Desnudando a Carlos (CARTUZ) Cap. 8, 9 y 10

Los capítulos que faltaban de las narraciones a algún@s. Pasó más de lo que pensaba, experimenté nuevas facetas pero al final no me gustó.

Llevábamos varios días sin tener contacto con Carlos. Tiano si tuvo un correo de carácter profesional. No había recibido ningún tipo de respuesta. Hasta que un día me llego un correo, leéis bien un mísero correo, nada de un wasap y voy a hacer un corta y pega de él para que sea lo exacto que es. “Si quieres, el viernes vente por la tarde. ¡OJO! si vienes harás todo lo que diga sin rechistar y al primer NO, se acabó todo. Tu respuesta la sabré mañana, no quiero ninguna por aquí”. Ver un correo de él, me causó distintas sensaciones. Excitación, nerviosismo, alegría y eso sin abrirlo. Una vez que lo leí, seguí con los mismos sentimientos y se añadieron algunos más, que podían ser contradictorios. Me quede pensando, estaba segura de que algo le tenía contrariado, algo le había trastocado y el correo me estaba diciendo, ven que vas a pagar mi contrariedad. No me importaba y me excitaba, no lo voy a negar.

Lo primero que hice fue llamar a mi marido, en ese momento no me podía atender, lo que me llevó a contestar a Carlos. Lo hice por el chat, esto le puse, “Acepto, no hay ningún problema. Ahora bien me tienes que dar tu palabra de honor de que me dejaras hablar una hora sin interrumpirme y me contestaras al acabar a cinco preguntas que te haga con total sinceridad y sin medias tintas” me contestó con algunos Jajajajaja, y no quería comprometerse. Hubo un compromiso parcial y con eso me tuve que conformar. A mi marido se lo conté todo, incluyendo mis pensamientos. No había nada que ocultar. Una vez más me apoyaba en lo que decidiera y me recalcaba una cosa, que eso de lo que quería hablar con él y las preguntas, que no lo veía nada bien, porque él sí sabía lo que tenía pensado. Me había quedado satisfecha en cierta medida, por haber conseguido ese pequeño compromiso y por contestarle aunque me había dicho que no lo hiciera.

En mi casa tuve una larga conversación con mi marido, que me animaba a que fuera si es lo que quería pero me insistía en que podía ser un gran error lo que tramaba con lo que quería decirle a Carlos. Era muy consciente de que podía ser una pésima idea, pero necesaria. Dos personas tendrían que oír lo que tenía que decir, Carlos y otra persona que no conozco, lo ideal sería que estuvieran las dos juntas. De momento sería solo él y aunque pudiera molestarle, seguro que después me entendería, cómo sería su enfado? Todo estaría en el momento que habláramos, tenía que ser el momento justo.

El viernes fui en mi coche, la entrada la abrió Irene, llegue a la entrada de la casa. Baje la maleta y entre en la casa. Nos saludamos Irene y yo, le pregunté por Carlos diciéndome que estaba en la piscina, le pregunté que como esta de humor y me dijo que le veía bien. Me encaminé hacia la piscina y nos saludamos, estaba desnudo y ya eso me dio un buen subidón. Lo primero que me dijo fue que para que esperar que era todo oídos para eso que le tenía que decir. Ese no era el momento y le dije que hasta el lunes había tiempo. Le deje con sus pensamientos porque iba a hacer una paella, que sé que le gustaba y ya que siempre cocinaba él. Me fui a la casa, me cambié y cuando baje a la cocina Carlos estaba allí. Mientras intentaba hacer la paella, Carlos no paraba de meterme mano y eso me desconcentraba y tuve que ponerme seria. En los postres, le tire ficha a Carlos, de manera que Irene que comía con nosotros no se diese cuenta, pero debía de haber sido muy sutil, que Carlos no se enteró. Pasé de querer echar una “siesta” a irme a la piscina.

Irene se vino conmigo a la piscina y Carlos se quedó leyendo un libro. Irene se quedó en top-les nada llegar a la piscina y por no ser menos lo hice también. Quería tomar el sol, me tumbe y ella se quedó sentada, quería hablar conmigo. Me recordó la famosa conversación que quiso tener la última vez y estaba atrapada, quisiera o no quisiera la iba a tener.

*No sé cómo empezar. Me gusta hablar esto contigo porque se ve que eres distinta a las demás.

*No te creas todas somos más o menos iguales.

*Lo he pasado muy mal. Tenía un novio, que era muy egoísta en todo. Sobre todo en la cama. Nada más pensaba en quedarse él satisfecho. A mí que me dieran.

*Eso suele pasar y la mejor solución es sentarse y hablarlo.

*Pues eso fue lo que hice y donde empezó mi calvario.

*Y eso?

*Porque le dije que no acababa nunca y que me gustaba un poco más de tensión, que fuera un poco más agresivo. Y perdona, como a ti que vi cómo te pegaban en el culo y como me puse, me puse malísima, que suerte la tuya.

*No está bien espiar a las personas. Ya está hecho. No es malo el ir probando cosas.

*Pues lo fue contando por todos los sitios, que estaba loca, que era una guarra y que quería que me pegaran. Tuvimos que poner una denuncia y todo para que parara. Solo he conseguido llegar haciéndolo sola.

*Eso que no te preocupe, encontrarás a quien te haga llegar una y mil veces.

La conversación fue más larga y se ofreció cuando me di la vuelta a ponerme protección y ya de paso darme un masaje, no quería pero se empeñó y no acepto el no que le había dicho. Al principio era todo muy normal, Irene seguía hablando de sus desventuras y sus manos estaban en mis hombros y mi cuello y la verdad que me relajaban. Se fue a mi espalda y de vez en cuando sus manos bajaban por mis costados hasta algo más que rozar los pechos. En un primer momento no le di más importancia porque pensé que lo hacía sin malicia. Me estaba excitando y no quería, por eso le dije que seguro que ya estaba bien y ella me dijo que no, que faltaban las piernas. Pies y gemelos, me venía muy bien, paso a los muslos y otra vez empecé a sentir algo que me preocupaba, lo lograba controlar. Me aparto la braga del bikini, la metió entre mis nalgas y me amasaba de una manera nada inocente. Me debatía en mandarla a paseo, o dejar que acabara y no ofenderla, no quería que conmigo se sintiera como con la gente de su pueblo.

Sus dedos acariciaban algo más que las nalgas, había tenido mucha habilidad y me había dejado al descubierto, tanto que pude notar sus dedos introducirse dentro de mí, que estaba super excitada. Me deje llevar, no tenía fuerzas para retirarme y recobre la cordura, cuando siento que me besaba y me mordía el culo. Me levanté y me fui para la casa. Me puse la toalla alrededor mientras caminaba. Quería irme a mi habitación, ducharme o follarme directamente a Carlos. Le vi leyendo su libro, me iba a subir cuando se puso a hablar conmigo y acabó metiéndome mano, pudiendo ver que estaba mojada, muy mojada. Necesitaba lo que necesitaba y esta vez no fui nada sutil. Le invite a que subiera a frotarme la espalda en la ducha. Baje y me senté cerca de él, él se movió y vino junto a mí y empezamos a besarnos y a tocarnos. Estaba ya a punto y va y se para. Me cabreo y se lo digo, hasta le llame cabrón porque me hizo gruñir y se lo dije. Con mucho sarcasmo me dijo, “TU NO TIENES NI PUTA DE IDE DE LO QUE ES GRUÑIR” sentí como si lo hubiera dicho con desprecio.

Me fui a sentarme fuera, esperaba que viniera disculparse, no sé de qué exactamente pero que viniera y va y aparece Irene, la que me faltaba, la veía y me daba vergüenza. Me fui para mi habitación. Me puse a escuchar música, estaba sentada en la cama y tenía hasta un tic nervioso que me da en la pierna cuando estoy malhumorada. No me enteraba de la música. La puerta se abrió, no sé si había llamado, porque con la música no oía. Me fije en lo que traía, correas y otros de sus juguetitos. Me puse en plan digna y le espete que no me iban los machos alfas y que se podía ir por donde había venido, que no íbamos a tener nada en ese momento. Vino hacia mí sin soltar palabra, se sentó, abrió una de las correas, la paso por mi muñeca, la apretó y luego el otro extremo lo ajusto al cabecero de la cama. Me veía tonta, le insultaba y le decía de todo, pero dejaba que me atara. Ya tenía los dos brazos bien amarrados. Me puso un antifaz y trate de quitármelo, fue cuando tiró de mí como si fuera una pluma y deje de estar sentada para estar acostada.

El muy cabrón con unas tijeras empezó a cortarme la camiseta, me cabreo bastante pero cuando lo hizo con el sujetador le dije lo más fuerte. Este tío al final me iba a dejar sin ropa. Con las bragas hizo lo mismo y era un conjunto de lencería que me gustaba mucho. Quería estar muy cabreada para que se diera cuenta de que no me había hecho gracia lo de mi ropa interior, el muy ladino sabía que cuando me lamiera se me pasaría y por eso, metió sus cabeza entre mis piernas. Me lamía y mordía suavemente los muslos y me llegaba su aliento a lo más profundo. Ahí estaba ya derrotada y él lo sabía.

Una vez mas me dejo a medias, me dio la vuelta y pude oír unos azotes, me preocupe y era el muy cabrón, que se daba con la “raqueta” esa que usaba en la mano, para ponerme nerviosa y sí, me daban escalofríos de placer esperando sentirla, aunque más me excitaría sentir sus manos. Me dio varios azotes y mi culo estaba ardiendo, empezó a lamerme y esta vez lo note más suave, más comedido y me comía de distinta manera. Me daba una de cal y otra de arena. Paro y me volví a cabrear hasta que me empezó a lubricar el trasero, ya sabía lo que me iba a pasar y se me hacía la boca agua. Hace nada me daba miedo el sexo anal y ahora me estaba volviendo adicta a él, o mejor dicha a como me lo hacía Carlos, porque mi marido lo hacía pero no con el talento y habilidad de Carlos.

Me soltó una mano y quería que yo me sentara dándole la espalda, le dije que prefería estar boca abajo. Paso de lo que le decía y me levanto con la facilidad de siempre, me puso su polla en la entrada de mi culo y fui metiéndomela yo sola. Era pura fascinación, notar como me abría por dentro, como notaba ese calor que despedía y como se fundía en todo mi cuerpo. El mayor placer que me podían dar era el momento en que voluntariamente me dejaba caer para notar la parte final entrar de golpe. Me contoneaba y me movía follándole yo a él. Hubo un movimiento en la cama que me desconcertó y cuando quise darme cuenta alguien me estaba lamiendo el clítoris. Me cabree me la habían jugado bien. Pedí hasta la súplica que no me lo hicieran, pero hasta yo no me oía convincente, porque me afloraron mis gemidos. Irene tenía muy buena lengua y ya me dejé llevar. Al final era más que obvio que me estaban dando mucho placer, porque mi primer orgasmo fue sonoro, pero el segundo fue más allá de la sonoridad. Me quedé extasiada. Carlos se quitó el condón y se acercó a mi boca, le hice una mamada, la mejor hasta el momento, estoy segura de ello y mientras Irene me sobaba las tetas, se corrió en mi boca y cuando lo vio Irene sin pensárselo me dio un buen muerdo, pasándole parte de la corrida y estuvimos un montón de tiempo haciéndolo. Nuestro primer beso entre mujeres y a costa de la corrida de Carlos.

Me dejo sola, con mis pensamientos mis comeduras de cabeza. Se fue a hacer la cena y me pidió que le echase una mano. No tardé mucho en bajar, darme una ducha, cambiarme de ropa y bajar. Estaba que no sabía que decir, que pensar. Carlos estaba con su música, su copa de vino y otra al lado para mí y tan organizado como siempre para cocinar. No dejaba nada al descuido. De qué hablar en una situación como esta, que tal me has visto con una jovencita comiéndome el parrus, ha estado bien?, era un poco cortazo. Hasta en eso se dio cuenta y me empezó a hablar de lo que pensaba cocinar. Al aparecer Irene que venía jovial y fresca, se me aceleró el pulso. Carlos sin relajarme me relajó. La cena tenía buena pinta de palabra. Lo que más me asombro y con lo que despejamos la mente, fue con un ceviche de merluza y gambas, con zumo de mandarina para marinarlo. Como digo ese plato en concreto relajo mi nerviosismo y luego cenando siguió siendo el centro de la conversación, porque me quedé asombrada de lo bueno que sabía. Sería su plato estrella para ligar o seducir? Pues no porque otras veces había cocinado cosas similares.

Se disculpó y se fue al acabar de cenar. Era un ritual en él, se iba a lavar la boca, volvía y recogía. Muy ordenado y escrupuloso. Recogimos Irene y yo todo. Luego Irene se fue a poner cómoda y yo a hablar con mi marido. Le puse a grandes rasgos al tanto de todo y por su voz tenía que estar cachondísimo no, lo siguiente. En el salón en el sillón que había, que nunca vi uno tan grande, que era como una U y alrededor de una mesa baja proporcionada a ese sillón. Calos estaba en uno de los lados que eran más cortos, no me quise sentar junto a él, me senté en el centro del lado más largo y de frente justo al televisor. Irene venía dando saltitos y se quedó quieta mirándonos, hizo unas bromas sobre nuestro distanciamiento y preguntando que donde sentarse. No tengo claro si fue Carlos quien le dijo que se sentara a su vera o fue cosa de ella, me pareció que fue una indicación de Carlos. Iba enseñando más de lo que tapaba. Me encolerice cuando vi cómo se apoyaba sobre su hombro. Lo disimule.

Se la estaría follando? La respuesta tenía que ser que no, porque por la tarde paso de ella completamente y a ella se la veía con ganas de que la montaran y digo montaran conscientemente porque estaba siendo muy perra. Había puesto la serie Mentes Criminales y Carlos no dejaba de hacer comentarios sarcásticos y ya me costaba prestar atención a una de mis series favoritas, por como llegan al éxito de las situaciones por la forma de pensar y actuar. Tuvimos una pequeña polémica sin llegar a la discusión, porque sus comentarios me hacían perder el hilo de la trama. Irene se levantó y dio un breve speak en favor de la mujer y se vino conmigo dándome la razón. Se puso en la misma posición que con Carlos. Para evitar más “confianzas” le pedí que no se apoyara que me dolía el cuello. Me equivoque al hacerlo, porque dio un bote se puso detrás y a hacerme un masaje, me fui relajando porque además estaba vestida. Me hizo desabrocharme un botón de la blusa, tampoco era tanto, se vería un poco de canalillo, pero nada más.

Descubrí a Carlos mirarme con mucha discreción y sabía que me miraba también los muslos, la falda era corta y al tener las piernas cruzadas veía más. La situación se estaba volviendo “peligrosa” y esta vez debía de controlar hasta el mínimo detalle. Cómo ocurrió? No lo sé. De pronto las manos de Irene me estaban tocando los pezones por dentro y al segundo mis pezones estaban erectos. Me tenía en lo más alto de la escala de excitación e hizo lo mismo que Carlos, lo dejó y se sentó junto a mí, no le di un bofetón porque estaba Carlos y porque para ella no sería un castigo, eso seguro. Volví a ser consciente y a tranquilizarme. Irene empezó a acariciar mi rodilla y un poco más arriba. El tacto de su mano me excitaba, pero me mentalizaba para que no me excitara. Por eso cuando quiso avanzar más, no se lo permití y la posición de mis piernas jugaban en su contra. Lo que había dicho tenía 18 años y era muy perra. Se acerco a mi oído, me lamió la oreja, echó su aliento, mi piel se erizo y lo pero fueron sus palabras, “Vamos putita abre tus piernas, no ves que tu macho está mirando y en cuanto vea que mi mano llega a tu coño, su nabo se pondrá muy, muy duro, no quieres que se ponga cachondo?” según hablaba, mis piernas se descruzaron y ella llegó a donde quería.

Me masturbaba mejor que yo misma, movía con virulencia sus dedos y ya no es que hubiese descruzado las piernas, es que las había abierto bien abiertas para que la muchacha pudiera tocarme libremente. Estaba a punto y en la gloria. Alguien me agarra la mano, abro los ojos y es Carlos, maldita sea. Me hace levantarme y nos vamos a mi habitación, aunque otra vez que vuelvo a intentar ir a su habitación, lo único que estaba tan cachonda que no era momentos para discutir. No era como quería controlar todo pero algo de control si iba a tener. Llevé a Carlos hacia una silla en cuanto llegamos a la habitación, le puse un dedo en sus labios para que no dijera nada. Ordene a Irene que se desnudase y miro a Carlos, le agarre de su cabello y le dije que no le mirase que obedeciera. Se desnudo rápido, tampoco había mucho que quitarse. Hice que me desnudase y sin romper mi ropa. Iba a empezar por abajo y le dije que por arriba.

Hice que se pusiera de rodillas para quitarme el resto. Lo último las bragas y en cuanto acabó, me decidí, agarre de nuevo su cabello y la pegue su boca contra mí. Lamia como la perra que era. El pelo se lo solté, porque cuando se abrazó a mí apretando mi culo con sus manos, su boca era más incisiva en sus lametones. Me hizo tener un orgasmo tan fuerte que casi me caigo, di un pequeño resbalón. La mande que se pusiera en la cama de rodilla, con el culo para afuera y me fui por la “raqueta” con la que me habían azotado a mí por la tarde y que estaba encima de una cómoda. Empecé a azotarla y la muy cabrona, me provocaba, lo hacía para que me diera más fuerte, pero es que no me salía. Me había metido en un jardín que no era el mío. Ella provocándome, Carlos mirándome como si dijera lo torpe que eres.

Ese cúmulo de pensamientos me enrabietaron y mis azotes ahora no podían ser más fuertes, tampoco es que tenga mucha fuerza en los brazos, pero ya dejó de provocarme. Estaba tan excitada y ofuscada que no me enteré de que Carlos se había levantado y desnudado, hasta que no sentí como me clavaba la polla y sin preámbulos, la sentí toda de golpe hasta notar el choque de sus cuerpo con el mío. Se me cayó la raqueta. Teniéndome que apoyar con mis brazos en el colchón y muy cerca de Irene. Me sujete bien para no hacer cerca de Irene que ahora se había dado la vuelta y estaba espatarrada, esperando lo que no iba a hacer, que ella lo hiciese era problema suyo, no quería hacerlo. Sabía que Carlos lo quería, no hacía falta preguntar, pero no estaba dispuestas. Hasta que me dio dos empellones fuera de lo normal y mis brazos se vencieron para quedar a un palmo de la entrepierna de Irene. Que se veía clarísimamente que estaba mojada, sus labios vaginales estaban llenos de brillo, de líquido y vi sus piercing, bien escondidos que estaban. Otra vez Carlos empujo de lo lindo y gire mi cabeza, no, no quería, al sentir que se echaba sobre mí, sabía lo que pasaría, me tense, sus manos hicieron el resto, lograron vencer mi resistencia y mi boca paró en el chocho de Irene, que gimió como lo hacía yo.

Mande todos mis pensamientos a la mierda y aunque era mi primera vez, haría correrse a Irene como fuera. Mi excitación aumentaba no con las embestidas de Carlos, aumentaban con los gemidos de Irene y cuando empezó a tener su orgasmo, absorbí bien su clítoris, acariciado por mi lengua y tres de mis dedos dentro de su chocho, moviéndose con rapidez. Ahora me deje llevar, mis gemidos serían los que llenaron la habitación. Irene me acariciaba los pechos los pezones y me daba las gracias, “eres un amor Adri, es la primera vez que me corro así, nunca te olvidare, eres un amor” oírla me puso más cachonda y en cuanto sentí que me iba a correr le pedí que me besara y fue un beso espléndido con una corrida maravillosa.

Carlos siempre quiere llevarme al límite. Se puso como por la tarde, tumbado boca a arriba, quería que esta vez yo hiciera todo y a Irene le prohibió hacer nada si yo no lo pedía. Sabe que me cuesta hablar, pedir, mientras follo y a él le da igual. Irene se apartó y yo agarré bien la polla de Carlos, le di la espalda y me lo fui follando. Veía la cara de impresión que tenía Irene. Una vez toda dentro, inicie la follada, Carlos no hacía nada. Eso me ponía cachonda, tenía que conseguir ponerle cachondo. Me serene, me eche para atrás recostándome sobre Carlos y a Irene llamándola zorra le dije que me comiera el coño, nada de chocho, el coño y vi su cara de felicidad. Carlos cambio y con lo bruto que es, me levantaba con los empujones que me daba, era un “animal” precioso y potente. Me gustaba esa lengua y por eso hice que me besara. Me gustaba besar su boca con mi sabor. Me apetecían esos pezones con sus piercing y tire de ellos, oí sus gritos ahogados y su mirada diciéndome que no parara. Me metí uno en la boca y me gustaba jugar con mi lengua en sus adornos.

Hasta que sentí que me venía y nos besamos Irene y yo. Acababa de correrme y empezó Carlos, me molesto no notar su corrida en mi culo por el puto condón y su contención al correrse. Carlos se fue al baño. Tardaría entre 5 y 10 minutos. Cuando llegara se iba a encontrar un buen show, hice que Irene se tumbara encima mía, con el culo en la dirección que vendría Carlos y nos pusimos a hacer un 69. No sé el tiempo que estuvo viéndonos, lo seguro que nos vio corrernos a las dos a la vez. Nos reímos los tres al ver el numerito. Nos dijo que no nos moviéramos que iba a por algo para tomar. Trajo una bandeja con refrescos y unas pastas dulces y saladas. En ese momento Irene se fue al aseo, porque así lo habíamos acordado, para que pudiera liar a Carlos. No me anduve con rodeos, “oye Carlos Irene quiere probar el sexo anal y quiere que seas tu. Ni la has follado, ni habéis tenido sexo oral y eso la tiene preocupada, pero lo que más quiere es el sexo anal” ya estaba dicho, ahora a saber que respondería. Me miró con su sonrisa seductora diciéndome que el fin de semana solo había hecho que empezar y quedaban muchas cosas por hacer. Quería decir si? pues no lo sé.

Como ya me imaginaba no pasaría la noche con él, ni en mi habitación ni en la suya. Nos fuimos todos a dormir, iba a ir al baño y en segundos me quedé dormida. Fue el mejor sueño de toda la mirada del estado de alerta. Estaba feliz, relajada. Me fui a desayunar y como no, Carlos empapado en sudor. Este hombre no dormía? Al verme se paró y empezó a comerse su fruta y beberse su agua mientras yo desayunaba. Le provoqué metiéndome con él y tampoco entro mucho al trapo.

Era el mejor momento para eso que le tenía que decir. Le pregunté si para él era buen momento y no lo dudo, su sí fue firme y quiso decirme que por mi esfuerzo de ayer, que dijera lo que quisiera y preguntara lo que creyera oportuno, que me daba su palabra de contestar a todo, pero recalcó que tampoco nos íbamos a pasar toda la mañana con preguntas y contestaciones.

Para mí era fundamental ver sus expresiones según hablara. El contenido de lo que le dije, es como le veía yo, los “problemas” que detectaba y cómo solucionar su vida personal, íntima y afectiva. Cuando empecé a hablar le quedaba poca fruta por consumir. Lo hizo con normalidad, no le alteraba nada de lo que le decía. Cuando terminó, se quedó mirándome mientras escuchaba, ni pestañeaba. No movía ni una ceja, no apretaba la mandíbula. Sus manos y sus piernas inalterables. Calculo que hable durante 90 minutos. Bebí un poco de agua y le pregunté si quería decirme algo. Sonrió y me dijo que empezara las preguntas. Las fue contestando una a una, sin titubear, sin pensar las respuestas, por el contenido de las respuestas y por sus formas supe que estaba diciéndome la verdad en todo. Esperaba que alguna no me la respondiera directamente o lo hiciera con evasivas, pero no, directo y concreto.

Según él había acertado, había hecho un pleno. Esperaba ahora sus preguntas. Me había preparado algunas respuestas a lo que me podría preguntar. Pero para mi sorpresa solo me hizo un, “¿Por qué?” y me perturbó sobre todo el tono suave. Mi respuesta fue igual de clara, “lo he hecho por ayudarte y ayudar en lo que pueda, te lo mereces, siempre pensando y ayudando a los demás, ya se no me digas que no eres ninguna ONG, pero me has entendido”

Se quedó mirando sin ponerse serio del todo y con una sonrisa un poco forzada. “lo de la propuesta queda al margen de todo lo demás, dale las gracias a tu marido por esa confianza y a ti también, pero es imposible y no por lo que te diré ahora. NO QUIERO VERTE MAS. Es como espiar a un amigo. No me gusta nada. Tampoco me gusta que me psicoanalicen salvo que yo lo considere oportuno. Con esto no digo que seas mala persona ni mucho menos. Es que en el momento que estuvieras a mi lado, me sentiría analizado y no me gusta vivir así. Que lo habrás hecho con muy buena intención, lo acepto, pero el mundo está lleno de buenas intenciones que han hecho mucho daño. Así que no hay más que hablar, cuando quieras te puedes marchar”

Lo vi tajante y me dejó helada. Quise explicarle el sentido de todo. Incluso le expuse mi idea de publicar lo que le había dicho, lo mismo valía para que alguien que le interesara lo leyera y lo mismo le valía de algo. Se había puesto ya de pies para irse, me miro y solo me dijo como despedida, “eres libre de hacer, decir o escribir lo que quieras, no seré yo quien te diga nada. Tu misma” quise saber cómo se encontraba y su respuesta, “DE LUJO”

Ni me despedí de Irene, le dejé mi número de móvil. Me marché de inmediato y con dolor de tripa. Al entrar en mi casa mi marido sabía que algo gordo había sucedido. No me deje interrumpir hasta que se lo narre todo. No me dijo ya te lo avise, pero seguro que lo pensaba. Estaba derrotada no sabía que había pasado. Mi marido que es siempre más positivo que yo, me dijo que Carlos lo reconsideraría. Sabía que era imposible después de saber por sus respuestas la decisión que había tomado el martes.

Desnudando a Carlos (CARTUZ) Cap. 9

De forma inesperada y en el lugar menos esperado, me encuentro con Carlos. No es una historia larga pero sí sincera.

No creía que volvería a escribir ninguna historia más y menos tan pronto. El viernes pasado (15) tuve una llamada de la que llamó la gran superiora Vicenta y no es monja aunque algunas veces lo parece y quería hablar con urgencia conmigo. Nos llevábamos bien, en algunos aspectos fue mi mecenas lo que no quería decir que fuéramos amigas íntimas a nivel personal. Profesionalmente nos llevábamos bien, pero ella era mi superiora. En estas fechas no sabía de qué podía querer hablar y nos reunimos en su despacho.

  • Adriana gracias por haber venido. El lunes a primerísima hora te necesito. Que tengo una reunión y quiero que estés.

  • De qué va esa reunión?

  • Es para lograr que una empresa elija gente nuestra para estar un tiempo con ellos.

  • Vamos, como otras veces.

  • Si, pero esta vez me han dicho que el que viene es un hueso duro de roer.

  • Por eso quiero que estés presente, lo analices y si ves un resquicio para entrarle, le entras y tratamos de atraerlo a nuestro terreno.

  • Dime más de él.

  • No se mucho, como suele ser tendrá los 60 años. Seguro que un cascarrabias, con el ego muy subido. Habrá que agradar a sus oídos.

  • Poco me dices. Quien te ha puesto en contacto con él no te ha dado más datos?

  • Fue en una cena, la mujer de una amiga, me comentó que habían montado una empresa y que su mujer podía hacer que tuviéramos un contacto con ellos y que facilitaría todo.

  • Pues ya está entonces.

  • Que va, ni mucho menos. Que el que tiene que decidir que es con quien nos entrevistaremos no está por ello y ya es un éxito que venga.

Se me daba bien lo de calar a las personas, era una de mis mayores virtudes. Quería como siempre hacerlo bien. El resto de los datos es que según su contacto 5 puestos, serían fáciles de conseguir. El fin de semana lo pasamos normal mi marido y yo y esperando pasar a la FASE 1. Que por lo menos nos daría un poco más de alivio, porque a los problemas derivados del encierro, se le unían los de nuestra casa y que se hacía eterno encontrar (albañiles, fontaneros y electricista) quien lo solucionara. El lunes como iba con tiempo y al saber que las cafeterías abrirán, pase por mi lugar habitual de mis cafés. Pare vi un letrero y decía que seguían sin abrir. Me dio pena y me llenó de tristeza porque pensé en Carlos.

Me puse las pilas y me fui al despacho de Vicenta. Estaba con otra mujer, que profesionalmente está por encima de mí y que no me gusta nada. Debe ser recíproco por cómo me mira, me tiene que aguantar porque sabe que Vicenta me aprecia mucho. Esa otra mujer comenta, “esperemos que por lo menos sea puntual” y a la hora en punto, como un británico, avisan de que está la visita. Casi me caigo de culo. Era Carlos. Venía con la mascarilla en la mano, sonriendo. Chaqueta azul, pantalón gris marengo, camisa blanca de puño vuelto y una corbata que no le había visto, de color cobrizo y con un estampado discreto, zapatos burdeos. Estaba para devorárselo y ya no digo, la barbita de tres días.

Me puse nerviosa, me excité sin quererlo y no sabía cómo actuar. Ni cómo actuaría él. Vicenta se presentó sin darle la mano, luego presentó a la otra mujer y cuando me fue a presentar a mí, Carlos se acercó y me dio dos besos, “cuanto tiempo sin verte, que tal esta Tiano?” le conteste que muy bien o con sus cosas, no me acuerdo. Vicenta y la otra se quedaron impresionadas. Nos sentamos muy distantes unos de otros.

Carlos escuchaba atentamente y de vez en cuando nuestras miradas se cruzaban. Estaba pasando de todo lo que le decían y no se estaban dando cuenta. En qué estaría pensando? Le preguntaron si no era de aquí, Carlos les dijo que de Madrid y eso hizo que se embrollara todo. Porque por resultar agradables le preguntaban cómo es que se había venido a vivir a Valencia y una larga batería de preguntas. Conociendo a Carlos algo, sabía que saltaría en cualquier momento y no sabía por dónde ni cómo. No me acuerdo de lo que contestó literalmente, era para haberlo grabado, era algo de la búsqueda de la luz y que le había traído a Valencia, pero que buscando la luz se puede llegar a las tinieblas y daba a entender que Valencia para él eran las tinieblas o algo similar.

Era una respuesta que tal como la dijo la tenía muy interiorizada. Después de un silencio preocupante, Vicenta empezó a explicar lo que pretendían y la otra mujer que le acompañaba, hacia un mano a mano con ella. Carlos seguía poniendo cara de interés, de estar interesado en lo que le decían y no hacia ni un micro gesto, era difícil analizar a una persona con esa actitud y si era difícil para mí vislumbrar algo, mas lo seria para Vicenta. Su expresión era entre impávido e imperturbable. No las interrumpió en ningún momento, cuando en otras reuniones de este tipo, por la otra parte surgían preguntas. Vicenta se empezaba a poner intranquila.

Vicenta después de un corte que le dio, con prudencia le dijo que ya había terminado, si tenía alguna pregunta y que le había parecido. Hizo el primer gesto, que era de me da igual. “Para ser sincero, en Madrid y Alicante, donde hemos estado ubicados en otras ocasiones, teníamos acuerdos como el que quieren, pero ahora no estoy muy decidido. No puedo decir que me ha parecido pero si me fio de la opinión de Adriana, a ti que te ha parecido?” esta pregunta retumbó en mis oídos.

Que cabronazo me quería comprometer y si era lo que quería lo estaba logrando. Prácticamente resumí lo que había dicho Vicenta en pocas palabras y añadir alguna de mi cosecha. Hizo un silencio y luego les dijo que si esa era mi opinión, que no había ningún problema, que se fiaba de mí. No lo negaré, me dio un gran subidón que según él gracias a mí, se fuera a realizar. Hablaban ahora del número de personas y Vicenta subió a 7 u 8. Carlos hizo de nuevo la jugada de preguntarme, me tocaba devolvérsela y le respondí que no fuera rácano, que él podía con 20 o 25 por lo menos. Echó una carcajada y dijo “con 15 va bien, no nos vengamos arriba” y en eso quedamos que serían 15 y la elección que la harían ellos.

Vicenta estaba satisfecha y se le notaba. Invitó a Carlos para octubre para poder tener alguna colaboración por su parte y en eso ni me preguntó y fue taxativo. “No quiero venir por este sitio y si lo hago que sea lo mínimamente indispensable” Vicenta le pregunto si es que había tenido algún problema, que ella lo subsanaría y la respuesta las dejo como a mí, sin saber que decir, porque no sabíamos a qué se refería, “ningún problema, pero es que se puede dar la circunstancia de que tuviera que cumplir con la palabra dada y un día bueno se convertiría en uno malo, como un hola y un adiós” sonrisas como demostrando que lo habíamos entendido pero ni por asomo. Se despidieron y me quedé un poco más con Carlos.

  • Que sorpresa me has dado. No me esperaba verte y menos en mi trabajo. Que corte cuando te he visto. Porque en la reunión me habían dicho que sería con un tío de 60 años. Menudo corte se habrán llevado estas dos, Jajaja Jajaja.

  • Yo si me esperaba a dos de ese estilo pero nunca verte a ti. Y para que te tenían?

  • Normalmente Vicenta que hace lo mismo que yo, me quiere porque dice que tengo buen ojo y por si tengo que echar una mano.

  • En eso está acertada tienes muy buen ojo.

  • Ya se te ha pasado el cabreo? Sigues en lo mismo?

  • No he cambiado nada, sigo por mí mismo camino. Ya lo he dicho antes mis tinieblas son mías y de nadie más, es mi travesía. No quiero hacerte daño y vernos solo para follar, no creo que sea muy bueno para ti.

  • Que te has creído, me resultas a veces indignante, quien te has creído para pensar que quiero follar contigo?

  • Tienes toda la razón, no quiero discutir, te invitaría a un café pero no es el momento.

Me dio la razón como a las tontas o así lo sentí y me dio mucha rabia. Escudriñe y me enteré de que estaría en Valencia varios días. Aunque no había visos de quedar para nada, ni para ese café que había dicho. Quise acompañarle hasta donde tenía la moto. Íbamos por un corredor cuando literalmente sin esperarlo me llevó en andas empujando la puerta del aseo de mujeres. Me metió en uno de los aseos y se desbocó todo. Lo de quien te ha dicho que quiera follar contigo se fue de paseo. Su habilidad era innata, estaba con mis pechos fuera y su boca en ellos, sin saber cómo había ocurrido. El primer contratiempo de hacerlo en unos aseos, llama Vicenta interesada en que nos veamos, le digo que en un rato estaré en su despacho.

Seguimos a lo nuestro, cuánto había deseado estar así de mojada otra vez y con sus dedos haciéndome locuras. Me tengo que parar al oír abrirse la puerta y voces. Carlos no se para sigue acariciándome, tocándome. Empujan las puertas hasta que ven que la nuestra está cerrada. Pregunta y les digo que está ocupado. Es Mercè eso quiere decir que han entrado más que nada a fumarse un cigarro. Empieza un interrogatorio para saber quién era Carlos, que lo habían visto entrar y con nosotras.

Carlos es un morboso, no se para, me quita mis bragas, se coloca un condón, algo que me vuelve a dar rabia. Se sienta en la taza del water y me coloca sobre su polla, no quiero, porque se me puede escapar algo y que se den cuenta y agarro su polla y la colocó hasta que yo misma me la voy metiendo. Muerdo su chaqueta en el hombro. Tuve que hacer un gran esfuerzo para explicar quién era Carlos y había una que explicaba a otra que iba a ser el padre de sus hijos, mientras se reían por esa ocurrencia ya que estaba casada, Carlos aprovechaba para follarme más intensamente.

Me estaban esperando y les dije que estaba con la tripa mal, que tardaría un poco y que me daba corte estar en esa situación y ellas hablándome. Se fueron y al oír el silencio, fui yo la que me movía más, era una locura estar follando allí, en mi trabajo y con un hombre que no quería nada conmigo, pero era superior a mis fuerzas. Cuando estoy en lo mejor llamada de mi marido. Corto. Volvió a llamar y tanto insistió que le hable. Se puso pesado a pesar de reiterar en varias ocasiones que no podía hablar, que me distraía y al final se lo dije, que estaba con Carlos en un aseo follando. Le pregunté si lo entendía, pero no hacía falta pregúntaselo porque sabía la respuesta, como que estaría empalmado y se iría a hacerse una paja.

Lo sentía llenándome por completo, como agarraba mis nalgas con fuerza y como deseaba que me azotara el culo. No se lo pensaba pedir y me costaba no hacerlo. Sabiendo que al estar en ese sitio si tenía dos dedos de frente se contendría, pero en ese momento no me importaba nada. Me metió el dedo en el culo y estalló dentro de mí un orgasmo con una intensidad que casi me hizo marearme. Me abracé y mientras tenía mi orgasmo me impregne de su olor. Me levanté y lo hice quitarse y me apoye ofreciéndole mi culo sin decirle nada. No hacía falta. Le costó metérmela, pero contra más costaba más delicioso me resultaba, porque lo notaba más. Me quise tocar yo misma, para darme más placer, no me dejo, se echó sobre mí y fue él con sus dedos quien me tocaba, menudos dedos, donde aprendería a hacer algo semejante. Esta vez sí que no me aguante le pedí que se corriera en mi boca, no me contesto y me follaba no con la rabia de siempre, el sitio no lo permitía, pero la seguía notando, tal vez eso era lo que le hiciera tan buen amante, ese empeño, esa rabia que ponía para hacer gozar a una mujer.

Estaba por venirme otro orgasmo, no tenía que morder y me ponía nerviosa, se detuvo sin motivo alguno. Dejo de follarme y de tocarme, me estaba relajando cuando sin previo aviso, empezó a follarme con una “violencia” inusitada y se oía el ruido que hacia su cuerpo contra el mí, sus dedos se movían con más velocidad y no pude reprimir mi orgasmo, si hubiera habido alguien no hubiera tenido dudas de que había alguien pegándose la corrida del año. Me quede agotada, había sido todo muy intenso. Me senté en la taza del water se quitó el condón y le hice una mamada durante bastante rato, hasta que fui yo la que le volvió loco y sentí esa megacorrida que se pega. Estaba preparada y no permití que se desperdiciara nada. Nos compusimos, le coloque bien el nudo de la corbata y salí la primera. Le hice una llamada perdida y salió. Llegamos hasta su moto, me hubiera gustado darle no un beso un MORREO. Le pregunté qué había querido decir con lo que dijo de las tinieblas de Valencia, lo que hizo que apareciese su sonrisa perfecta y engatusadora. Trate de quedar con él para que viera a mi marido y me dijo que de momento y en un principio sería imposible, porque por motivos de trabajo tenía previsto un viaje a Extremadura. Con esto de las fases, quería que lo dejara para otro momento, “imposible, es algo muy necesario y no lo puedo dejar pasar, lo único bueno que ha traído esta crisis del virus. Me llevará una semana en principio, porque me llevaran muchas horas y va a ser agotador, con suerte podré acabar el trabajo aquí en Valencia si todo va como quiero” él y su trabajo, se le veía tan metido que parecía más otra cosa.

Es como el ego de dos personas que hacen que se produzcan los silencios más perturbadores. Seguía sin entender sus enigmas y se lo dije, como también le dije si tener tanto orgullo era bueno, su contestación me dejó de nuevo perdida, “es como lo que dice una canción, y el orgullo nos hace más fuertes, pero no feliz” arrancó y se marchó. Me coloque en la posición que él tenía, porque cuando nos despedíamos y hablábamos, me di cuenta de que miraba algo, a alguien o a algún sitio, con demasiado interés, pero no supe ver el que. Pero sabía que no había sido casualidad su forma de mirar.

Vicenta se interesó por saber más de Carlos y me escabullí diciéndole que era más amigo de mi marido que mío. Alguna cena o comida. Giro la pantalla de su ordenador y me mostró un video en YouTube en el que se veía a Carlos dando unas charlas o una conferencia. Había más videos. Hasta uno bailando del año 2018. Vicenta se fue soltando y me decía que tenía muy buena pinta, que ya había hablado con la que les puso en contacto y la invitaron a ir a la empresa a llevar a los que habían seleccionado para que decidieran y me pidió que tenía que acompañarla. Me dio taquicardia porque no quería ir, tenía que hacerme fuerte y no caer en más tentaciones.

Desnudando a Carlos (CARTUZ) Cap. 10

Esta vez el encuentro fue de todo menos aburrido, corriente o monótono. Tuvo de todo, una noche que será imposible de olvidar. Se empezó en un pub, se continuó en un piso y se acabó en un hospital. Que más se podía pedir para una fiesta de cumpleaños?

No negaré el encuentro inesperado en los aseos no me resultó desagradable, pero más me hubiera gustado que hubiera sido de otra manera, en otro lugar, aunque fue breve resultó como los perfumes que vienen en envases pequeños, intenso desde el principio al fin y todavía lo recordaba.

Mi marido también lo disfrutaba porque en nuestros encuentros se lo detallaba y potenciaba nuestro encuentro. A los pocos días me llegó un paquete un poco voluminoso a mi trabajo. Me avisaron y fui en cuanto pude a recogerlo. Lo curioso es que no pesaba mucho. Porque lo podía coger tranquilamente. Me lo lleve y en cuanto llegue a mi casa lo abrí. Me quedé de pasta de boniato. Nada más verlo supe de quién era, no podía ser de otro que no fuera Carlos. Eran seis conjuntos completos de ropa interior, incluido liguero y medias. Cada uno de los seis conjuntos eran de distinto color y de distinta forma.

Había una nota escrita, en el que me pedía disculpas por ser tan efusivo y que aceptara el regalo en compensación a esa efusividad. Se refería a las dos veces que “destrozo” mi ropa interior. Tenía buen ojo o mi marido se lo chivó, porque todo era de mi medida. Era una pasada, era una lencería preciosa y de una marca muy buena. Ni le veía comprando ese tipo de género ni tampoco sabía dónde podía haberla comprado. Acababa la nota diciéndome que la disfrutara y me vino a la cabeza que no me importaría disfrutarla con él. Llamé a mi marido y le pregunté si había hablado con Carlos, me dijo que una vez pero cuando le pregunté si había hablado de mis tallas, me di cuenta que le supo a nuevas, porque no tenía ni idea.

Al día siguiente nos íbamos a reunir con él en su trabajo y ya sería la última vez hasta septiembre u octubre. Estaba dudando en invitarle ese viernes a mi cumpleaños, cumplía la cifra según algunos mágica, 40 años y me gustaría que viniera. Me haría mucha ilusión, pero no quería comprometerle. Llegamos antes de la hora nos ofrecieron café a las tres y estábamos en una sala esperando. Carlos llegó cinco minutos justos antes de la hora. Me llamó la atención que no venía con traje. Llevaba un pantalón vaquero desgastado, unas deportivas blancas y una camiseta amarilla chillón con una inscripción “TURN THE PAIN INTO POWER” la ropa interior suya seguro que blanca, porque no le vi puesta de otro color y en sus cajones todas de la misma marca y color, blanco. Venía para buscarnos cuando le pararon a decirle algo y lo vimos las tres más de cerca porque allí las paredes todas son de cristal.

Y era verdad los comentarios de mis acompañantes, se le notaba un “paquete” muy llamativo, hasta una comentó, “llevara algún calcetín?” nos sonreímos y ganas me quedaron de decirles que era todo natural, pero se hubieran escandalizado. Me había vestido discretamente sensual. Carlos era de los que no le hacía falta mirar directamente para verte por completo, pero echaba de menos una de sus miradas penetrantes. Lo encontré cansado, abúlico. Estaba acostumbrada a encontrarme hombres y mujeres con ese aspecto y en Carlos se notaba más, porque era pura energía en todo momento. Estaba viéndole y me entraban ganas de llevármelo a un despacho y ser la que tomara la iniciativa como la que tomó él. Pero no, había dicho que mas no y era no. Su frente brillaba como si fuera sudor. Mis compañera le preguntaron si se encontraba bien y él con una de sus sonrisas especiales contestó que estaba de lujo. Que era solo calor.

Llamaron a mi jefa y tuvo que atender la llamada, Carlos me dijo si después me podía quedar que quería darme unas cosas para mi marido y le dije que sin problemas. De forma automática mi cuerpo reaccionó y me imaginaba de todo y cómo respondería firmemente a sus tentaciones, para que el quedara claro que también sabía decir NO. Acabamos la reunión y quedaron en ponerse en contacto en septiembre para programar una reunión. Me quedé con él y fuimos a su despacho. Al entrar quise hacerle una pregunta porque me rondaba desde que entre la primera vez.

  • Carlos, has cambiado o modificado algo en tu despacho desde que empezó lo del coronavirus?

  • Define cambios?

  • Si, si has cambiado algo del mobiliario, si has quitado algo, si has movido muebles, cualquier otra cosa.

  • Jajaja… para tu análisis. No hay nada ni cambiado, ni movido. Para que tengas mas datos. Este mobiliario lleva conmigo años, donde voy viene conmigo y si es necesario modificar el despacho para que quepa, se modifica.

  • Muy interesante.

  • No me digas lo que piensas, que me da igual, no quiero saberlo. Es de las pocas cosas que adorno yo, como mi habitación, el resto es distinto. Pero ya tienes más datos para seguir con ese análisis que nadie te ha pedido y que no te valdrá para nada.

Se fue para su ordenador y hurgo en el teclado y empezó a funcionar la impresora. Era verdad que tenía algo para mi marido. Pensé que era un cabronazo, había pensado que había buscado una treta para estar a solas conmigo. Había estado a punto de invitarle al cumpleaños y seguro que me hubiera dicho que no. Por lo menos tuvo el detalle de preparar dos buenos cafés. Aproveche para darle las gracias por su regalo. “He recibido tu regalo, es muy bonito, pero no te tenías que haber molestado. No era necesario, lo que no se si es muy correcto el que hagas un regalo así a una mujer casada y tampoco que ella lo acepte. Le haces ese tipo de regalos a tus amigas, sobre todo a las casadas?” ahora si me lanzó una de esa miradas especiales, se puso a reírse, “me voy a morder la lengua y no voy a contestarte como quiero, solo te diré que no es normal que rompa la ropa interior de las mujeres de mis amigos”

Al oírle me di cuenta de que no había estado acertada en lo que exprese y que pudo ser peor la contestación. Introdujo los folios impresos en un sobre y me los dio diciéndome que le diera un abrazo mi marido de su parte. Ya en la calle mi conclusión es que había estado no distante pero sí menos cercano que otras veces, aunque en algún momento vi como si se tensionó su mandíbula, lo que tenía claro que este estaba follando a destajo, que tampoco me extrañaba y estaba con la energía consumida.

Llevaba dos años diciendo que el día que cumpliera los 40 haría un fiestón y llegaba el día y de fiestón nada, sería un amago de fiestecilla y a esperar a mejor momento para el fiestón. Para la familia no lo iba a celebrar, la celebración la deja para más adelante. Para que nadie se enfadara, la fiesta que iba a hacer el viernes, iba a ser con amigos nada más. Como casualmente Daniela, la pareja de Ray (amigo/hermano de Carlos) estarían de trabajo en Valencia, les invite. El resto de los invitados son parejas amigas. El sitio ideal para la celebración hubiera sido la casa de Carlos con esas terrazas. De todo se encargaba mi marido y lo íbamos a celebrar en el pub del primo de mi marido, que estaba cerrado. La cena iba a ser toda comprada, nada que tener que cocinar, en plan picoteo, para no manchar mucho y no complicarnos la noche.

Las parejas invitadas cumplieron siendo puntuales. A las 22:10 estaban todas presentes. Muchos regalos y cuando me entregaron el suyo Ray y Daniela, Ray se disculpó por Carlos, “no ha podido venir, no se encuentra bien, lleva bastantes días fastidiado” le corte rápido porque no quería oír más. Aguante el tipo. Me llené de rabia por dentro y me fui al aseo. Daniela se dio cuenta vino detrás.

  • No te pongas así, Ray te ha dicho la verdad. Ha estado a punto de venir. Si hasta te compro un regalo.

  • Daniela si da igual. Además no le había invitado. Seguro que fue cosas de mi marido. Eso es lo que me da rabia. No le invite para que no pudiera decirme que no y para que viera que no voy babeando detrás de él.

  • Disfruta de tus 40, de esta fiesta y olvida todo, pero lo que te he dicho es verdad.

  • Gracias Daniela desde que te conocí he visto que eres una tía de puta madre. Me quedo con eso.

Ya estábamos acabando de cenar y me había relajado. Nos estábamos riendo, mi marido me llevó hacia la cocina. Me pregunto si me había enfadado con él, “eso ya lo hablaremos luego a solas, pero te advertí que no le invitaras que no le dijeras nada, pero ya lo hablaremos mañana o pasado” estaba deseando que dieran las 12 de la noche apagar las velas e irme a casa. Antes de las 11 de la noche, llaman con golpes fuertes a la puerta. Todo los cristales, están bien tapados para que no se vea luz y el ruido no puede oírse porque está bien insonorizado y tampoco estamos siendo muy bulliciosos. Ni el primo de mi marido ni nadie quiere abrir.

Quien no se cansa ni se rinde, más golpes y más fuertes. El primo va a abrir porque dice que al final se van a asomar todos los vecinos. Nos apartamos de la vista de la puerta, oímos hablar al primo y se cierra la puerta. Es Carlos, me emocione mucho, lo primero que hizo fue venir a felicitarme y darme un regalo. Lo abrí bastante nerviosa y no quería aceptarlo porque me parecía excesivo. Entonces se acercó a mi oreja, “si lo rechazas lo cogeré y me marcharé, si lo aceptas me quedaré y como me has hecho ese feo, ya sabes que te castigare” ante semejante “advertencia” lo acepte. Mi marido lo presentó al resto de los invitados, después se fundió en un abrazo con Ray y mis amigas venían a ver con detalle el regalo y de paso a “interesarse” por mi amigo.

Antes de las 12 de la noche Carlos era el alma de la fiesta y eso que se notaba que no estaba al 100% aun así era fantástico. Apagaron todas las luces y traían la tarta con 40 velas, nada de un 4 y un 0. Apagué todas en dos soplidos, me manche de cera de tarta y todos me daban dos besos de nuevo. Todos menos Carlos que no estaba, fui a limpiarme las manos y Carlos apareció y me felicitó con un beso de tornillo que me sorbió todo el oxígeno que tenía dentro. Es que la forma de besar que tiene no es de este mundo.

Acabo y sin decir ninguna palabra se fue con los demás. Si lo que quería era ponerme fuera de sí, humedecerme, lo había conseguido. Quitaba toda posibilidad porque se notaría mucho hacer nada allí, la falta de cualquier se notaría y la falta de Carlos y la mía, levantaría unas sospechas difíciles de justificar, con algo que no fuera la verdad. No quiero generalizar pero la mayoría de los hombres son muy sosos a la hora de bailar y mis amigos no iban a ser menos. Las mujeres todas bailando y me extrañaba que Carlos no lo hiciera. Estaban hablando con él y algunos a pesar de ser amigos, teniendo el mal gusto de hablar de trabajo. Le veía escuchando y el pie moviéndose al ritmo de la música, que en ese momento era música electrónica, muy conocida.

Le dejo el vaso a uno de los que hablaban con él y se vino a bailar y desató la locura entre las mujeres. Clavaba lo que bailaba, tenía un ritmo perfecto. Conocía bien a mis amigas y estaban cachondas con él. Hay una, mi amiga Rocío que es muy bailona, va a clase desde hace años y los fines de semana sale a bailar todas las noches por lo menos un día. Se enrollo a hablar con Carlos sobre música y bailes. No me hacía mucha gracia, porque sé que a Carlos por lo que he visto y oído a sus amigos, cree imprescindible como uno de los requisitos para que una mujer le atraiga más, es que sepa bailar y le guste.

Rocío se fue con el primo de mi marido, al ordenador donde tiene la música y estuvieron seleccionado música. Me tuve que morder la lengua. Empezó a sonar un tango y se puso a bailar con él. Lo reconozco lo bailaban muy bien y más sin haberlo hecho antes juntos. Fueron bailando distintas modalidades, hasta que llegó una que no sé cómo se llama y era no digo que pornográfica, pero casi. Los dos cuerpos pegados prácticamente, una música muy sensual, él con pocos movimientos de cintura, llevándola a ella y ella con unos movimientos de cintura y de culo exagerados, donde Rocío que ya de por sí tiene un culo precioso, de esa manera se veía más precioso. Carlos no sé pero Rocío estaba como una estufa, que la conozco y hemos salido muchas noches juntas. El remate que al acabar esa canción todos aplaudieron. Carlos dijo que luego más y dejó de bailar.

Rocío me busco, me hizo que la acompañara al aseo y allí me lo confeso, “que perra y puta me ha puesto vuestro amigo, es que lo tiraba aquí mismo, si sabe bailar de esa forma, follar tiene que ser el paraíso” me aguante no decirle nada fuera de tono, me limite a recordarla que su marido estaba aquí también. No se cortó y me decía que si lo pillara en los aseos se lo iba a follar. No eran ni la 01:30 y en vista de lo que me acaba de enterar les dije a los demás, “ya damos por terminada la fiesta que no estamos en tiempos de trasnochar, no por falta de ganas” todos lo entendieron y el primo de mi marido no dejo que recogiéramos nada, que ya lo haría él al día siguiente. Rocío fue lista, porque en un papel le escribió su móvil para que algún día la llamara y mirar a ver si podían competir juntos bailando. Carlos fue muy caballeroso, cogió el papel y se lo guardó.

Daniela actuó con astucia, nos entretuvo a mi marido y a mí, hasta que todos se fueron. Porque Rocío ofrecía su casa para ir a tomar la última y Carlos se excusó, pero dejando sin comprometerse, la puerta abierta para quedar otro día. Carlos estaba poniéndose el casco y preparando su moto. Me dejaba helada que no me fuera a dar ni dos besos de despedida. Nos preguntó dónde teníamos los coches, mi marido le dijo que nosotros habíamos ido paseando y Ray señaló donde estaba el suyo. “bueno para no perder tiempo, podéis ir en el de Ray, luego os llevo yo a vuestra casa en el mío” que manera de invitar, ni preguntaba. Íbamos pare el coche de Ray cuando mi marido quería que fuera sola y me decía que ese era su regalo especial, que fuera sola, que él me esperaría. Me negué a irme, le dije que no quería tener nada con Carlos.

El me insistió que sabía lo que iba a pasar, que lo sabíamos los tres. “Se que posiblemente sea así y pase algo, lo que quiero es que si pasa estés tú allí conmigo, sentirte a mi lado, te quiero y te necesito” no se lo decía por decir, porque también se lo dije estando él, lo pasaba mejor. Se convenció y se vino conmigo. En el coche nos enteramos que Ray estaba preparando sin que Carlos se enterase, una fiesta de cumpleaños para él. En un principio se celebraría a finales de junio o el mes de julio. Querían darle una sorpresa por muchas cosas que le habían pasado y la fiesta quería que estuviera coronada con una sorpresa muy especial para él, algo que no se podía comprar con dinero. Nos ofrecimos para ayudar a conseguirlo y nos dijo que solo Victoria podía, pero que estaba cerrada a colaborar, que no se podía permitir más enfados con Carlos. Intentaría que Daniela me lo contara.

“Ray no notas a Carlos como más apático? O solo me lo parece a mí” me miró por el retrovisor y me contestó, “puede ser, pero es que no se encuentra bien, el martes va al médico y seguro que le ponen las pilas y vuelve a ser el mismo. Es que se le acumula todo. Estaba ilusionado con un viaje a Extremadura, ilusionado como hace mucho que no lo estaba, no sé si por algo personal o profesional, pero se le notaba en la voz que era como el descubrimiento del santo grial y de la noche a la mañana lo anula todo y luego esta como esta, aunque por lo que he visto esta noche lo que sea se le va pasando. Es un toro, es muy fuerte, en poco esta nuevo” me empezaba a creer que era que estaba pocho y no agotado de follar a todas horas. Y si entonces era verdad no había nada que hacer esa noche.

Al bajarnos le dije a mi marido, “ves como has hecho bien al venir, que esta noche no va a haber tema” subimos y Carlos ya tenía vasos, bebidas, dos cubiteras de hielo, todo preparado en la terraza. Música muy suave. Nos pusimos cómodos y Daniela me miró de forma especial y fuimos al baño. Me decía que ella se iba a llevar a Ray y me dejaba el campo libre para que estuviéramos con Carlos, puse en duda que pudiéramos hacer nada y Daniela me decía, que estará un poco bajo, pero que lo que decía Ray era verdad, Carlos era un toro y riéndose añadió que para embestirme esa noche.

Nos volvimos a sentar y las bebidas las teníamos todos con un par de sorbos, no llegaban ni a la mitad. Daniela se levanta y dice que se van a dormir y Ray le señala que las bebidas están casi llenas. Daniela no dice nada, coge la copa de él y se la da, coge la suya y dice las acabamos en la cama. Mas contundente no pudo ser y él nos dio también las buenas noches. En ese punto está nerviosa, quería y no quería, sé que es difícil de entenderme. Carlos dio su último sorbo y nos dijo, “solo queda por decidir entre dos cosas, os llevo a vuestra casa o vamos a la habitación y castigo a tu mujer por el intento de desprecio al no aceptar de primeras el regalo. Qué hacemos?” Juro que estaba decidida a decir que nos íbamos para casa, porque prácticamente se dirigió a mi marido y no a mí. “Adriana creo que Carlos tiene razón y está en su derecho de castigarte. Ha sido un feo muy grande lo que le has hecho. Por eso creo que debe ser duro contigo y mi obligación es ayudarle”

No daba crédito, mi marido quería ver cómo me azotaban y encima se ofrecía a ayudarle. Quién era más sumiso el o yo. Mi respuesta, conteniendo lo cachonda que estaba fue, “eso es lo que quieres CORNUDO SUMISO? Pues vas a ver lo que es bueno” me había excitado que mi marido dijera eso y ya me daba igual todo, poco me pensaba contener. Nos fuimos a la habitación y Carlos no se esperó, mando a mi marido que me desnudara y descubrió que llevaba uno de sus regalos, la de color esmeralda, vi que le gusto como me quedaba. Se fue por las palas, ni esa noche, la de mi cumpleaños iba a cambiar. Debió de leer mis pensamientos, porque me dijo que lo mismo el día que no lo pidiese ni pensase, lo haría de otra manera.

Note que no estaba de verdad bien, porque no me “pegaba” con las ganas de otras veces. De todas maneras me daba una buena tunda y desde el principio no pare de decirle a mi marido de todo y cuando digo de todo, es TOOOODO. Le “insultaba” le provocaba, destacaba lo que Carlos me hacía, cómo me sentía. Ver la cara de excitación de mi marido y oírme me excitaba, como también todo eso excitaba a Carlos. No estuvo dándome tanto tiempo como otras veces, dejó caer las palas y por los espejo pude ver mi culo con buen color, pero no el de siempre. Lo tenía todo muy sensible. Me llevó a donde estaba mi marido. Me hizo ponerme sentada de lado sobre las piernas de mi marido. Me coloco su polla a la altura de mi boca y me puse a mamársela. Veía su cara llena de placer y de reojo veía a mi marido con cara de cornudo salido. Con mi lengua saboree líquido pre seminal de Carlos.

Me hizo ahora apoyarme sobre mi marido y de una sola penetración me lleno toda, por completo y sin quitar la mirada de mi marido se lo hice saber de la forma más basta que pude y lo finalice con un morreo con sabor de Carlos. Mi marido me comía la boca con una rabia deleitosa. Carlos lo hacía con suavidad y cuando pare de besarme con mi marido, todo cambio, me follaba como nadie lo había hecho jamás, con una potencia y un compás alucinante, como si fuera un baile. Sentía sus manazas agarrando mis cadera y como me cogían con fuerza. Cuando la sacaba toda era como si absorbiera todo el aire de la habitación y cuando me penetraba con esa potencia y con eso que me llenaba por completo, el aire me salía al mismo ritmo que la penetración. Cuando menos me lo esperaba, abracé a mi marido por el cuello y pudo oír el inicio de mis gemidos en su oído y cómo explotaba con un orgasmo insuperable. Como me ocurría muy a menudo con Carlos, las piernas me temblaban, me fallaban.

Rápidamente me cogió con sus brazos, me llevó a la cama y me dejó sobre ella con mucha dulzura, se puso a lamerme todo el cuerpo, conseguía que por segundos me volviera a excitar y cuando llegó a mi clítoris, me volví loca. Su lengua era como el resto de su cuerpo, un musculo, órgano, apéndice, lo que sea, que estaba entrenado para dar placer. Porque era algo inaudito, como entraba, como salía, como lamia, como chupaba, te llevaba al éxtasis de 0 a 100 en décimas de segundo. Como te veía excitarte tanto, sabía que lo hacía bien, al oír los gemidos que me sacaba hacía que su seguridad en lo que hacía fuera total y era un estado superior a donde te llevaba con la lengua.

Me dejó al borde del orgasmo, pero justo al límite en el que iba a iniciar mi orgasmo y cambias los gemidos por una mirada de querer fulminarlo al instante. Que te provoca que tu cuerpo se retuerza de rabia. Se puso de rodillas entre mis piernas. Me penetro y después de varios vaivenes suaves, la saco y en esa postura, estando yo boca arriba, quería hacérmelo por el culo. Me asuste un poco, sabía que me iba a gustar, pero es que no se había lubricado con nada, salvo con mis líquidos y tampoco me puso a mi nada.

Una vez más me relajo, con sus palabras y sus caricias. Me decía que era hora de intentarlo sin nada, no sé si por los nervios o porque, dije que al intentarlo me dolía. Le suplique que se pusiera algo y para que lo viera, le ordenó a mi marido que lo cogiera de un sitio y se lo pusiera. Vi a mi marido encantado y como Carlos le puso un poco de gel en la mano. Mi marido empezó a distribuirlo sobre la polla de Carlos, me ponía muy cachonda no, lo siguiente ver a mi marido haciéndolo. No lo podía evitar. Carlos tuvo que pararle porque se estaba animando y le hacia una paja en toda regla.

Ahora sí, con la misma delicadeza de otras veces empezaba a penetrar mi culo. Esta vez me gustaba mas, porque podía ver sus ojos y viéndoselos detectaba cuando iba a penetrarme más. Note a la perfección como me entro, lo note más que nunca y me gustó mucho más. Aumento el ritmo muy suavemente, mando a mi marido que me lo comiera y se puso a hacerlo. Cuando mis gemidos aumentaron ostensiblemente, le mando quitarse y sus penetraciones eran “brutalmente” fantásticas. Me impresiono lo que nunca vi en él, sudaba por la frente como si le tuvieran puesta una manguera en la cabeza. En ese momento pensé que era la posición y el mantener sus brazos en la posición de aguantar su cuerpo para no dejarse caer sobre mí. Todo se me fue cuando sentía llegar mi orgasmo, me toque un poco y lo tuve como el anterior, Carlos no paro, era como si no se hubiese dado cuenta y siguio a la misma marcha llevándome a otro orgasmo mas y el sin correrse.

Se quito y se tumbó a mi lado. Al ver su cara le pregunte si se encontraba bien. Me dijo que si, que había sido una subida de calor. Se fue al baño, oímos la ducha, mientras mi marido y yo nos mirábamos sin saber que decir o hacer. Al verle salir con una toalla enrollada, se le veía mejor cara, debía de ser lo que decía. Encendió el aire acondicionado y se tumbó, diciéndome con sonrisa pícara que no habíamos acabado. Me puse una camiseta de él y fuimos a la cocina. Cada uno tomo una cosa, mi marido una coca cola, Carlos agua fría y yo una fanta de limón. Antes de beberse su agua, Carlos fue a la despensa y trajo dos botellas de agua para la nevera. Bebió su vaso de agua y casi automáticamente empezó a vomitar de una manera que ni mi marido y yo habíamos visto jamás. Era como una fuente. Él se llevaba una mano a su tripa y con otra se apoyaba en la isla de la cocina.

No soy de decir tacos pero nos acojonamos mi marido y yo. Fui corriendo a la habitación de Daniela y abrí la puerta sin llamar, estaban en plena “faena” grite algo y regrese a la cocina. detrás vino primero Ray completamente desnudo y luego ya tapada Daniela. Carlos se había ido a la habitación, estaba en la cama tumbado, blanco como el papel. No se le entendía a Carlos, Ray pego su oreja a la boca y dijo de llamar a una ambulancia. La ambulancia no tardó en llegar era una del SAMU, venia un médico y nos mandaron salir de la habitación a todos menos a Ray que es el que más sabe de él. Salió y cuando lo hicieron con Carlos lo llevaban con suero y con muy mala pinta, no dejaban ir a nadie pero Ray y mi marido fueron detrás. Bajar a Carlos iba a ser un poco problemático, la camilla no cabía en el ascensor y la silla que llevaban, era difícil de llevar con el peso y el tamaño de Carlos.

Amaneció y no sabíamos nada a excepción de que estaba en el quirófano. A las 9 de la mañana Ray nos mandó un escueto wasap que nos ponía una cara sonriendo y un pulgar hacia arriba acompañado de un brazo haciendo fuerza. Llame a mi marido y fue mas escueto, “solo se lo que me ha dicho Ray, porque solo le han dejado pasar a él. Que ya está bien que está esperando a saber si lo subirán a planta y que tiene para una semana. No le he podido sacar más. Ahora cuando salga le preguntare más”

Al medio día Ray logro hablar con él, que estaba “bien” y aunque le ofreció llevarle una Tablet o el portátil, no quería nada, quería seguir desconectado y solo le indico que Victoria le llevara sus correos. Ray quiso aprovecharse de la situación para conseguir meterse en sus correos y encontrar una dirección para la sorpresa de la fiesta sorpresa de cumpleaños. Carlos no cambio de opinión. Hoy domingo Carlos que estuvo con él, le paso el móvil para poder hablar con él y no logre sacarle de sus dos palabras favoritas “DE LUJO” que era como estaba. Ni dos minutos hablamos. Y así fue mis recién cumplidos 40 años, hace años dije que sería una fiesta inolvidable y vaya que si lo ha sido.