Desmadre sexual en un verano ya lejano – 10

Mi amiga me cuenta su doble vida, normal entre sus amigos, prostituta de lujo como profesión, y siento el deseo de comprobar en persona ese tipo de vida.

El cortijo 1

Estábamos un día, en la playa como siempre, hablando de nuestras cosas y Sole comentó que tenía que irse al día siguiente a un cortijo, para hacer una presentación.

Quise saber como era una de esas grandes haciendas andaluzas. Siempre has oído hablar de ellas pero no es normal conocerlas y convivir con sus habitantes y sus costumbres.

A mi me gustaban los caballos. Mi padre, como el de Ely, era agricultor y a veces montábamos de pequeñas en las caballerías que utilizaban para la labranza. Había pasado mucho tiempo de eso.

La pincharon para que me llevase, pero ella se negó en redondo y yo no insistí porque parecía que la molestaba.

Ely y yo no habíamos vuelto al pueblo, aunque salíamos a saludar a los pescadores cuando paraban a la puerta de casa a dejar algo de pescado.

Yo acostumbraba a ponerme una camisa o algo por encima del bikini, pero Ely salía como estuviera; con esos bikinis pequeñitos enseñando todo el culo, o con las tetas al aire. A ella le encantaba que la mirasen y, al igual que a mi, no le importaba que la mirasen todo lo que les apetecía.

No es que mi camisa tapase mucho, algunas veces también quedaba el culo al aire, pero por lo menos disimulaba algo. Lo que siempre hacían era mirar bien, de arriba a abajo mientras hablaban con nosotras y nos ofrecían el pescado.

Nos habíamos acostumbrado a coger lo que nos entregaban, siempre era lo mejor, y pagar lo que pedían o con algún pequeño regateo, mas que por el dinero, para extender un poco el rato de conversación. A ellos también les gustaba entretenerse con nosotras y tenían más tiempo para mirarnos.

Insistían para que fuéramos algún día a bailar, ellos descansaban los viernes y sábados, y nos estarían esperando, pero no respondíamos nunca que si. Todavía no nos atrevíamos a otra velada con ellos. Me propuso entonces enseñarme a nadar, allí mismo en nuestra playa, para que no hubiera suspicacias. Podía venir un par de horas antes de irse a faenar y luego su compañero le recogería para irse al trabajo. Me pareció perfecto y aunque solo quedaban quince días, no me vendría mal.

Esa tarde se presentó en bici, la dejó a la puerta de casa y sonó el timbre antes de acercarse a nosotras, que estábamos sentadas en la playa.

Fue muy divertido, y no es que aprendiera mucho pero empecé a no tenerle miedo al agua y comprobar que si me quedaba tranquila, por lo menos podía flotar.

Las chicas se reían de nosotros desde la playa y los enanos, que nadaban todos perfectamente, se metían al agua a molestar y reírse de mis caras de pánico.

Mi hijo y Carlos dijeron que ellos podían ayudarme por las mañanas un rato y al final tuve que hacer sesión doble. Para ellos era un juego, pero yo me lo tomaba muy en serio.

Una noche, dos días después de volver Sole del cortijo, se fueron todos al cine en el pueblo y nos quedamos las dos al cuidado de la niña de Ely.

Se la veía cansada y con ganas de recuperarse, pero era mucho ir y venir, casi siempre sin avisar. Yo la pregunté por su trabajo, no parecía tan agotador ir de viaje, enseñando muestras y parando largo tiempo en un sitio.

En algún momento salió el tema de su ex-marido y de si no había sentido ganas de salir con alguien otra vez, o incluso volver a casarse. Todo era posible y hombres buenos, todavía quedaban (aunque fueran cada vez mas escasos).

No se si me puse muy pesada o me vio realmente interesada por su bienestar y felicidad, pero me sacó al porche, frente al mar y allí, las dos solas, me fue contando como había sido su vida desde que se separó.

El sueldo de representante, a comisión, era una miseria para el que no tuviera muchas relaciones, y además tenían que ser de dinero y con ganas de gastar. Trabajó también en unos almacenes, pero se pasaba todo el día fuera de casa y solo veía a su hija una hora por las noches.

Lo dejó para poderse dedicar mas a ella y tuvo que aceptar ayuda económica de sus hermanos, que por cierto, se la dieron encantados y sin permitir nunca que se lo devolviera.

Un día se encontró a una antigua amiga que al darse cuenta de su penuria, la llevó a su casa y le ofreció un trabajo especial: acompañante de caballeros.

Esto era en realidad una forma de prostitución, pero de lujo. Tenían contactos, con una red de enlaces y llamaban por teléfono a una de ellas. Está tenia que buscar las chicas que se necesitaran, siempre dos o tres, y llevarlas a la cita. Cada una cobraba lo estipulado y generalmente algo de propina.

No se trataba de hacer orgías ni cosas raras. Lo normal era tener sexo cuando le apeteciera al cliente, o ir desnuda todo el día y rara vez salía algún caprichoso que pedía algo especial.

Seguimos hablándolo en la cama, cuando regresaron todos.

  • pero debe ser muy penoso para ti.

  • bueno, ahora ya lo veo como un trabajo, muy bien pagado, por cierto y que si te organizas bien te permite retirarte y dejarlo pronto.

  • ¿y qué harás cuando lo dejes?

  • pues vivir de lo ahorrado.

  • hombre, supongo que se puede considerar como un trabajo cualquiera, pero debe ser muy duro. Estar a disposición de un tío para que te haga lo que quiera. Es una barbaridad.

  • así estuve un montón de años. A disposición de mi marido, a que me hiciera lo que quisiera y me maltratara. Y encima gratis. Eso era una barbaridad y no esto.

  • si, te entiendo. Pero como se puede vivir así, quiero decir, ¿Cómo se puede acostumbrar una a eso?

  • mira, se pasa por tres fases. En la primera es algo de lo que tú dices. Te deprimes y sientes ganas de no ir. Te da asco tu cuerpo y los hombres.

  • es que eso es lo mas normal

  • un buen día pasas a la segunda fase. Te excita prepararte para la cita. Vas nerviosa, deseando ver que pasa hoy. Tu cuerpo está deseando novedades y sentir el pene de un hombre jugando en tu interior, no sabes cuando ni como.

  • ¿y eso es excitante? No me parece, no veo como puede ser interesante.

  • muy fácil. Tú lo haces con tu marido de vez en cuando. Cada vez con menos frecuencia y casi siempre igual ¿no es así?

  • si, mas o menos.

  • sabes lo que va a ocurrir y sabes como, incluso viendo el humor con que llega a casa, sabes cuando.

  • es cierto.

  • pues en está fase todo es por sorpresa. Un dia viene un tio con una polla enorme. Otro es uno delicado que se pasa horas acariciándote y excitándote, otro quiere una novedad o por detrás o con los ojos cerrados y no sabes quien es. Sentía un morbo tremendo.

  • no me lo imagino, pero supongo que es cuestión de mentalizarte. ¿Y la tercera?

  • la tercera fase es la que estoy yo ahora. Vas, haces tu trabajo, unos días disfrutas y otros no, y al final lo principal es el dinero que te dan y ver como aumenta tu cuenta corriente. Cuentas cuanto te falta para dejarlo y esperas que el tiempo pase.

  • hombre, pues yo me quedo con la segunda…

  • la mejor realmente es la tercera

  • yo me imagino en la segunda y me subo por las nubes.

  • ¿y ahora? ¿Te quieres venir conmigo a visitar cortijos?

Nos reímos las dos. Parecía que se había librado de un peso después de contármelo y al confesar su secreto a alguien se había relajado. Si ese alguien la comprendía y disculpaba, le despejaba además de un peso en la conciencia.

  • ya te avisaré. Hoy no.

Empezamos a hablar de sexo. De pronto se había convertido para mí en una experta. Tenía curiosidad por algunas cosas y ella podía contestarme.

  • ¿y se la tienes que chupar alguna vez o metértela en la boca?

  • si, mas de lo que crees. A los hombres les gusta, aunque lo hacen para excitarse y que se les ponga dura. Luego acaban metiéndola, como siempre.

  • ¿y… donde siempre?

  • si te refieres al culo, pues es mas bien raro. A los hombres les gusta un agujerito confortable y a su medida. Les gusta ver que te ponen cachonda y disfrutas con sus habilidades amatorias. Pocas mujeres conozco que le guste por ahí.

  • ¿pero lo hacen alguna vez?

  • te lo advierten cuando contratan. Por lo menos a mi, yo no quiero sorpresas, y si viene algún tío raro o me lo dicen antes o me voy en cuanto lo veo.

  • ¿y tu lo has hecho alguna vez?

  • yo he hecho de todo. Algunas me han gustado y otras no. De todas he aprendido algo.

  • es curioso. Nunca se me hubiera ocurrido verlo así

  • te veo muy interesada

  • no, no interesada, pero si intrigada. Desconocía todo absolutamente de lo que me estas contando. Es como una novela.

  • Si, pero en la que tu eres la protagonista.

Lo estuve pensando y me intrigaba de verdad mi interés por el asunto. A lo mejor eran algunas de las escenas o anécdotas que me había contado. Escenas escabrosas, llenas de imaginación. Mi marido decía muchas veces que el sexo está mas en la cabeza que en los órganos erógenos. Tenía razón, yo lo había comprobado muchas veces, y el imaginarme antes, como podía ser, ya me calentaba.

Se fue otra vez a visitar cortijos y al despedirme me miró sonriendo. Yo creo que iba mucho mas conforme que otras veces, sabiendo que ya no tenía que fingir delante de todo el mundo. Por supuesto que nunca se lo podría contar a su familia, pero al no ser exclusivamente suyo, podía al menos ser natural delante de alguna persona.

El caso es que a mi me dejó hecha polvo. Ahora veía sexo en miles de cosas inocentes hasta entonces. Si los chicos me rozaban o sujetaban los pechos mientras me enseñaban a nadar, cosa que habían hecho siempre, era inevitable, yo sentía que lo hacían a propósito para calentarme.

Si veía sus pitos crecer bajo el agua, cosa inevitable también en montones de ocasiones, pensaba qué pasaría si salíamos al agua y me los metía en la boca. Incluso el de mi hijo. Me estaba obsesionando.

Entonces un día se lo dije, mientras estaba en la cama, desnuda como siempre, antes de dormir y ella se desnudaba también antes de acostarse. Siempre hablábamos unos minutos, de los chicos, de sus estudios. Cualquier cosa mientras nos llegaba el sueño.

  • sabes, si tienes ocasión me gustaría acompañarte algún día a ver un cortijo

  • sabes lo que dices, ¿no?

La oscuridad de la habitación le impidió ver mi cara colorada por la vergüenza y el valor que había necesitado para soltar esas palabras, pero ella no se conformó con mis palabras. Quería ver si estaba decidida de verdad.

Me llamó al baño donde estaba acabando de sujetarse el pelo y allí, con la luz encendida y mirándome a los ojos me volvió a preguntar.

  • ¿sabes donde te vas a meter? ¿Estás segura de que quieres acompañarme?

  • si. Llevo pensando en que se sentirá, cómo reaccionaría yo en tu caso, y estoy en un estado de nervios extraño y confuso. Me imagino situaciones, y escenas, hombres raros violándome. No es la archiconocida fábula de la fantasía femenina de la violación. Es algo que no se explicarte.

  • si, sé lo que quieres decir. Quieres experimentar la segunda fase sin haber pasado antes por la primera y sabiendo que no pasaras a la tercera. Y creo que esa si es una fantasía femenina.

  • tal vez. Una vez mi marido me empujó a hacer una cosa que yo estaba deseando pero que nunca me hubiera atrevido a realizar y me dijo que si no lo hacia me estaría remordiendo toda la vida y pensando qué hubiera pasado si no lo intentaba por lo menos.

Cuando me vio más o menos convencida y se percató que iba en serio y que deseaba acompañarla y vivir la experiencia, me llevó a la cama, para que ya, con la luz apagada, pudiésemos hablar libremente de cosas demasiado personales y en cierto sentido, crudas.

Ella se había sincerado conmigo y ahora empezó a interrogarme sobre detalles y preferencias sexuales que ni siquiera mi marido me preguntó en ninguna ocasión. Pensé que yo tenía que ser igual de franca y no guardarme nada. Empezó como simple curiosidad, pero fue tirándome de la lengua y haciéndome preguntas incomodas. Agradecí que la conversación tuviera lugar a oscuras y en la intimidad de la cama, muy cerca la una de la otra, para no tener que levantar la voz. Me costaba y todavía me cuesta hablar de ciertos temas.

  • ¿y que hiciste?

  • me sacó al pasillo del hotel, desnuda y me metió en la habitación del hombre con la polla mas grande que había visto en mi vida.

  • vaya, eso no lo hubiera pensado nunca de ti. ¿Y cómo acabó?

  • fue realmente fabuloso y siempre me alegré de que me obligara de esa manera a satisfacer mi curiosidad y mi pasión. Me comprendió y me animó a hacer algo que yo no hubiera hecho nunca sola.

  • ¿es eso lo que quieres ahora? ¿Matar una curiosidad?

  • saber que se siente al estar a disposición de un hombre y lo que tú dijiste: no saber de antemano que va a ocurrir.

Encendió la luz de nuevo, se recostó sobre el respaldo de la cama y me miró con seriedad y fijamente, igual que antes, como si quisiera leer en mi cara mi determinación y mis emociones.

  • mañana estoy esperando una llamada. Tienes que confirmarme ya, si estas dispuesta. Luego no hay marcha atrás.

  • si lo estoy. Quiero ir contigo una vez.

  • De acuerdo. En vez de llamar a otra compañera contaré contigo, pero ya te digo que no te puedes echar para atrás pase lo que pase.

Siguió mirándome fijamente un rato mas, luego me sonrió, apagó la luz, pegó su cuerpo al mío y quedamos dormidas o pensando en nuestras cosas en silencio, escuchando el murmullo del mar y en mi caso, de mis ideas dándo vueltas por la cabeza.