Desnuda por el edificio

Decidiendo probar cosas nuevas, me paseo desnuda y tengo sexo en un edificio de noche. Quizá sea el principio de un nuevo hobby, quien sabe.

¡Hola de nuevo! Esta vez traigo una confesión un poco diferente a las otras. ¡Espero que os guste igual!

Pasé la cuarentena sola, y no quería que se repitiese. Así que ahora estoy durante un tiempo en casa de un amigo, para tener compañía. Es un chico con el que tenía sexo de vez en cuando, y que desde que estoy en su casa tenemos mucho más; generalmente siempre tengo ganas de sexo, y él está más que contento de tenerme “a mano” en su casa claro.

Una de las razones de irme a vivir unas semanas con él es esa claro, poder tener sexo sin salir por ahí. Pero hay otra razón, de la que le avisé antes y con la que no tiene ningún problema.

Llevo ya bastante tiempo fantaseando con la temática exhibicionista. Me pone muchísimo que me miren por la calle cuando me pongo mis escotes y mis faldas bien cortitas, y me encanta fantasear con salir por ahí desnuda. Evidentemente me metería en problemas si lo hago (además de que ahora en invierno no lo voy a hacer, por razones obvias), pero pensé que quizá podría hacer algo así por mi edificio. No me decidí a hacerlo, ya que si me veían me podían meter en problemas también; todos los de mi edificio me conocen. Pero pensé, ¿y si no estuviera en mi edificio?

Esa es la otra razón de haberme ido a la casa de mi amigo. Llevo ya un par de semanas ahí, y ha sido fantástico. Y esto es lo que os voy a contar.

Lo hice la primera noche que estuve allí, ya pasada la una, ya que no era muy probable que me encontrara a nadie a esa hora; por un lado quería que alguien me viera, pero preferí empezar con seguridad, además de que estaba muy nerviosa. Me desnudé, quedándome tan sólo con unas braguitas rosas que me encantan el culo que me hacen, y con mis grandes pechos al aire. Hice que mi amigo se quedara esperando con la puerta medio abierta por si quería volver. Salí al pasillo, con tan sólo mis braguitas y agarrándome los pechos. No sé si os hacéis una idea de lo que es salir así, aunque sea dentro de un edificio donde no te vas a encontrar a nadie, caminando desnuda por los pasillos, pasando por puertas de los vecinos que, si por alguna razón salieran en ese momento, te verían al natural, indefensa pero con la adrenalina a mil…

Hacía un poco de frío, pero por suerte entre que en el edificio no se notaba tanto y que estaba muy excitada no lo noté mucho. Paseé en silencio por los pasillos, con una mano jugando con mis pezones, que estaban más duritos y erectos que nunca, y la otra por dentro de mis braguitas, toqueteando mi clítoris. Recorrí las siete plantas del edificio así, y, con el corazón latiendo con fuerza, decidí coger el ascensor e ir a la planta baja. De nuevo, no esperaba encontrar a nadie por ahí a esas horas, pero nunca se sabía, y yendo desnuda… Era muy excitante.

Entré en el ascensor, masturbándome cada vez más fuerte. Ahí daba incluso más morbo, porque si por alguna razón me encontraba con algún vecino al abrirse las puertas, no podía correr a la casa de mi amigo. Por suerte o por desgracia no apareció nadie, pero cuando volví a la casa, con mi amigo esperándome detrás de la puerta entreabierta, estaba a punto de explotar de nervios y excitación. Mi amigo estaba con su pene fuera, tocándose mientras pensaba en lo que estábamos haciendo, y aún no había cerrado la puerta tras entrar cuando me abrazó por detrás, y empezó a jugar con mis pechos mientras se refregaba contra mis glúteos. Y ya que estábamos tan calientes, decidí dejar la puerta abierta mientras me reventaba contra la pared del recibidor. Si uno de los vecinos hubiera salido en ese momento me habría visto gimiendo en voz baja, moviendo mis caderas y mi culo con fuerza contra la cintura mientras jugaba con mis tetas… De nuevo, no salió nadie, aunque sigo fantaseando con ese momento.

Durante los días siguientes no salí a repetir, por la sencilla razón de que la realidad siempre es más fea que la ficción… me había resfriado. Sí, lo sé, debería haberlo pensado antes, pero estaba muy excitada y no notaba tanto frío, ¿vale? ¡Pero que nadie se preocupe, sólo fue un resfriado ligero durante un par de días!

Al pasar esos días, volví a repetir, pero esta vez con dos diferencias: llevaba un abrigo largo para ir por ahí, que me quitaba para jugar un poco conmigo delante de las puertas de los vecinos, y mi amigo me acompañó, él vestido.

De nuevo me paseé por el edificio, completamente excitada, mientras mi amigo de vez en cuando me metía mano, apretándome los pechos, que le encantan, y agarrándome el culo con fuerza. De vez en cuando me ponía a cuatro patas en medio del pasillo, donde notaba el contraste del frío suelo con la temperatura de mi piel, que estaba ardiendo. Ahí dejaba que me azotara un poco las nalgas, y de vez en cuando le sacaba su rica polla de los pantalones para chupar bien a gusto en medio del pasillo. No hacíamos mucho ruido, pero en medio del silencio los azotes en mi culo y los lamidos a pene de mi amigo sonaban mucho, lo que no hacía más que excitarme más y más.

Entramos en el ascensor, donde aprovechó para cogerme los pechos y chupar mis pezones con fuerza, y al salir le propuse hacer lo que habíamos pensado; me quité el abrigo, él sacó una mordaza y unas esposas que habíamos comprado (bendito sea Amazon), en medio de un pasillo me amordazó, me esposó las manos a la espalda, y tras desnudarse por completo y ponerse el condón, empezamos a follar.

La sensación de ser follada en un lugar así, con las manos atadas, es increíble; aunque estuviera segura de que no iba a encontrarme a alguien, nunca se sabía lo que podía pasar. Notaba el corazón a mil mientras me cogía del pelo y me penetraba. Al final me levantó y me apoyó contra una pared. Notaba su duro rabo dentro de mí, con sus labios chupando con fuerza mis pezones y sus manos agarrando mis glúteos, sujetándome en el aire. Y, al pensar que al otro lado de la pared probablemente hubiera una familia durmiendo mientras me follaban de esa forma, no pude aguantar más y me corrí con fuerza, apretando a mi amigo contra mí con las piernas mientras me agitaba y temblaba.

Él, que para mi sorpresa había conseguido aguantar, me dejó en el suelo, me quitó la mordaza, y me metió su polla palpitante hasta la garganta, corriéndose. Aguanté como pude (no era mi primera vez haciendo esto), y tragué casi todo su semen, aunque un poco cayó en mis pechos, caliente.

Tras esto él se vistió, y me llevó de vuelta a la casa, aún desnuda y esposada, y al acostarnos aprovechó para tocar mi cuerpo todo lo que quiso, conmigo dejándole encantada, completamente relajada…

Y bueno, estos han sido mis primeras experiencias relacionadas con el exhibicionismo, aunque sin que nos viera nadie más, así que no sé si cuentan… pero tiempo al tiempo. He seguido disfrutando del sexo estos días, pero no nos hemos decidido a repetirlo de esa forma (nos dimos cuenta de que debíamos haber dejado algunos “fluidos” donde tuvimos sexo, y la verdad es que no se nos ocurrió comprobarlo y limpiarlo…), pero sí que hemos repetido lo de dejar la puerta abierta y tener sexo en el recibidor.

Así que aquí estoy, bastante feliz con esta situación. ¿Qué pensáis vosotros? Quizá cuando haga más calor y la situación general esté mejor me decidiré a hacer algo más atrevido, no lo sé aún. Espero que hayáis disfrutado, y como siempre agradezco consejos y opiniones en los comentarios. ¡Un besito!