Desnudando a Carlos (CARTUZ) Cap. FINAL
Esta vez sí es el capítulo final. No queda nada por desnudar de Carlos y no es porque pierda interés, es porque tendría que traicionar su intimidad más escondida y aunque no lee mis narraciones, seguro que le llegaría algo y perderíamos la amistad. Quiero seguir conservándola aunque solo sea eso, amistad.
Después de la boda de Ray y Daniela, Carlos desapareció y no había manera de ponerse en contacto con él. Siempre salía el contestador de su móvil. Recuerdo con todo detalle el día de la boda y también recuerdo la parte seria de Carlos. Presencié una conversación subida de decibelios, entre personal suyo y el. Por la insistencia de el de preparar adecuadamente sus instalaciones para el control del virus. Por lo que se ve les había entregado un pormenorizado dossiers de las medidas a tomar. Lo que suponía un coste elevado. Unos le decían que con el calor eso ya sería historia y otros que ya se estaba terminando. Pude echar una ojeada, mascarillas, test de varios tipos, gel en abundancia, mamparas, termómetros, guantes, etc., al final no les quedó otra que decir si “boana” y en lo que querían tratar de que cambiara era por lo menos en la empresa de limpieza sanitaria por la noche y viendo que no le convencían, trataron que en vez de ser todos los días, fueran como máximo en días alternos. “algunos sois biólogos o virólogos, para decirme que horario tiene el virus para atacar?” se quedaron callados y los sentenció, diciéndoles que a hacer su trabajo.
No titubeo, no parpadeo y tampoco cuando Victoria, le decía que lo mismo se podía esperar a ver como avanzaba, no dio opción, “Victoria, por este puto virus estamos ganando más de lo esperado, invertir en salud es el mejor gasto que podemos hacer y tú sabes mejor que nadie a que me refiero” Victoria no dijo nada más. Era curioso el cambio que daba, podía pasar de ser el centro de la fiesta, un hombre gracioso y de pronto, ser una persona intransigente, sin opción a recapacitar con lo que le decían y en ese momento, estaba más con los demás que con él. Ahora viendo como estamos, tuvo una visión que los demás no tuvimos. A mí en concreto me pidió un favor y era hacer un estudio, se lo quise hacer gratis y no lo consintió, exigió que fuera previo pago y con factura. Se lo tendría que pasar a Victoria.
Como digo desapareció y con la excusa del estudio le llamé unas tres veces obteniendo cero respuestas. Este año no me iría de vacaciones y por lo menos mi cafetería la habían abierto. Era inevitable que cada vez que estaba tomando café, mirara hacia la mesa donde se solía sentar Carlos y mirar. Igual que cuando oía abrirse la puerta, algunas veces miraba y siempre pasaba lo mismo, que no pasaba nada. Los de la cafetería estaban preocupados y habían tenido que modificar el espacio, hasta quitar unos cristales y que se convirtiera todo en una terraza. Aún así poca clientela. Me llegaron a preguntar por Carlos y les dije que sabía lo mismo que ellos. Los días siguientes empezaron a acudir cinco chicas más jóvenes que yo, un poco más de 30 años y como diría mi marido de muy buen ver, dejando ver carne. No hablaban, chillaban, querían hablar todas a la vez, me desconcentraban. Si estaban casadas o no, no lo sé, pero si estaban en pareja y dos con hijos, por los comentarios que hacían y de cómo “ridiculizaban” a sus parejas, siempre en plan jocoso, aunque en esos comentarios siempre hay algo de verdad.
Este verano, en su ausencia, me entere de forma accidental (no diré del que, ni el cómo me enteré ni el cuándo) pero con todo detalle, el gran “secreto” de Carlos y por el que se entienden muchas de sus actuaciones y sobre todo el dar “confianza” plena a alguien, porque con su teoría, hay que compartir y entender a la pareja al 100% y por ejemplo para mi es imposible llegar a poder entender es espacio de su corazón, es muy complicado, solo alguien que haya transitado ese camino le entendería. Por eso supe que no tenía nada que hacer y lo entiendo a la perfección. Eso me llevaba a que a pesar de querer verle, romper cualquier encuentro sexual. Esa distancia de no saber nada de él, me hizo fuerte y llegar a concienciarme de que no era bueno para nadie. Tampoco podía evitar y no lo quería, que al tener sexo con mi marido, en nuestras fantasías le metiéramos a él. Mi marido me propuso abrirnos a otras vías y se lo dije bien claro, “no quiero, no me apetece, porque todo serían comparaciones y sabes que no hay otro igual” retomando nuestra vida anterior y dejando lo sucedido con Carlos, como un gratificante recuerdo.
Un jueves de agosto, casi a final de mes, cuatro de la tarde, las pesadas de siempre, se han apoderado de mi mesa. Me quitan la visión de la calle y la mesa que me toca, me quita también la visión de la puerta, pero es la mejor que queda por si aparece Carlos. Porque lo tengo en la línea de visión. No paran de “criticar” a propias y ajenas, lo que yo he hecho más de una vez, criticar a gente que va de paso o alguna amiga o amigo. No sé de qué me quejo. Por una vez no critican a nadie, hablaban de un hombre, “tía mira a ese es como el del anuncio de Hugo Boss el de la Pataky, como se llama?” otra de las que esta, “joder tía es verdad, pero esta mas macizorro que el Chris Hemswort” otro comentario de otra, “que antigua esta follable, para hacerle un traje de saliva” y las demás al unisonó le dijeron que siempre tan fina. Mis sentidos se pusieron en alerta hasta que oigo, “hasta el pelo platino le queda de vicio, menuda pinta de camionero empotrador” decían que le tenían que invitar a tomar algo, chistaban muy suavemente y se reían sin parar. Haciendo comentarios que cualquiera se pondría colorado. Casi les da un ataque, empezaron todas en voz baja pero intensa, “que no se ponga la mascarilla, que no, que no, vaya mierda con la boca tan bonita”
Se movieron todas a la vez y miraron a la puerta. Alguien la abrió. La voz era de Carlos, saludaba al dueño y hablaban del tema actual y le contaba las penurias de lo mal que lo pasaban y no saber si tendría que cerrar la cafetería, porque no tenía empleados que si no, ya lo hubiera tenido que hacer. Carlos lo animó y se fue a su mesa de siempre. Las chicas le provocaron invitándole a sentarse con ellas, en plan de broma, pero viendo si colaba. Carlos que se quitaba la mascarilla les dio las gracias y se sentó solo. Ni me vio. Eso me encendió. Las otras no paraban de murmurar y las oía decir que se iban a hacer clientas fijas de la cafetería. Carlos dejó el casco, una mochila que llevaba y de ella sacó varias cosas, que dejó en la mesa.
Era verdad lo que decían, estaba cambiado y radiante. Un look atrevido. Pelo corto rubio ultra claro. Le quedaba de lo que habían dicho de vicio. La barbita de varios días de su tono, que hacía resaltar su color y un bronceado distinto al que se consigue en el mediterráneo. No venía con traje, pantalón azul marino de vestir, ajustado, que le hacía el culo perfecto, zapatos granate y una camisa blanca, de manga larga y remangada dos vueltas de puño. La camisa le quedaba ajustada, dejando ver sin ser exagerado, las buenas formas de su cuerpo. La tentación estaba a pocos metros. Le llaman al móvil, habla poco pero mientras lo hace, sonríe un poco y estuvimos de acuerdo las pesadas y yo, que boca. Mientras hablaba con una mano sacaba de una bolsa una caja y la iba abriendo. Era un móvil nuevo. Ya no me aguanté más, recogí mis cosas y me acerque a su mesa, al verme soltó todo, me dio un abrazo y dos besos, para envidia de las mironas.
- Perdóname, no te había visto, perdóname.
- Tranquilo no pasa nada, que te has despistado con tanta fan.
- Jajaja Jajaja, no cambias siempre “atacando”
- Qué nuevo móvil? Por qué cambias tanto?
- Me gusta estar al día y además tiene truco. Cada vez que cambio de móvil, en vez de pasar de una vez los contactos, lo hago a mano y siempre hago una limpieza.
- Espero que el mío no lo limpies, Jajaja Jajaja y te has comprado un móvil muy chulo, aunque el color que has elegido no dice mucho, es más bonito en verde o en bronce, el negro no dice nada. Pero hasta en negro en una pasada. Lo que pasa que valen demasiado.
- Ahora te los financian, si no me equivoco.
- JA, JA, debe de costar más de lo que gano en nómina, cuánto te ha costado?
- Esas cosas no se dicen, pero la mitad y otro tanto.
- Con el que tengo me apaño de sobra.
He narrado esta parte de la conversación porque es importante para continuar. Hable con el de si estaba aquí en Valencia o el campo y me dijo que aquí de momento, que hasta que no estuviera todo bien en marcha se quedaría aquí, marchándose los viernes al campo y sin esperármelo me dijo que tenía una propuesta para mí y riéndose, “no te preocupes que no es nada indecente, es una propuesta para otro estudio siempre que quieras y puedas” antes de contestarle me aviso que me lo mandaba por correo y que ya le diría mi respuesta. Luego se marchó sin apenas despedirse y sin saber cuándo nos volveríamos a ver, por lo menos tendría la excusa del correo que me pensaba enviar. Lo que me gustó mucho, fue la cara de envidia que tenían las malas pécoras que estuvieron mirando. Debian de preguntarse cómo una mujer como yo, que al lado de ellas (solo hay que tener ojos) era más normalita, podía conocer a un hombre tan majo en todo y que envidia les daría saber lo que habíamos hecho. Lo que no me gusto ya tanto, es que la que se acercó a pagar a la barra, se interesó por saber si Carlos venia con frecuencia y el de la cafetería que tonto no es, les dijo que iba con mucha frecuencia.
Nuevo día y ya estaba deseando ir a la cafetería, quería verle de nuevo, era agradable a la vista y me gustaba oírle, porque además tenía conversación fluida en cualquier tema. Ya me lo esperaba, las brujas estaban allí y como venían vestidas hoy todas, habían buscado en sus armarios la ropa más vistosa y sugerente. Había una que reconozco que estaba muy bien, la mejor de todas y sin quererlo, hasta a mí, los ojos se me fueron hacia su enorme escote y su no menos enormes pechos. Me senté esta vez sí en mi mesa y cuando me trajeron mi café, me trajeron un paquete que Carlos había dejado por la mañana, porque esa tarde no iba a venir. Había una nota corta, “estúdialo bien y si te queda alguna duda, me preguntas” lo abrí y madre mía, era un móvil igual al suyo pero en uno de los colores que me gustaban. Me dio mucha alegría y al minuto remordimientos. Consulte el precio de ese modelo y de los remordimientos pase a la indignación. Era un precio abusivo más de lo que creía y no podía aceptarlo, luego de mirarlo por todos los sitios de toquetearlo, lo guarde de nuevo en su caja. Tenía la duda si dejárselo al camarero para que se lo devolviera o hacerlo personalmente y me decidí hacerlo en persona.
Me dirijo a la cafetería llevando el móvil. No está y si están pesadas estas, igual de provocadoras. Se habían colocado dentro de las distancias que hay que guardar, en la mesa más cercana a la que él se sienta y la del escote, que hoy lleva otro más descarado, está sentada para quedar de frente a Carlos si viene. Llega y se abren más de una boca. Se ha afeitado, el pelo lo lleva de su color normal. Traje azul marino, camisa blanca con rayas azules y no podía faltar una corbata amarilla con franjas azules. Pañuelo amarillo y gemelos. He visto todo tipo de hombres con traje, a Carlos le hacen perfectos, no sé si es que se los hacen a medida, pero lo que se dice perfectos. Su ritual, saluda, pide el tipo de café que quiere, llega a su mesa, me ve, me saluda, se acerca y me dice si me voy a su mesa. Acepto y él mientras se quita la chaqueta, la dobla por mitad, y la deja suavemente sobre el respaldo de una silla.
Lo que me está gustando de entrada, es que me dedica toda la atención y no se le escapa ni una mirada a la tetona y compañía. Viene el momento más delicado, susurrando para que nadie me oiga, le hago saber que no puedo aceptar el móvil, que me parece un detallazo, pero que no puedo, que me sentiría mal. Me escucha con toda atención y me suelta el cañonazo, “si me vas a hacer ese desprecio, puedes dejarlo en la mesa, levantarte e irte y aunque lo aceptes ahora, solo por pensarlo, te tendría que azotar el culo hasta que me agotara de hacerlo” las brujas debieron oír todo porque Carlos no bajó el volumen. No me quedó otra que pedirle disculpas y aceptar el regalo y quise ponerme en mi sitio, dejar todo claro. * Ya te he pedido disculpas y es lo único que obtendrás, porque ya se acabó el sexo entre nosotros. No volverá a pasar y es una decisión irrevocable. * Si así lo has decidido me parece respetable, pero solo una pregunta, que no tienes obligación de responder. Qué es lo que ha pasado? * Tu y yo somos incompatibles. Porque yo quiero una cosa y tu otra. Me he enterado de esto… y lo saben varias personas, conmigo no es que no te hayas querido sincerar, es que pasas. * Si es por eso, tienes razón. No lo voy a hablar contigo, como tampoco lo he hablado ni con mis mejores amigos, ni con mi familia. Porque nunca lo entenderías, por mucho que lo intentaras y porque no me entenderías. * Te das cuenta que es un desprecio? * Si lo crees así, no te voy a tratar de convencer. * Pero es que seguro que con alguien lo habrás hablado. * No te miento, con una persona que creí que si podía entenderme, entenderlo y al final la mayor de las indolencias y ya te lo digo, en este momento se acaba ese tema de conversación por mi parte. * Quise seguir con esa conversación, pero dejó su boca cerrada. Me levanté para ir al aseo, quería respirar a solas. Apareció detrás la tetona.
- Vaya suerte tienen algunas.
- Perdón, me hablas a mí?
- A quién si no, porque no veo a nadie más.
- Pues no tenemos nada que hablar.
- Pues despreciar a un hombre así es de tontas y menos una mujer como tú.
- Como que una mujer como yo?
- Hija mía, no tienes espejos?
- Seré más bajita que tú, tendré menos tetas también, pero tengo otras cosas que tú, aunque quieras ser muy puta, no me llegas a la suela de los zapatos y te tiene que estar jodiendo mucho, que no te haya mirado las tetas ni una sola vez, porque no deja de mirarme a mí.
La dejé con la palabra en la boca y me fui hacia la barra, pague lo que consumimos Carlos y yo. Me acerque a él y esta vez con un volumen normal le dije para que me oyeran, “cuando quiera mi señor estoy dispuesta a recibir el castigo que me he merecido” Carlos que tonto no es, supo que pasaba algo y mee mando sentarme. Se fueron las brujas y nada más irse Carlos no tardó en decirme, “mis castigos no se piden, los doy cuando creo y quiero. No te voy a castigar y no he dicho nada, porque sé que lo has hecho para que esas te oyeran” no me hubiera importado que me hubiera hecho lo que quisiera. Le dije que tenía casi todo estudiado, de lo que me había mandado por correo y le dije de mandárselo y él me dijo que me acercara por el despacho si me venía bien. Acepte y antes de separarnos, quedamos en que pasaría al día siguiente. Me dijo que fuéramos a cenar Tiano y yo. Le contestaría al día siguiente porque tenía que hablar con mi marido, aunque sabía que él iba a decir que sí.
Por la noche me llamó para darme la dirección, porque estaría en el nuevo sitio y no donde tenía su despacho habitual. Me perdí porque era un parque industrial o algo así. Como soy previsora y había salido con tiempo, no llegué tarde. El lugar era grande y por fuera estaba bien. Iba decidida a entrar, veo un letrero que prohíbe la entrada a toda aquella persona que no trabaje allí y me salió al paso un vigilante uniformado, con mascarilla y una visera. Me pregunta y me señala un mostrador, con mampara, doy mi nombre, me dicen que espere un momento y aparece una persona vestida como en un hospital, me dice que la acompañe, me hacen un test y me dice que espere en lo que sería un box de un hospital. Más-menos 30 minutos después, aparece una chica sonriente y me pide muy amablemente que la acompañe y fuimos al despacho de Carlos.
Le hice una exposición de lo que me había pedido, le pareció todo bien y luego le pase el informe de la dotación económica necesaria y la factura correspondiente. Según él todo estaba bien. Esto así parece que fue poco tiempo, pero nos llevó más de dos horas. Hablamos de otras cosas y ya le había dicho que si iríamos a cenar. Quedamos que teníamos que estar antes de las nueve, que podíamos ir cuando quisiéramos. Llegamos un poco antes de las ocho de la tarde. Nos abrió la puerta y llevaba puesta una chaqueta de cocinero nos hizo pasar rápido, que estaba en la cocina. Sacaba del horno una mini tartaletas de hojaldre. El olor era riquísimo. Termino de hacer otras tartaletas y para el horno. Había cuatro bol con una pasta. Una vez se enfriaron las tartaletas, fue rellenándolas con las distintas pastas. Le fue dando otro golpe de horno ligero y las saco. Por otra parte estaba preparando unas judías verdes, cortando unos champiñones y haciéndolos. Haciendo al final unas judías verdes con champiñones y huevos escalfados, que estuvieron deliciosos. No dejemos nada. Una cena muy sana, porque las tartaletas estaban rellenas de distintos pescados, del que más me acuerdo de la anchoa.
Nos salimos a la terraza a tomar un licor que había traído Carlos y un nuevo café que me llenó de placer. Me puse de pie y me apoyé en la barandilla, mientras mi marido y Carlos hablaban y no podía creerme lo que escuchaba. * El móvil que le has regalado a Adriana una pasada, aunque seguro que al final no utilizará ni la mitad de las cosas que lleva. * Todo el mundo dice lo mismo pero al final se acaban usando. * También me ha contado el conato de enfado, es que ella es así. * Una de las cosas que más me enfada es que me desprecien un regalo. Me cabrea mucho. * Se que le dijiste que la castigarías de buena gana y que ella te dijo que eso se había acabado. Porque a mí no me sale tan natural como a ti, si no ya la habría castigado. Es más deberías castigarla, mira el culo que le sale, seguro que la muy puta lo está deseando. * Buen culito sí que tiene y seguro que en este tiempo no se lo has follado en condiciones. * Es que no se deja. Es como si te lo estuviera reservando a ti, pero tampoco, porque dice que contigo se acabó. * Tal como está ahora mismo, me dan ganas de follarme en esa posición el culito de tu mujer. * A mí no tienes que pedirme permiso.
No lo voy a negar estaba cada vez mas excitada y solo había dos salidas, me marchaba o dejaba que me hiciera lo que quisiera. Les seguía oyendo sobre todo a mi marido, que cada vez se iba creciendo más. Saque fuerzas de mis “flaquezas” me gire bruscamente y me quede frente a ellos, que se quedaron en silencio y mirándome. “Que os habéis creído y sobre todo tu, que eres mi marido. Que soy un trozo de carne? Que vais a decidir lo que debo de hacer con mi cuerpo? Vamos que se ha acabado la diversión, vámonos para casa y ni una palabra más” nunca había hablado así ni a mi marido ni a nadie, porque no sé cómo podría reflejar aquí, tanto el tono de voz, la seriedad y sobre todo la mala leche con la que me exprese. Mi marido se quedó blanco como un folio y Carlos, miraba con la tranquilidad que le caracteriza. Lo que me sacaba mas de mis casillas. Mi marido dijo que iba al aseo y nos íbamos. Deje mi vaso, me alise la falda con las manos, puro nervios y fui a por mí bolso. Que lo había dejado sobre una silla que estaba junto a un inmenso espejo. Vi a Carlos por el espejo que se levantaba y venia hacia mí, me decía, por favor, por favor que no haga nada, que no intente nada, me retumbaba en mi cabeza las palabras que no exteriorizaba. De todas maneras si hacia algo, tenía que ser la mujer más fuerte y dura del mundo.
Agarre mi bolso y mi ojos miraron hacia el espejo. Carlos estaba detrás, no me atrevía a darme la vuelta. Sin mediar ninguna palabra, soltó su mano y la sentí en mi nalga, un golpe fuerte y seco. Me llego un dolor que electrifico mi cuerpo llenándolo de placer. No dije nada, hasta recibir el segundo, entonces un quejido lastimero de placer salió abruptamente de mi boca, sin contención alguna. Lo que delataría mi estado de ánimo y como mi cuerpo se ponía de su parte. Me mordió el hombro salvajemente, lo succiono y me dijo que sería la última vez que eso pasaría. Venía encima con chulería, me quise revolver contra él y al darme la vuelta, al encararlo, se desabrocho el pantalón y me dejo ver lo que tanto ansiaba y para poder definirlo, lo hare con unas palabras de una poesía erótica a un falo y no lo hago entera porque no me acuerdo de toda. “Erecto, descontrolado, soberbio, imponente, belicosamente impertinente, con ganas de duras batallas, de feroces arremetidas, de insondables aventuras cálidas y ardientes maravillas. El mecanismo de deslizamiento, de la vaina cautivante. Piel flotando en los contornos, nervios sensitivos sexuales, que se expanden, se aceleran. Tejidos altamente especializados, para comenzar el juego del deseo lujurioso y el sabor se manifiesta derramando el elixir. El rocío cautivante” y ya no me acuerdo de más. Así lo veía yo, de tal manera que sin necesidad de pedírmelo, me postre para acariciarlo, saborearlo, lamerlo y devorarlo. Esperando sacar lo máximo de él.
Según notaba el calor en mi boca, como aumentaba su temperatura, mas se me olvidaba todo incluido mis nuevos propósitos. Mi cuerpo dominaba al resto, mi cabeza ya no mandaba. Necesitaba ser montada, castigada, empotrada, follada y dominada. Porque todo eso con el adquiría otra categoría. Me levanto, me paso el brazo por detrás y me llevo para su habitación, al pasar junto a mi marido, agache la cabeza, porque era la primera vez que me sentía totalmente distinta, podría decir que hasta avergonzada, por haberle dicho a mi marido que no volvería a ocurrir y seguro que me había visto postrada ante él, ante el macho dominante. No me dejo desnudarme, lo hizo el. Una vez me tuvo desnuda, amarro mis muñecas y estiro quedando de pie y con los brazos estirados. Me puso un antifaz, no sabía si mi marido estaba en la habitación, de momento solo oía a Carlos. Al ver que tenía todo preparado, me podía esperar cualquier cosa, incluso que participara alguien más. Mi cuerpo tenía cierto temblor, nervios.
Sin lugar a duda, las manos que me acarician son las de él. Grandes, suaves y seguras. Sabe justo donde tocar, lo que hacer, sin ser precisamente los sitios que cualquier otro hombre iría. Esos sitios ni los roza de momento. Las yemas de sus dedos, acarician sensualmente mi nuca, el cuello, los hombros. Se agacha y mi piel recibe su aliento, mientras me acaricia los pies, los gemelos y parte de los muslos. Se lo toma con paciencia, algo que puede desesperar, pero que al final se agradece. Me tiene subyugada, imposible mostrar ninguna resistencia, solo hay que dejarse llevar. Es como el chocolate puro, con algo de dulce y algo de margo o el café sin azúcar, amargo pero una delicia. Así es Carlos. Ya no pensaba solo gozaba y siento de nuevo como mis nalgas son golpeadas, lo hace con las paletas y suena mucho. Las maneja bien y no me puedo aguantar, “por una vez usa tus manos, se hombre, para que te valen esas manazas si luego no son capaces” y ante esa provocación, que no era mi intención, me llovieron los golpes, la zurra que me daba no era contenida. De pronto, silencio y un descanso.
Poco duro, porque esta vez mi cuerpo sintió lo que sin lugar a duda, era el látigo azotador con varias tiras. Lo sentías por todos los lados cuando llegaba al cuerpo, debía de estar poniendo colorado como al le gusta y porque no decirlo, lo hacía tan bien, que en mi provocaba la mayor excitación que me podían dar, tanto la dureza de mis pezones, como lo empapada que estaba eran claros ejemplos de cómo me encontraba. La noción del tiempo se perdía. Me costaba mantenerme de pie, no me hizo falta decirlo, porque se debió de dar cuenta. Me soltó de la cuerda, pero sin liberar mis manos y sin quitarme el antifaz. No me llevo a la cama, me dejo sobre algo, primero que estaba frio y segundo con una forma extraña. Me tumbo y empezó el juego de las velas. Dejaba caer cera sobre mi cuerpo, es menos doloroso de lo que se puede pensar, como dice Carlos siempre que sea cera autentica. Me acariciaba el clítoris suavemente y sin esperármelo, en algún ligar de mi cuerpo caía cera, se mezclaba el placer del masaje a mi clítoris con la sorpresa de la cera. Me tenía como otras veces al borde de un super orgasmo y se paró. Me quito el antifaz.
Vi que donde estaba era sobre un sillón tantra. Que lo intentamos usar mi marido y yo, estuvo normal, pero no fue lo que esperábamos y eso que lo repetimos y no era lo nuestro. Prefería la cama y Carlos paso de lo que quería. Lo primero que hizo fue hacerme tumbar boca arriba, en la parte más grande del sillón. Mi cabeza quedaba como colgando. El levanto mis piernas y mi sexo quedo completamente a su disposición, era imposible tenerlo tan expuesto en otro sitio. Como siempre no me defraudo con su lengua, fue la mejor vez, me hizo tener dos orgasmos colosales, en el segundo fue tanto placer, que me dio como un mareo, sin ser un mareo. Deseaba y necesitaba que terminara dentro de mí, que no usara nada. No lo conseguí me penetro con condón. Por lo menos me dejo que fuera yo la que estuviera encima, lo sentía mas dentro, no me lo pidió, me ordeno que me tocara mientras follábamos, ni lo dude, me tocaba para él, le miraba directo a los ojos y cuando me iba a tener el orgasmo, me acerque a su boca y ahora que me doy cuenta fue uno de los pocos besos que nos dimos. No lo notaba con la mente perdida, como otras veces, como si pensara en alguien, pero no conseguía que se corriera, era inhumano el aguante.
Él se tumbó en la parte más baja y yo en la más alta. Quedando parte de mi cuerpo sobre él y así me penetro. Su cuerpo para un lado y el mío para el otro. Con apenas movimientos, pero profundos, llegamos a corrernos casi a la vez. Nos quedamos sin movernos, note su polla que perdió un poco de dureza, pero no mucho. Un poco de movimiento suave y al rato notaba como crecía dentro de mi otra vez, hasta que adquiría su dureza habitual. Se quito y al ver el condón me encorajine mas, que desperdicio tanto en un condón. Se lo quito, le hizo un nudo y se colocó otro. Se me paso en seguida, en el momento que empezó con sus caricias y me encendió de nuevo. Esta vez me puso apoyada por la parte de afuera, sobre la parte más grande del sillón. Sabía lo que iba a hacer y lo deseaba. Antes de que hiciera nada, le dije que no quería lubricante, que quería sentirlo lo más posible. Me hizo caso y mi culo ya estaba un poco desentrenado. Costaba bastante, Carlos como siempre, aunque cuando quería era brusco, no hacía falta decirle nada, se lo tomaba con calma y lo hacía con suavidad. Sabía perfectamente hacer la “lectura” del cuerpo de una mujer.
Me dolía pero estaba tan excitada que ni me daba cuenta. También en parte era que no me relajaba del todo. Carlos con paciencia logro que me relajara del todo y cuando lo hice, lo que quedaba por meter lo metió de una sola vez. Eso era algo sublime. Era un “especialista” que bien lo hacía. Se quedo apoyado sobre mi cuerpo una vez lo tenía dentro. Lo hacía para que me relajara y me habituara. Era doble placer, sentir todo su ser dentro de mí y sentir el calor de su cuerpo sobre el mío, piel contra piel. Lo siguiente era otra de las mejores cosas, la manera de empotarme contra el sillón, era algo único y verme reflejada en un espejo, viendo su cuerpo tensado y sus músculos brillando por el esfuerzo me hacían palpar el orgasmo que iba a llegar. Que llego quedándome vacía al gritar. Como sabía que iba a tardar en correrse, le hice tumbarse boca arriba sobre la parte más grande y quitándole el condón, le hice la mamada de su vida. Tuve un orgasmo a la misma vez que el me llenaba la boca de forma potente. Una vez que lo saboree todo bien y me quedaba con la imagen de él corriéndose, me retire. Me hubiera gustado mucho mas, oírle con mas garra y no tan contenido.
Mire y vi a mi marido, me quede cortada, ni me había acordado de él y me empecé a sentir mal, hasta que vi los kleenex que había usado para su placer. Carlos me levanto en brazos y me deposito en la cama, quería descansar solo un poco antes de irme y cuando le oí decirme que no tuviera ninguna prisa, que durmiera tranquilamente, me lleno de un inmenso placer, por fin se cumplía uno de mis sueños, dormir y despertarme con él. Me desperté a la 11,35, el sol daba bien. Estaba sola en la cama. Pensé que seguro que los chicos estarían desayunando, incluso lo mismo Carlos se había ido a trabajar. La cocina estaba vacía, me prepare el desayuno y mientras se hacían las tostadas los busque. Mi marido estaba en la terraza durmiendo en una hamaca, le deje y me fui a por mí desayuno, salí a la terraza y se despertó. * Que pasa dormilón? A qué hora te has levantado? * Después de las 9. * Ya sé que no hace falta, pero perdóname por lo de anoche y por quedarme a dormir con él en su habitación. * Sabes mi amor que no tengo nada que perdonarte, lo pasaste bien y viéndote yo también. Pero no has dormido con Carlos. * Que dices? Como que no? Que se dónde me he levantado. * Ya, si no digo que no hayas dormido en su cama. El después de dejarte en la cama se fue al baño, salió vestido, hablamos un momento y se fue. * A dónde? * Ni me lo dijo, ni le pregunte. * Algo te diría? * Que nos apreciaba mucho y que esto ya no volvería a suceder más. Comer, cenar, tomar algo, siempre que quisiéramos pero del resto nada. Que tú se lo dijiste y él está de acuerdo.
Mi enfado fue mayúsculo. No quería hablar más porque seguro que diría cosas que me arrepentiría y lo mismo le hacían daño a mi marido. Me fui a bañar y me lleve el móvil. Le escribí a Daniela y no me contesto, me llamo directamente, le conté todo lo sucedido y a mi pregunta de si creía que Carlos lo cumpliría, me contesto algo que no me gusto, “no lo conozco mucho, pero hablando con Ray alguna vez de eso, me ha dicho que nunca se ha echado para atrás cuando le ha dicho a una mujer hasta aquí o no vamos a follar mas y según Ray han pasado muchas, lo siento amiga”
Por eso sé que este es el capítulo final. Después de esa noche, nos hemos encontrado hasta hoy 16 de septiembre, varias veces y en todas ha estado muy correcto, bromista, lo de siempre, pero ni una insinuación y lo más importante, que no me ha echado una de esas miradas de te voy a empotrar. Miradas dulces pero no más. Pues mis narraciones llegaron hasta aquí, algo que no me tenía que haber cogido de sorpresa porque cuando le conté lo que me había enterado, que no era nada malo, solo muy personal, algo se fracturo en la relación, por tratar de entenderle y hacer ver que le entendía. A quienes me habéis seguido muchas gracias.