Desmadre sexual en un verano ya lejano - 05

De vacaciones con mi prima en la playa y el encuentro con unos pescadores que se portan muy bien con nosotras.

Un día de pesca 1

A mediados de junio me llamó mi prima Ely, para invitarme a ir de vacaciones con ella, a casa de su cuñada. Había sido madre y tenía una niña de dos años y medio. Yo estuve con ellas unos días, cuando salió de la clínica, y era su madrina.

  • ¿Qué vas a hacer todo el mes de julio tú sola? Vente con nosotras a casa de Mari Carmen, ¿te acuerdas de Maika, no? Es una casa muy grande, en una playa de Huelva. Ella vendrá también, sin su marido, este mes.

  • si que me gustaría. Lo consultaré con Pepe.

  • dile que me llame, ya le convenceré yo

  • ya sabes que no hace falta. Mañana te doy la respuesta.

Yo sabía que no habría problemas, pero no me gustaba tomar decisiones sin consultar con mi marido. Ya lo hacíamos casi todos los años. Yo me iba con mi hijo a la casita de la sierra y él venía los fines de semana.

El 29 de Junio vino con su niña a nuestra casa y salíamos hacia el sur el 30, para no coger los atascos de principios de verano.

Maika nos estaba esperando y su hijo Carlos, Carlitos para mi, casi un hombre al que ya se le iba notando la barba.

Nos acomodamos en la casa. Tenía 5 habitaciones, amplias, de forma que alojando a los chicos juntos, disponíamos de una habitación para cada una.

Estaba muy bien situada, a 50 metros de la playa, y a unos cien de las casas más próximas, y aunque algo vieja, menos calefacción, contaba con todas las comodidades.

Mi hijo y Carlos, que se conocían desde la boda de Ely, se llevaban muy bien, y casi aparecían solo a la hora de comer, y nosotras pasábamos el día en la playa, tostándonos al sol.

Ely y yo, desde el segundo o tercer día, que vimos lo solitario que era aquello, nos desnudábamos del todo y Maika seguía con sus prejuicios y pocas veces se quitaba las bragas del bikini.

Los chicos se acostumbraron a vernos en bragas por la casa, y una camiseta o el sujetador. Y les parecía de lo más normal. Maika decía que íbamos a pervertir a su hijo, que miraba a veces fijamente nuestra ropa interior y a veces lo que se escapaba de ella.

Seguía siendo un niño muy bueno, pero lógicamente, con su edad ya le atraía todo lo relacionado con el sexo, y desde luego, cuando aparecían por la playa, no apartaba la vista de Ely y de mí hasta que se daba cuenta que le estábamos mirando.

Los chicos, agotados de todo el día de actividad, se iban temprano a la cama y nosotras hacíamos largas tertulias, dentro o fuera de casa, en las que rara vez nos vestíamos; mucho frío tenía que hacer para que nos pusiéramos algo por encima.

El viernes por la tarde se fueron las dos a comprar al supermercado del pueblo cercano y yo estaba sentada en una barca vieja, a la orilla del agua, viendo el mar y escuchando las olas y de pronto suena un silbido a mi espalda.

Me vuelvo asustada y veo delante de mí a un tío grandísimo, con barba y el pecho peludo al aire, mirándome con aprobación.

  • olé la vecindad. Eso es un culo y no…

De pronto le vi un poco cortado, como si me reconociese o le sonase mi cara. A mí también me sonaba la suya y de pronto caí.

  • ¿Jesús? ¿Eres Jesús, el marido de Maika?

  • me parece que he metido la pata. Tú tienes que ser la prima de Ely.

  • pues sí. No me dijeron que venias hoy, se han ido al mercado.

  • nos han soltado antes del trabajo y vine sin avisar.

Seguía a dos metros de mí, un poco parado, y me acerqué a él y le di un beso y un abrazo, sin reparar en mi desnudez. Cuando me separé, mis tetas estaban de punta, y me di cuenta de que estaba en pelotas delante de un hombre, que conocí solo un día y hace tres años.

  • veo que seguís con las buenas costumbres. Me parece que este fin de semana va a ser muy entretenido.

  • espera que me pongo algo y enseguida estoy contigo.

  • no tengas prisa, déjalo así.... Es broma, voy yo también. Tengo que sacar cosas del coche.

Me puse las bragas y una camiseta, y todavía me pareció algo incorrecto, así que me coloqué también un pantalón corto. Habría que tener en cuenta que estos días había un hombre en casa.

Nos tomamos una cerveza en el porche trasero, mientras llegaban las chicas y le contaba sobre mi familia y amigos comunes, recordando la boda de Ely y lo bien que nos lo pasamos.

Maika se puso muy contenta cuando le vio al volver y ese día se fueron pronto a la cama. Ely se acostó también enseguida, la niña estaba llorando sin saber por qué, y yo, algo desvelada, me senté frente al mar; me gustaba oír el ruido de las olas, ese murmullo incansable.

Llegaron los chicos, mi hijo se despidió con un beso y se fue a dormir, pero me pareció que Carlos andaba por la casa y le llamé bajito.

  • Carlos, ¿estás ahí?

Salió al porche, sin decir nada, y se quedó de pie, mirando al mar igual que yo.

  • siéntate un rato conmigo. No hemos hablado desde que llegamos. Apenas se te ve el pelo.

Se sentó en los escalones, cerca de mí, sin decir ni media palabra.

  • ¿estás molesto por algo? Pareces incomodo.

  • no. Es que al verte he recordado lo que pasó hace unos años.

  • venga…olvida esas cosas de críos, ya eres mayor, eres un hombre. ¿Es que no podemos ser amigos?

  • si tú quieres, a mi nada me gustaría más.

Cogí su mano y le acerqué a mi lado, hasta que quedó de rodillas junto a mi silla.

  • pórtate normal. Dame un beso de despedida cuando te vayas a dormir, habla conmigo, como hablas con Ely. Se natural, eso es lo que yo quiero.

  • lo haré. Perdona, he sido un tonto, pero no sabía que pensabas de mí, de mi torpeza de aquellos días. Lo siento.

  • eras un crío encantador y ahora eres un hombre, pero quiero que tengas la misma opinión de mí que tenías entonces y que te agrade mi compañía como a mí la tuya. Me gusta hablar contigo.

  • y a mí también. No te preocupes, ya verás como no he cambiado apenas.

  • pues venga, dame un beso y vete a dormir.

Me dio un beso sin soltarme la mano. Tiré un poco de él e hizo lo que tanto llevaba deseando, abrazarse a mí con fuerza y darme otro beso más fuerte y de verdad.

  • buenas noches.

Se notó está reconciliación con sus viejos recuerdos, en los días siguientes. Mi hijo y él estaban más tiempo con nosotras en la playa, nadando y jugando con la pequeña. Le hacían castillos de arena y estaban pendientes de ella, que disfrutaba de tantas atenciones.

A cambio, nosotras dejamos de ir desnudas por la playa y nos teníamos que poner la braga del bikini o todo, mientras estaban ellos allí. A veces jugaban con nosotras, cuando estábamos en el agua, molestándonos, y desde luego se notaba que había crecido, porque alguna vez se observaba aumentar el volumen de su bañador.

Una noche que estaba todo tranquilo en casa nos fuimos las tres al pueblo. Acostumbraban a tener bailes y verbenas casi todas las noches del verano, para animar a los que venían de fuera a pasar las vacaciones.

Maika se acercó a hablar con unos amigos, pescadores del pueblo, que solían pasar de mañana por delante de casa, después de la noche de pesca, y a veces paraban, antes de ir al mercado, a vendernos algo, más barato y desde luego más fresco.

Se acercaron a Ely y a mí y nos los presentó y a los dos minutos nos estaban sacando a bailar. Salimos las dos, por supuesto, para eso habíamos ido.

Mi pareja, al igual que los otros dos compañeros eran chicos jóvenes y sólo el que debía ser el patrón parecía mayor. No bailaban muy mal del todo, se defendían y tenían más acento andaluz que Maika. Había ocasiones que no se les entendía muy bien.

  • me parece que yo la conozco.

  • pues no sé. Vivo en Madrid y es la primera vez que he venido a este lugar.

  • sí, ya se. Cuando pasamos en la barca de vuelta está usted y su amiga tomando el sol en la playa.

  • si es verdad, solemos estar casi todas las mañanas.

  • pues desde que estáis aquí, hemos cambiado el regreso a casa con la furgoneta para pasar por vuestro camino.

  • ¿para dejarnos algo de pescado? ¿Es a vosotros a quien se lo compra Maika?

  • sí, claro a dejar el pescado, la señora Carmen siempre nos compra algo y nunca regatea, pero también por verlas a ustedes dos, tan desnuditas y tan blanquitas.

  • como… ¿es que nos habéis visto desnudas?

  • claro. No le digo que hemos cambiado el recorrido para poder verlas… como nos íbamos a perder eso.

  • bueno, no sé qué decir. Me da vergüenza oírle decir esas cosas. Esto para mi es un poco violento.

  • no, no se vaya, por favor. No quería molestarla. Al revés, quería echarla un piropo, pero es que soy muy torpe. Nos gusta verlas; otros años aparecía alguna alemana o inglesa, pero no tienen nada que ver con ustedes. Vamos que están ustedes cien veces más buenas que cualquier extranjera.

  • me parece que no lo está arreglando precisamente.

  • bueno, ya le he dicho que se me da muy mal hablar, no quiero fastidiarla.

Seguimos bailando. No me había molestado. Pasado el primer momento de estupor y algo de vergüenza, la verdad es que sonaba mas a un requiebro, algo rustico desde luego, pero halagador al fin y al cabo.

Conseguí cambiar de tema, y él casi lo agradeció porque no sabía cómo salir del asunto en que se había metido. Y me contó cosas de la pesca y de su vida en el mar, diciendo cada dos por tres “ya sabe usted”.

Le tuve que aclarar que no sabía nada de nada. Que no conocía el mar y que solo me había subido a un barco un par de veces y siempre de pasajera. No se lo podía creer. Me dijo que alguna vez les tenía que acompañar.

Regresamos a casa muy contentas y alegres; había sido un rato muy divertido; los chicos, buenos mozos, y habíamos tenido compañía toda la velada.

Cuando pasó la barca por delante de nosotras la siguiente mañana, Ely y yo nos pusimos de pie, ella con las tetas al aire, y les saludamos dando saltos y levantando los brazos. Se les veía muy pequeñitos a lo lejos y era casi imposible que ellos vieran más de nosotras. Por supuesto que se apreciaba que estábamos casi desnudas, pero no se podía ver el más mínimo detalle de nuestro cuerpo a esa distancia.

Cuando una hora después aparecieron delante de casa, tocando el claxon de la furgoneta, salimos Ely y yo, con el bikini puesto, lógicamente, a saludarles y a ver la pesca.

Se pusieron muy contentos de vernos y en su lugar imagino que no era para menos, tener a dos mujeres casi desnudas, con el bikini pequeñito por el que casi se salía el pecho debido a las prisas que nos dimos al colocarlo, y las bragas húmedas, que aunque no se trasparentaba nada, marcaban como un molde exacto los pliegues de la vulva debido al escaso pelillo que nos habíamos dejado al depilarnos para empezar el verano sin tener que rasurarnos más veces.

Dos veces se quedo Ely con una teta fuera al intentar agarrar un pez que o estaba vivo todavía, o era demasiado resbaladizo y ella torpe, y por mas que le hacía señas para que se diera cuenta, seguía con su pelea con el bicho.

Eran los dos muy educados y pacientes con nosotras y aunque les insistimos que no nos trataran de usted, tan pronto lo hacían, como no. Me imagino que es que no les salía de natural, y ya no le insistimos mas.

Nos dijeron que habían hablado con el patrón y que él había aceptado encantado. Tanto nosotras dos como la señora Carmen, estábamos invitadas a acompañarles una mañana que irían sólo a reconocer zonas y a tirar un poco el anzuelo. Si no teníamos prisa podíamos comer en alguna playa y volver al anochecer.

La idea nos atraía a las dos. Éramos de tierra adentro y parecía una experiencia excitante. El problema era los niños o más bien la niña. Maika dijo que a ella no le apetecía ir, ya lo conocía de hace mucho; su abuelo era pescador y casi odiaba las barcas de pescadores, su olor a pescado y gasóleo.

Quedamos con ellos para dos días después. Saldrían muy temprano, antes de amanecer y solo teníamos que llevar lo puesto y una toalla. Ah, y por supuesto, el bañador y puesto desde casa, porque en el barco no había donde cambiarse.

Aquella noche, hablando en la playa cuando ya todos se habían acostado, Ely me confundió al decirme que si había oportunidad pensaba follar con uno de ellos, y si yo no me animaba, con los dos.

  • estás un poco loca, cómo se te ocurre una tontería así?

  • ¡anda¡ por qué crees que nos han invitado? Para que les ayudemos a pescar? No seas inocente, quieren ver si nos pueden follar, no hay más que verles la cara.

Bueno, lo mismo tenía razón, y me alegré que me lo hubiera dicho, así tendría tiempo para pensar que haría si alguno de ellos se me insinuaba, aunque no tenía la más mínima intención de liarme con ninguno de los dos.

Bueno, pensándolo bien, la verdad es que dentro de su tosquedad, estaban bastante buenos.