Desmadre sexual en un verano ya lejano - 3

El encuentro de las dos profesoras con otro grupo y mas oportunidades de disfrutar del viaje con nuevos compañeros de cama.

Viaje de Estudios 3

Pasamos todo el martes de excursión por la isla. Visitamos las cuevas del Drach y comimos en Alcudia. Estuvimos también en Manacor y en una fábrica de cristal soplado y regresamos bastante tarde al hotel.

Cenamos con los compañeros del otro grupo que habían llegado esa mañana y estuvimos de charla hasta muy tarde. Casi me alegré porque Montse no pudo escaparse a la cita con sus enamorados y como nos fuimos todo el grupo a las habitaciones, no le quedó más remedio que acompañarme a dormir.

Se acababa de desnudar y se sentó en mi cama, junto a la almohada, poniendo su mano en mi pelo.

  • sabes, me alegro de que hayas sido tú la que me tocara de compañera de excursión y de habitación. Me lo estoy pasando muy bien contigo y me aguantas todas mis tonterías con la mejor de las caras.

  • bueno, si no te molesta que te recuerde de vez en cuando que estas medio loca…

  • en el tono que me lo dices tú, no me puede molestar.

  • pues yo también me alegro de compartir estos días contigo, pero no me vuelvas a hacer lo de anoche.

Se fue recostando, colocando su cabeza sobre mis muslos.

  • fue colosal, ¿verdad? A ver si en Ibiza tenemos la misma suerte.

  • ¿no pensaras seguir? ¿Es que no has quedado satisfecha?

  • si, por eso hoy no he protestado, pero seguro que mañana me entran ganas otra vez. Pero no te preocupes, me acordaré de ti y te traeré tu parte.

  • A mi déjame fuera de tus manejos y líos. No me compliques la vida.

  • ¿no te acabo de decir que eres la mejor compañera de excursión que he tenido nunca? Como te voy a dejar aparte en lo mejor que tiene este viaje. Bastante tenemos con aguantar a los chicos.

  • definitivamente estás loca.

  • ya lo sé, pero no me importa. Hazme sitio que te prometo que no te haré nada.

No esperó a que la contestase, levantó las sabanas y se metió junto a mí, me pasó un brazo por encima y se durmió. Era agradable dormir en compañía.

Abordamos el ferry temprano y llegamos a Ibiza en menos de cuatro horas. El paseo en barco fue muy bonito, porque apenas perdimos de vista una isla cuando vimos aparecer la otra y la brisa del mar era fabulosa y refrescante.

Ese día era de descanso y nos marchamos a la playa próxima al hotel. No estaba muy cerca, había que andar cerca de medio kilómetro, pero el paseo era muy bonito y se veía mucha gente, casi todos turistas extranjeros, ya de cierta edad. Montse estaba descorazonada. Decía que como no mejorase un poco lo que se veía de momento, estaba perdida. La verdad es que tenía su gracia, aunque fuese un poco obsesiva.

A la noche, después de ver que Rufino no nos necesitaba, ni quería acompañarnos (Montse no insistió nada), subimos a arreglarnos un poco para ir de marcha.

Ella se vistió sus pantalones ceñidos y de nuevo tuve que admirar su esplendida figura. Yo me calcé uno clarito, casi blanco, de tela fresca, y digo calzar porque me tuve que tumbar en la cama para que me entrase.

Me miré en el espejo y me gustó. Me hacían también un tipo fantástico. Me estaba mirando mientras cavilaba qué camisa ponerme y qué sujetador iría bien con la que tenía pensado, cuando salió Montse, que se estaba peinando en el baño, y me fastidió ese momento de dicha y autoestima.

  • estas horrible. Se te marcan los bordes de las bragas y según cómo te pongas, se te transparentan.

  • ¿tan mal se ve? ¿No te gusta el pantalón?

  • no, si el pantalón está bien, pero no con esas enormes bragas debajo. Al ser tan pegado al cuerpo, cualquier pliegue se nota. ¿Cómo puedes usar unas bragas tan grandes?

  • no son grandes, son normales. Son mas bien pequeñas y no tengo otras más chicas o sin costuras.

  • no te preocupes; ve quitándotelo que yo te dejo unas apropiadas. Tengo muchas.

Me quité todo otra vez, esperando en pelotas que buscase algo que me fuera bien. Me ofreció un par de tiras de hilo con un triangulito, que supuse que debía ser la parte de delante, de un color blanco brillante y que me costó un montón acertar cual sería la posición correcta para colocar.

Yo usaba tangas de vez en cuando, pero esto era la mínima expresión de un tanga. Por delante era absolutamente transparente y como tuvieras el pelo muy negro, era como no llevar nada. Me las puse porque no me gusta ir por ahí sin bragas, pero eran prácticamente lo mismo.

Antes de que me pusiera el pantalón, me pasó la mano por el culito y me dijo que así estaba mejor.

Estuvimos en un par de sitios, pero parecían de jubilados, y casi una hora después acabamos en la disco del hotel. Estaban casi todos nuestros alumnos y un montón más de otros colegios, pero incluso con tantos chicos jóvenes, la cosa no presentaba ninguna animación.

Casi mejor. A mí no me gusta tanto trasnochar, y mas como lo hacía Montse, que parecía casi una obligación. Al final nos fuimos a dormir, con gran pesar por su parte.

La excursión del día siguiente fue por la capital de la isla, la ciudadela y unas ruinas fenicias. Pensaba que la isla era solo de turismo de playas, pero el casco antiguo es precioso y pasamos una mañana muy entretenida. Volvimos a la playa después de comer, pero a media tarde Montse dijo que se iba a explorar, porque está noche tenía que conseguirlo.

Por más que me insistió no la hice caso. Yo prefería tomar el sol y no me iba a fastidiar con sus manías. Ya nos veríamos a la noche.

Como hecho a propósito, no transcurrió ni media hora, cuando se tumbaron a mi lado dos hombres, más o menos de mi edad y con buena pinta, como le gustaban a mi compañera. Ya se lo contaría, bien adornado para fastidiarla. Hablaban entre ellos, en italiano, y parecían recién llegados.

Lógicamente tardaron muy poco en dirigirme la palabra, para eso se habían puesto a mi lado, con lo grande que era la playa, y lo hicieron en un castellano bastante decente, con un fuerte acento, pero muy correcto.

  • perdona, ¿eres de aquí?

  • no, soy de Madrid.

  • es que hemos llegado hoy con una excursión y no conocemos la isla. ¿Sabes de algún sitio para divertirse y pasar el rato?

  • pues la verdad es que no. Nosotras llegamos ayer y no conocemos tampoco mucho. ¿Le habéis preguntado al guía o a la agencia?

  • pues el problema es que los guías somos nosotros. Venimos con un colegio de chicos y somos los encargados de ellos.

Me estuve riendo hasta que me dio la tos y les vi la cara, si no de enfado, por lo menos de estar un poco molestos. Pensarían que habían metido la pata al decir alguna expresión incorrecta en nuestro idioma y que me reía de su torpeza, así que se lo aclaré.

  • lo siento, de verdad que lo siento, pero es que si me lo cuentan no me lo hubiera creído.

  • ¿Pues qué pasa?

  • pues que yo también soy profesora y estoy a cargo de un grupo de alumnos y mi compañera y yo llevamos dos días buscando donde ir a tomar algo y pasarlo bien.

  • pero Ibiza es el paraíso de las fiestas, o por lo menos esa es la fama.

  • y lo es, pero pagando y me imagino que depende de la época del año.

  • oye, pues si no os importa y tu compañera es como tú, podíamos ir juntos a algún sitio y por lo menos estaríamos en compañía.

  • estoy segura de que a mi compañera no le importa en absoluto, y respecto a mí, siempre que sea solo a tomar algo o bailar por ahí un poco, pues tampoco me importa.

Seguimos hablando de cosas, de los colegios en Italia, de los sueldos y esas cosas comunes y acabamos por quedar citados a una hora después de la cena en la disco de su hotel, que casualmente estaba pegado al nuestro. Me recomendaron mucho que convenciese a mi amiga para que me acompañase, y yo les prometí que haría todo lo que pudiera. Era facilísimo convencerla, pero no se lo iba a decir a ellos.

No estaba Montse en la habitación cuando llegué a la tarde, para arreglarme antes de cenar. Me volví a poner otro pantalón ceñido, tipo vaquero, con unas bragas que encontré entre su equipaje, del mismo modelo que las que me dejó anoche y me di un par de vueltas delante del espejo.

Al igual que ayer me gustó lo que vi. Veía mi culito redondo y firme, no demasiado grande y sin ninguna marca de bragas ni estorbos. Mi autoestima, sin nadie que me sacase pegas ni observase mis defectos, volvió a subir espectacularmente.

Dejé una nota explicando a Montse que me iba a cenar con Rufino y luego a la disco del hotel de al lado y salí.

Cenamos los dos y me preguntó por Montse. No sé qué mentira le dije para dejarla medio bien, y que no se enfadase y nos fuimos un rato a la disco, a vigilar a los alumnos.

Estaba casi vacía y él se fue a dormir. Crucé la calle y entré en la disco del otro hotel. Allí estaban casi todos nuestros chicos, a la caza de italianas.

Se me acercó uno de los dos que estuvieron en mi habitación la otra noche y me invitó a bailar. Lógicamente me negué y le indiqué que tenía muchas chicas de su edad para sacar a bailar. Dijo algo así como: pero no están tan buenas… mientras se marchaba rezongando y casi molesto.

¡Quien estaba molesta era yo! Que desfachatez. O a lo mejor se dieron cuenta de que no estaba tan dormida la otra noche. Puede que mi cara me delatase y vieran que me gustaba lo que me estaban haciendo. En cualquier caso, eso fue la otra noche y me pillaron descuidada, pero no era lo mismo ahora.

Llegaron pronto mis dos nuevos amigos, y nos sentamos a tomar una copa. Ellos también estaban de vigilancia, porque además casi todo su grupo eran chicas. Charlamos un buen rato, pero Montse no apareció y cerca de la una me despedí de ellos y resolví irme a dormir. Me quite el pantalón y la camiseta y asomada a la ventana, sin sueño, me di cuenta del calor que hacía en la habitación y pensé en pasear un poco antes de acostarme: me coloqué un vestido abrochado por delante, ligero, tipo bata, y bajé a darme una vuelta.

Era una noche preciosa, temperatura agradable y el murmullo del mar como único sonido. Al pasar por los jardines que bordean la piscina, me senté en una hamaca y me quedé mirando las estrellas. Pasaron algunos de los chicos por delante, dándome las buenas noches educadamente, hasta que dejaron de llegar y según contaba, menos uno o dos, ya deberían estar todos recogidos.

Debía ser la hora de retirarse el conserje, o ya todas las llaves estaban entregadas, porque de pronto se apagaron las luces, quedando solo unas tenues ocultas en el césped, lo justo para no matarse si alguien se le ocurría pasar por allí.

Me acerque tanteando hasta el borde; la piscina sí estaba iluminada de un tono azul que reflejaba algo de luz al moverse el agua por los chorros de la depuradora. La toqué y estaba algo caliente de todo el día y casi sin pensarlo me deshice del vestido y con solo el tanga que le había cogido a Montse, bajé las escalerillas y me sumergí silenciosamente.

Me quedé allí flotando, boca arriba disfrutando de la noche y el frescor en mi cuerpo, hasta que de pronto algo se movió allí cerca y oí una voz a mi espalda: - hola seño

Pegué un bote, braceé y casi me ahogo del susto que me llevé; no esperaba que hubiese nadie a esas horas, pero parecía que si, alguien había tenido mi misma idea, y por cómo se dirigió a mí, debía ser algún alumno.

Otro chico mas apareció por delante, mientras yo tosía atragantada por el agua que había bebido sin querer, y trataba de hacer pie en el fondo, para poder respirar bien de una vez. Alguien me agarró por debajo del pecho, o más bien en el mismo pecho, porque noté claramente una mano que se posaba sobre mi teta para sujetarme un poco, mientras con la otra me daba palmaditas en la espalda.

Ayúdame a sacarla, le dijo al otro y entre los dos y sin parar de toser, me izaron por la escalerilla hasta el césped, donde quede a gatas, intentando arrojar toda el agua que aun tenía en los pulmones. Apoyada en las manos y con la cabeza gacha, seguía tosiendo ya algo menos, tal vez gracias a las palmaditas en la espalda y algunos azotes en el culo, o más bien caricias sobre las dos esferas blanquitas que el mínimo tanga dejaba al aire totalmente.

Pensé tontamente que debería haberme puesto una braga más grande, como si eso importara ahora. Uno sugirió que debían hacerme el boca a boca, para intentar salvar mi vida y rápidamente colocaron una toalla y me tumbaron delicadamente sobre ella, procediendo a chuparme y besuquéame los labios, metiendo la lengua hasta donde les llegaba, turnándose para ver cuál de los dos conseguía desahogarme antes, aunque más bien me estaban asfixiando con tanto besuqueo.

  • le habrá entrado también agua por abajo? – sugirió uno y al unísono, uno de cada lado agarraron la tira del tanga por la cintura, y metiendo las manos por debajo del culo para ayudarse, me la fueron quitando dejándola enrollada a mis pies. Se fueron turnando para aspirar y hasta morder el chochito en el que no salía nada de agua, sino otra cosa un poco mas olorosa, mientras yo asistía a sus manejos medio atontada aun, algo asustada y desde luego a estas alturas, bastante excitada.

Tiene frio, decía uno, deberíamos taparla un poco. No, tiene calor, respondía el otro, mejor al revés, destaparla más… no sé que  mas me iban a destapar, como no fueran a quitarme la toalla que tenia debajo. Pero al fin uno encontró la solución para salir de dudas: espera, le pondré el termómetro.

Y a todo esto, yo seguía en un estado de estupor por lo que ocurría a mi alrededor y lo que me iban haciendo, todo ello sin dejar de tocarme por cualquier lado, principalmente por las partes redonditas de mi cuerpo, y a ese estado se unía un atontamiento producido por la excitación a la que me estaban llevando con todo estos manejos, y que me estaba llevando a un deseo sexual a estas alturas ya casi inaguantable,

Por ello, cuando sentí ese termómetro gordo y duro entrar al fin en mi cuevita me pareció que era la forma idónea de salir de dudas sobre la temperatura a la que debía estar, muy próxima a la ebullición con toda seguridad, y le ayudé a entrar bien para que no hubiera fallos en la medición. Hizo muchas comprobaciones ahí dentro, no sabía donde debía medir para que la lectura fuera lo más correcta posible y lo ponía adentro, afuera, lo dejaba un rato, seguía y al fin se debió romper porque sentí algo que me golpeaba por dentro, como unos chorros de algo.

Lógicamente tuvieron que cambiar de aparato y el otro chico se ofreció a probar con el suyo, repitiendo la operación, pero esta vez, antes de que se rompiera como el de su compañero, sentí un espasmo tremendo, luego un escalofrío y a dar grititos y gemidos de placer y dejé que acabara con la medición ya lamentablemente sin mi colaboración.

Consiguieron ponerme en pie, parecían asustados en vez de felices como yo, y me pusieron el vestido, abrochándome como pudieron, luego me acompañaron hasta la puerta de mi cuarto y se fueron al suyo. Ya más repuesta tuve mejor conciencia de lo que había ocurrido allí abajo cuando me fui a quitar el vestido para ducharme un poco y quitarme toda la porquería de la piscina: se habían olvidado de ponerme las bragas, y no eran mías.

Solo esperaba que Montse no se diera cuenta de que las había perdido, aunque creo que ella estos días había perdido un buen montón en habitaciones ajenas por ahí.