Desesperado por llegar al orgasmo - Parte 2

Una pareja de adolescentes descubre por casualidad, que jugar con el límite puede ser muy excitante. Parte 2 de 2.

Con la cabeza aún dándole vueltas a lo sucedido, decidí que ya era hora de salir del cuarto de baño. Eran más de las ocho y media de la noche, y al llegar al comedor, prácticamente toda la comida estaba en la mesa, y gran parte de la familia ya se encontraba sentada alrededor de ella esperando a los demás comensales para comenzar con la cena de Nochevieja.

La mesa era ovalada, Lucía ya se había sentado al borde de una esquina curva y habían dejado una silla libre a su izquierda para que me sentara entre ella y mi primo, así que tomé asiento, miré a mi novia moviendo la cabeza de lado a lado intentando que entendiera que lo que me estaba haciendo era una locura, una locura que me tenía desesperado y que ella había comenzado a disfrutar, y quizás de esa manera conseguir que tuviera piedad conmigo. Al acomodarme en la silla, comencé a escuchar las diferentes conversaciones que mantenían entre los diferentes grupos para intentar unirme a la más interesante.

Tras llevar un rato charlando de diferentes temas, más o menos interesantes dependiendo del nivel de embriaguez que ya algunos llevaban, y a la llegada de los familiares que faltaban, comenzamos a comer a poco más de las nueve de la noche. Algunos disfrutaban tanto de la comida como lo hacían de la bebida, y llevaban su tercera o cuarta cerveza de la noche, lo que disminuía el nivel de interés de las conversaciones y aumentaba el volumen de la voz y el número de risas por cualquier tontería que se dijese. Poco a poco se iban agotando los platos e iban trayendo más, también pasaba exactamente lo mismo con las bebidas, pero en mayor proporción.

Tras más de una hora después, con la música navideña, y no tan navideña, a todo volumen, y con las nuevas e inverosímiles conversaciones a causa de la borrachera y la panza llena, decidieron que era hora de ir a por el postre. Lucía, que es más de beber que de comer, también iba algo perjudicada, y aprovechó el alboroto de los que se levantaban en busca del postre o de ir al baño, para, sutilmente, posar su mano en mi entrepierna. Di un pequeño sobresalto, y la miré para ver qué pasaba, no quería llamar mi atención, solo sobarme y me lo dejó claro cuando dijo con un tono verdaderamente realista "¿Qué pasa cari?" como si no pasara nada y no estuviera de nuevo poniéndomela más dura que una piedra. La cosa iba en serio, y empezó a hacer fuerza para intentar agarrármela desde fuera del pantalón y comenzó a masturbarme como malamente podía. Cuando vi de qué iba eso, no tardé en decirle que iba a mi cuarto a buscar una cosa.

En realidad, no fui a buscar nada, simplemente quería alejarme de ella un rato para no darle ese placer que a mí me estaba volviendo loco, además, allí no iba a eyacular, delante de toda mi familia, borracha, pero mi familia, y por lo tanto solo quedaba la opción de dejarme de nuevo al borde. Así que cerré la puerta haciendo que disminuyera drásticamente el sonido de los fuertes gritos y la alta música y me senté en mi cama. Tras varios minutos de tranquilidad, súbitamente se abrió la puerta, dejando ver que, evidentemente, era mi querida Lucía, a la que esta tarde miraba con ojos inocentes desde mi ventana, y que en cuestión de una tarde se había convertido en una máquina de tortura sexual. Entró lentamente cerrando la puerta a sus espaldas con ayuda de su talón y me di cuenta que traía un par de platos con un trozo de flan y una cuchara cada uno, y me preguntó si quería, a lo que respondí afirmativamente.

Dejó un plato en la mesa y con el otro que llevaba, arrancó un trozo de flan ayudándose con la cuchara y me la acercó a la boca diciendo "¿Qué prefieres?", me metió la cuchara en la boca, se sentó sobre mis piernas poniendo las rodillas a cada lado de mí y siguió "¿esto?", apenas esperó un segundo a que saboreara el flan y culminó, "¿o esto?", se acercó a mi boca y me comenzó a besar tan apasionadamente que supe que aquel trozo de flan que me puso en la boca ya no iba a ser solo para mí.

Tras unos segundos en los que prácticamente compartimos por completo el pequeño trozo de flan boca con boca, se separó levemente y me dijo con una risilla tonta "Cari, debajo de mí puedo notar que prefieres la segunda opción ¿me equivoco?", evidentemente no se equivocaba, después de tenerme más de tres horas al borde de explotar, cada cosa que me hacía me la ponía como una piedra en segundos y eso ella lo sabía, y le encantaba.

De nuevo le intenté hablar, “Lucía, ¿hasta dónde pretendes llegar?”, y riéndose casi a carcajadas dijo “No sé cari, es la primera vez que hago esto y no sé hasta dónde puedo llegar, quizás hasta ahora mismo... o hasta la semana que viene”, con cara de preocupación le dije, “oye Lucía, te estás pasando un poco...” y se comenzó a reír aún más fuerte, se notaba que de verdad lo estaba disfrutando.

Al acabar de reírse, miró la hora y me dijo “aún queda algo más de una hora para las uvas, ¿qué te apetece hacer?”, “¿tú qué crees Lucía?” le contesté irónicamente, a lo que ella respondió “no sé ¿quieres jugar a las cartas?” y comenzó a reírse de nuevo. La miré fijamente casi desafiándola y me dijo “Déjame que te enseñe algo”.

Tan pronto como lo dijo, se levantó de mi regazo y se puso frente a mí a hacer poses, y tras varios intentos fallidos de parecer una modelo de pasarela, comenzó a sacar el brazo izquierdo por la parte superior de la manga hasta dejar el brazo completamente desnudo, poco después, hizo lo mismo con el derecho, lo que hizo que el vestido quedara colgando solamente de su escote. Lentamente empezó a bajarlo un poco más y fue dejando ver un sujetador rojo que enmarcaba perfectamente sus bellísimos pechos mientras los apretaba delicadamente con sus brazos. Después, siguió bajando el vestido lentamente hasta que no podía más, y fue entonces cuando me dijo, con una sonrisilla “Ahora cari, tira del lazo”, se acercó un poco a mí, acerqué la mano y tiré del lazo con suavidad, lo que hizo que el vestido se desplomase cayendo directamente sobre sus pies. Aquello me puso muy cachondo, y más aún cuando pensaba que había preparado todo aquello solo para follar conmigo aquel día.

Levanté un poco la vista y pude ver su pequeño tanga, también de color rojo, y de largos tirantes que se anclaban en la parte superior de su pronunciada cadera. Tras observar detenidamente su precioso cuerpo, le dije, “no sabía que te gustara tanto el rojo” a lo que ella rápidamente respondió “¿es que no sabes que hay que ponerse una prenda roja el día 31 de diciembre para tener suerte el año siguiente?”, “Bueno, pues vas a tener que dejarme tu tanga” le dije de broma, ella se rió y dió un paso hacia mí, lo justo para que pudiera tocarla y que ella pudiera sentir mis dedos acariciándola.

Mis manos no dudaron un segundo en tocarle la cintura, el abdomen y los muslos, la agarré de los cachetes, tiré de ella hacia mí y dió un fuerte suspiro. Una vez la tenía pegada, subí las manos para alcanzar el sujetador y haciendo un poco de fuerza conseguí liberar sus tetas. Eran preciosas, redondas, puestas en su sitio, y un poco respingonas, las aureolas eran de un marrón rosado claro que se difuminaba por los bordes y los pezones eran gruesos y del tamaño justo para poder jugar con ellos.

Unos segundos después de devorarlos con la mirada, noté como se le erizaban los pelos de la piel, eran las once de la noche de un 31 de diciembre y evidentemente hacía frío, así que me levanté, le di un beso en los labios, la abracé cálidamente y le pregunté “¿Tienes frío?”, a lo que ella contestó “Un poco, pero no quiero ser la única que se resfríe” y comenzó a quitarme, de arriba hacia abajo y poco a poco, todos los botones de la camisa blanca que llevaba. Una vez acabó, comenzó a quitarme el botón del pantalón, y a bajarme la bragueta mientras yo terminaba de quitarme la camisa.

Nos giramos, se sentó en la cama, me giré hacia ella y comenzó a bajarme los pantalones que pronto soltó y cayeron sobre mis zapatos, apoyó sus manos en mis muslos y acercó su cabeza a mis calzoncillos para comenzar a besar y morder dulcemente mi ya endurecido pene que no podía alcanzar su máximo tamaño por estar escondido tras los calzoncillos. Mientras tanto, movía torpemente los pies para poder deshacerme de los pantalones y los calzoncillos sin tener que quitarme los zapatos. Tras conseguirlo y ya por fin tener liberadas mis piernas, la empujé hacia atrás y me puse de rodillas en el suelo.

Comenzó a quitarse el sujetador que ya tenía descuadrado, y decidí que era momento de quitarle el tanga y dejarla completamente desnuda. Me acerqué a su bajo vientre y comencé a tirar del tanga desde los extremos, costaba un poco, pero ella me ayudaba levantando levemente la cadera, y poco a poco fui bajándolo, dejando ver otra de las sorpresas que me tenía preparada, esta vez se trataba de su vello púbico en forma de corazón. La miré a la cara y sin decir nada me dijo “llevo dejándome crecer el pelo desde la semana pasada pensando en hacerme un corazón para ti”, no pude evitar acercarme a su boca y perderme en sus labios. Lucía podía llegar a ser una chica verdaderamente tierna cuando se lo proponía y eso era otra cosa de ella que me encantaba. Poco después comencé a besarle el cuello, las tetas, el abdomen, los muslos, y comencé a darle leves besos y mordidas sobre el tanga mientras ella solo podía cerrar los ojos y soltar leves gemidos de placer. Suavemente comencé, de nuevo, a tirar de él, estaba algo pegado a su coño pero con un poco de fuerza se iba despegando poco a poco. Seguí bajándolo por los muslos, las rodillas, los tobillos y finalmente sobrepasé sus zapatos negros de tacón alto que tenía atados bajo el tobillo por una cinta de tela suave acabada en lazo, que escondían sus también bellos pies, hasta dejarla completamente sin ropa.

Le separé las piernas suavemente recogiéndoselas y apoyó los zapatos directamente sobre la cama, dejando ver como su coño estaba ya completamente empapado, lo que daba a entender que Lucía estaba deseando que se lo comiera entero. Yo no dudé un segundo en acercarme a jugar con él, primero lo acaricié suavemente por los bordes con mis pulgares, luego con la lengua, lamía sus labios mayores, mordía sus muslos y cuando me agarró de la cabeza supe que ya era hora de comérselo entero. Pasé directamente a lamerle el clítoris, a mordisquearlo, a succionarlo, a babearlo, mi lengua repleta de saliva se movía como si fuese un loco en una habitación acolchada mientras ella se retorcía de placer y contenía los gemidos como podía.

Tras unos largos minutos degustando su maravillosa flor, me dijo en un tono elevado, “Métemela, métemela ya”, no tardé ni un segundo en bajarme los calzoncillos dejando al descubierto mi erección creada por la acumulación de tantas horas de juegos sexuales. Lo estaba deseando, necesitaba metérsela y disfrutar de ella tras una semana sin sexo, tras cuatro horas jugando con el límite de la eyaculación. Me incorporé y me colé entre sus piernas para ponerme sobre ella, apoyando una mano al lado izquierdo de su cabeza. Me rodeó el cuello con sus brazos y comenzó a besarme, bajé un poco la cadera y con la ayuda de mi otra mano, encaucé mi pene en la dirección correcta hasta notar su corazón velludo en la punta de mi glande, bajé un poco más hasta sentir su duro clítoris, bajé un poquito más y comencé a notar el calor que salía de su ardiente coño, fue entonces cuando con extrema suavidad, apoyé la mano en el otro lado de su cabeza y solo con el movimiento de mi cadera, empujé delicadamente mi pene para sentir cada milímetro de sus cálidas paredes vaginales abrazando melosamente mi polla.

Cuando llegué hasta el fondo, apoyé mi pecho sobre el suyo y puse mi cabeza a su lado, en ese momento soltó todo el aire que tenía guardado en sus pulmones y pude sentir por unos instantes, la conexión que teníamos ella y yo, como si estuviésemos hechos el uno para el otro.

Nos quedamos unos segundos así, notando nuestra respiración y nuestra cálida piel que hacía las veces de abrigo. Comencé entonces a mover lentamente mi cadera hacia atrás, consiguiendo sacar la polla ya completamente embadurnada por sus fluidos vaginales y mi saliva. Una vez la tenía casi completamente fuera, cogí espacio y se la volví a meter hasta el fondo con todas mis fuerzas haciendo sonar un fuerte chasquido que Lucía acompañó con un fortísimo gemido. La miré con cara asustada, se mordió el labio inferior y soltó un suave y tierno “Lo siento”, al que añadió “Espero que no nos hayan escuchado”, tan pronto dijo eso comencé a follármela lo más fuerte que podía a un ritmo veloz, esa sensación de que te podían pillar follando pero que a la vez sabías que no iba a pasar porque fuera había una fiesta más grande que una feria, me puso tremendamente cachondo y quería hacerla chillar de placer.

La cama empezó a chocar contra la pared, ella tenía los ojos cerrados y me agarraba de la espalda clavando sus largas uñas y gimiendo con cada embestida. Entre las fuertes embestidas intentaba decir avergonzada y entrecordada “Cari, nos van a pillar, fóllame más flojo pero no pares”, verla ruborizada por el sexo y medio avergonzada por si nos pillaban solo hacía que tuviera más ganas de follármela aún más fuerte si cabía, de agarrarme a la pared para tener un punto de apoyo y embestirla tan fuerte que partiera las patas de la cama, pero ya era demasiado para mis fuerzas y estaba muy cansado así que paré de golpe para incorporarme y fue cuando entre gemidos y rabia me gritó “¡Te he dicho que no pares!“, pero yo ya estaba cansado y no podía hacer gran cosa más, así que me paré ahí mismo teniendo todavía la mitad dentro, y me volvió a repetir con más fuerza aún “¡Que sigas!”. Al ver que no seguía fue corriendo con su mano derecha a tocarse para intentar correrse, cerró muy fuerte los ojos, comenzó a morderse los labios desde dentro de la boca y empezó a moverla en círculos con gran fuerza. No pasaron ni dos segundos cuando agarré su delgado brazo, y con gran desesperación, intentó llegar al mismo sitio con el otro, así que antes incluso de que llegara se lo agarré también, y cuando abrió los ojos le dije “¿Se puede saber qué estabas haciendo?” a lo que contestó con voz temblorosa, “No, cari, ni se te ocurra”, la miré con cara de personaje malvado y le dije con un tono irónico muy evidente “Ya sabes que para mí es lo mismo que si te acostaras con otro”, le solté los brazos y gruñó de desesperación.

Inesperadamente se habían girado las tornas, y ahora era ella la que estaba desesperada por llegar al orgasmo. Aún con la mitad de mi polla dentro de ella, aproveché para dejar caer de mi boca una buena cantidad de saliva sobre su coño, acto seguido llevé mi mano hacia la zona y con mis dedos comencé a frotar su clítoris agresivamente a la par que movía mi cadera de manera violenta. “Sí...”, “Gracias...”, decía entre gemidos, acto seguido volvió a cerrar sus ojos y a morderse el labio inferior, seguí dándole y moviendo mi mano, ella me agarró de los brazos, comenzó a gemir y casi a gritar y de pronto, saqué mi polla y paré en seco.

Intentó de nuevo acercar las manos a su lugar de placer y acabar con aquella agonía, pero prefirió agarrarse de las sábanas y comenzó a encorvarse hacia atrás creando un puente con su espalda. Tras unos segundos completamente tensa, comenzó a golpear la cama con los brazos y a jurar en arameo “Cabronazo, ¡acábame ya o te vas a acordar!”. Verla completamente desnuda y medio sudada, con las piernas abiertas, ruborizada, empapada por completo y retorciéndose de deseo en la cama me pareció una de las cosas más excitantes que jamás había visto.

Jugar con su límite era algo de otro mundo, y entendía perfectamente por qué comenzó a hacerlo conmigo aquel día. Saber que ella haría lo que yo quisiera en ese precioso instante con tal de poder correrse de una vez y explotar de placer me volvía loco. Y a pesar de haber quedado exhausto tras tanto ejercicio, notaba que no me quedaba mucho, así que me tumbé encima de ella, le di un beso en la boca y me dijo susurrando y casi llorando “Haz que me corra ya, por favor”, le besé el cuello y le dije al oído “¿Te has arrepentido?” a lo que ella contestó “Sí, por favor, quiero correrme”, “Creo que ya nos lo merecemos” culminé.

Me eché a un lado de la cama boca arriba, metí el brazo por debajo de su espalda, la empujé para que se pusiera encima y le dije “Venga, Lucía, acaba con esto”. No tardó ni un segundo en poner ambas rodillas a los lados de mis costados, se sentó sobre mi polla y sin perder el tiempo la agarró con la mano y se la metió hasta el fondo. Comenzó a subir y bajar lentamente, pero tras unos instantes, apoyó sus manos sobre mi pecho y comenzó a moverse ferozmente.

Comencé a suspirar levemente, y mientras tanto, le intentaba rozar el clítoris con mi mano todo lo que podía, cosa que ella valoraba enormemente y sus cada vez más sonoros gemidos así lo confirmaban. Notaba como cada vez estaba más cerca, y por fin iba a sacar toda el semen que llevaba generando durante casi cinco largas horas, ella comenzó a moverse más fuerte aún, tanto, que comenzó a sonar de nuevo la cama.

Lucía cerró los ojos otra vez, esta vez los cerré yo también, estábamos verdaderamente cerca de corrernos, de explotar, de guardar esta maravillosa Nochevieja en nuestros recuerdos más profundos y calientes para el resto de nuestras vidas, cuando de pronto sonaron cuatro golpes seguidos en la puerta.

Lucía paró en seco, no nos lo podíamos creer ¿Habíamos hecho demasiado ruido y se estaban poniendo incómodos? Pensamos. Tembloroso, avergonzado y todavía con Lucía sobre mi polla pregunté qué quería, y se escuchó “Vamos chavales, que quedan menos de un minuto para que empiecen las campanadas”.

El nivel de calentura que tenía era tal que no me salía ni la voz y grité como pude un escueto y simple “Sí”. Cuando Lucía escuchó alejarse los pasos, me dijo “Cariño, necesito correrme ya, en serio, no puedo ir con tu familia con este calentón, en vez de ver personas voy a ver objetos sexuales con los que rozarme” me dijo. La agarre de la cintura y le dije “Llevas jugando con mi límite 5 horas seguidas, esto va se va acabar ya, y me da igual si nos perdemos las campanadas, si nos escuchan o si entran por la puerta y nos pillan follando”, la empujé levemente de la cintura hacia arriba y no dudó en comenzar a cabalgarme de nuevo. Esta vez sí que sí, nadie nos iba a molestar, y si nos molestaban nos iba a dar igual, nuestra corridas llegarían aquí y ahora.

A través de la puerta se escuchó salir de la tele el “dong” característico de los cuartos de las campanadas, lo que parecía que había dado comienzo a nuestra follada definitiva. Lucía fue incrementando el ritmo de cada cabalgada con los siguientes tres cuartos, parecía que esta vez la cosa sí iba en serio y yo comenzaba a sentir de nuevo la sensación que precede al orgasmo, esa sensación que había sentido tantas veces aquel día y que por fin iba a llegar hasta el final. Fuera de la puerta dejó de escucharse la música y tampoco se escuchaba a nadie hablar ni hacer ningún ruido, así que Lucía paró ipsofacto y se elevó unos centímetros para intentar escuchar algo a través de las paredes por si estaban pendientes de nosotros o decían algo... De pronto sonó el “Ding” de la primera campanada y sin cortarme, la embestí lo más fuerte que pude levantando la cadera, ella gimió, y tras unos instantes sonó el segundo “Ding” y con él, la segunda embestida, luego llegó la tercera, la cuarta, Lucía gemía con cada una de ellas, la quinta, se tumbó sobre mí para besarme, la sexta, rodeó mi cabeza con sus brazos y cerró los ojos, la séptima, comenzó a temblar, la octava, se le erizaron todos los vellos de su cuerpo, la novena, me agarró del pelo, la décima, cerré los ojos, la undécima, comenzó a gritar de placer y a gritar "¡ME CORRO! ¡ME CORRO! ¡ME CORRO!", yo también estaba a punto de llegar y a la doceava y última fuerte embestida, se comenzaron a escuchar ruidos por la calle, gritos en el salón e iniciaron las explosiones de fuegos artificiales por toda la ciudad. En ese momento ella dió un fortísimo grito y comenzó a dar fuertes espasmo, se agarró a mi cabeza aún más fuerte que antes mientras temblaba de placer y cayó rendida por tal orgasmo. Yo comencé a correrme también y espasmos tras espasmos que involuntariamente estimulaban nuestros geniales, iba saliendo toda la lefa que llevaba acumulándose 5 horas dentro de mí...

Pasamos un par de minutos completamente abrazados y unidos por nuestros órganos, hasta que se empezaron a escuchar golpes tras la puerta. Desperté de mi letargo, temeroso por si la abrían y pregunté qué querían, "Salid ya y venid a brindar con nosotros por el año nuevo", dijo mi tía, "Un momento" le dije yo. Lucía se había corrido tan fuerte que casi se había quedado durmiendo sobre mí, así que la espabilé un poco, se incorporó, me dió un tierno beso en los labios y comenzó a levantarse para sacar mi ya flácida polla de su interior. Subió lentamente su cadera hasta que mi pene salió por su propio peso y comenzó a brotar una cantidad inmensa de semen que caía sobre mi pene y se resbalaba por mi cintura hasta la cama.

Se apartó de mí y el semen comenzó a chorrear por sus muslos hacia sus pies, cogió su tanga del suelo, me limpió como pudo y luego se limpió ella misma, al acabar se lo puso todo empapado de semen, saliva y sudor para evitar que siguiera brotando desde su interior. Comencé a vestirme yo también para salir cuanto antes de la habitación y una vez estábamos vestidos, abrí la puerta y sentí el frío que dejamos de notar dentro, y nos encontramos de frente con mi tía.

“¡Os habéis perdido las campanadas!” dijo no muy sorprendida, “Sí... Bueno…Es que...” empecé a excusarme, cuando Lucía me cortó para decir “Es que nos las hemos tomado aquí”, mi tía, que no era tonta, dijo “Ya, y estáis colorados porque os estábais atragantando ¿no?”, “Es que dentro hace mucho calor con la puerta cerrada” le dije, “¡Ah vale! Y estáis despeluznados porque teníais tanto calor que al abrir la ventana os ha despeinado el viento, supongo”, comenzamos a ruborizarnos y tímidamente intentamos arreglarno el pelo.

“Pero que es verdad ¿por qué no te lo crees?” le dije, a lo que ella contestó “No sé, quizás tiene algo que ver que  tengas pintalabios por el cuello y la cara… Que tengas la camisa mal abrochada.... Que se lleve escuchando el traqueteo de la cama una hora… Nos quedamos blancos y de pronto cambió el tono por completo y casi riendo “¡Alegría, alegría! No os preocupéis chicos, ¡que la juventud está para disfrutarla!” comenzó a reírse y culminó “Venga, aseáos un poco y vamos a brindar por el año nuevo en el salón, que allí todavía quedan globos inflados”.