Desiree y el sexo.Capítulo2. El Hotel.
Me fui desvistiendo delante de él, chaqueta, camisa, sujetador, zapatos medias, y por último la falda. Desnuda ,frente a él me arrodillé y le ofrecí las esposas.
Después del viaje en Avión, me dirigí al hotel donde pensaba pasar mis vacaciones. Tokio es muy llamativo, sobre todo si llegas por la noche, esos rótulos fluorescentes y los puestos callejeros de pescado… el Hotel era un cinco estrellas. Después del Check- in , seguí a un botones hasta la que sería mi habitación. Era un joven alto, ojos rasgados con el pantalón azul con galón y la chaqueta roja. No le faltaba tampoco el típico gorro redondo. Reconozco que me puso cachonda. Me guió por un pasillo tapizado con una moqueta negra y abrió una habitación preciosa poniéndose junto a la puerta esperando la propina. En esos momentos yo ya sabía que me quería follar a ese chico de aspecto tímido. Abrí el bolso y, acercándome a él le ofrecí un billete de cincuenta dólares, pero antes de que le cogiera, le sujeté la mano y la puse entre mis pechos. Mi respiración era agitada y el chico se quedó parado, sin saber muy bien qué debía hacer. Me abrí la camisa e hice saltar las tetas del sujetador de encaje negro. Saqué un nuevo billete y se lo metí en el pantalón. Cogí sus dos manos y las puse en mis pezones. EL Muchacho murmuró algo antes de comenzar a pellizcármelos. Un gemido entrecortado se escapó de mi boca mientras que bajaba la cremallera de su pantalón y sacaba su polla. Es mentira que la tengan pequeña, por lo menos mi japonés tenía un miembro grande y en ese momento erecto. Me arrodillé y comencé a comérmela con autenticas ganas mientras él me sujetaba con fuerza la cabeza agarrándome del pelo y moviéndome a su gusto. Cuando pensé que estaba ya a punto de irse, saqué su pene no sin trabajo, porque él insistía en mantener su polla en mi boca. Abrí de nuevo el bolso y saqué un par de esposas. Me fui desvistiendo delante de él, chaqueta, camisa, sujetador, zapatos medias, y por último la falda. Desnuda ,frente a él me arrodillé y le ofrecí las esposas. Aunque no me entendiera le estaba dicendo que era suya, que podía hacer conmigo lo que quisiera. El Botones cogió las esposas mirándome de reojo. Sabía que estaba valorando mi cuerpo, mi sumisión. Por fin se decidió y agarrándome del brazo me llevó hasta la cama que tenía un dosel sujetos por unas barras de cobre que llegaban hasta el techo. Me hizo arrodillarme en el suelo, de cara a la cama y de espaldas a la puerta y me esposó a cada uno de los barrotes. Se acercó a mi bolso y encontró otro par de esposas con la que me ató el otro brazo a la otra barra. Mi respiración se agitaba. Subía y bajaba con incertidumbre. Se quitó la correa y se desabrochó el pantalón. Me dio un par de correazos en las nalgas con fuerza y después puso su pene en mi ano comenzando a apretar con fuerza. Se me cortó la respiración por el dolor mientras la fuerza de embestidas se iba abriendo paso en mi culo, eran cada vez más fuertes hasta el punto de que parecía que me iba a atravesar. Un gemido y unos estertores me avisó que llegaba el orgasmo, pero salió con rapidez y subiéndose a la cama aún le dio tiempo de meter su polla en mi boca para que tragara su leche. Se volvió a subir el pantalón y cogió el bolso que estaba sobre la cama, cogió la cartera con la documentación y el dinero, apagó la luz y se fue, dejándome atada a la cama , con los brazos esposados en cruz y desnuda.
No sé el tiempo que pasó hasta que oí la puerta abrirse. Mi botones me dio un fuerte correazo en el culo que hizo que me espabilara y me hizo ponerme de pié. Se había hecho con dos nuevas esposa con las que me ató por los tobillos. Estaba en aspa, muñecas y tobillos sujetos. Mi joven tímido parecía que no lo fuera tanto. Sonrió al verme y me puso un par de pinzas metálicas sujetas por una fina cadena en los pezones. Aguanté el dolor con un quejido. También me colocó un collar de sumisión. Con una pequeña argolla. Mis tetas subían y bajaban por la respiración acelerada . el dio un pequeño tirón de la cadena que unía mis pezones y volví a gemir. Poniendose de pié en la cama se sacó el pene para que se lo chupara. Pese a lo incómoda que estaba le hice una buena mamada pero esta vez se corrió entre mis tetas. Sonrió al ver que pese a todo yo estaba mojada. Con la mano plana fue dándome palmadas en la vagina con fuerza, cada palmada hacía que mi deseo aumentara. “Sigue…. Sigue por favor, sigue…” cuando estaba a punto de correrme dejó de hacerlo y se volvió a marchar. No podía tocarme, no podía acostarme ni ponerme en una poción más cómoda, no podía quitarme esas malditas pinzas… no podía hacer nada.
Debería estar amaneciendo cuando noté que se volvía a abrir la puerta. El botones entraba acompañado por otro hombre con traje. Me soltaron las esposas pero no el collar por donde mi amo había pasado una cadena. Me forzó a arrodillarme y a me puso delante del hombre de negocios. Este tiró de las pinzas con fuerza haciéndome daño . Me puso sobre la cama y me folló. Por primera vez en mucho tiempo pude sentir que llegaba de nuevo el orgasmo pero otra vez, antes de que me pudiera ir, se encaramó encima de mí apoyó sus huevos en mi cuello para correrse dentro de mi boca. Mientras tragaba, mi botones abrió mis piernas follándome una vez más. Esta vez si me corrí, le agradecía al chico que lo hiciera, y lo agradeció también el ejecutivo que se llevó una gloriosa comida. El hombre le pagó una generosa cantidad a mi amo que tras cobrar, me dejó en la cama y en un buen inglés me dijo: Eres mía, zorra.