Desmadre sexual en un verano ya lejano - 1

Un viaje de estudios para acompañar a los alumnos del instituto en el que me veo envuelta en situaciones algo comprometidas

Viaje de Estudios 1

Durante este año me encontraba dando clases como suplente en el instituto donde estudiaba mi hijo. Siempre me ha gustado la enseñanza, pero el cuidado de mi familia no me dejaba tiempo para trabajar. Esta suplencia, de dos horas diarias, me permitía ocupar un poco de mi tiempo y matar el gusanillo del trabajo fuera de casa, sin que tuviera necesidad de pasar todo el día fuera.

Por enfermedad o baja de uno de los profesores me ofrecieron acompañar a  los alumnos en su viaje de fin de curso, que seria a Baleares, en la primera semana de mayo. Acepté, aunque los chicos me parecían bastante ingobernables, porque participarían otros dos profesores, y yo iba un poco como ayuda.

El viaje era muy cómodo. Estaríamos siempre en el mismo hotel, en la costa, haríamos excursiones turísticas por la isla y mucho tiempo de playa. El único problema sería controlar las noches de los alumnos, que solo deseaban salir de marcha hasta la madrugada, lo que me recordaba el viaje que yo hice estando en la universidad.

Salimos el sábado desde Barajas, y a mediodía ya estábamos en el hotel. Se habían formado dos grupos, uno que fue a Ibiza los cuatro primeros días y nosotros, cuarenta y dos alumnos, un profesor, Rufino, una madre de la asociación de padres, Montse, y yo. El martes coincidíamos todos en Palma y el miércoles salíamos nosotros a Ibiza y desde allí, regreso a Madrid el domingo.

Ese día, lógicamente, no teníamos ninguna actividad y mientras Rufino se iba a echar la siesta, nosotras dos decidimos ir a la piscina del hotel. Había algunos alumnos, tomando el sol o bañándose, pero la mayoría se fueron a dar una vuelta por la ciudad y a buscar sitios para la noche.

Cuando me estaba casi cambiando llamaron a la puerta y una de las chicas me pidió si las podía ayudar.

  • quería pedirte un favor, si me puedes dedicar unos minutos.

  • por supuesto, lo que necesites.

  • mira, es que no nos hemos puesto el bañador porque no nos hemos depilado, ya sabes… ahí abajo. No nos atrevíamos a hacerlo solas, y como hemos visto que a ti no se te ve nada, pues… que si nos podías echar una mano, o decirnos cómo hacerlo.

  • ¿tenéis cuchilla de afeitar?

  • no, solo tijeras

  • espera, que le digo a Montse que la dejo un momento y estoy con vosotras.

Como a ellas les daba vergüenza, pedí en recepción unas hojillas desechables y un poco de jabón y subí con ellas a su habitación.

  • vais a tener que quitaros la falda y las bragas.

No les dio ningún apuro, se quitaron toda la ropa y se quedaron en pelotas. Ninguna llevaba sujetador, y la verdad es que con esas tetitas pequeñitas y tiesas no hacia ninguna falta.

Me las quedé mirando sin poderlo evitar. ¡Madre mía, que desarrolladas están hoy las chicas! ¿Qué les darán de comer? Una tenía casi mas pecho que yo y las tres tenían, y en cantidad, una buena mata de  pelo en el pubis, negro y alborotado. Les pedí las tijeras para dar el primer corte y les orienté un poco.

  • lo normal es dejarlo más cortito y afeitar los bordes del todo, para que no se vea por los lados del bikini.

  • ¿no se afeita del todo?

  • pues como queráis, pero no hace falta. Al principio está muy bien, pero en cuanto empieza a salir, pica y es molesto.

  • ¿tu como lo tienes? ¿Podemos verlo?

  • hombre… ¿para qué queréis verlo? Cortarlo como vosotras lo prefiráis.

  • pues para hacernos una idea.

Me bajé las bragas y les enseñé mi pelito recortado. Me tocaron y les gustó como estaba, pero una de ellas prefirió cortárselo del todo.

Repartí un poco las tareas. Primero rebajé la melena a una con las tijeras y se las pasé para que se lo hicieran igual la una a la otra. Mientras, con la cuchilla de afeitar y bien de jabón, fui dejando bien lisitos los bordes para que no se escapara ni un pelo.

La segunda quiso que le dejara solo una tira por encima de la rajita, fina y hacia arriba y que no se lo cortara demasiado y por último, la tercera lo quería totalmente depilado.

Cuando llegué a esta última, mi nariz ya estaba embriagada del olor de las dos primeras, al tener que colocar mi cara cerca, para poder hacerlo bien.

A está además, tenía que sujetarle la piel, para estirar y que la cuchilla no cortase al pasar por algún pliegue, y cuando la sujeté por los labios vaginales para trabajar en esa zona, mis dedos se empaparon de su liquido y acercaba mi cara más de lo necesario.

Al acabar, le quité en la ducha los restos de jabón y la sequé con la toalla y les dije que se tenían que echar crema para que no se irritase la piel.

Al decirme que como se la echaban, no podía creer que no lo supieran, pero no me importó coger el tubo y aplicárselo yo misma a la ultima, que tenía todo el chochito liso y suavecito.

La recosté en la cama y le fui extendiendo con dos dedos, dándole un masaje suave; cuando mi mano rozó su concha, se echo hacia atrás y abrió bien las piernas. Me acerqué y le di bien por los bordes, llegando a meter algún dedo un poco donde no era necesario.

Me di cuenta que me sofocaba, me estaba gustando y me parecía que ella estaba a punto de correrse. Lo abandoné, apurada y me senté en la cama, dejando el tubo en la mesilla.

Las otras dos chicas estaban dándose crema en la otra cama, al lado nuestro, o más bien se masturbaban mutuamente. Yo no sabía dónde mirar y lo que más me preocupó: no deseaba irme, estaba hipnotizada y quería ver como acababa aquello.

La chica que estaba tumbada junto a mí se puso a mis pies y me bajó las bragas, acariciando mi pelito y jugando con los labios en mi sexo. La tenía que haber rechazado y retirarme a mi cuarto, pero sentía en mi nariz su olor y en mis dedos el aroma de su interior y estaba confundida.

  • ¿te gusta?

  • sí, pero no creo que debamos hacer estas cosas. Soy vuestra profesora y no está bien esto que hacéis..

  • ya, pero es mejor que hacerlo con un chico o a solas. ¿Tú de joven no lo hacías?

  • de más joven quieres decir…no, no lo he hecho nunca.

  • solo nos damos un poco satisfacción. No creas que nos gustan las chicas, pero esto es mejor que acostarse con cualquier chico. Nos alivia un poco.

Empecé a agitarme y temblar. Tenía una gran habilidad.

  • no, por favor. Estate quieta. Me tengo que ir.

No sé cómo me pude separar y todavía temblando de gusto me vestí un poco antes de salir de la habitación y bajar de nuevo a la piscina. No sabía si contárselo a Montse, cuando le relaté para que me querían. Al final se lo dije y no se sorprendió nada.

  • sí, yo creo que a su edad yo lo debí de hacer alguna vez con casi todas mis amigas. Era una forma de descubrir el sexo sin peligro. ¿Tú no lo has hecho nunca?

  • no. En mi colegio no se nos ocurría a ninguna, o por lo menos yo no me enteraba.

Ella se tocó por el borde del bañador y comentó que también la hacía falta.

  • me parece que si mañana me pongo el bikini, algún pelillo se escapará. Creo que me tendré que recortar yo también un poco. ¿Te han sobrado cuchillas?

  • pedimos mas. No me han puesto ninguna pega en recepción.

  • subimos y me ayudas.

  • como quieras.

Se quitó el bañador en la habitación, y se puso una camiseta, pero no se colocó las bragas. Miró mi entrepierna y me pidió que se lo enseñara, a ver como lo tenía, para dejárselo igual. ¡Qué manía! Qué mismo les dará como lo tenga yo. Me bajé un poco la braga.

  • ah, pues yo me lo voy a dejar igual que tú, pásame las tijeras.

Se lo recortó y luego la tuve que ayudar con la cuchilla. Aunque que no tenía el tacto de las niñas de antes, mi olfato empezó a percibir de nuevo ese olor, y me preocupó que ya desde el primer día empezara a sentir estos impulsos sexuales porque podía llegar a ser una semana alarmante.

Creo que cuando le di un poco de crema para quitar el escozor me pasé algo, pero es que me atraía como un imán, mi cara estaba tan cerca de su vello recién cortado y de su rajita, que estaba ya realmente embriagada por todo su aroma y tuve que hacer un gran esfuerzo para alejarme de allí.

Mi cara debió decirlo todo, imagino que estaría roja o con los ojos brillantes del deseo, pero sin decir ni media palabra me tumbó en el sitio donde estaba ella hace un momento, me bajó las bragas y delicadamente me puso un poco de la crema que yo había dejado a su lado.

Iba despacio, moviéndose en círculos por mi pubis, tocando cada vez un poco más cerca de la zona peligrosa, se acercaba cada vez más a ella, hasta que un dedo se perdió allí y sentí el primer aviso de placer, todo se me perdió de vista, su cara, la habitación entera y solo quedaban allí mis nervios a flor de piel y mi mente que recibía las señales del goce que me estaba dando.

Estallé en un orgasmo violento, que la dejó confundida, pero no paró, siguió con su boca y su lengua hasta que caí rendida y me detuve por completo, como muerta

Se duchó y luego pasé yo, mientras ella se arreglaba. Salí envuelta en la toalla, pero ella se paseaba desnuda por la habitación, recogiendo su ropa y buscando qué ponerse para salir, así que dejé la toalla sobre la cama y me puse yo también a buscar mi ropa.

Montse tendría dos o tres años más que yo y estaba delgadita, pero con las redondeces en su sitio. Era un poco más alta y tenía el pecho pequeñito, como una niña, con una aureola grande y un pezón hinchado. Resultaba curioso verla y se dio cuenta que le miraba el pecho.

  • Tengo unas tetas raras, ¿verdad?

  • no raras, no. No sé. La verdad es que nunca había visto un pecho así.

  • casi nunca uso sujetador, y si me lo pongo es para rellenar un poco.

  • debe ser muy cómodo.

  • a veces me gustaría tener más, pero a mi marido le gusta así y ya me he acostumbrado.

Cuando me iba a empezar a vestir yo también, se acercó a mí y pasó las manos por mi pecho.

  • me gustan. Son grandecitas y apenas se te caen. ¿Cuántos años tienes?

  • hago 37 este otoño.

  • pues pareces mucho más joven. Yo te hacía poco más de treinta.

Eso siempre me halaga. Pero mi cara de niña y mi baja estatura engañaban, haciendo ese efecto.

Por si acaso hacía frío nos pusimos pantalones vaqueros y bajamos a recepción. Llamamos desde allí a Rufino, para ver cuál era su plan, pero no contestaba, así que nos fuimos a dar una vuelta y a cenar por ahí.

Al regreso nos estaba esperando y le ayudamos a comprobar que los chicos volvían a su hora. Cuando nos fuimos a acostar solo faltaban cinco o seis, que llamaron para decir que volverían mas tarde y que no nos preocupáramos.

No tenía solución, y por lo menos pensaron que podíamos estar preocupados y avisaron, así que nos fuimos a dormir y quedamos a una hora para desayunar juntos y salir para la excursión programada para ese día, toda ella en la ciudad de Palma y al cercano castillo de Bellver, un edificio redondo, muy curiosos en su arquitectura y de los pocos que existen con esa planta.

En la habitación yo me desnudé, para dormir nunca me pongo nada y Montse se me quedó mirando mientras me sacaba la camisa. Su cara era de curiosidad, con una mezcla de malicia. Estaba desnuda también, con un camisón cortito en la mano, y buscando cual era el derecho y cual el revés, antes de ponérselo. Se acercó despacio, poniendo la mano en mi pecho, y sonriendo como un gato ante un ratón.

  • ¿de verdad que no lo habías hecho nunca con una mujer?

  • no

  • ¿no has estado nunca con una mujer desnuda en la cama?

  • sí, pero lo más que he hecho ha sido dormir abrazadas. Nunca he sentido atracción por las mujeres.

  • te voy a tener que enseñar. Hazme sitio.

  • Anda, estás tonta, acuéstate y calla.

Se rió al ver mi cara de susto, pero se metió en su cama. Ahí siguió hablando:

  • ¿no echas de menos el sexo cuando estas lejos de tu marido?

  • normalmente no, a no ser que sea mucho tiempo. Para mí el sexo no es algo imprescindible.

  • pues yo no sé si voy a poder aguantar toda la semana.

  • pues no es tanto tiempo.

  • ¿Qué no? ¿Pero cuantas veces lo haces normalmente? Yo al tercer día ya estoy que no aguanto.

  • lo hacemos con frecuencia, pero si pasa más tiempo tampoco ocurre nada. Hay cosas más importantes.

  • ¿más importantes que el sexo? Ninguna.

Bueno, era una teoría. A mí me gusta el sexo, como a cualquiera, pero desde luego no lo considero algo fundamental o imprescindible, y creo que hay cosas más importantes, aunque ahora mismo no se me ocurriese ninguna para responderle.

Por la mañana madrugamos las dos y bajamos a desayunar con Rufino.

Montse se puso unos vaqueros increíblemente ceñidos. No me fijé que bragas llevaba, no la vi vestirse, pero no se le marcaban nada. La camiseta de tirantes dejaba el ombligo a la vista en cuanto se estirase un poco y con su poco pecho, parecía una alumna algo mayor que las otras, pero desde mi punto de vista, más deseable.

Como ayer pasé calor con los vaqueros, me puse un vestido amplio de tirantes, con la falda de vuelo y una torera o chaleco corto, por si refrescaba.

Los alumnos estaban todos a su hora. Rufino se dio mucho tiempo para no tener que esperar a los torpes de siempre y a las diez y media salíamos en el autobús. Primero visitaríamos la catedral y después de visitar la zona turística de los alrededores iríamos al castillo de Bellver.

Casi todos tenían máquina de fotos y nos hicieron ponernos con ellos en alguna. La verdad es que no desmerecíamos nada y como encima íbamos bien peinadas y maquilladas, casi se pegaban por hacerse la foto al lado nuestro.

En la zona alta del castillo se notaba el viento, pero seguía haciendo calor. Hoy seria una buena tarde de playa. Rufino nos comentó que tampoco bajaría con nosotras, estaba haciendo un estudio sobre no se qué y aprovecharía los ratos libres para ello.

Volvíamos hacia el autobús, los alumnos se hacían las últimas fotos, cuando una racha de viento me subió la falda casi hasta la cabeza. Mis piernas quedaron al aire y mis bragas azulitas y caladas brillaron en mitad de mi cuerpo, ya moreno después de las últimas jornadas de sol

Me recompuse lo más rápido que pude, mientras Montse se reía de mí y de mi apuro. No parecía que los chicos hiciesen gestos ni comentarios y me olvidé.

Estábamos ya en la habitación, lavándonos un poco antes de ir a comer y oigo desde el baño voces en la habitación contigua.

  • ¿te has fijado que buenas están?

  • tienen un polvo las dos…

  • menudo trasero la Montse, y bien prieto

  • pues y la seño. Ya te enseñaré la foto. Todo el culo al aire y esas bragas pequeñitas, casi transparentes. Se le notaba todo el panocho. Me ha puesto burro.

Entró Montse, diciendo que bajáramos ya y se cortó la conversación. Estaba claro que se referían a nosotras y yo que pensé que no se había fijado nadie en mi falda al vuelo, y hasta había fotos de ello. Me daba vergüenza bajar al comedor y que todo el mundo me mirase.

Lógicamente nadie me miró, ni sonreía cuando me miraban. Eran mis aprensiones y mis temores los que me preocupaban.