogante, sino que por el contrario era sorprendentemente tímida, dulce, ingenua y hasta torpe o tonta, como si fuera una chica que hubiera crecido acomplejada por ser un patito feo. Mucho tenía que ver con el hecho de que sus padres hubieran sido muy estrictos y sobreprotectores, y que ella fuera una chica muy estudiosa y nerd, con la nariz siempre metida en los libros.
Mis padres formaron una bonita y clásica familia americana o estadounidense de clase media alta; ambos obtuvieron buenos empleos después de graduarse, y se las arreglaron para que yo no fuera un inconveniente a pesar de ser un niño pequeño. Cuando yo tenía seis años nació mi hermana menor, Jennifer; y así se completó la familia, y vivíamos en una bonita casa de los suburbios. Pero nuestra maravillosa vida dejó de serlo cuando llegó la crisis económica; mi padre perdió su empleo bien pagado, por los recortes en la empresa, y entonces se sumió en la depresión. No llevó bien el hecho de que su mujer conservara su trabajo, mientras él se quedaba en la calle y no conseguía un nuevo empleo. Mi padre siempre había sido un hombre demasiado bueno, un “pan de Dios” como quien dice; pero al dejarse llevar por la depresión se alejó de su familia y sobre todo de mi madre, y se encerró en sí mismo. Su personalidad se fue haciendo triste y un tanto hosca; y comenzó a hacer tonterías, hasta que finalmente terminó teniendo una aventura con una excompañera de trabajo y mi madre lo descubrió.
Mi madre estaba muy herida y aunque, por su personalidad, no armó escándalos ni gritó ni destrozó cosas, si peleó con mi padre a su manera; ambos estaban muy afectados y decidieron que lo mejor era darse un tiempo, para pensar sí lo intentaban o se separaban definitivamente. Así que mi padre se marchó de casa y mamá se quedó con nosotros, sus hijos. Y ahí fue cuando se inició el camino que me llevó al placer…
En ese entonces yo tenía 16 años, y al marcharse mi padre y yo quedarme con mi madre, mis fantasías sexuales se dispararon; y un día hubo un incidente que estimuló más mis morbosos deseos.
Resulta que yo me encontraba en el baño y me disponía a darme una ducha, y ya me había quitado toda la ropa; y mi madre, que estaba apurada por llegar a una cita de trabajo y se le había hecho tarde, y sin saber que yo estaba en el baño, vino corriendo a bañarse y abrió la puerta sin pensarlo…y así fue como me vio totalmente desnudo, con mi pene medio erecto (pues estaba pensando en ella, como siempre que desnudaba) … Ella pegó un grito, con gesto de horror y sorpresa en la cara; y yo, sobresaltado, también grité y me cubrí el pene con las manos…Ella se dio la vuelta y salió del baño corriendo, pidiéndome perdón en voz alta.
Aunque en su momento fue incómodo, aquello lo que hizo fue estimularme más el deseo incestuoso por mi madre; cada vez que venía a mi mente el recuerdo del incidente, de cómo estuve totalmente desnudo con mi pene descubierto, frente a mi madre, y como ella estaba vestida solamente por una bata de baño (como la que usan en los spas), una bata debajo de la cual no tenía nada… pues me imaginaba acercándome a ella, abriéndole la bata y quitándosela para dejarla desnuda, y después penetrándola con mi pene, follándomela en el suelo del baño…
Me acordaba del rostro de mi madre cuando me vio el pene, sus ojos abiertos como platos y su boca abierta, con un rictus de escándalo y horror; y entonces fantaseaba con que yo, en vez de taparme la verga, me hubiera ido encima de ella y la hubiera echo mía. Ni que decir que me pajeaba más que nunca…
Un poco más de un mes después del incidente fue que estalló todo… fue una noche que mi madre salió con algunas amigas para intentar distraerse de sus problemas, de la situación con mi padre, y encontrar consuelo en ellas. Mi hermana aprovechó para irse a la casa de una amiga, a una pijamada; y yo me quedé solo en casa, estudiando para unos exámenes. Era alrededor de la medianoche cuando mi madre llegó a casa, yo estaba viendo televisión y oí ruidos en la puerta de entrada de la casa, como sí alguien intentara abrirla y no pudiera; por un momento me alarmé, pensando que quizás fuera un ladrón, pero antes de que hiciera nada para averiguarlo, oí el timbre de la puerta y la voz de mi madre llamándome a través de la misma.
Enseguida fui a abrirle, extrañado y un poco preocupado pues no entendía porque no abría ella con su llave; pero apenas abrí la puerta entendí el por qué…
- ¡Ah, hola Kevin! ¡No podía abrir la puerta, no sé qué le pasa a la condenada llave, je je! – me dijo con una voz rara en ella.
Y es que para mi sorpresa mi madre estaba borracha, y su aliento alcohólico me bañó el rostro; ella no solía tomar, solo en ocasiones sociales se tomaba algunas copas, nunca muchas, pues ninguna bebida alcohólica le gustaba demasiado y odiaba el estar ebria. Pero esa noche evidentemente se había pasado de copas, seguramente estimulada por su depresión, por la tristeza por sus problemas…
Una de sus amigas la había traído a casa y estaba en su auto esperando a que ella entrara; cuando me vio tocó la corneta y me saludó con la mano desde el coche, y viendo que su amiga estaba bien arrancó y se fue.
Mi madre entró caminando de forma insegura y casi tambaleándose; se detuvo y de pronto temí que vomitara, pero entonces pareció que iba a perder el equilibrio y corrí a sujetarla.
- ¡Gracias Kevin! ¡Éstas condenadas sandalias me están matando! - dijo mi madre, refiriéndose a las sandalias de tacón alto (de tipo aguja) que llevaba puestas.
Entonces apoyó una mano en mi hombro y con la otra mano se quitó una de las sandalias, y luego la otra; ya descalza caminó hasta el sofá y se dejó caer de espaldas en él, acostada boca arriba.
Yo la admiraba pensando que se veía más hermosa que nunca; tenía puesta una falda ajustada que le llegaba hasta poco más arriba de las rodillas, una blusa un tanto escotada y sin mangas, y una elegante chaqueta.
- ¡Ven Kevin, hazme masaje en los pies, que los tengo adoloridos por esas malditas sandalias!
Me acerqué y ella levantó las piernas para que yo me sentara en el sofá; entonces puso las piernas sobre las mías, y yo puse mis manos sobre sus lindos y finos pies, y comencé a hacerle masaje en la planta. No era la primera vez que lo hacía, pero por lo general era mi padre quien le hacía los masajes después de un duro día de trabajo; aunque eso parecía que era cosa del pasado…
Ella estaba encantada con mi masaje y me alabó alegre por ello; me di cuenta que cada vez hablaba con más incoherencia y que realmente estaba muy ebria, pero yo lo que estaba era excitado acariciando los pies de mi madre y contemplando sus hermosas piernas de cerca. En un momento dado le sugerí que se fuera a dormir, pues veía que se estaba adormeciendo por la ebriedad y por la relajación que le producía el masaje. Ella me hizo caso, pero al ver que seguía caminando insegura decidí acompañarla para que no se fuera a caer por la escalera que llevaba a la segunda planta de la casa, donde estaban los dormitorios.
Entramos al dormitorio matrimonial y ella se quitó la chaqueta y la arrojó al suelo; y luego mi madre se tiró a la cama. En ese momento yo debí marcharme y dejarla solo, pero no pude; desde que era niño no había tenido la oportunidad de estar a solas con mi madre en su dormitorio, y menos viéndola tendida en la cama, y estaba embelesado contemplándola…
-Mamá, ¿vas a dormir con la ropa puesta? ¿No te vas a cambiar? – le dije, no exento de malicia.
- ¡Ayúdame querido, no puedo desvestirme solo!
Ansioso y loco de excitación, comencé por ayudarla a quitarse la blusa…o, mejor dicho, se la quité yo. Vi entonces sus sostenes, sus sujetadores, de encaje negro; unos sujetadores de tipo push up que resaltaban sus hermosos pechos. Sentía mi piel caliente, un hormigueo que recorría mi cuerpo, y noté como me temblaba el pulso; nunca había estado tan cerca de mi madre, al menos de esa manera, como muchas veces había soñado en mis fantasías. Me sentía culpable, por una parte, pero por otra quería seguir adelante; quizás nunca volvería a tener la oportunidad de ver a mi madre desnuda.
Así que con mis manos temblorosas y ansiosas bajé el cierre de la falda de mi madre, y despacio se la saqué por las piernas; mi madre en su ebriedad se dejaba hacer y sin saber muy bien donde estaba, aceptaba gustosa que yo la desnudara. Al quitarle la falda me puse más cachondo, al ver que mi madre llevaba puestas unas sexys bragas negras de tipo hilo dental, con apenas un finísimo hilo por detrás, que se hundía en lo más profundo de la raja de su culo, haciéndose invisible y dando la impresión de que no tenía nada puesto; y por delante la prenda era semitransparente, dejando medio ver su coño. Con lo recatada y “tontita” parecía mi madre, la gente no se imaginaría que fuera aficionada a la lencería sexy; yo sí sabía que la usaba, pues a veces agarraba a escondidas su ropa íntima cuando estaba sucia para olerla y pajearme… pero no era lo mismo que vérsela puesta.
Yo estaba a millón, sintiendo que me iba a estallar el cuerpo de excitación; una voz dentro de mí me decía que ya vale, que aquello estaba mal, y que me detuviera y dejara las cosas así… pero el deseo me llamaba y me recordaba que no tendría otra oportunidad. Vacilante y muerto de miedo, me dispuse a desabrochar los sujetadores de mi madre; me costó un poco pues las manos me temblaban mucho. Pero finalmente logré hacerlo, y le quité con cuidado los sostenes a mi madre, liberando sus pechos de la prenda; al ver las hermosas tetas de mi madre, mi pene se puso duro como una roca…
Y ahí estaba yo, babeándome al ver las ricas tetas de mi madre, sus ricos y jugosos pezones, que coronaban esos senos bastante grandes que provocaba acariciar y apretar; yo estaba desquiciado de deseo y quería mamarle las tetas, apretárselas, pero tenía miedo de que ella reaccionara. Me estaba planteando entonces ir por mi teléfono móvil para tomarle unas fotos y así poder pajearme con ellas; pero entonces algo sucedió…
De repente mi madre se incorporó un poco y rodeó mi cuello con sus brazos…
¡Mamá…perdóname, no es lo que parece, solo estaba…! – exclamé asustado.
¡Ron, mi amor, has vuelto a mi… cuanto te echaba de menos! – replicó mi madre.
Yo me quedé de piedra, pues Ron era mi padre; en su borrachera mi madre pensaba que yo era su marido, mi padre…
¡No mamá… no soy…! – intenté explicarle.
¡Tranquilo cariño! No tienes que preocuparte… te perdono, te quiero mi amor, te echaba mucho de menos… - me contestó ella.
Antes de que pudiera hacer nada mi madre acercó rápidamente su cara a la mía y me dio un beso en la boca; su aliento alcohólico invadió el interior de la boca y sus labios se fundieron con los míos… la sorpresa me duró un instante, pero cuando se pasó me volví loco y dejé que el deseo tomara el control…
Le correspondí al beso con pasión, con deseo; con mis manos agarré sus tetas y comencé a apretarlas, como sí estuviera estrujando y amasando unas masas de pan o pizza… al despegarme de sus labios, mi boca buscó ansiosa sus tetas y empecé a mamárselas, a lamérselas, a chupar sus ricos pezones, como quien chupa una rica fruta o un helado…pasaba mi lengua por un pezón y por otro, chupaba uno y el otro, alternando, como sí quisiera comerme sus tetas…
- ¡Si, si, mi amor! ¡Fóllame, fóllame ahora! – decía mi madre, unas palabras que nunca esperé oírle, ella que siempre era tan recatada y educada al hablar.
En ese momento perdí todo rastro de cordura y dirigí mis manos a su cintura, y las deslicé por su piel, para luego agarrar los finos hilos de sus bragas; y con el corazón latiéndome a mil por hora, temblando de miedo, ansiedad y excitación, comencé a bajarle las bragas…
Al bajar lo suficiente la parte inferior de su ropa íntima, creí que me iba a explotar la cabeza y el corazón… por primera vez veía su vagina, su rico coño… estaba bastante depilada, pero no totalmente; su deliciosa concha era una fina y cerradita rajita, con unas reducidas y estrechas franjas de vello púbico en los bordes de sus labios vaginales, donde éstos se unían… esa delgada línea de pelos que discurría por los bordes de la hendidura de su vulva la hacía más “apetecible” que sí no se hubiera dejado un solo pelo en ella.
Sentía que había llegado al cielo… agarré las bragas y se las terminé de sacar por los pies, dejándola totalmente desnuda, como Dios la trajo al mundo… el fuego que quemaba mis entrañas no me iba a dejar parar…
Acerqué mi cara a su coño y con timidez lo besé; luego le di más besos mientras mi madre se retorcía de placer y llamándome con el nombre de mi padre, creyendo que yo era él, me pedía que se lo mamara… Entonces comencé a lamerle la concha, cada vez con más fruición; le metí la lengua en la vagina y se la chupé, se la mamé, con hambre de placer. Mi madre gemía y sentía que se estaba poniendo húmeda de excitación…
Ella seguía pidiéndome que la follara y yo mandando al diablo todo, mi conciencia, la moral, la religión, la familia, todo…me paré y me quité toda la ropa con rapidez y desesperación, dispuesto a follarme a mi madre…
Con el pene erecto me fui encima de ella… con la torpeza de mi primera vez y el miedo de lo que estaba a punto de hacer, la besé con cierta brutalidad; luego puse mi verga dura como una piedra y firme como un puñal en la entrada de su coño, y con mi madre casi rogándome que lo hiciera, se la fui metiéndome despacio, penetrándola…
Al clavar a mi madre con mi verga, se me olvidaron todos los remordimientos y los temores; me sentí en la gloria, sentí que realmente podía volverme loco y morir de placer… la clavé hondo, con la desesperada torpeza de un primerizo, como sí quisiera traspasarla con mi verga y clavarla al colchón… La machacaba, le daba caña, le daba duro; mientras nos besábamos en la boca y alternativamente le mamaba las tetas, yo hundía mi pene en esa vagina por la que vine al mundo, mi gruesa verga apretadita por las entrañas intimas de mi madre. Era más rico, más divino de lo que hubiera soñado en mis fantasías; la sentía cerradita, su húmeda cavidad albergando mi miembro caliente…
Dándole palo y palo, mientras mi madre gemía cada vez más fuerte y se agarraba a mi espalda con sus manos, con sus uñas casi clavándose en mi espalda; hasta que no pude más y me corrí dentro de ella, acabé eyaculando un chorro de leche dentro de la mujer que me trajo al mundo, mi madre…
Ella seguía abrazándome y besándome, y yo satisfecho le acariciaba las tetas y correspondía a sus dulces besos; y abrazados nos quedamos un rato, hasta que sentí que mi verga se ponía dura de nuevo, y aunque ella estaba medio dormida, me coloqué en posición encima de ella y la volví a penetrar. La clave, y le di de nuevo caña, con brutal entusiasmo, hasta que acabé por segunda vez dentro de ella, eyaculando mi leche en las entrañas que una vez me albergaron… Me quedé abrazado a ella, besando su boca, su cara y sus pechos, gozando mi momento; cerré los ojos para regodearme, pero exhausto me quedé dormido, lo que fue una imprudencia de mi parte…
Al día siguiente me desperté sobresaltado y asustado, en medio de un gran escándalo; mi madre me empujaba con violencia para apartarme de encima de ella y saltaba de la cama, poniéndose de pie y cubriéndose su cuerpo desnudo con las sabanas, viéndome con los ojos muy abiertos y una expresión de horror como nunca le he visto en mi vida a ella o a ninguna otra persona.
- ¡¿QUÉ HICIMOS?! ¡¿QUÉ ME HICISTE?! – exclamó a gritos…
Pude ver como ella me veía desnudo, como veía la cama alborotada y entonces vi como metía una mano por detrás de las sabanas con las que se cubría, y por el movimiento intuí que se metía los dedos en el coño y luego se llevaba la mano cerca de su rostro, y su expresión se tornó más escandalizada y horrorizada al comprobar que tenía leche en su coño; pegó un grito y comenzó a llorar histérica…
- ¡Mamá, no te pongas así, fue un accidente… PERDONAME! – le dije asustado, avergonzado, con dolor y preocupación por ella.
Ella corrió al baño y cerró la puerta antes de que pudiera alcanzarla; yo me puse histérico y le pedía perdón a gritos…
Les voy a ahorrar los detalles, solo diré que fueron unos meses de pesadilla; luego de la terrible escena que tuvo lugar ese día, en que temí que mi madre se volviera loca o se suicidara, yo tuve que irme unos días a casa de unos familiares con una falsa excusa. No pasó mucho tiempo antes de que mi madre se descubriera embarazada, pues para colmo habíamos tenido sexo cuando estaba ovulando; mi madre estaba traumatizada, pero aun así tuvo la entereza de hacer frente a la situación… Le mintió a mi padre y le dijo que despechada porque él le había puesto los cuernos primero, ella había caído en la tentación y se había acostado con un desconocido y se había quedado embarazada; ese fue el final del matrimonio de mis padres, pues se divorciaron.
Mi madre no iba a abortar, pues se oponía al aborto por sus principios morales; cuando estuvo más fuerte fue capaz de hablar conmigo civilizadamente, y aunque no era fácil, trató de ponerse en mi lugar y dijo que a pesar de todo yo era su hijo y que además íbamos a tener un hijo en común, por lo que debíamos intentar superarlo y seguir delante de alguna manera. Pese a todo, seguía comprensiblemente distante conmigo; pero con paciencia y cariño conseguí que me fuera aceptando cerca de ella. Cuando me empeñe en acompañarla a los controles médicos ejerciendo de padre (aunque para la gente era simplemente el hijo que acompañaba a su madre soltera ante la ausencia del padre de su nueva criatura) ella no pudo evitar acercarse un poco más a mí, y reconocer que yo me estaba esmerando por ser atento y protector con ella.
En la etapa final del embarazo fui su apoyo y hasta asistí al parto de mi hijo (y hermano); un tiempo después, un día que estábamos frente a la cuna de nuestro hijo luego de que ella le dio de mamar, se dejó rodear por mis brazos mientras yo le decía palabras de ternura y amor.
¡Te amo, te quiero mucho! – le dije suplicante.
¡Pero no debe ser… no puede ser! – me replicó llorando.
Pero mis palabras y la cercanía de nuestros cuerpos, el cómo fuimos estrechando el espacio entre nosotros; hizo que mi madre se fuera abandonando en mis brazos, hasta que se dejó besar en los labios y luego permitió que yo le abriera la bata e introdujera mis manos para tocar sus pechos. Se resistió un poco, pero algo en ella la empujó a mí y le pudo más; terminamos en la cama, ésta vez sin borrachera de por medio, y una vez más estuve dentro de ella, mi verga volvió a ese lugar que tanto extrañaba, su coño, y mi leche volvió a llenarla… desde entonces vivimos una extraña y peligrosa aventura, siempre al filo de la navaja, mientras nuestro hijo crece, aunque para todo el mundo excepto para mi madre y yo, es solamente mi medio-hermano, cosa que es solo una verdad a medias…
Muchas gracias.
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