Desmadre sexual en un verano ya lejano - 13
Ultimo día de orgia como prostituta de lujo, una experiencia sexual increíble, en la que sirvo de juguete para varios hombres.
El cortijo 4
Cuando se fue también aquel hombre igual que el otro, me volví a dormir hasta que Sole me zarandeó por los hombros, cuando ya el sol estaba alto. Estaba tumbada en la cama, de cualquier manera, y tenia sueño todavía. Me avisó que se metía en la ducha y que me fuera despertando. Teníamos que bajar a desayunar y nos esperaban para pasear por la finca en un par de horas.
Me desperecé y al estirar los brazos casi me caigo. La cama era inmensa, pero estaba en la parte de abajo. Eso hizo que me despejara rápidamente y me levanté a ducharme y asearme yo también.
Estaba lista cuando salí y me esperaba vestida solo con las bragas y una camisa ligera, que le cubría poco mas abajo del ombligo. Me había preparado también mi ropa. Unas braguitas azul claro y una especie de rebeca cortita de lana del mismo color; me lo puse rápidamente y marchamos al comedor.
No había nadie, pero el desayuno estaba preparado, el café caliente y toda suerte de dulces y cocinados, huevos, bacón, jamón… parecía un buffet de un hotel. Teníamos hambre y desayunamos rápidamente, esperando que aparecieran los anfitriones.
Aparecieron, dándonos un beso al saludarnos y poniendo la mano en el culo con todas las ganas. Después de desayunar, salimos al porche, donde el mayordomo estaba ensillando los caballos.
Me acerqué a los animales. Eran magníficos. Yo les había hablado que de pequeña montaba algo y que me gustaba, a pesar del tiempo que no lo hacía.
Dimos una vuelta por las cuadras, y me enseñaron todo, explicándome razas, edades, genealogía. Se notaba que les entusiasmaba y desde luego sabían mucho. Dijeron que me adjudicarían, si quería montar, una yegua tranquila, para que no ocurriesen accidentes, porque algunos machos estaban a medio domar y podían ser ariscos.
Uno de los hombres se acercó y me dijo que si estaba dispuesta a dar una vuelta en su compañía. Por supuesto, le dije, y esperé que me adjudicara una montura.
- primero desnúdate, quitate las bragas. Quiero ver si pareces una lady Godiva.
Iba a dejar mi ropa encima de un banco, pero se adelantó el mayordomo y me la recogió.
Al salir al patio, había preparados cinco o seis, dos ensillados y los otros esperando.
mira este, ha olido hembras.
si señor, este si que entiende
¡Que barbaridad! El caballo al que se referían estaba con toda la pinga estirada, casi hasta el suelo. Me quedé asombrada, un cipote enorme y gordo, negro, con las venas sobresaliendo.
¿todo eso es de verdad?
ven, tócalo. Compruébalo tu misma.
Me acerqué con un poco de reparo, pero el animal estaba quieto y tranquilo. Bueno, tranquilo más o menos. Unos de los hombres me agarró las manos y prácticamente me obligó a agarrarle el miembro.
Si, era mas grande de lo que parecía, y aunque colgaba como con desgana, era de una dureza tremenda. Se me notaba mi cara de curiosidad, estaba claro que no era vicio. Lo miraba por todos los lados y lo agarraba apretando. El caballo no se movía y era una de las cosas mas sorprendentes que jamás vi.
¿te gustaría tenerlo dentro?
¿esto? Ni loca. Si es más gordo que mi muslo. Que cosa más enorme.
pruébatelo
¿Cómo?
acércatelo. Para ver como te quedaría.
Se estaban riendo de mí y de mis apuros, y supongo que, principalmente, de que llevaba un buen rato con él agarrado con las dos manos y no lo soltaba ni le hacía ascos.
Les seguí la broma y me puse de espaldas, apoyándome con una mano en un banquillo cercano, incliné el cuerpo y con la otra dirigí la punta del enorme miembro a mi culo. Se estaban divirtiendo y continué un rato, restregándomelo por mi rajita y a lo largo de todo el culo, de arriba abajo, echando el trasero hacia atrás como si me lo metiera.
Me estaba mojando todos los cachetes y de pronto se movió, un poco inquieto, y empujó el miembro contra mi cuerpo con fuerza. Lo solté y di un grito saliendo a escape.
Los tres se reían a carcajadas y yo estaba aterrorizada, con una enorme cara de susto, pegada a la valla, sin atreverme ni a respirar. Tuvo que venir uno de ellos hasta mi, y tirando de mi brazo, consiguió que me moviera un poco, aunque mirando de reojo al pobre bicho que no se explicaba quien podía ser esa loca que gritaba sin venir a cuento.
- mejor será que nos vayamos a dar un paseo, si te atreves…
Me acerqué al caballo que me tenia preparado, pero…
no tiene silla, ¿tengo que montar así?
si, si hace tiempo que no montas, es mejor. Sentirás mejor al caballo.
pero no tengo bragas, se me clavara toda la crin en el…
ven, que te ayudo a montar.
Miré a Sole, pero tenia cara como de enfado. Ah, claro, que no debía discutir. Se me había olvidado. Pues venga, me agarré a las crines y levanté hacia atrás una pierna. Me agarró por debajo del talón con una mano y con la otra en mi culo me izó con facilidad, hasta que quedé a horcajadas. Me pasó las riendas y montó en el otro caballo, que por supuesto si tenía silla y echamos a andar hacia un bosquecillo que se veía a lo lejos.
Sentía el calor del animal en mi culo y el hueso del espinazo se metía por mi rajita. Cambié un par de veces de posición, pero era peor, porque me pellizcaba la piel y me hacía daño.
A los diez minutos tenía un tremendo calor interior. Cinco minutos después mi chochito ardía como si me hubieran dado un masaje con una esponja áspera, otros cinco minutos mas tarde, tenia el calor en todo el cuerpo y mi respiración se iba haciendo entrecortada. Él iba a mi lado, observando mis reacciones con toda atención.
O sea, que sabia que iba a pasar eso, lo había hecho aposta. Estaba que no podía mas, si no me bajaba o paraba el caballo iba a tener un orgasmo allí mismo. Me agarró de un brazo cuando empecé a dar convulsiones, apretándome contra el cuello, tumbada sobre el cuerpo del animal, aferrándome a las crines y sollozando de placer. El caballo aceleró la marcha y grité al sentir golpear su cuerpo contra mi clítoris.
Lo agarró rápidamente de las bridas y lo paró en seco. Seguí dando espasmos, cada vez más espaciados y cortos y si no llega a estar a mi lado, me caigo al suelo desmayada. Me apoyó en el suelo, dejándome tumbada en la hierba.
tengo que volver a ver esa cara otra vez. Es la expresión de felicidad más real que he visto nunca.
estoy hecha polvo. Me duele todo.
ven, andaremos un poco. Ahí cerca hay una alberca y te refrescaras algo.
Apenas podía andar. Me dolía y rozaba. Abrí las piernas y avancé con las piernas arqueadas, como los vaqueros. Me agarró por debajo de los brazos y me sentó de lado, en su silla y siguió andando, llevando a los dos animales de las bridas, hasta el bosquecillo y la charca, que se veía ya muy próxima.
Me bajó del caballo y mientras bebían, recogió agua con las manos y me lo fue echando por vientre, lavando las partes mas escocidas. Me alivió enormemente pero todavía lo tenia muy sensible, botaba cuando me rozaba.
Me echaba chorros de agua y luego descubrió otra forma de divertirse: me lo echaba un poco mas arriba y se agachaba hasta mi concha a beber según iba cayendo. Al final notaba mas cosquillas que dolor y dijo que ya estaba bien.
Me puse de pie y andaba normal, el agua me alivió bastante, me enseño los alrededores y luego me dijo que me fuera metiendo, que nos íbamos a bañar. Estaba fría al entrar, pero enseguida te acostumbrabas y parecía más templada. Se metió en bolas junto a mí, y me abrazó dentro del agua pasando sus manos por mis pechos y mis caderas. Me tocó el borde del chochito y me preguntó si me dolía. No, estaba ya bien. Fue el momento de sensibilidad que me quedó después de haberme frotado tan directamente con la grupa del caballo.
Metió un par de dedos dentro y los paseó con cuidado. Me abracé a él, pasando las manos por su espalda, entonces me recostó contra una piedra lisa de la orilla boca abajo y apuntó a mi entrada con bastante seguridad. La metió despacito, preguntándome a cada momento si estaba bien. Agradecí este detalle de delicadeza, diciéndole que si, aunque a veces me dolía ligeramente. Cuando estuvo dentro del todo paró un poquito, afianzó los pies, para mantener el equilibró, y salpicando para todos los lados cada vez que nuestros cuerpos se juntaban empezó a moverla en mi interior adentro y afuera, con calma, pero sin parar.
Sentí los primero pinchazos de deseo y me acerqué más a él, que aceleró un poco. No llegó a terminar. Resbalamos los dos hacia el agua juntos y abrazados, y nos separamos, intentando sacar la cabeza del agua.
Salimos riendo los dos y con el pelo empapado (lastima de peluquería)
- bueno, luego continuaremos, vámonos para casa.
Me subió a su caballo, por delante de la silla y luego montó él, poniéndome de lado sobre sus piernas. Se estaba a gusto, desde luego, mejor que en el otro sin silla y a horcajadas, pero por si acaso, me agarré bien a él. Después de un breve trote llegamos al porche de la casa, desmontó y luego me bajó en brazos. Desnudos como estábamos, nos acercamos a la piscina, donde habíamos visto a los otros dos
El mayordomo, que aparecía y desaparecía sin darnos cuenta, había preparado un buffet frío, debajo de un toldo, junto a la piscina. Al acabar, me dice mi acompañante.
- vamos a terminar lo que no pudimos en la charca.
Y lo terminamos, bien terminado, en una cama, como debe ser, y él se quedó satisfecho y yo… pues también, la verdad, bastante satisfecha.
Después de cenar se incorporó un tercer invitado, al parecer con ideas nuevas. Acababa de llegar y se le ocurrió ver como lo hacíamos las dos, pero con una variante: nos dieron unos cuantos vibradores y se sentaron en el borde de la cama a vernos.
Sole tomó la iniciativa. Me tumbó boca abajo y después de paseármelo un poco por la rajita, me lo fue metiendo despacio, mientras lo hacia vibrar.
Me gustaba, pero era algo frío, una maquina al fin y al cabo. Sole era una experta. Cinco minutos después había cambiado de opinión respecto a las maquinas y al poco rato sacaba mi culito para que entrase mejor.
Le pidieron que la metiese en mi culo, y ella agarró uno mas fino y pequeño, lo chupó un poco con la boca y lo mojó bien con mi liquido vaginal. Metió la punta y pegué un respingo. Lo metió la mitad mas o menos y dejó de dolerme, pero no le acababa de ver la emoción a todo eso. Me gustaba más por el otro agujero.
Dos pollas se acercaron a mi boca. Cogí una con la mano y metí la punta de la otra entre mis labios, chupándola suavemente, dándole lamidas con toda la lengua, como si fuera un helado.
El vibrador fue sustituido por el pene de uno de los hombres. Me puso boca arriba y la metió rápidamente, comenzando a bombear con rapidez.
Seguí chupando alternativamente una y otra. A veces la metía casi toda dentro, pero me daban arcadas. Quería experimentar, había ido allí a eso, pero era superior a mí. Cuando el pene en mi vagina empezó a hacer efecto en mi libidinosa mente y a sentir el ardor en mi interior, me fue imposible concentrarme en otra cosa.
Tenía las pollas de los otros dos en mi mano y las agarraba fuertemente, pero estaba preocupada más de mi placer que del suyo. Uno dijo que me la metiera por el culo, pero no le hicieron caso, gracias a Dios.
Sole, viendo el cariz que podían tomar las cosas, agarró a los dos hombres abandonados por mí, y se los llevó al otro dormitorio.
Cuando quedamos satisfechos los dos, se tumbó a mi lado. No estaba allí cuando me despertó Sole, como el día anterior. Después de ducharnos bajamos al comedor. El mayordomo nos dijo que el desayuno estaba preparado en la bodega y que los señores habían pedido que fuéramos desnudas. Cuando estuvimos en la puerta, nos quitamos lo poco que llevamos y entramos, hasta una especie de mostrador, donde estaba preparado todo, en plan buffet, como siempre.
Después de desayunar y pasear por la bodega, el nuevo tuvo otra feliz idea, y enseguida la pusieron en práctica. Como siempre, yo era la perjudicada, me imagino que por ser la nueva.
Me ataron entre los tres a una especie de poyete, encima del cual pusieron unos trapos o almohadas, para que no se me clavara demasiado en el cuerpo. Así atada quedaba expuesta e indefensa a sus manejos. A Sole se la llevaron a otra sala, y supongo que la atarían también, porque no la volví a ver.
Se divirtieron de lo lindo. Mientras paseaban y tomaban vinos, me tocaban por todo el cuerpo, o metían los dedos por mis agujeros.
Las cuerdas no me hacían daño, no estaban muy fuertes, pero era imposible soltarme, además que yo creía que no debía hacerlo, se podía enfadar Sole.
Llevaba casi media hora, allí aburrida y mirando para el techo y llegó de pronto uno y sin decir nada me la metió, follándome hasta que se vació dentro, se subió la bragueta y se fue. Al rato vinieron los otros dos y mientras uno me tocaba las tetas, el otro me la metía.
Yo no había sentido nada, pero cada vez que oía pasos o algún ruido cercano, pensaba que era alguno que quería sexo. Me empecé a calentar yo sola, pensando como me la meterían. Oía algo y decía: ahora si.
Vinieron dos o tres veces más. Alguno me la volvió a meter, pero casi sin ganas. Parecía que solo era para demostrarme que estaba a su disposición. Luego se oyeron ruidos fuera y estuve casi una hora, otra vez aburrida y sin poder moverme.
Otra vez oí ruido y me dije, ahora, seguro que ahora. Los pasos se dirigían en mi dirección. Me volví a excitar. Era el mayordomo. Me pasó una de las cuerdas por la boca, estiró las de mis pies para que quedara bien abierta y se desnudó.
Con absoluta tranquilidad se acercó a mí y me la fue metiendo despacito. Veía su cara disfrutando. Me tocaba los muslos, los pechos, metía y sacaba su pene. Mi cara de susto y desconcierto cambió.
Ahora me estaba gustando, por fin empezaba a sentir placer. Abría mis piernas más de lo que necesitaba, casi aflojando las cuerdas. Mi cabeza cayó hacia atrás y empecé a retorcerme de gozo. Botaba sobre la camilla improvisada y lo sentí sin parar, dos o tres veces.
La sacó y me regó el vientre y las piernas con su leche, después cogió un poco de aire, se metió el aparato dentro y me desató.
- pueden irse cuando quieran. Les he dejado algo de comida en su habitación.