Desiree y el sexo. Capítulo 3.La zorra del botones

Eres mía, zorra. Dijo mientras me obligaba a levantarme tirándome de la cadena que llevaba por la argolla del collar

Eres mía, zorra.

Dijo mientras me obligaba a levantarme tirándome de la cadena que llevaba por la argolla del collar. Me acercó al cuarto de baño para que pudiera hacer mis necesidades y me introdujo en la ducha. EL agua bien caliente me relajó. No dejaba de asustarme haberme quedado sin documentación en un país donde no entendía absolutamente nada. Cuando salí de la ducha  me volvió a poner las pinzas en los pezones, el collar con cadena y me hizo arrodillarme. Tiró de la cadena como si llevara a un perro y me esposó a la pata de la cama para que durmiera en el suelo.

Antes de irse me metió un pene de goma imponente  por vagina y ano y girándome con el pié sonrió saliendo y cerrando tras él. Pude dormir a ratos, aunque estaba muy cachonda con esos cacharros dentro. Si me frotaba contra el suelo podía sentir la pinza de los pezones e incluso si movía la pelvis llegaba al orgasmo con facilidad. Perdí la cuenta de cuantos me pude provocar.

Eran las ocho de la mañana cuando entró  mi botones. Me soltó las esposas y tirando de la cadena que unía las dos pinzas me hizo levantarme .De un tirón me sacó el doble pene con el que me había hecho dormir  y al ver el líquido que salió de mi vagina me dio un bofetón.

-Tú no correrte, puta. Tu no correrte sola.

Me dolía la cara mientas me ponía de rodillas . Se sacó la polla y me la puso en la boca. La abrí todo lo que pude dejando que entrara hasta la campanilla.

Con la boca muy abierta para no clavarle los dientes y jugando con la lengua y los labios, fui chupando arriba y abajo, arriba y abajo .Él se movía cada vez más rápido tirándome de la cadena de los pezones.  Yo intentaba satisfacerle, era lo único que me importaba en ese momento. El semen comenzó a salir con cada espasmo mientras me la tragaba con rapidez No sacó la polla de mi boca. Sujeto mi cabeza con las dos manos  sin dejar que me separara y un nuevo líquido comenzó a salir, más caliente y más cantidad, que me obligó a tragar a toda prisa para no atragantarme mientras sonreía con desprecio.

-Puta. Me vas a dar mucho dinero…

Me hizo abrir la maleta y escogió una falda  corta negra y una blusa blanca de encaje que me hizo poner sin ropa interior y sin quitarme las pinzas .Unos tacones altos y mi collar de perra al que había sacado la cadena. Me hizo salir de la habitación y me acompañó al ascensor. Lo cogimos para subir a otra habitación más alta. No quería imaginar que nadie entrara en el ascensor, pero  alguien lo hizo… un hombre mayor, cerca de ochenta años que se me quedó mirando.  Intercambió unas palabras con mi amo y vi como sacaba un billete de la cartera.

El botones paró el ascensor  entre dos plantas y me miró de forma significativa. Me dirigí al anciano que comenzó a juguetear con las pinzas de los pezones mientras tiraba de ellas con una sonrisa , babeando.  Me metió la mano por debajo de la falda y comenzó a meter su dedo en mi coño y luego parte de su puño. Tras eso, se bajó la cremallera y yo me arrodillé.  Me llevó algo de tiempo  ponérsela dura y que se corriera, pero todavía no había una mamada que no hubiera sacado adelante. Tras eso , seguimos subiendo hasta una habitación en la decimoquinta  planta. El viejo me dio un pellizco en las tetas antes de irse y mi amo  llamó a una puerta.

En esa  habitación había cuatro hombres de diversas edades, todas ellas personal de servicio del hotel. Mi botones sonrió mientras debía contarles que era suya.

Uno de ellos me desabrochó  la blusa de un tirón  y  me puso de cara a la puerta. Con un pié me dio entre las   piernas  para que las separara e hizo que me apoyara en ella mientras se bajaba la cremallera.  Me subió la falda y me penetró por detrás. Solo se oía mi respiración jadeante y el tintineo de la cadena que llevaba en las tetas. Puse la cara de lado mientras el hombre seguía  con su frenético movimiento. Un fuerte tirón de pelo y una boca humedecida me mordió en el cuello en el paroxismo de su orgasmo.

No estuvo mucho tiempo y solo pasaron unos segundos cuando,  otro  de los hombres, un vigilante de seguridad, lo arrancó  de mí  mientras se tocaba la polla. Me llevó hasta la cama y sonrió  al tiempo que sacaba la porra reglamentaria  de la  cintura.  Me hizo chuparla  como si fuera un falo antes de comenzar  a  introducírmela con golpes pequeños,  abriéndose paso ,subiendo y bajando, subiendo y bajando  dejándome sin respiración.  Cada vez, un poco más. Subiendo y bajando, subiendo y bajando.. .hasta que  tres cuartas partes estuvo dentro.

En ese momento, se sentó encima de mí y sacó su propia polla que comenzó a mover en mi cara,  dándome golpes con ella en mejillas y boca, restregándola por mis tetas  y  moviendo la porra como si fueran las marchas de un coche.

No podía más. Yo misma comencé a mover las pinzas que mordían mi tetas y arqueaba la cintura .

-Oh sí… sigue… sigue por favor, sigue, sigue, sigue.- Subí la pelvis para que pudiera entrar más .

-O dios, sí, sigue… sigue…. Sigue, sigue, sigue capullo…. Más, más … soy tu puta, lo soy…

El hombre movía la porra cada vez a más velocidad y yo creía que iba a enloquecer. Ya estaba, había alcanzado una vez más el orgasmo y no lo supe disimular. A respiraciones cortas y con la porra llenando  mi coño entorné los ojos mientras el vigilante soltaba su orgasmo en mi cara.

Quedaban dos. Uno se introdujo en mi vagina y el otro en mi boca mientras que una polla cayó en mi mano y otra en la otra. Conseguí hacer dos pajas a la vez al tiempo que era follada por boca y coño mientras mi botones se masturbaba con mirada divertida.

Cuando hubieron finalizado me ataron a la cama. No pasaba media hora cuando alguno de los cinco me hacía una visita para follarme por boca, culo o  coño durante todo el día.

Al caer la noche, entró una mujer. Una japonesa de unos cincuenta años con uniforme gris  y un pequeño maletín.

Cerró la puerta.  Se acercó a mí y me examinó. Me  quitó las pinzas para comenzar a chupar mis pezones. Enseguida se pusieron duros.Tenía la lengua rápida y sonrió al ver que mi respiración se agitaba. Me llevó al cuarto de baño y me dejó darme un baño de cinco minutos. Cuando salí tenía el maletín abierto.

Untó mi cuerpo con un aceite que olía muy bien y me volvió a colocar las pinzas, unos tacones muy altos de aguja , me colocó argollas en los tobillos con una pequeña cadena  y esposó mis manos detrás.  Me pintó con un maquillaje exagerado que resaltaba mis grandes ojos y  mi boca carnosa y disimuló algún cardenal . No iba vestida.

Me echó por encima una capa de terciopelo  con capucha del que se escapaba alguno de mis rizos rubio platino y  que cerró con un lazo en el cuello y me empujó fuera de la habitación.

En el ascensor de nuevo, esta vez vacío, subimos hasta el último piso que era la zona más cara del hotel. Al llegar delante de una puerta, me hizo arrodillarme y colocó mi cuerpo. Mis nalgas descansando en los tacones  y los muslos separados para que se viera bien el sexo y el pecho adelantado.  Llamó a la puerta y desapareció antes de ser vista.

Yo esperaba con el corazón latiendo sin descanso hasta que se abrió la puerta. Un hombre menudo,  con un traje muy caro me miró de arriba abajo y llamó a alguien que parecía un guardaespaldas.

-Tú eres la zorra de la que me han hablado…- hablaba en un inglés perfecto y me alegré de entender algo.

-Sí… señor.

-Chu, prueba lo perra que es.

El japonés enorme me giró en el suelo de modo que mis codos  quedaron apoyados en  el suelo y también mis rodillas el se arrodilló también y sacándose el pene me subió las caderas para meterme la verga por la vagina. Me quedaba sin respiración. Mientras el hombre me follaba el del traje me subía la cara con la punta de su zapato para ver mi expresión que, por lo visto le gustó, porque sonrió .

-Suficiente. Le dijo al guardaespaldas. –  Ponla de pié.

El hombre  Sacó su miembro todavía erecto y me  levantó de un tirón  de las esposas dando  un paso atrás. El jefe me miró y sopesó mis tetas, abrió mi boca y examinó mis dientes y me dio una vuelta para examinar todo mi cuerpo.

-Eres mía. –Dijo. –Le he dado a tu botones un  buen puñado de billetes y ahora, seguramente, te venda en la subasta de esta noche. Dependiendo de tu suerte perteneceras a un amo, a un burdel o te comprará el jefe de una fábrica para que  sus trabajadores rindan más. Quien más me pague por ti,  puta. Ese es tu futuro de ahora en adelante.  Follar y hacerlo bien. Miró a su guardaespaldas y le comentó.

-Si quieres, te la puedes follar aquí mismo y después la preparamos para esta noche.

Prefirió una mamada. De rodillas, comencé  a chupar su polla con las esposas a la espalda tendía a perder el equilibrio, pero él me sujetaba por el pelo. Alguien salió de una habitación y comentó algo, pero no le importó al guardaespaldas que se corrió en mi boca y subiendo la cremallera me introdujo en la habitación.

El jefe estaba acabando de comer, así como otro par de hombres trajeados . Al terminar juntaros todos los restos y poniéndome el plato en el suelo  me dijeron que comiera. Tenía muchísima hambre.

Como seguía esposada, solo pude hacerlo como si fuera una autentica perra. Arroz mezclado con trozos de grasa  del resto de los entrecots que se habían comido y algún resto de pescado. Daba igual.

Cuando hube terminado, volvió a entrarla mujer  que me había subido. Un nuevo baño y nuevos aceites. Me maquilló minuciosamente y me puso una cinta roja alrededor de los pechos tapándome los pezones,  atándomelo por detrás, con la misma cinta y pasándola por delante, la deslizó hasta el sexo, la pasó por debajo de este y me la metió dentro del culo para darle otro par de vueltas por la cintura. Con otra cinta roja ató mis muñecas y,  subiéndome a unos zapatos de tacón de acero, salimos,  me pasó a un nuevo salón que tenía un pequeño escenario  rodeado de diversos sillones vacios .Ahí habían dos mujeres más atadas. Me puso entre las dos y subiéndome los brazos me ató a una pequeña argolla sujeta al  techo.

Estuvimos ahí en silencio mucho tiempo, horas diría yo, hasta que empezaron a entrar hombres, nueve o diez que se sentaron en los sillones.  No todos eran japoneses, había europeos también.. El hombre del guardaespaldas entró  y poniéndose en el escenario pasó una ligera vara de madera por el coño de las tres, luego dijo:

-Señores, buenas noches, va a comenzar  la venta. Será una subasta . La puja mayor se lleva a la esclava. Si necesitan  alguna prueba para comprobar el género saben que se puede. No queremos que compréis sin saber. Son ya esclavas y lo seguirán siendo. En unos minutos comenzamos. Ahora pueden acercarse y verlas de cerca.

No podía creer lo que estaba oyendo. En dos días había pasado de ser una mujer adinerada que practicaba sexo con quien quisiera a esclava en un país extranjero…. Pero pese a todo no podía menos que sentirme muy, muy cachonda.