(Des)montando a mi cuñado. Segunda parte.

Me puse de rodillas ante él, le bajé los pantalones y dejé que me follara la boca hasta reventar en lefazos. Con sus dos manos detrás de mi cabeza, comenzó a penetrarme la boca moviendo su cadera de adelante a atrás. sin dejar de taladrarme la boca comenzó a llenarme de lefazos...

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Tras aquel maravilloso encuentro nuestra relación no volvió a ser la misma nunca más. De ser unos simples cuñados pasamos a ser unos fogosos amantes. Hablábamos muy a menudo por whatsapp contándonos cosas que habíamos hecho en la cama o que nos gustaría hacer el uno con el otro. Él me contaba sus ligues y cómo los tenía a todos comiendo de su mano. Normal, le decía yo, tienes un cuerpazo como para no rendirse ante tí. el tuyo también me pone mucho, me decía Guille.

Me quedó tan marcado nuestro encuentro que cada vez que tenía sexo con mi novia (su hermana), recordaba el polvazo que tuvimos. O cuando follaba con otros tíos. Su cuerpo, su olor, su lengua recorriendo mi cuello, sus músculos de Dios griego, su polla perforándome el culo, era todo él que me ponía a mil, me encendía hasta querer pajearme cada vez sin poder evitarlo. Con él me dejaría hacer cualquier cosa, como ya hice dejando que me hiciera una lluvia dorada.

Al cabo de unas semanas Ssmanta me comentó que íbamos a comer a casa de sus padres donde, probablemente, también estaría Guille. Me puse tenso solo de pensarlo.

  • ¿Te pasa algo? - Me preguntó mi novia.

Sería la primera vez que nos veríamos tras habernos follado el uno al otro por primera vez. Y, además, con su familia delante.

  • ¿Estás segura que vendrá Guille?
  • No lo ha asegurado, ¿hay algún problema?

no le quise dar más importancia y dejé de pensar en ello. Aún así, no podía evitar pensar en él constantemente.

  • ¿Vas a ir a la comida con tus padres? - le pregunté por whatsapp.
  • ¿No quieres que vaya?
  • No, no es eso. Era por saber. No quiero que lo que hicimos el otro día interfiera en nuestra familia.
  • Tío que solo fue un polvo.
  • Claro, pero eres el hermano de mi novia.
  • ¿Y?
  • Pues que se me hace rara la situación. Solo quería comentarlo porque ahora no sé cómo reaccionar ante tí.
  • Pues haz como siempre Cristian. Mira, hacemos una cosa. Por qué no vamos a tomar algo esta noche y hablamos tranquilamente, ¿te parece?
  • Vale.

Ya en el bar notaba cierta tensión sexual entre nosotros. Desde nuestro encuentro las cosas habían cambiado. Cualquier cosa que decíamos ya lo relacionábamos con sexo o algo similar. Nos sentíamos muy bien el uno con el otro, hablando de todo pero, sobre todo, de sexo y de experiencias. Desde el primer momento tuve la polla empalmada. Al igual que Guille, que no dejaba de decir y hacer cosas para evitar que bajara. Tenía cara de niño malo pero tierno a la vez. Unos ojos verdes oscuros y una barbita de dos días un poco dejada. Llevaba el pelo muy cuidado, rapado por los lados. Su estilo me ponía muy cachondo, generalmente vestía con ropa ceñida y así marcar músculo.

  • Así que no has dejado de pensar en cómo te follé el otro día. - me decía.
  • Dirás en cómo me perforaste el culo cabrón.
  • Tu culito me lo pedía a gritos.

Y así como me dijo esto acercó sus labios a los míos y me besó. Se lo devolví pero metiéndole un poco la lengua.

  • Tienes ganas de jugar por lo que veo. - me dijo interrumpiendo el beso.
  • Tu boca me lo pide a gritos.

Nos miramos los dos, sonrientes. Muy cerca el uno del otro.

  • Quiero follarte otra vez Cristian.
  • Y yo quiero que me folles también.
  • Sabes que casi nunca repito, ¿no?
  • Algo habré hecho bien para que quieras otra sesión de sexo.

Me volvió a besar. Notaba como ya no solo era morbo lo que había entre nosotros dos. Había complicidad, ganas del uno por el otro. No solo follar, sino también quedarnos dormidos mientras nos abrazamos. Llevé mi mano hacia su polla. La acaricié sobre los pantalones, estaba muy dura. Guille y yo no apartábamos nuestras miradas.

  • Te gusta, ¿eh?
  • No te lo voy a negar. No dejo de pensar en cómo me follaste la boca con tu polla.
  • Ahí estuviste muy bien, muy sumiso.
  • Y tu leche estaba deliciosa joder.
  • Me corrí al ver la cara de zorrita que tenías en ese momento.
  • Joder quiero que me folles la boca otra puta vez.

Y esta vez le besé yo. Con tantas ganas que le metí la lengua hasta el fondo.

  • No puedo aguantar más. Vamos al coche que quiero petarte el culo.

Pagamos las bebidas y fuimos directos a su coche que lo tenía cerca. No era una zona muy concurrida por lo que no movimos el coche de donde estaba aparcado. Nos sentamos directamente en la parte trasera del automóvil y seguimos besándonos como en el bar. Esta vez la hacíamos como si quisiéramos comernos enteritos. Jugábamos con nuestras lenguas así como también le sobaba toda la polla. Guille hacía lo mismo. Mientras tanto, íbamos deshaciéndonos de nuestras prendas hasta quedar los dos únicamente con los slips puestos. De besarle la boca pasé a su cuello, a su pecho y a su abdomen. Él ponía su mano sobre mi cabeza para forzar que acabara en su polla.

  • Va, cómeme el rabo como tu bien sabes.

Acerqué mi cara a su entrepierna y estaba húmeda y caliente, con algo de precum ya fuera. Le di pequeños mordisquitos a la par que lamía un poco con mi lengua sobre la tela. Le bajé los calzoncillos para poder contemplar de nuevo la pedazo tranca que se gastaba.

  • Joder, no deja de crecer o qué. - Dije yo estupefacto ante ese pedazo de rabo.
  • Tu abre bien la boca y traga como la puta que eres.

Abrí la boca y me la metí por el impulso que él hizo con su mano sobre mi cabeza. No entró toda a la primera ni de coña. Pero el tío no dejaba de insistir y apretar todavía más. Intentaba que entrase relajando mi lengua.

  • Venga joder, traga.

Me estaba quedando un poco sin aire y ya se me empezaba a caer la saliva por la comisura de los labios. Su polla entraba poco a poco y cada vez estaba más cerca de sus huevos. Me costaba tragar aire. Su polla ya no iba a entrar más a pesar de tenerla casi toda dentro de mi boca. Finalmente Guille dejó de hacer presión sobre mi cabeza y pude liberarme y coger aire.

  • Lo has hecho muy bien. - Me dijo sonriendo mientras me acariciaba la mejilla.

Yo le miraba con la cara roja de haber estado sin respirar más tiempo de lo normal. Con mi boca llena de saliva por no poder tragar. Y respirando profundamente ahora que podía.

  • Casi me asfixias cabrón.
  • No exageres, podría haber sido peor. Con lo que te gusta a ti tragar.

Una vez me hube recuperado reanudé la mamada. Esta vez a mi ritmo, sin ninguna mano que me impedía el movimiento. Me tragaba todo lo que podía de aquel falo duro como una piedra. Metía y sacaba como si me estuviera follando. Con una mano le acariciaba los huevos. Eran redonditos y muy suaves ya que los llevaba depilados. Guille no dejaba de jadear por el placer que le estaba proporcionando.

  • Si joder, sigue así… qué bien lo hace putita.

No dejaba de repetirlo una y otra vez. Pasé mi boca a sus huevos. Me los comía muy suavemente, que sé que le volvía loquito.

  • Como sabes que me gusta que me comas los huevos… y qué bien lo haces.

Ahora con mi mano le pajeaba. Hasta que él mismo me paró y me indicó que le besara. Nos besamos una vez más. Esta vez me senté sobre él, ya sin ropa ni nada. Nuestras pollas quedaron juntitas. Y nos seguimos besando y jugando con nuestras lenguas. Yo movía mi cadera para que nuestras pollas se frotaran.

  • Que ganas de follarte.
  • Meteme la polla por el culo joder, no aguanto más.
  • Deja que te meta los dedos primero, que sabes que me encanta hacerlo.

Se humedeció con saliva sus dedos y los llevó directos a la entrada de mi culo. Los fue introduciendo poco a poco hasta hacerme una mini follada con dos de sus dedos.

  • Me encanta notar tus dedos en el interior de mi culo. - Le dije mientras nos besábamos.
  • Y a mi me encanta sentir el calor de tu culito en mis dedos. - Dijo mientras aceleraba el ritmo.
  • Joder… fóllame ya de una puta vez.

Y en ese preciso momento sonó mi móvil. Estaba en el asiento de al lado y pude ver que era Samanta llamándome.

  • Mierda, tengo que cogerlo.
  • Joder, ¿en serio?

Sin dejar de estar sobre Guille agarré el teléfono y contesté.

  • Dime, Samanta.
  • Dime por favor que ya estás llegando. Me he dejado la llave en casa y ahora no tengo cómo entrar.
  • Pues no estoy precisamente de camino.
  • ¿Y te queda mucho?
  • Pues no lo sé, estoy con los colegas y no tenía pensado marcharme ya.

Mientras hablaba por teléfono, Guille aprovechaba para besarme el cuello. El muy cabrón me estaba poniendo a mil con sus besos y caricias.

  • Por favor Cristian, estoy en la calle y ya es tarde.

Mierda, mierda, mierda. En medio del calentón no me quedaba otra que marcharme. Joder.

  • Está bien Samanta. Ahora voy.

Cuando Guille escuchó eso se quedó de piedra.

  • ¿QUÉ?- Me dijo justo antes de que colgara.
  • Calla que aún te va a escuchar. Se ha olvidado la llave y tengo que irme.
  • Muy típico de ella. ¿Y ahora qué?¿me quedo sin follarte?
  • Lo siento tío, otro día seguimos.
  • Pero, ¿has visto cómo la tengo?. Al menos deja que me corra.
  • Va, pero rapidito.

Me puse a su lado y me agaché para comerle de nuevo la polla. Empecé una mamada acariciándole los huevos, estimulándole lo máximo posible para que se corriera rápido. Metía y sacaba presionando con mi lengua sobre su glande. El tío ya estaba a puntito de caramelo, jadeando y suplicándome que no parara.

  • Voy a correrme joder. No pares que te voy a dar la leche que te mereces por zorra.

Y seguí así hasta que comencé a notar la leche calentita rellenando el interior de mi boca. Salieron unos cuentos lefazos que me iba tragando poco a poco, saboreándolos bien. Continué un rato más mamando hasta que ya tuve que marcharme.

Me había ido tan rápido que llegué a casa con el sabor a semen en mi boca. Me di cuenta nada más saludar a mi novia al darnos un beso. Espero no lo haya notado, pensé. Abrí la puerta con mi llave y problema solucionado.


No volvimos a vernos hasta la comida en casa de sus padres. Habíamos intercambiado algún mensaje pero nada especial. Al principio estaba bastante molesto por haberme tenido que ir pero, poco a poco, fue entendiendo la situación y se la pasó.

  • Prometo compensarte con un buen polvo. - Le decía yo. - O con una buena mamada.

A lo que él no se negaba por lo que ya le tenía contento. Le pedí expresamente que no hiciera ninguna tontería en casa de sus padres.

  • Deberías ser tú el que vaya con cuidado, ¡son tus padres y tu hermana!. - Le decía.
  • Pero es que me pone tanto la situación que solo de pensarlo me pongo palote.
  • Pues quítate esa idea de la cabeza que no va a pasar nada.
  • En verdad me lo debes, me debes una después de haberme abandonado como un perro.
  • No te equivoques, que acabé comiéndote la polla como una perra, ¡que no es lo mismo!
  • Pues no estaría mal pegar un polvo rápido entre el primer y segundo plato jajaja.
  • Lo dirás en coña, ¿no?
  • Bueno, uno nunca sabe...

Ya en casa de mis suegros estábamos en el salón esperando precisamente a Guille que llegara. Sus padres eran personas encantadoras, que te hacían sentir muy bien desde el primer momento. Quizá su madre, Isabel, podía llegar a ser un poco incordio, haciendo preguntas que no eran de su incumbencia. Sin embargo, su padre, Rafael, era un hombre muy simple y gracioso.

No podía evitar estar un poco en tensión mientras esperábamos a Guille para sentarnos a la mesa. En el fondo deseaba que acabara cancelando y que no apareciera. Pero no fue así. Justo en ese momento entraba por la puerta Guille. Iba vestido muy sexi, tremendamente sexi. Llevaba puesta una camiseta de tirantes de color gris y unos pantalones cortos de chandal y, muy probablemente, sin ropa interior. Podía notar la forma de su polla colgando bajo esos pantaloncitos. Qué cabrón, pensé.

  • Perdonad que vaya así, pero vengo del gimnasio.

Mis suegros nos hicieron pasar a la mesa. Guille esperó a que pasaran para venir a saludarme.

  • ¿Qué tal estás cuñado?
  • Muy bien, ¿y tú? - Pregunté con tono neutral.
  • Mejor que nunca. - Me dijo con una sonrisa malvada.
  • Será mejor que vayamos a la mesa o nos dejarán sin comida.

Al pasar por su lado para dirigirme al comedor, no se le ocurrió otra que sobarme todo el culo con la mano. Me giré con cara de mala hostia diciéndole que parara solo con mis labios. Él sonreía como un niño pequeño.

En la mesa estábamos sentados mi novia y yo uno al lado del otro, en frente nuestros suegros y, a la cabeza (y justo a mi lado) estaba Guille. La comida fue excelente, todo hecho por su madre. Rafel, por su parte, fue muy amable ocupándose de que todo estuviera a nuestro gusto. Las conversaciones que tuvimos fueron muy agradables y, además, Guille no hizo ninguna tontería que me pusiera en evidencia.

En un momento dado me levanté para ayudar a Rafael a llevar los platos a la cocina. Estando ahí los dos, este aprovechó para conocerme un poco más de cerca.

  • Se os ve muy bien a mi hija y a tí. Me alegro mucho de que estéis juntos.
  • Gracias Rafael, su hija es un ser extraordinario.
  • Me gusta ver que también te llevas muy bien con mi otro hijo.
  • Claro, Guille es muy divertido. Alguien con quien pasar un buen rato desde luego.

En ese momento entró Guille.

  • Deja que vaya a ver si queda algo más sobre la mesa. - Dijo su padre mientras salía de la cocina.
  • Vaya, tú y yo solos. Qué casualidad. - Dijo Guille con su sonrisa malvada.
  • Ni se te ocurra por favor.

Me di la vuelta y me dediqué a colocar los platos en el lavaplatos, pensé que así se marcharía. Pero nada más lejos de mi intención. De repente noto por la espalda cómo pega su cuerpo al mío.

  • ¿Qué coño estás haciendo?
  • Quiero follarte. - Me dijo susurrando a la oreja.

Joder, me estaba poniendo la polla durísima. Aunque fuera una situación muy incómoda, no pude evitar que me pusiera a mil. Acto seguido comenzó a mover su cadera restregando su polla contra mi culo. Su polla dura como el metal, queriendo perforarme el culo.

  • Joder, para.

Guille se separó de mí al escuchar a su padre que entraba de nuevo. No nos pilló de milagro.

  • Hijo, podrías traer lo que falta por favor. Cristian, deja eso y vuelve a la mesa. Voy a sacar el postre.

Le hice caso. Solo quería poner fin a la encerrona de Guille. Me senté de nuevo al lado de Samanta e hice como si nada hubiera ocurrido. Continuamos la velada sin lamentar ningún accidente grave hasta el momento en que Isabel nos contaba que las habitaciones de los dos “niños” permanecían intactas desde el día en que se marcharon. Fue ella misma la que le propuso a Guille que me las enseñara.

  • Lo haré encantado. - Dijo Guille a la petición de su madre.

Se trataba de un chalé a las afueras por lo que las habitaciones estaban en la planta superior. Guille se levantó y me guió el camino hasta la entrada de la cas, donde estaban las escaleras.

  • Por favor, tú primero.

Pasé y empecé a subir los peldaños.

  • Vaya culito tienes. - Me dijo en voz baja.

Pues inevitablemente mi culo quedaba en frente de su cara.

  • Estás disfrutando, ¿verdad?. - Dije con sarcasmo.
  • No te lo niego.

Y aprovechó para sobarme de nuevo mis glúteos.

  • Qué morbo me da estar contigo en mi habitación de la infancia. ¿Te imaginas echar un polvo en mi cama de la adolescencia? No sabes cuantas pajas me habré hecho ahí.
  • Deja de fantasear y hagamos esto rápido.
  • Por esta puerta de aquí vas a mi habitación.

Entramos y era la típica habitación de adolescente. Había un escritorio, un armario y una cama individual. Algún póster pegado por la pared y una orla. Justo cuando iba a darme la vuelta mi cuñado me abrazó por detrás, justo como había hecho en la cocina, poniendo su cabeza sobre mi hombro y lamiéndome el cuello.

  • Joder, no empieces otra vez.
  • No puedo aguantar.
  • Está tu familia abajo esperando a que volvamos. No podemos.

Pero siguió dándome besos por el cuello y susurrándome guarradas.

  • Quiero meterte la polla. No dejo de pensar en ello.

No podía separarme de él. Me estaba poniendo cachondísimo y en parte quería que me reventara el culo en ese mismo momento. Me di la vuelta para besarle. Comenzamos a jugar con nuestras lenguas, como a nosotros nos gusta, como si quisiéramos comernos enteros. Le sobo el culo por encima de sus pantaloncitos de chándal. Siento sus nalgas y corroboro que no lleva ropa interior. Llevo otra mano a su polla y se la agarro sobre la tela del pantalón. Le pajeo mientras seguimos besándonos.

  • Joder, no me creo que ya quiera correrme.
  • Calla, que nos van a oír.
  • Voy a correrme Cristian.
  • Pues hazlo rápido.
  • No quiero manchar. Tendrás que poner tu boquita.
  • Joder, voy a oler a semen.
  • Calla y agáchate.

Así hice. Me puse de rodillas ante él, le bajé los pantalones y dejé que me follara la boca hasta reventar en lefazos. Con sus dos manos detrás de mi cabeza, comenzó a penetrarme la boca moviendo su cadera de adelante a atrás. Guille jadeaba muy bajito pero podía sentir el placer que estaba sintiendo. El morbo de estar en su habitación de niño y de que mi novia y sus padres estuvieran bajo el mismo techo aportaban a la situación muchísimo morbo. Esto hizo que me llevara las manos a mi polla a intentar pajearme, quería correrme yo también.

Guille seguía con la follada sin parar cuando de repente escuchamos una voz desde abajo.

  • ¿Chicos?¿qué hacéis?¿todo bien?

Era samanta intentando averiguar porqué tardábamos tanto en ver tres habitaciones.

  • Ya vamos hermanita, estoy enseñándole unas fotos que tenía en la habitación. - Improvisó Guille.

El muy cabrón no paró de follarme la boca ni para responder a su hermana.

  • Abre bien la boquita que ya voy a correrme.

Lo miré a los ojos mientras me decía eso. No pude más que seguir dejando que me follara puesto que tenía toda la boca llena por su tronco.

  • Así, muy bien. No deje de mirarme. Voy a llenarte de leche.

Yo seguía pajeándome y estaba acercándome también al orgasmo. Guille se vino primero, sin dejar de taladrarme la boca comenzó a llenarme de lefazos que iban directos a mi garganta. Uno tras otro, hasta sentir su leche calentita por toda mi boca. Poco a poco fue aminorando y su leche ya se me empezaba a caer por los labios. Ahora ya llegaba mi turno. Comencé a correrme mientras me tragaba la leche de Guille recién exprimida en el interior de mi boca. Mis lefazos fueron a parar al suelo. Guille se puso de rodillas frente a mí y me besó la boca, donde todavía quedaba leche. Empezamos a jugar de nuevo con nuestras lenguas y con su leche yendo de una boca a otra.

  • Como me gusta tu leche. - Le digo mientras nos besamos.
  • Y a mí tu boca de zorrita. - Y vuelvo a meterle la lengua para besarnos una rato más.

Recojo mi corrida con un poco de papel y nos preparamos para bajar de nuevo. Me toco la cara para comprobar que no me queda nada de semen y le pregunto a Guille que me lo confirme. Ya etsamos bajando las escaleras cuando empezamos a escucharles hablar.

  • Ya estamos aquí.
  • Ya era hora.

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