Desnudo en la carretera II
Relato totalmente real de cómo salí desnudo, una vez más a la carretera
Este relato es casi continuación de uno anterior. Sin embargo se puede leer sin necesidad de leer el otro. Relato real 100%
Año 2007. Con 29 años, vivía solo en una casa de campo mencionada en otros relatos. Pertenecía por propia voluntad a mi Amo Juan, del que he hablado en otros relatos. Éste es uno más de aquellas noches hablando con él por chat y webcam.
-Buenas noches, Señor.
-Buenas noches, esclavo. ¿Has cenado ya?
-Sí, Señor. En la manera en que usted me mandó. La comida directamente en el suelo, desnudo, a cuatro patas, y usando solo la boca.
-¿Qué ha sido hoy?
-Ha sido revuelto de gambas y ajetes, Señor.
-Muy bien. ¿Estás desnudo?
-Sí, Señor.
-Hoy hace frío…
-Tengo una estufa a mi lado, Señor.
-Quiero verte. Pon la webcam.
-Sí, Señor.
-Veo que me obedeces. Estoy muy contento contigo, esclavo.
-Gracias Señor. Es un orgullo.
-Quiero que vuelvas a salir a la carretera, esclavo.
-No por favor, Señor. Sabe que es lo que peor llevo de todo. Me humillo ante usted, como en el suelo, duermo en el suelo, hago todo lo que me pide con orgullo y ganas; pero siempre tengo la sensación de que molesto a los demás si salgo desnudo afuera.
-Pero si sales desnudo y te quedas dentro de tu finca, sólo pasarás frío para mí.
-Si es lo que desea, Señor….
-No. Quiero que te vean.
-Si usted quiere, le ofrezco salir a la carretera, y solo estar un segundo y volver.
-Bueno, no te preocupes. Haremos otra cosa.
-¿El qué?
-Coge pinzas de la ropa.
-Sí Señor.
En unos segundos cogí la cesta de pinzas de la ropa, sabiendo lo que esperaba. La enseñé a la cámara.
-Muy bien, esclavo. Ponte una en cada pezón.
-Sí Señor.
-Ahora una en cada lóbulo de las orejas…. Una en la nariz…. Abre la boca y ponte otra en la lengua… Jaja, pareces un payaso…. Ponte una más en cada pezón…. ¿Tienes la polla dura, esclavo?
-Sí, Señor. -decía mientras enseñaba mi polla a la cámara.
-Muy bien. Ahora una en la punta de la polla.
Me puse una pinza cogiendo la punta de mi pene, en la misma dirección en que éste apuntaba. Era bastante molesto.
-¿Cuál es la que más te molesta, esclavo?
-Entre la nariz y la lengua, Señor.
La baba me iba corriendo por la comisura de los labios por no poder cerrar la boca.
-Ahora quiero que cojas unos cordones y te ates los huevos, bien fuerte, y ates una bolsa a los cordones.
Le quité los cordones a unas botas y hice lo que me ordenó.
-Echa cosas en la bolsa, que te pese.
Eché un pisapapeles, cubiertos, odo lo que se me ocurrió que pesara hasta llenar la bolsa.
-Ya, Señor.
-Bien. ¿Tienes tus chanclas? Sí, Señor, pero estoy en casa y no las llevo puestas.
-Póntelas. Ya estás listo para salir a la carretera un momento y volver.
-¿Cómo?
-Te he concedido lo que querías. Salir a la carretera un momento y volver.
Ni se me había pasado por la cabeza. Por supuesto, tenía que humillarme por él, y solo salir a la carretera un momento no era nada. Tenía que ser mostrando mi condición de esclavo, dispuesto a todo por mi Amo.
No hice más que agachar la cabeza y buscar mis chanclas para salir.
Por el camino, la bolsa atada a mis huevos hacía ruido a cada paso con los cubiertos. Dolían los huevos, dolían las pinzas en mi cara y en mi polla, pero dolía más que alguien me pudiera ver así. Por el camino, unos 100 metros, no quería ni pensar. Llegué a la cancela junto a la carretera justo cuando pasaba un coche a toda velocidad. Me paré un momento a coger fuerzas…
Salí a la carretera. En lugar de volver inmediatamente, crucé al otro lado de la carretera y conté los segundos. Uno, dos, tres… Así seguí hasta que conté tres minutos.
Eran las once de la noche y no había mucho tráfico, pero pasaron seis coches en total. Uno de ellos me pitó mientras alguien me gritaba algo que no entendí. Volví a mi ordenador.
-Has tardado más de lo que esperaba. ¿Qué ha pasado?
-Me quedé más rato. Esperé a que me viera alguien como usted quería.
-Muy bien hecho, capullo.