Desmadre sexual en un verano ya lejano - 19

Mas ocasiones de conocernos mejor, de recordar viejos encuentros y noches pasadas juntos, pero ahora introduzco también a mi compañera de antaño.

Aniversario 3

Llamé a Pilar nada mas despertarme, para ver si bajábamos a desayunar juntas y luego nos íbamos a dar una vuelta por la ciudad, hasta la hora de comer.

Con una voz muy extraña me dijo que llevaba ya arreglada un buen rato y que si podía venir a mi habitación, necesitaba hablar urgentemente conmigo. Se la oía muy nerviosa, le dije que encargaba el desayuno para las dos y que viniera cuando quisiera.

Me puse un camisón y una bata y todavía me lo estaba abrochando cuando llama a la puerta. Tenía cara como de haber llorado y me preocupé. La acogí en mis brazos y la llevé a una silla, para ver si decidía contarme su problema.

Parece ser que al despedirse de nosotros, salió a la calle a llamar por teléfono a su marido, a una cabina, porque era mas barato que desde la habitación del hotel. Al volver, se había encontrado con tres compañeros que también estaban en el hotel, de su pandilla de antaño y se habían ido a tomar unas copas.

Total, que acabó con uno de ellos en la habitación, se la pasaron follando toda la noche y cuando él se fue, hacía un par horas, se dio cuenta de la barbaridad que acababa de hacer y se había puesto a llorar hasta que yo la llamé.

Se volvió de espaldas cuando entró el camarero con el desayuno y luego empezó a llorar otra vez.

  • pero chica, cálmate. Tampoco es para tanto. Has pasado una buena noche y ya está.

  • ¡qué dices! He engañado a mi marido, soy una infiel y una pervertida ¿Qué voy a hacer yo ahora? ¿Con qué cara le voy a mirar a partir de hoy? Le he deshonrado

  • bueno, bueno. Parece que estemos en la edad media. Estás tonta. Has tenido una aventura y nada más. ¿Es que es la primera vez que te ocurre algo así?

  • por supuesto, por quien me tomas. Nunca lo había hecho mas que con mi marido.

  • ¿y antes de casarte?

  • ¿qué tiene que ver eso?

  • pura curiosidad. Es para intentar argumentar contigo.

  • dos o tres veces. ¿Te acuerdas de aquel novio?...

Me dijo un par de nombres, pero me daba igual. Ni los conocía ni me acordaría de ellos, aunque los viera ante mis narices.

  • pues si lo hiciste antes ¿por qué no lo vas a poder hacer después?

  • no es lo mismo. Hice una promesa.

  • Que nunca hubieras roto en una situación normal, pero parece que ayer no fue una situación normal. Tú habías bebido, estabas lejos de casa, te sentirías atraída y cuando te quisiste dar cuenta ya estabas metida en el ajo…

  • bueno, eso fue en realidad. Parece que te lo sabes muy bien. ¿A ti te ha ocurrido alguna vez?

Le conté con pelos y señales la conversación con la pareja Mónica y David de por la noche, su afición al sexo fuera del matrimonio y con otras personas y como lo había hecho prácticamente con los dos.

  • y lo dices tan tranquila. Pero eso es una locura. ¿Y dices que David tiene una herramienta así?

  • así (y exageré un poco) y no sabes como la usa. Fue algo bestial.

  • ¿y no te remuerde la conciencia?

  • sí, siempre tienes algún sentimiento de culpabilidad, es normal. Pero son cosas que ocurren. ¿Cómo sabes que tu marido no lo ha hecho alguna vez? Cuando se tiene la ocasión nunca se sabe cómo vas a reaccionar.

  • me lo hubiera dicho. Además eso se nota.

  • pues yo creo que no y en cuanto a decírtelo… mira sabiendo cómo eres tú, yo no te lo diría ni loca.

  • y entonces ¿qué hago yo? Se lo tendré que decir

  • yo te aconsejo que te olvides de eso. Es más, si está noche surge otra ocasión, no la desperdicies. Aprovecha y vive la vida.

Esa frase me sonaba ¿Dónde había oído yo eso hace casi dos días? Y ahora se lo insinuaba yo a otra persona, casi con el mismo problema.

  • no te entiendo

  • pues es bien fácil. Vive como quieras. Respeta a tu marido, pero tu cuerpo y tus sentimientos son tuyos. Si tú encuentras un momento oportuno en que se lo puedas contar, lo haces. Pero mejor guardarlo para cuando él tenga algún fallo y tengas que perdonarle algo. Es más efectivo.

  • eres un poco cínica.

  • mira, yo tuve una aventura hace ya unos cuantos años. Lo que hice fue contarle a mi marido que me había propasado un poco con un tío y que nos habíamos pegado el lote. A él le gustó que yo le contara detalles, no se lo acabó de creer y algún tiempo después, casi a petición suya, le conté la verdad. No le importó demasiado. Ya había entrado en el juego de excitarse imaginando situaciones, que yo le narraba por las noches, y él las vivía conmigo.

  • puede ser una solución. Oye ¿tú que te vas a poner está noche?

Normal. Ya estaba todo solucionado. Ese cambio inmediato de tema de conversación significaba que ya estaba archivando el caso y aunque le siguiera dando vueltas, ya no era tan de vida o muerte como hace unos minutos.

Por otra parte era lógico. Se dio cuenta que no era un bicho raro, no era la única. Esos mismos sentimientos y dudas que a mí me venían de vez en cuando. Cuando ves que hay más personas en la misma situación dejan de ser tan graves. Las desgracias compartidas son más llevaderas, pero además pierden intensidad al saber que no somos perfectos, que somos como todos los demás.

La maquillé un poco y nos fuimos a dar una vuelta por la ciudad, cogidas del brazo. Recorrimos las calles estrechas, los bares y cafeterías que frecuentábamos hace diez años, las tiendas de libros.

Tantos recuerdos de tantos días de estudiantes. Y se olvidó de todo. Y reíamos a carcajadas cuando veíamos los cambios en los lugares y en las personas. Aquel camarero de tan buen tipo, que nos piropeaba y tomaba el pelo, insinuándose, ahora gordo y calvo. Aquel dependiente serio y eficaz, igual de serio y eficaz, pero con el pelo blanco. Mil cosas.

Esa era la mejor terapia. Ver que la vida pasa y hay que aprovecharla mientras se tenga ganas. Al final, como siempre, tenía que darle la razón a mi marido. Son dos días, aprovecha, me repetía siempre.

Llegamos al restaurante donde nos habían citado a todos algo pronto, pero ya había bastante gente. Nos fuimos saludando, presentando los que venían con familia y pronto se animó el ambiente.

Después de comer fuimos andando al claustro de la facultad y allí había otro grupo de compañeros que no estuvieron en el restaurante y se juntaron a nosotros.

Una mano en mi hombro me hace volver la cabeza y creo que le reconocí, pero mi cara de duda, le hizo exclamar.

  • ¿no te acuerdas de mí?

  • ¿Raúl? ¿Eres tú?

  • claro que soy yo. ¿Tanto he cambiado?

  • no, por supuesto que no. Pero empezamos a conocernos al final del curso y no estaba muy segura.

  • pues a mí no se me olvidan aquellos días en que nos conocimos y algo más. ¿Sabes que eres mi musa?

  • ¿musa de qué?

  • escribo libros. Soy escritor y cuando sale una, mujer adivina quién es la que me inspira.

  • vaya, cuanto honor. No sabía que te fuera a impresionar de esa manera.

  • bueno, entonces no te lo dije, me daba vergüenza, pero tú fuiste la primera mujer con la que hice el amor. Tú me desvirgaste en aquel hotel de Roma. Esas cosas no se olvidan.

  • si es verdad. No se olvidan. ¿Y cómo te va ahora?

Me contó un poco de su carrera. Estaba empezando y ya tenía un cierto éxito. Sus obras cada vez se vendían más y se le reclamaba por centros de prestigio para dar conferencias y coloquios. Me alegraba por él. Siempre me pareció un buen chico y conmigo se portó muy bien.

No nos separamos en toda la tarde y cuando ya volvíamos hacia el hotel, para descansar un poco antes de la cena, se vino conmigo. Nos tomamos un café y charlamos. Pilar estaba con nosotros y estaba extrañada de mi amistad, tan rara, decía con un antiguo compañero, porque lo cierto es que apenas saludé a dos o tres chicas; a los demás no les conocía apenas.

Se empeñó en venir a buscarme una hora antes de la cena, no me explicó por qué: quería hablar conmigo un rato más. Subimos a la habitación y Pilar se vino a la mía.

Yo quería echarme un rato y ella dijo que se sentaría a mi lado, tenía curiosidad por algunas cosas, así que después de ponerme una camiseta ligera no me metí en la cama, me recliné de costado frente a ella y me preguntó por mi relación con Raúl.

  • ¿te acuerdas del viaje de fin de curso a Italia? Raro era el día en que no había cachondeo, fiestas y hasta orgías. Yo participé en alguna, como has podido ver hoy, apenas conocía a nadie y me pareció una ocasión para integrarme. No estaba acostumbrada a beber, ni a los excesos de todo tipo de los chicos, y creo que era hasta algo inocente. En fin, caí en dos o tres trampas, tuve relaciones con algunos compañeros, sin desearlo, cogiéndome por sorpresa y abusando de mi estado o de la juerga general. Raúl me ayudó aquellos días y al final acabamos durmiendo en la misma habitación, por los líos que organizaba Mónica para estar con David, y ya sabes, acabamos acostándonos un par de veces y parece que a él no se le ha olvidado.

  • sí. Me acuerdo de aquel viaje. También yo me acosté con mi actual marido, casi todos los días, y lo organizamos también para dormir en la misma habitación todo el viaje.

  • es que es lo normal. ¿Cómo vas a estar todos los días desnudándote delante de un hombre y viéndole desnudo a él, sin caer en la tentación? Ni un monje trapense. A mí me pareció normal entonces y ahora más.

  • oye una cosa. No tengo ganas de ir a mi habitación ahora, pero me gustaría seguir hablando contigo. ¿Te importa si me quedo aquí contigo un rato?

  • no, quédate, nos haremos compañía. Pero mejor métete conmigo y descansamos un poco antes de ir a la cena.

No sabía qué hacer, si meterse vestida o quitarse la ropa, parecía que la daba vergüenza desnudarse delante de otra mujer, o acaso creyese que yo podría pensar mal. No sé, estaba como cohibida

Se subió a la cama y se quiso tumbar encima, pero no la dejé que se quedase fuera y la insistí para que se metiera conmigo. Volvió a pensar y se desabrochó la camisa, y el pantalón, pero no se atrevía a seguir.

Al final decidí que si no hacía algo nos íbamos a pasar así toda la tarde de modo que la acerqué a mí, enderezándome un poco, la hice ponerse delante y le quité la camisa. Ella se sacó el pantalón y se introdujo a mi lado, con las bragas y el sujetador solamente, casi como estaba yo, que ya me estaba quitando mi pequeña camisa de dormir. Hasta que no estuvo dentro no se quitó el sujetador, que dejó sobre la mesilla de noche.

Me puse a su lado y le pasé una pierna por encima de su cuerpo. Yo estaba desnuda y tuvo que notar mi sexo sobre su piel y mi pecho sobre el suyo, pero no dijo nada.

Así era más fácil hablar de ciertas cosas. Era más intimo y no hacía falta alzar la voz y al estar con las caras tan cerca no veíamos nuestras expresiones.

  • sabes, ahora que ha pasado un rato he descubierto que anoche disfruté más de lo que he querido reconocer, no estaba tan bebida como para no darme cuenta de lo que hacía. A lo mejor es por la sensación de saltarse las reglas, de entrar en huerto ajeno, pero estaba más excitada de lo que yo pensaba.

  • ya lo dice el refrán: fruta prohibida, más apetecida. A ver si crees que a ellos no les gusta más cuando saben que la mujer está casada. Como a todo el mundo supongo.

  • ¿tú crees que está noche tendremos oportunidad de… bueno ya sabes. De probarlo otra vez.

  • no tienes más que proponértelo. Más de uno estará pensando ahora en ti, puedes estar segura.

  • me pongo nerviosa solo de pensarlo. Es una sensación rara y extraña. Me gustaría hacerlo ya mismo y está noche otra vez. ¿Me ayudaras?

  • ¿cuándo? ¿Está noche o ahora?

  • está noche. ¿Cómo va a ser ahora?

  • creí que era una proposición.

  • no, que dices. Bueno… no sé. ¿Tu alguna vez has tenido relaciones con otras mujeres?

  • relaciones, no. Digamos que algo así como esto de ahora. No ha pasado de tocarnos un poco, de acariciarnos, ¿por qué?

  • es algo extraño. A veces creo que me atraen las mujeres pero sé que no soy lesbiana. Alguna vez de joven me he notado atraída por alguna amiga y he sentido angustia y vergüenza, confusión de no saber qué hacer ni quién era. Me hubiera gustado decírselo, ver su reacción, pero era imposible…

En vez de responderla hice algo que había aprendido no hace mucho. Separé la sabana y la descubrí. Tenía un poco de tripita, pero así tumbada apenas se notaba. La toqué un poco por encima, estaba calentita y luego subí la mano por su pecho poniéndola sobre ambos, acariciándolos suavemente.

Me miraba con la cara encendida, dejándose hacer. Siempre me ha atraído el cuerpo de una mujer desnuda. Me gustaba acariciarla y ver como se excitaba, pero yo no lo hacía con ninguna intención sexual. Era como tocar una prenda de seda, calentita y suave. Tenía un tacto increíble y su olor era agradable y delicado.

Mientras yo la acariciaba, se retiró un poco las bragas, bajándoselas algo, y se enderezó, abrazándose a mí. Me besó y se la veía excitada y expectante, pidiendo algo mas, gimiendo junto a mi oído y soltando bajito palabras entrecortadas.

  • ah… que me haces… no puedo más… no sé lo que quiero… bésame, tócame…Es increíble cómo te siento… tengo mi cuerpo a punto de estallar…

Yo tampoco sabía mucho. Lo había hecho a lo mejor un par de veces, este verano, con mi amiga Sole. Y lo disfruté, pero no era una particularidad del sexo que me atrajera demasiado. Sin embargo, al ver la autoridad de mis manos sobre su cuerpo, me sentía poderosa y me empezaba yo a acalorar igual que ella.

Nos tumbamos, besándonos y bajé mi mano hasta su pubis, introduje un dedo en su vagina, buscando su punto sensible y por el enorme suspiro que dio, entendí que lo había encontrado.

La daba pequeños toques, lo sentía crecer bajo mis dedos, redondito y suave, mientras besaba su labios y acariciaba su pelo.

No aguantó mucho. En un par de minutos se derritió en mis brazos, tuvo un orgasmo tremendo, agarrada a mí. Nunca había visto nada igual y no pensé que una persona pudiera expresar de esa manera sus emociones.

Gritó y sollozó, se retorcía en la cama, sujetando mi mano en su sexo y apretándola contra ella, con enorme fuerza, casi deshace toda la cama y tardó un buen rato en ir calmándose, sin soltarme en ningún momento y pegando pequeños botes, hasta que quedó en calma por fin.

Le di unos besitos en el pecho. Estaba sudorosa, notaba gotitas resbalando desde su cuello hasta el canal entre los dos montes. Le pasé mi mano, secándole un poco y noté su agitación todavía. Coloqué mi cara sobre su corazón, y noté los golpes que daba, levantando mi cabeza a cada latido. Al final nos quedamos tranquilas las dos, una sobre otra, estiradas en la cama y descansando.

  • me gustaría hacerlo está noche otra vez.

  • si te parece, está noche vamos a divertirnos lo que podamos. Y ya que te veo lanzada, vamos a hacer todo lo posible para dormir acompañadas. Seguro que todavía nos queda algún admirador escondido entre todos los que está noche vengan a la cena.

  • ¿estarás conmigo en la cena y luego en el baile?

  • sí, no te preocupes. Estaremos juntas y volveremos juntas a la habitación.

  • ¿lo haremos en la misma habitación con los chicos, las dos?

  • ¿quieres que lo hagamos en la misma habitación?

  • sí, porque si la cosa no sale bien todavía tendríamos otra oportunidad nosotras solas.

  • de acuerdo. Descansa un poco y ya veremos cómo resulta.

Llamaron de recepción casi una hora después, un señor estaba al teléfono. Era Raúl. Quería subir a hablar conmigo. Le dije que adelante, pero que esperase diez minutos y luego subiese.

  • escucha Pilar. ¿Quieres empezar ya? Quieres que calentemos a Raúl.

  • ¿Cómo?

  • te vas a tu cuarto a por la ropa que te vas a poner y lo que necesites para arreglarte y luego nos duchamos y vestimos delante de él.

  • pero eso es un maldad, pobre hombre. Le puede dar un infarto.

  • ¿no te excita pensar que lo puedes hacer?

  • sí.

  • Pues venga, ve a por tus cosas mientras sube, y dame un poco de tiempo para prepararle.

  • ¿y qué tengo que hacer? Me pondré nerviosa.

  • tu sígueme la corriente, y haz lo que yo te diga.

Salió corriendo y unos minutos después llaman a la puerta. Abrí a Raúl, que venía perfectamente arreglado y trajeado, ya listo para salir a la cena.

Yo me había puesto un camisón cortito de un color fucsia y con bastante escote, y disimulé como pude mi cara de sueño. Cerré rápidamente la puerta y me senté en la cama, con las piernas recogidas para no enseñar demasiado, pero si lo suficiente para que pudiera ver el triangulo de mis bragas del mismo color, asomando por el borde.

  • hola, no te esperaba tan pronto. ¿Qué es eso tan urgente que tenías que decirme?

  • no, no era urgente, pero quería venir antes de que te arreglaras.

  • ¿y eso?

-  ya sabes tú de sobra para qué, no te hagas la despistada. Quiero ver cómo te duchas y te vistes delante de mí, como hacías en Italia. Quiero volver a recordar aquellos instantes en nuestra habitación.

  • ¿te gusta mirar? Eso es una perversión. No está bien en un hombre hecho y derecho, y casi famoso.

  • no me gusta mirar. Me gusta mirarte a ti y tú lo sabes.

  • sí, me lo imaginaba, pero hay un problema. He quedado con Pilar. Va a venir para arreglarnos juntas.

  • llámala y que no venga… rápido. No puedes destrozar toda mi fantasía. Por favor.

Yo había ido abriendo las piernas, para que pudiera ver del todo mis muslos, y ya las bragas por completo. Se fue acercando a mí y justo en ese momento llama Pilar a la puerta.

Venía con una bata, bien cerrada, y la funda con el vestido y un neceser. Se hizo un poco la extrañada y saludó.

  • hola Raúl, que haces por aquí.

  • nada vine a saludaros, pero ya me iba. Nos veremos en la cena.

  • espera un poco, no te vayas aún. ¿Qué vas a hacer por ahí tan pronto? Pilar, ¿a ti no te molesta que espere aquí mientras nos arreglamos, no? Así luego nos vamos los tres juntos al restaurante.

  • por mí no hay ningún inconveniente, si no le da vergüenza vernos un poco ligeras de ropa. Yo estoy acostumbrada.

Ahí se había pasado un poco, pero Raúl no estaba para detalles. No creo que tuviese interés en vernos a las dos en pelotas, pienso que era sincero cuando decía que quería verme a mí, repetir las escenas de hace diez años en el hotel, y la presencia de Pilar no le estorbaba, o incluso podía crear un clima mayor de expectación a su imaginación.

Como no dijo nada, dimos por supuesto que no le importaba y pasamos a la ducha, cerrando la puerta del cuarto de baño. Pilar creyó que la íbamos a dejar abierta, para empezar ahí el espectáculo, pero cuando estuvimos bajo el agua, a cubierto de sus oídos por el ruido, le dije que había que ir calentando un poco, dejándole que esperase su premio.

Salimos las dos con la toalla puesta alrededor del cuerpo y nos colocamos delante del espejo para maquillarnos. Ella se sentó y yo, de pie, empecé a peinarme. Se me resbaló la toalla, normal, apenas me la había sujetado, y a la segunda o tercera vez, la dejé encima de la cama y seguí sin nada.

Luego me senté a maquillarme y entonces ella, sin el teatro que yo había hecho, depositó su toalla junto a la mía y se dedicó a cepillarse el pelo también.

Hacíamos como si no estuviera él delante y cuando nos fuimos a vestir lo hicimos casi entre las dos. Nos colocamos las bragas y nos ayudamos a abrocharnos el sujetador la una a la otra. Yo incluso se lo recoloqué en las copas, metiendo la mano por dentro y poniendo bien su pecho.

Raúl nos miraba extasiado, o más bien me miraba a mí y se asombraba al ver a la otra, haciendo casi lo mismo que yo, que después de todo es la ceremonia que cada mujer hace todos los días, antes de salir a la calle, pero que parecía que para él era una novedad.

Entonces lo pensé, porque era un poco extraña esa curiosidad. No le había preguntado si se había casado, porque si hubiera sido así, habría visto esos gestos muchas veces. A lo mejor era diferente verlo todos los días en la misma mujer, eso era la rutina, y acababas por no fijarte.

De todas maneras preferí quedarme con la duda. Él no me había dicho nada y si estaba casado, esa pregunta podía estropear toda la magia del momento. Lo averiguaría al final de la fiesta.

Lo que sí que hice fue la pregunta que le dirigí hace muchos años y que siempre le realizaba a mi marido cuando me emperifollaba para ir de fiesta. Con solo la ropa interior puesta, me di una vuelta delante de él, con las manos en las caderas…

  • ¿estoy bien? ¿Te gusta lo que ves?

  • estas divina. Estáis maravillosas las dos.

  • gracias Raúl. Vas a ser la mejor compañía que nadie tenga está noche.

No lo pude aguantar y me eché sobre él, dándole un beso agradecido. Reprimió las ganas de abrazarme. Le vi con las manos apretadas en los brazos del sillón, conteniéndose. Pilar no decía nada, pero también se acercó a él y le dio un beso, algo menos cariñoso que el mío.

Terminamos de arreglarnos, y poco después estábamos listos los tres para acudir a la fiesta, con una gran ilusión por ver a los antiguos compañeros y la confianza de que nos lo íbamos a pasar muy bien.