Desmontando a Darwin

Un investigador universitario hace un sorprendente descubrimiento mientras muy lejos de allí se produce un caliente encuentro...

Desmontando a Darwin

El profesor Demetrio Arrieta Darwin, licenciado en Biología por la universidad de Boston, no podía salir de su asombro. Volvió a aplicar el ojo a la lente del costoso microscopio electrónico propiedad de la Universidad deseando, por muy extraño que parezca, estar totalmente equivocado en su hipótesis. Y digo extraño porque si así sucedía habría tirado por la borda el trabajo de varios años, y como comprenderéis no estaba la Universidad en los tiempos de crisis que corren como para andar despilfarrando el dinero en investigaciones que no llegan a buen fin. Un fracaso en su estudio supondría la inmediata retirada de los fondos para su proyecto, pero aun así no era eso lo que más le preocupaba. Lo que más le inquietaba en esos momentos eran las graves implicaciones que su trabajo planteaba.

En efecto, allí estaba, sin ninguna posibilidad de duda. Aquellas marcas eran inconfundibles. Sin poderlo evitar el profesor Demetrio comenzó a temblar asustado ante lo que eso significaba, ante la enorme repercusión mediática que tendría su descubrimiento y en como lo iban a utilizar unos y otros. Iba a ser un auténtico shock para mucha gente y seguramente haría tambalearse muchas teorías. Sin ir más lejos, él mismo se encontraba en un estado febril, analizando en su mente una y otra vez el procedimiento que había seguido, repasando paso a paso todo lo que había hecho tratando de averiguar en dónde se había equivocado, analizando hasta el más nimio detalle de su novedoso experimento, pero sin encontrar ni la más mínima pega ni el más débil fallo. Y sin embargo tenía que estar equivocado.

El profesor Demetrio se levantó nervioso y comenzó a revolver todos sus papeles, repasando frenéticamente fórmula tras fórmula, muestra tras muestra durante horas y horas hasta que el sol comenzó a despuntar de nuevo tras la alargada sombra de los edificios que delimitaban la ciudad. Y agotado, hubo de rendirse ante la evidencia. Él, el profesor Demetrio Arrieta Darwin, al igual que hizo su tatarabuelo por parte de madre, el mundialmente conocido autor de "El origen de las especies", iba a revolucionar el mundo de las Ciencias Naturales. Y lo iba a hacer poniendo en entredicho las teorías de su ilustre antecesor. Se preparó un café y se dispuso a redactar un extenso informe.


El explorador avanzaba con dificultad a través de la espesa jungla a base de continuos golpes de machete que descargaba con furia acordándose del capitán de la nave e incluso de la madre del capitán, y no en muy buenos términos, que digamos.

  • Vaya usted a explorar, vaya usted a explorar, -murmuraba entre machetazo y machetazo-. ¡Como si no tuviera nada mejor que hacer! Pues ya podría haber ido él, que total para lo que hace. Pasearse con la zorra esa que le acompaña a todas partes es lo único que sabe hacer. Eso y joder a toda la tripulación.

Y el hecho de pensar en la zorra del capitán le calmó un poco recordando las voluptuosas curvas que tan bien sabía menear frente a todos cuando se paseaba casi desnuda, tapada tan solo por aquella diminuta braguita y la túnica de gasa transparente que se pegaba a su cuerpo marcando nítidamente sus formas. Y en como sus cabellos de oro ondeaban cada vez que agitaba la cabeza en aquel sensual gesto, mirando hacia el cielo y estirando los brazos hacia arriba de tal forma que cada vez que lo hacía ningún miembro de la tripulación podía apartar la vista de aquellos dos hermosos y generosos pechos que se erguían y se catapultaban hacia fuera marcando claramente los gruesos pezones contra la fina gasa.

La imagen de la hermosa amante del capitán logró apaciguarle un poco, pero lo único que hizo fue sustituir la ira por el deseo. Y es que la verdad, tras casi cuatro meses navegando sin haber tenido la posibilidad de tener relaciones con una mujer se estaba volviendo loco. Él y el resto de la tripulación. Y tener que ver al capitán pavoneándose con la sensual rubia era lo peor de todo. Como eso siguiera así, tarde o temprano habría un motín a bordo. Un motín para follar.

Pensando de esta guisa iba nuestro explorador cuando tras una densa arboleda divisó un riachuelo de aguas cantarinas que corría entre la maleza saltando entre las rocas. De un par de golpes consiguió abrir el estrecho camino que le separaba del pequeño claro que se había formado a lado y lado del curso de agua en donde se veían numerosas huellas de animales. Evidentemente debían de ir a beber de las cristalinas aguas al anochecer. Pero como todavía era mediodía decidió que no había peligro y podría tomarse un descanso. Aplastó con el pie unas cuantas hojas que crecían alrededor de un grueso tronco, formando un mullido asiento y se apalancó ahí, la espalda contra el árbol, sintiendo el murmullo de las hojas agitadas por el viento. Y pronto se quedó dormido.


El profesor Demetrio tardó casi todo el día en redactar su informe, extenso y lleno de detalles que apuntaban todos a la sorprendente conclusión a la que pese a sus propias reservas iniciales se había visto obligado a aceptar como concluyentes. Cuando hubo finalizado, imprimió el informe y lo guardó tras echarle un rápido último vistazo en una carpeta que colocó tras una ligera vacilación en la pequeña caja fuerte que tenían en el laboratorio para guardar el escaso dinero en efectivo del que disponían para los pequeños gastos. Cerró la caja y modificó la combinación de apertura pensando que su ayudante Diego Márquez también sabía la clave, y no estaba dispuesto a permitir que nadie tuviera acceso al informe hasta que él mismo tomara una decisión. Mañana ya vería lo que hacía con él, pero de momento lo dejaría ahí a buen a recaudo y se marcharía a casa a dormir y a pensar en los siguientes pasos a tomar.

Tenía claro que lo primero que haría al día siguiente por la mañana sería llevarlo al rector de la Universidad, el Sr. Felipe Aguirre, experto en química orgánica y biología molecular, que era el que había conseguido recabar los fondos para su investigación peleando con numerosos departamentos gubernamentales. Él sería consciente de la enorme importancia de su descubrimiento y entre los dos decidirían dónde publicar el artículo que iba a conmocionar a todo el mundo científico al igual que Albert Einstein lo había hecho a principios del siglo pasado con su revolucionaria teoría.

Por que estaba claro que tenían que publicarlo. Debían dar a conocer a todo el mundo su descubrimiento, hacer a todos partícipes ya que en cierta manera afectaba a toda la humanidad por igual. Iba a ser un golpe demoledor para mucha gente. Ya se imaginaba las protestas de infinitud de congregaciones religiosas y el revuelo que se iba a armar. Claro, lo tacharían de loco, pero a fin de cuentas ya lo venían haciendo desde hacía tiempo así que no sería tan grave. O igual lo aceptaban como la demostración de la existencia de Dios.

Cuando llegó a casa se puso el pijama y se fue a dormir, y soñó con que su tatarabuelo Charles Darwin le miraba con mala cara desde las alturas, increpándole por la absurda insensatez de sus conclusiones, sus ojos tras aquella espesa barba echando chispas como si de un diablo se tratase y blandiendo un afilado bastón.


El explorador se despertó sobresaltado al escuchar un crujido y empuñó el machete con fuerza dispuesto a saltar ante la menor amenaza y se quedó inmóvil, esperando. Volvió de nuevo a escuchar el ruido que al parecer provenía del riachuelo que corría alegre a su lado e incorporándose con mucho sigilo se acercó a la corriente y fue entonces cuando la vio. Una hembra, totalmente desnuda estaba arrodillada junto a una pequeña charca que se formaba allí donde el río cambiaba su rumbo, y bebía agua cogiéndola con la palma de la mano y llevándola a sus labios. Desde donde él se encontraba tenía una perfecta visión de su trasero, ancho y redondo, y su sola visión bastó para que sintiera una quemazón en la entrepierna y que se extendía hacia su vientre. ¿Por qué tenían que pasarle estas cosas a él? Cuatro meses sin follar y ahora tenía que ver ese culo frente a él. Y todo por culpa del cabronazo del capitán. Nada de contacto con los aborígenes, les decía. Claro, como él follaba todos los días con la despampanante rubia ya podía pedirles que no tuvieran contacto.

Pero, ¿y si hacía caso omiso de la orden? El capitán no se enteraría nunca si él no se lo contaba, ¿no? Entonces no veía motivo alguno para no intentarlo al menos. Y armándose de valor y echando un rápido vistazo alrededor para asegurarse de que estaban solos y no había ningún aborigen más se encaminó hacia donde ella se encontraba bebiendo haciendo ruido a propósito al caminar para llamar su atención y sin soltar el machete ya que desconocía como iba a reaccionar. Ella al escucharle se giró asustada y buscó con la mirada una vía de escape dándose cuenta rápidamente de que estaba atrapada entre el riachuelo y aquel extraño hombre que caminaba hacia ella con una extraña herramienta en la mano. Y se quedó petrificada mirando como poco a poco iba aproximándose, hablándole en una lengua desconocida para ella.

Porque en efecto, el osado explorador había comenzado a hablar con voz muy sosegada para transmitirle un mensaje de paz e intentar que no se asustara, pero sin atreverse a soltar el machete hasta que no hubiera establecido un contacto más seguro. Paso a paso se fue arrimando a ella, que acurrucada junto a la orilla con las piernas recogidas y rodeándoselas con sus largos brazos, le miraba con ojos asustados. Una vez estuvo a unos pocos pasos de ella y viendo que no reaccionaba de forma violenta se agachó y dejó el machete en el suelo sin dejar de hablarle en ningún momento con voz suave y calmada.

  • Tranquila, mujer, tranquila –le decía con la voz más calmada que podía-. No voy a hacerte daño. No quiero hacerte daño, pero es que te he visto tan atractiva con el culo en pompa que no me pude resistir a acercarme a ti. Mira, ¿ves? Dejo el machete en el suelo.

Él sabía que ella no le entendía pero tenía la esperanza de que su tono de voz la tranquilizara, y efectivamente notó como el temor en sus ojos se iba transformando en curiosidad. Él se sentó a unos pocos metros de ella y quedó ahí quieto para demostrarle que no deseaba atacarla, y tras unos instantes vio como se le acercaba poco a poco hasta llegar a su lado. Le miró con curiosidad y tocó sus ropas.

  • Sí, encanto, sí, me voy a desnudar despacito para que veas que no tengo nada que ocultar. –Iba diciéndole el hombre a medida que se iba desprendiendo de las ropas. Y cada prenda que él se quitaba ella la cogía entre sus manos y la observaba con tremenda curiosidad llegando incluso hasta a olerla o mordisquearla.

El hombre se acabó de quitar todas las ropas quedando frente a ella totalmente desnudo. La verdad es que ofrecían un brillante contraste, él tan alto y su cuerpo lampiño extremadamente blanco, su cabeza totalmente afeitada; y ella bajita, de espaldas anchas, morena y con abundante pelo negro. En el momento en el que le vio de tal manera frente a ella, los pantalones que sostenía en sus manos perdieron todo el interés y los lanzó hacia la espesura del bosque y desplazó el objetivo de su curiosidad al escuálido cuerpo del explorador. Le acarició el pecho con la yema de los dedos haciéndole cosquillas y luego acercó sus labios a las tetillas y las lamió con delicadeza como si estuviese degustando un helado.

  • Síiii, zorrita, ya veo que sabes lo que quiero –le dijo el hombre ilusionado ante las magníficas expectativas que ante él se ofrecían.

Ella le miró con ojos llenos de curiosidad pero carentes de emoción durante unos breves instantes antes de volver a lamerlos, mordisquearlos e incluso pellizcarlos entre sus largos dedos. Jugueteó así durante un rato pareciendo divertirse cada vez que él gemía al sentir los fríos labios sobre la piel, pero enseguida se cansó igual que hace un niño pequeño cuando le ofreces otro juguete. Cuando ella dirigió su vista hacia abajo y vio aquel enorme bulto sobresaliendo de entre sus piernas abandonó los pezones y dando evidentes síntomas de alegría dirigió todas sus atenciones a aquel nuevo descubrimiento.

  • Muy bien, putita, muy bien. Veo que no necesitamos palabras para entendernos, ¿verdad? ¿Por qué no me la chupas un poco?

Y como si de alguna forma ella le hubiese entendido extendió el brazo y agarrándosela con firmeza acercó su rostro a aquella verga de enorme cabeza sonrosada la olisqueó y posó los labios sobre ella. Él se retorció de gusto al sentir el frío aliento sobre el capullo, y más todavía al notar la húmeda lengua trazando un círculo alrededor del glande.

  • Síiiii, -gimió él-, pero qué guarra que eres. Venga, chúpala un poco, zorra.

Empujó un poco hacia dentro, hacia la boca de ella, en donde se introdujo sin encontrar mucha resistencia y se quedó allí quieto esperando alguna reacción por su parte, pero al parecer la muy guarra no sabía chupar pollas ya que se quedó ahí parada sin hacer nada.

  • Está bien, putita, te enseñaré como se hace.

El explorador cogió la cabeza entre sus manos con delicadeza para no asustarla y la empujó débilmente hacia arriba a fin de que ella la levantara un poco, pero lo único que logró fue que se la sacara de la boca y le observara curiosa con mirada vacía. Volvió a empujarle la cabeza hacia abajo introduciéndole la enorme verga en la boca de nuevo y se quedó un rato esperando a ver si captaba lo que deseaba. Pero debía ser bastante estúpida ya que se quedó ahí quieta con la polla en la boca sin moverse y sin apenas respirar.

  • Joder, ¿es que nunca has chupado una polla, guarra? –le dijo disgustado-. Tienes que chuparla, ¿entiendes? Arriba, abajo, arriba, abajo, ¿ves? Si es muy fácil.

Y mientas decía esto acompañaba sus palabras con el movimiento de sus manos guiando la inerte cabeza según las explicaciones que le iba dando. A pesar de que habría deseado que ella actuara por cuanta propia y no tener que guiarla de esa extraña manera no podía dejar de reconocer que le estaba haciendo una fabulosa mamada. Su boca era suave y húmeda y cerraba los labios como dibujando una "o" con ellos de tal forma que abrazaba con fuerza el tronco de su polla y de forma instintiva los lanzaba hacia afuera de tal forma que sus dientes no rozaban con la piel, cosa de agradecer ya que no hay nada más desagradable que sentir como te rozan con los dientes. Y la verdad es que había estado con algunas putas que la chupaban peor. Tras unos cuantos movimientos al unísono de manos y cabeza se aventuró a retirar las manos para observar la reacción de ella y descubrir con alegría que había captado la esencia de una mamada y se movía por sí sola de arriba hacia abajo tal y como él la había guiado. Y no solo eso sino que estaba explorando por su cuenta, ya que cogió sus pelotas en una mano y comenzó a masajearlas como una de esas pelotas anti-stress que venden en algunos sitios.

  • Muy bien, mi zorrita, muy bien –le dijo empezando a gemir de forma suave-. Me gusta como lo haces, me encanta. No pares.

Ella continuaba chupando a un ritmo constante, arriba, abajo, arriba, abajo, en una rítmica cadencia que le estaba llevando al límite de su placer, nada extraño teniendo en cuenta que llevaba casi cuatro meses sin follar. Y ella chupaba y chupaba con monótona regularidad no por ello menos exenta de placer, que le hacía retorcerse gimiendo de forma descontrolada.

  • Si,…si,…, sigue así, no pares,…chupa guarra, ahhh, ahhh, voy a correrme.

Y colocando las manos a lado y lado de la cabeza que tanto placer le estaba proporcionado aumentó el ritmo.

  • Ahhhh, ahhhh, voy a correrme en tu boca, guarra, ahhh, voy a correrme, voy a correrme,… me corroooooo, ahhh

El primer golpe de semen contra la garganta de ella la hizo retroceder asustada sacándosela de la boca con gran disgusto por su parte al verse privado de aquella cálida sensación de envoltura, y le habría gustado agarrarla por la cabeza y obligarla a seguir chupando hasta que soltara toda su carga, pero temiendo una reacción violenta por su parte si así lo hacía y temiendo por la integridad de su polla viendo los afilados dientes desistió de la idea y cogiéndosela con la mano comenzó a meneársela a toda velocidad soltando chorro tras chorro de semen, que salpicó su vientre e incluso la cara de ella que observaba con curiosidad a pocos centímetros del al parecer inagotable manantial. Porque es cierto que a pesar de su sorpresa inicial, temor incluso se podría decir al sentir como él se corría en su boca, sentía ahora una evidente curiosidad al ver cómo aquella cosa escupía y escupía sin parar ese líquido tan caliente. Y viendo que dejaba de escupir se la metió de nuevo en la boca, tal vez intentando arrancar nuevos chorros, sintiendo el agridulce sabor de aquella abrasadora leche.

Él, agotado y respirando con grandes bocanadas como si le faltara el aire, el corazón latiéndole a un ritmo endemoniado dentro de su pecho y sintiendo la laxitud que siempre le acompañaba tras un orgasmo, apartó su cabeza de la menguante polla.

  • Ya está, zorra, ya está. Si tanto te apetecía te la podrías haber tragado al principio, ¿no? Ahora si quieres más tendrás que esperarte un rato, que tampoco soy ningún superhombre. Pero tranquila, que no me pienso marchar de aquí sin follarte primero, ¿me entiendes? No, creo que no, pero bueno, qué más da después de lo que me has hecho.

Efectivamente ella le miraba con aire estúpido sin decir nada, sin hacer nada, simplemente arrodillada a sus pies le observaba atentamente sin perder detalle de sus gestos y sus movimientos.


El despertador sacó al profesor Demetrio de su sueño devolviéndole a la realidad y arrancándole de aquel mundo onírico en el que su tatarabuelo, con cara de mono le perseguía por toda la selva preguntándole sin cesar: ¿Es que no ves que soy un mono? ¿No está claro que soy un mono? Se despertó angustiado, sudando y terriblemente cansado tras una agotadora noche en la que apenas había podido conciliar el sueño, y las veces que lo había hecho había sido para correr aterrorizado frente a su iracundo tatarabuelo.

Se duchó y tras prepararse un café bien cargado, negro como el alma del diablo, acompañado de unas tostadas se dirigió hacia su laboratorio de la universidad. Al llegar, su ayudante el Sr. Diego Márquez ya se encontraba trabajando. Sin apenas saludarle se dirigió a la caja fuerte y sacó el informe que había preparado, y tras echarle un rápido vistazo se lo colocó bajo al brazo.

  • Voy al despacho del rector. –Le dijo distraído a Diego

Tras hablar con la secretaria y decirle que había de tratar con el señor rector un tema de la máxima urgencia logró que le dejara entrar al despacho de su superior, tal vez conocedora de la estrecha amistad que unía a ambos hombres.

Tras un breve saludo el profesor le entregó al rector el informe y permaneció sentado en silencio mientras su amigo leía, viendo cómo su rostro iba cambiando a medida que avanzaba en la lectura.

  • Pero esto es imposible. –Dijo el rector con aire preocupado.

  • Eso mismo pensé yo. Pero créeme, Felipe, si te digo que lo he revisado miles de veces. Al principio pensé que podría ser una alteración de las muestras y volví a repetir el experimento para obtener el mismo resultado. Cambié entonces el origen de la muestras y no conseguí modificar los resultados. Lo he hecho con más de cien muestras diferentes provenientes de cien sitios diferentes y ninguna me ha demostrado que el resultado esté equivocado.

  • Pero, ¿eres consciente de lo que esto significa? –le preguntó colocando una mano sobre el informe.

  • Claro que soy consciente. No he logrado dormir en toda la noche pensando en las consecuencias que esto traerá.

  • Según este informe, Charles Darwin estaría equivocado. No sobre la evolución de las especies, pero sí evidentemente sobre el origen del hombre. Estos resultados afirman que el hombre no desciende del mono.

  • Bueno, en parte sí, en parte sí. –Respondió lacónico el profesor Demetrio.


El explorador jadeaba de una forma salvaje al mismo tiempo que ella a cuatro patas frente a él aullaba de una forma descontrolada. Y es que tras la bestial mamada que le había hecho no había pasado mucho tiempo hasta que ella había cogido su fláccida polla entre sus manos y gracias a los tiernos cuidados que le había prodigado no tardó mucho tiempo en lograr que alcanzara de nuevo un esplendoroso estado de rigidez. Esta vez él le enseño a hacerle una paja, guiando sus movimientos con la mano apoyada sobre la de ella de una manera suave, hasta que viendo que había cogido la idea la dejó actuar por libre y si bien al principio le había hecho un poco de daño debido a la violencia de sus movimientos, al final había logrado que le hiciera una aceptable masturbación.

Pero él no quería pajas. Llevaba cuatro meses haciéndoselas en la nave. Él lo que quería era follársela, hundir la polla en aquel chochito y sentir como le envolvía aquella agradable humedad, notar cómo se deslizaba adentro y afuera y gritar de placer mientras se corría. Así que mientras ella le masturbaba él alargó la mano en busca de aquel prometedor chocho que a simple vista ya había advertido que se mostraba de lo más apetecible. De labios abultados y sorprendentemente sonrosados y cubiertos de pelo parecían pedir a gritos una buena follada. Sintió como ella se agitó al sentir su mano sobre el carnoso sexo, pero enseguida quedó calmada, tal vez por el hipnótico ritmo de su propia mano sobre la dura verga. Ejerció una ligera presión con los dedos y se hundieron con asombrosa facilidad entre los gruesos labios.

  • Vaya coño más enorme tienes, guapa. –Le dijo asombrado con tres dedos metidos dentro y sintiendo que cabrían unos cuantos más.

Y decidido a probar los sacó y observó asombrado como aquel coño engullía al parecer sin ninguna dificultad los cinco dedos de su mano. Ella no parecía inmutarse ante sus maniobras y continuaba absorta meneándole la polla.

  • Qué bien lo haces, zorra. Joder, qué gusto. Me pregunto si sentiré algo cuando la meta en ese coño tan grande. Parece que te haya follado un gorila.

Estuvo manoseando aquel coño durante largo rato sin lograr arrancarle ni el más mínimo gemido a ella. Aun así, se notaba húmedo por lo que se decidió a actuar antes de que ella consiguiera hacerle correrse otra vez con tanto meneo. Apartó su mano con suavidad ante su estólida mirada y con delicadeza la obligó a arrodillarse en el suelo apoyando las manos en el suelo de tal forma que desde detrás él veía ese increíble culo que tanto le había gustado la primera que la vez lo vio. La verdad es que era hermoso. Grande y redondo, de piel suave y rosada, era lo que tanto había soñado durante todos los meses en los que había estado navegando.

Se arrodilló detrás de aquel sensacional trasero y agarrándola por las anchas caderas le restregó la polla sintiendo la humedad de su sexo incluso sin haberla metido todavía. Se entretuvo un rato más jugando con ella, acariciando su hermoso trasero y resistiendo la tentación de metérsela por el culo.

  • Para eso ya tendrás tiempo luego. –Pensó-. Ahora prefiero sentir la calidez de su chochito, y si después tengo tiempo y ganas ya me la follaré por el culo.

Se separó un poco y agarrando aquel rígido bastón que crecía entre sus piernas con una mano lo colocó apuntando directamente a aquellos tentadores labios que parecían gritarle folladme, y un solo movimiento le transportó a la gloria. Se quedó quieto agarrado con fuerza a la cintura de aquella fabulosa hembra temiendo que si se movía no lograra contenerse y acabara explotando dentro de ella. Porque después de tanto tiempo sin follar sentir aquella calidez envolviendo su polla, aquella tierna humedad, en fin, esa agradable sensación, era más de lo que podía soportar.

  • Joder, qué bueno –le dijo ahogando un gemido- volver a experimentar esta sensación de nuevo. Ya ni me acordaba cómo era.

Tras un rato en el que ambos permanecieron inmóviles, ella con la cabeza girada hacia atrás mirándole con curiosidad y él ensartado en ella, creyó llegado el momento de empezar a follarla. Lentamente se retiró hacia atrás disfrutando del tacto de aquel adorable coño que pese al enorme tamaño que antes había apreciado se adaptaba a su verga como un guante gracias a los fuertes músculos de la vagina que le abrazaban con fuerza.

  • Ahhhhh –suspiró.

Y volvió a entrar hasta el fondo con una intensa mueca de placer dibujada en su rostro. Se movía dentro con suavidad, disfrutando de cada avance y retroceso en aquel jugoso coño que rezumaba líquidos como una fruta madura, un maravilloso néctar tan intenso que incluso su aroma llegaba a su olfato, un perfume a sexo que le elevaba todavía más transportándole a un mundo que creía ya olvidado.

  • Te gusta, ¿verdad, preciosa? Venga, grita para mí, demuéstrame lo zorra que eres y grita.

Pero ella le miraba con curiosidad con un rostro carente de expresión, y no fue hasta que él mismo empezó a gritar que ella le imitó aullando de una forma aterradora.

  • Así, puta, así –le decía arremetiendo con fuerza- Ya veo que te gusta, preciosa. Venga, grita más, grita como una puta.

Y empujaba cada vez con más violencia presintiendo que no sería capaz de contenerse durante mucho tiempo más y sin embargo tratando de hacerlo para prolongar aquel maravilloso momento. Notaba su polla bombeando dentro de aquel fabuloso coño y preparándose para soltar la carga que atormentaba sus pesados huevos y disfrutaba de cada acometida. Su polla se tensó dentro de la vaina que la protegía y bastaron un par de sacudidas más para que comenzara a gritar a todo pulmón.

  • Ahhh, ahhhh, toma guarra, toma, ah, me corro, me corro.

Y efectivamente derramó en lo más profundo del generoso sexo toda la leche que sus cargados huevos almacenaban soltándolo en breves descargas que le dejaban cada vez más abatido, más exhausto. En pocas arremetidas se vació por completo y quedó tendido sobre ella con el pecho sobre la espalda respirando agitadamente y sintiendo temblar todo su cuerpo.

Todavía no había acabado de recuperarse por completo cuando atronó sobre el bosque la sirena que llamaba a todos los tripulantes de la nave para embarcar de nuevo, así que recogió todas su ropa tirada a su alrededor y vistiéndose con rapidez se despidió de ella que le miraba con ojos tiernos.

  • Bueno, cariño, tengo que irme. Me encantaría quedarme un rato más, pero ya escuchaste la sirena. Créeme si te digo que ha sido un auténtico placer conocerte.

Y lanzándole un tímido beso se dio la vuelta y regresó por el mismo camino por el que había llegado dejándola allá sentada en el claro del bosque metiéndose un dedo en el coño y oliéndolo luego con curiosidad, sin poder saber que en lo más profundo del mismo un microscópico organismo había establecido contacto con otro fusionándose en uno solo para formar una nueva vida que comenzaría a gestarse en su interior.


El rector miraba incrédulo al profesor Demetrio, el informe abierto sobre la mesa de nogal de su despacho.

  • Pero Demetrio, ¿estás seguro de esto?

  • Felipe, lo he repasado mil veces y no he encontrado ningún fallo. He tomado muestras de ADN de más de quinientas personas de diferentes géneros y razas y las he comparado con las muestras de ADN de varios cientos de especies de animales que teóricamente deben estar en la cadena evolutiva del hombre. El estudio de las cadenas nos permite averiguar los pasos que ha seguido la evolución. Y según las previsiones se han obtenido los resultados que esperábamos. Salvo este.

  • ¿Y cómo puede ser que nunca antes nadie se haya dado cuenta de este hecho? –le preguntó el rector.

  • Porque nunca antes se había utilizado un sistema de control tan preciso. Sabes que llevo investigando esto durante años y que he perfeccionado los sistemas de control y de comparación de cadenas hasta unos límites que hace unos pocos años se creían imposibles.

  • ¿Y no es posible ningún fallo?

  • Los resultados son todos coherentes excepto este, y lo he repasado tratando de hallar alguna anomalía sin lograrlo. Mira, ¿ves? Todas las muestras de ADN muestran ligeros cambios que marcan las pautas de la evolución. Si cogemos la muestra de un ser humano y de un orangután podemos ver cómo han evolucionado de formas diferentes y remontarnos hacia atrás tratando de encontrar las partes comunes. Es como si el orangután estuviera en una rama de un árbol y el hombre en otra y fuésemos descendiendo hasta que una rama se junta con otra y luego con otra, y así sucesivamente hasta llegar al tronco. Hombre y orangután serían ramas de un mismo tronco, separadas por un largo trecho, pero en definitiva ramas de un mismo árbol.

  • Pero lo que tú estás exponiendo aquí, -le dijo agitando en una mano el informe- es un árbol con dos

  • Sí, efectivamente, un árbol con dos troncos. –Le interrumpió el profesor-. No me preguntes cómo pero en algún momento de la historia ha habido un injerto en el árbol evolutivo, lo que demuestra esta fragmento de la cadena de ADN. Como puedes ver, es totalmente diferente a cualquier forma de vida animal existente hoy en día sobre la Tierra. Y si todos los seres vivos han evolucionado a partir de una forma primigenia, ¿por qué solo aparece el rastro de esta cadena en el ser humano, y no en el resto de animales? Este experimento revoluciona todas las teorías habidas y por haber sobre el origen del hombre.

  • Efectivamente, es un hecho inexplicable. –Contestó el rector asintiendo con gesto pensativo.


El explorador alcanzó la nave con una enorme sonrisa pintada en su cara y escuchó impasible la estridente voz del capitán gritando orden tras orden en su habitual tono gruñón, acompañado como siempre por la hermosa y sensual rubia. Y a pesar de que lucía esplendorosa estrenando aquel minúsculo tanga que su transparente túnica se encargaba de realzar, la miró de una forma diferente a la que lo habría hecho hacía tan solo unas pocas horas. Por que antes de salir de exploración la había mirado con deseo, pero ahora que ya había satisfecho sus instintos naturales la contemplaba con admiración, sí, pero no con pasión. Eso ya le llegaría mañana o pasado cuando volviera a sentir la necesidad del contacto con una mujer.

La nave despegó poniendo rumbo a casa, hacia una indeterminada estrella en la galaxia de Andrómeda sita a unos cuantos miles de años luz y abandonando aquel azulado planeta que orbitaba alrededor de aquel pequeño sol.

  • ¿A qué se debe la expresión de tu rostro? –Le preguntó afable un compañero.

  • Nada, que ahí abajo acabo de echar un polvo bestial. –Le contestó con radiante sonrisa.

  • Pero si el planeta estaba deshabitado. La única mujer que había era la putita del capitán. No me irás a decir ahora que te la has tirado, ¿no? Porque te aseguro que con ese tanguita nuevo que llevaba no le he quitado el ojo ni un instante y no se ha separado del capitán a más de dos pasos de distancia.

  • Que va, me follé a una especie de mono que encontré por la selva.

-Joder, tío, eres un degenerado. Tú estás enfermo. –Y dándose media vuelta se largó con cara de asco dejándole solo mientras el explorador se consolaba diciéndose que cuando la necesidad aprieta no se puede hacer nada para resistirse. Y sería una mona, pero joder, que chochito más apetecible tenía la muy jodida.