Desescalada - NUEVA NORMALIDAD

Final de la serie Desescalada. Por fin llego a mi "nueva normalidad"

Este relato es continuación y final de la serie. Los relatos anteriores son:

Desescalada - Fase 1 https://www.todorelatos.com/relato/162789/

Desescalada - Fase 2 https://www.todorelatos.com/relato/162825/

Desescalada - Fase 3 https://www.todorelatos.com/relato/162991/


Serían las 6 y pico de la mañana cuando la habitación comenzó a iluminarse por el amanecer. Yo seguía abrazado a Laura que dormía plácidamente asida a mi brazo. Así, de lado como estaba y dándome la espalda tenía una figura muy bonita. Su trasero rozaba mi pubis.

Sé que es una putada que te despierten, pero no pude evitar el comenzar a pasar mi mano por su costado acariciándola. Unos minutos más tarde se removió un poco y giró su cabeza para mirarme.

  • Buenos días, dormilona -la dije.

  • Mmmm, buenos días, guapo.

Se giró y se puso frente a mí.

  • He dormido fenomenal, y tú? -me pregunto.

  • Muy bien. Como un niño, y tu has hecho de peluche -dije guiñándole un ojo.

  • Un placer ser tu peluche.

  • Qué hora es? -preguntó Laura al rato rompiendo el silencio durante el cual estábamos mirándonos.

Miré el reloj y efectivamente marcaba las 6:34. Se lo dije.

  • Vaya! que pena que tengas que pasarte por tu casa, con lo bien que se está aquí.

  • Ostras, sí! -dije recordando que tenía que ir a mi casa primero.

Mi hora de levantarme suele ser un poco mas tarde pero no había caído en que tenía que pasar por mi casa y estar a las 8 en la oficina. Me levanté rápido. Como nos habíamos duchado poco antes de acostarnos y que estaba escaso de tiempo no me ducharía ahora sino en casa. Laura se levantó y fue preparándome algo para desayunar. Entré en el aseo y la primera impresión fue rara al verme en el espejo con la camiseta tan femenina que Laura me había dejado la noche anterior que hacía fresco. Me lavé la cara un poco y fui al salón, donde aún estaban desperdigadas mis ropas. Una vez me vestí acudí a la cocina ya que Laura me estaba preguntando si el café del desayuno lo tomaba con poco azúcar, tal y como lo tomo en la oficina.

  • Si, hija mía -dije-, yo soy de costumbres fijas.

Me puso además algunas piezas de bollería y se sentó frente a mí mirándome mientras a toda prisa comía algo y bebía a sorbos el café, delicioso, por cierto.

  • Tu vas hoy a la oficina? -pregunté.

  • Si, pero un poco mas tarde. Ya sabes que los jefes entramos más tarde -respondió en tono jocoso.

  • Pues ten cuidado. Esta allí un tal Fulgencio. No es mal tipo pero es un baboso de cuidado. Y como se entere de que tengo algo contigo a la media hora lo sabe toda la empresa, hasta los de las fábricas.

  • No te preocupes. Sí, creo que lo conozco. Tienes razón, allí tendremos que ser dos compañeros más. No debemos delatarnos.

Terminé el café y salí corriendo después de un cálido beso de Laura que me dejó con ganas de más, pero no era momento para eso.

A las 8:10 llegué a mi mesa en la oficina. Fulgencio ya estaba allí y lo habitual era que yo llegase el primero.

  • Vaya con el dormilón. La cuarentena ha hecho que se te peguen las sábanas? -me preguntó a modo de saludo.

  • Y tú aquí tan pronto? -contesté con otra pregunta- Ya te ha echado la Mari de casa?

  • No me hables de la Mari que me enciendo! -respondió.

  • En tu puta vida te juntes con una tía -continuó diciendo-, no dan más que problemas.

  • Coño, Fulge (así le llamábamos a veces), si no estuvieras tan gordo y con tan mala leche igual la Mari (su mujer) te daría mas cariñitos.

  • Serás cabrón, qué sabrás tú de cariñitos si no te comes una rosca! Anda y que te den!.

Fulgencio... genio y figura. Capaz de decir lo mas soez pero a la vez capaz de encajar las mayores barbaridades. Se metió en sus cosas y yo en las mías.

Como una hora mas tarde se oyó entrar a la que supuse que sería Laura. Fulgencio se levantó a mirar.

  • Quién hay por ahí, lo sabes? -me preguntó.

Quedé dudando si decir si conocía a Laura o no. Al final, que coño, lo normal es que si alguien hubiera ido una semana a la oficina la conocería, no?

  • Pues ya te dije ayer, una tal Laura -le contesté-, que sustituye al chaval este que había de redes sociales que se cogió una baja.

  • Al maricón ese? -preguntó Fulgencio-. Pues me alegro.

  • Que maricón? -pregunté a ver hasta donde sabía este metomentodo.

  • Sí, hombre, el que había en ese despacho. Me le presentó Manolo (nuestro jefe). Que estuvo unos días pero ya le calé yo... maricón perdido que era, si lo sabré yo.

  • Y esa Laura, ¿has dicho así? -continuó Fulgencio-, esta buena?

  • Bueeeeno -respondí-, a ver, un polvete si que tiene.

  • "Cagüen tó" -exclamó-, pues si esta buena mira que mando a la Mari a tomar por culo y me lío con esta.

  • Pero a donde vas a ir tú? desgraciado -respondí con sorna-, te crees un Don Juan?

  • Lo que no me creo es un cabrón como tú -dijo yéndose enfadado a su mesa-. Y tampoco maricón, que es lo que eres -dijo una vez llegado a su sitio.

El resto del día pasó sin pena ni gloria. Alguna que otra insinuación de Fulgencio para que fuéramos a ver a "la nueva" al tiempo que nos tomábamos un café y el tráfico de mensajes entre Laura y yo para avisarle de lo que Fulgencio me había dicho, con otras palabras, por supuesto. Después de la hora de la comida, Laura pasó a saludar, por educación, pero fue un instante en el que, creo, Fulgencio no la reconoció. Eso sí, como a Fulgencio le gustan las mujeres rotundas, con tetas como cántaras, igual que su Mari, dejó de prestar atención a Laura.

  • Vamos, no me jodas, si no tiene ni tetas ni donde agarrar -me dijo cuando Laura se fue.

Fulgencio es de los típicos que son los últimos en entrar y de los primeros en salir, así que quedé con Laura en que nos quedábamos un poco más de la hora y después salíamos juntos, para evitar que nos viera. Y tal y como esperaba, 5 minutos antes de la hora ya salía por la puerta.

  • Hasta luego, pichafloja. Ahí te dejo con la escuchumizada esa -dijo "cariñosamente" Fulgencio al salir.

Media hora mas tarde avisé a Laura de que me iba a ir así que llegó a mi mesa con su bolso. Estaba radiante, cosa que sólo la pude decir vía whatsapp hasta el momento.

Bajamos al garaje con precaución de que no nos viera nadie (no fuera que Fulgencio se hubiera entretenido) y entramos en mi coche. Durante el camino me dijo que si quería que pasáramos la tarde juntos, a lo cual le dije que sí. Como me comentó que tenía que hacer unas compras nos dirigimos a un centro comercial. Una vez allí pasamos por un par de tiendas en las que compró unas blusas y una falda. Pasamos después frente a otra tienda con ropa de hombres.

  • Mira, ves ese traje? Te quedaría fenomenal -dijo.

  • Ahora no pensaba comprarme nada -respondí.

  • Venga, te lo pruebas, vale? Así te veo.

Por darla el capricho, entramos en la tienda y me estuve probando el traje que la gustaba. No me quedaba nada mal, ciertamente, y el precio estaba casi tirado. Ya que en mi oficina debemos vestir así, me lo compré. Al fin y al cabo sí que le iba a dar uso. Eligió una camisa de muy buena calidad que al probármela quedaba fenomenal, pero viendo el precio la dije que otro día, pero al ir a pagar, ella se empeño en pagar ella la camisa.

Después de la tienda entramos a una zapatería y salimos de allí con unos stiletto que la encantaban, y que la quedaban fenomenal. En uno de los bares del centro comercial nos tomamos algo antes de volver.

  • Por qué no pasas la noche conmigo? -preguntó.

  • Ya sabes que después tengo que ir corriendo a mi casa y...

  • No es necesario -dijo interrumpiéndome-, tienes el portátil en el coche y ropa nueva aquí.

No tenía excusa, era cierto. ¿Mi cepillo de dientes, quizás? Laura se adelantó:

  • Para temas de aseo ahora pasamos por el hipermercado y cogemos lo básico. No tienes excusa.

  • Jajaja -reí-, estás en todo.

  • Vengaaa, que me apetece mucho dormir contigo.

Compramos las cosas que necesitaba para afeitarme y asearme y fuimos para su casa. Como eran cerca de las nueve, se puso a preparar algo para cenar. Mientras, revisé mi móvil. Tenía un mensaje de Clara que decía que se había atascado otro cajón y que podía ir con mi destornillador a arreglarlo. Lo siento, Clarita -pensé-, si acaso otro día. La respondí que estaba liado con temas del trabajo y que ya hablaríamos oto día.

Laura había preparado un magret de pato que estuvo delicioso. De la botella de vino que quedó abierta el día anterior nos servimos una copa cada uno. Al pasar al supermercado Laura cogió una crema de chocolate.

  • Esto es pecado, pero está buenísima -dijo saboreando la cucharilla con la que se comía la crema.

  • Si, esta rica, si.

Terminamos de cenar, apuramos las copas de vino y tras recoger la cocina fuimos al sofá del salón. De pié, frente al sofá nos miramos. La noche anterior estábamos desnudos abrazados. Ahora llevábamos la ropa de todo el día. Yo con el "uniforme" del trabajo: pantalón de pinzas gris marengo y una camisa gris claro más bien insulsa y Laura con unos pantalones azul marino de talle bajo y una blusa camisera azul claro.

  • Nos desnudamos? -pregunté-, se está más cómodo.

  • Ay! cómo eres -replicó Laura-, deja tus fuerzas para la cama.

Fue a su cuarto y en seguida volvió con el camisón del día anterior puesto y en la mano la camiseta tan femenina que me había dejado.

  • Anda, ponte esto para ver la tele.

Me desvestí y me puse la camiseta que me ofrecía.

  • No tienes otra mas... no sé, menos femenina?

  • Anda tonto, si estas guapísimo con ella.

  • ya, ya -respondí incrédulo.

Nos sentamos abrazados para ver la TV dándonos caricias bastante castas, sin llegar a partes mas erógenas de nuestro cuerpo. Así estuvimos un buen rato hasta que Laura bostezó.

  • Te parece si nos vamos a la cama? -pregunté temiendo que se durmiera dejándome a dos velas.

  • Sí? Y qué vas a hacer en la cama?

  • De todo. Te voy a hacer de todo -dije antes de besarla metiendo mi lengua en su boca.

Besándonos sin parar apagó la televisión y llegamos a su cuarto. Sólo dejamos de besarnos para quitarnos la ropa. Ya desnudos frente a frente posé mis manos sobre sus pechos mientras la besaba el cuello. Al igual que con Clara los mordisquitos en la oreja son definitivos, probé a hacérselo a Laura. No sé que tienen pero también Laura se encendió cuando con mi lengua jugueteaba en su oreja. La tenía apretada contra mí notando como su polla recobraba vida. Llevé mis manos a su trasero y acerqué un dedo a la entrada trasera lo que provocó un respingo de Laura que automáticamente arqueó sus piernas para dejarme mejor acceso. Jugueteé un rato con su agujerito mientras le mordisqueaba su oreja y ella suspiraba muy profundamente.

Recordé lo que hablamos el día anterior y decidí que, aunque tuviera que echar valor, iba a comerla la polla. Se lo merecía. Dejé su oreja y poco a poco fui besándola cuello y pechos. La tumbé de espaldas en la cama y seguí bajando por su vientre. Como Laura vio a dónde iba dijo:

  • No es necesario si no quieres

  • Tú déjame -respondí.

A unos centímetros de mi boca estaba su polla. Lo de la noche anterior habían sido unos besitos y nada mas; Hoy estaba dispuesto a hacerla una mamada en toda regla.

Comencé besando su capullo y su tronco. Besos suaves con los labios. Cuando bajé casi hasta sus testículos saqué la punta de la lengua y fui recorriendo su polla a todo lo largo. Volví a bajar y subir unas cuantas veces. Una vez arriba, abrí la boca y comencé a tragarme muy poco a poco la polla. Al poco de entrar en mi boca rocé con los dientes su capullo con lo que Laura pego un respingo. Abrí más la boca y continué bajando. Ya mi lengua tocaba su mástil y su capullo llegaba casi hasta el fondo de mi boca. No sólo no me costó nada sino que todo fluía muy natural. Una vez llegué a lo que yo pensaba que daba mi boca, apretando los labios subí la cabeza hasta tener su capullo en mis labios. Volví a bajar tragándome su polla.

Fui incrementando la velocidad de cada mamada y los suspiros de Laura eran ya auténticos gemidos que trataba de ahogar y permanecer en silencio. En un momento dado puso sus manos sobre mi cabeza e hizo presión para que tragara un poco más, pero en el primer intento me vino una arcada que hizo que interrumpiera la mamada.

  • Tranquilo -me dijo-, lo siento.

No dije nada. Volví a las andadas y quizás por orgullo fui yo mismo el que trataba de profundizar más y aunque me volvía la sensación de arcadas trataba de controlarme para no interrumpir. Levantaba, pues, la cabeza y volvía a comerme la polla hasta donde daba. Después de un rato Laura fue incapaz de contener sus gemidos que pasaron a ser jadeos muy ruidosos.

  • Ahhh, cariño, que bueno -decía-. Mmm que gustazo!

Aceleré mis movimientos hasta que noté como Laura me tiraba de la cabeza y a toda velocidad me sacó la polla de la boca. Un segundo mas tarde estalló en una corrida bestial. De hecho varios trallazos me salpicaron. Se convulsionaba con cada uno de ellos y tras el último quedó como desmayada en la cama. Yo me quedé mirándola. Me gustaba, y mucho, quizás demasiado, pensé.

Unos minutos después recobró el conocimiento, abrió sus ojos y se lanzó a besarme.

  • Ha sido increíble -dijo-. Te debo todo! Muchas gracias.

  • Si, ha sido increible... y me ha gustado hacértelo -la dije.

De nuevo me besó con pasión pero con mucho amor... Si, amor, lo he dicho. No soy experto en eso ya que no tengo muy claro si mis relaciones anteriores han sido de amor o de solo sexo y buen rollo, pero ese beso era distinto, mas tierno y pasional. Carlitos -me dije a mi mismo-, que ésta se va a enamorar!

Laura me miró a la cara y comenzó a reír.

  • Jaja, cómo te he puesto -dijo señalando mi pelo del cual, según me dijo, colgaba un chorrete de su semen.

  • Límpiame, anda.

Cogió unos pañuelos con los que tras limpiar mi pelo se limpió su vientre y pecho que sí que estaban de verdad manchados. Tras tirarlo en la papelera me pilló de sorpresa y caí de espaldas cuando me empujó. Sin darme tiempo a reaccionar se abalanzó sobre mi polla. Estaba morcillona, o menos incluso, pero así se la metió en la boca. La chupeteaba como un caramelo y a poco iba tomando consistencia. Unos instantes después ya estaba completamente empalmado. Fue entonces cuando Laura comenzó su sesión de garganta profunda que tanto me gusta. Su nariz contra mi pubis, y toda mi polla dentro de su boca. Las veces anteriores había hecho esto despacio unas cuantas veces, pero cuando quería darme caña no se la tragaba entera. Por sorpresa para mí empezó a aumentar la velocidad pero sin dejar nada de mi polla fuera. Estuvo así un buen rato y yo ya estaba muy excitado. De pronto sacó la polla de su boca y se tumbó boca arriba con su cabeza en el borde de la cama.

  • Fóllame la boca.

Me incorporé y metí poco a poco la polla. Ahora era yo el que controlaría la profundidad. Metí la polla algo más de la mitad pero ella echando atrás los brazos me cogió de las nalgas y tiró de mí hacia ella, para que se la clavara más. Así las cosas, con mis embestidas mi polla se perdía al completo en su boca. Con un gesto me indicaba que la diese más rápido, y así lo hice. La imagen de Laura con su boca ofrecida para tragarse mi polla hasta el final me estaba excitando de más. Nunca me había follado una boca de esta manera y era.. uff!!

Tanto me estaba excitando que vi que llegaba al punto de no retorno. Traté de avisarle.

  • Laura, no puedo mas. Me corro!

Su respuesta fue aferrarse más a mí. Descargue toda mi leche directamente en su garganta. Seguí un rato mas follando esa boquita tan tragona que me volvía loco hasta que salí de ella. Laura se incorporó y la di un beso enorme.

  • Que boca tienes! que delicia! -la dije.

  • Es que tienes una polla que invita a comérsela.

  • No te has atragantado? -pregunté, ya que era una cosa que me asombraba.

  • Es cuestión de práctica, ya verás -dijo guiñándome un ojo.

Nos tumbamos juntos un rato. Mi polla estaba morcillona y aún quería follarme su culo, así pues, para excitarla y excitarme a mí comencé a tocarla sus nalgas y de vez en cuando pasando un dedo por su ojete. Ella comenzó a hacer lo mismo, con dedo incluido. Su otra mano sí que cogió mi polla que empezó a dar signos de vida de nuevo. Lo que al principio eran toqueteos terminó siendo una masturbación en toda regla. Y ya cuando estaba completamente empalmado la dije.

  • Quiero follarte.

  • Y yo quiero que me folles -respondió con una sonrisa.

Me coloqué entre sus piernas, las cuales subí sobre mis hombros. Apunté mi polla a su ano y presioné. Costaba un poco al principio ya que apenas había dilatado pero fui haciendo presión muy despacio, parando y siguiendo con la penetración hasta que parte de mi polla estaba dentro de ella. Su mirada era de pura lascivia y eso me empujaba a seguir metiendo más hasta que pasado un rato llegué hasta el fondo. Permanecí unos instantes y comencé después el mete y saca. Despacio al principio pero según iba entrando más suave iba acelerando. Llevé mis manos a su pechos y pellizqué sus pezones. Laura con los ojos cerrados pedía más y yo me afanaba en darla mas polla.

Cambiamos de posición: Ella se puso de lado con una pierna doblada. Yo encima de ella la penetraba de lado al tiempo que llegaba a besarla.

  • Ohhh, siii, que bien me follas -decía.

  • Como te mereces, princesa!

Estuve follándola así un buen rato hasta que de nuevo me pidió cambiar la postura. Me hizo tumbarme boca arriba y se sentó sobre mi polla. Cabalgó al principio con intensidad hasta que se dejó caer para besarme. Se agacho a mi oído y me dijo:

  • Sabes lo que me apetecería? tenerte así a ti

Lo que en cualquier otra ocasión me hubiera hecho venirme abajo, no sólo no me importó sino que me dio un morbo espectacular.

  • Quieres follarme? -pregunté

  • Siii, quiero que seas mi nena por un rato.

  • Pero antes te voy a partir en dos -dije justo antes de incrementar el ritmo a lo bestia.

Laura se incorporó, miró hacia arriba y cerró los ojos.

  • Párteme el culo, vamos, así, dame tu leche, préñame!!.

Me había puesto muy burro así que de la excitación me corrí sin apenas darme cuenta que me venía. Solté varios chorros de esperma. Con mis convulsiones empujaba mas la polla en su culo y ella compasaba los jadeos con mis últimas embestidas. Se salió de mi polla y se dejó caer a mi lado.

  • Joder... casi haces que me corra -me dijo.

Fui a coger su polla para hacerla correrse y estaba completamente empalmada. Me dijo que no la tocase. Acercó su boca a mi oído y dijo:

  • De verdad me vas a dejar hacerte mi nena?

Yo me quedé dudando un instante. No es lo mismo, en medio de la calentura decir que me iba a dejar follar que ahora.

  • Duele? -fue lo único que acerté a preguntar.

  • Si se sabe hacer, no.

Bajó su mano a mi polla que estaba perdiendo dureza. Siguió con mis huevos y bajó aún más a mi entrada trasera. Comenzó a jugar con un dedo alrededor de mi esfínter. Yo traté de iniciar una tímida protesta.

  • Schhh, déjame hacer -me dijo casi en un susurro.

  • En el momento que algo te duela -continuó diciendo- me avisas y paro, pero déjame mientras te sea agradable.

Me quedé quieto casi en alerta atendiendo a las evoluciones de su dedo, que si he de ser sincero, era una sensación agradable.

No era la primera vez que algo entraba por ahí. Mismamente Laura en una mamada que me hizo días atrás metió un dedo y en alguna ocasión mientras me comían la polla alguna amante lo hizo. Pero pensar que este dedo no era un fin en sí mismo sino un medio para dilatarme me hacía estar en guardia. Pero es cierto que me estaba gustando el jugueteo que se traía con el dedo, tanto que cuando entró la punta no noté molestia alguna. Si que contraje el ano.

Laura me hizo cambiar de postura. Me dijo que me pusiera de perrito al tiempo que cogió de su mesilla un bote de lubricante.

  • Que nooo, que no te voy a follar -replicó ante mi protesta-. Tú déjame, por favor. Sólo disfruta y en lo que no te guste algo me dices y lo paro.

La hice caso. Ella se colocó detrás de mi y lo primero que sentí fue su boca sobre mis nalgas. La lengua jugueteaba por ellas al tiempo que su dedito volvía a ocupar la posición que tenía. Al tiempo que movía muy ligeramente su dedo la lengua se acercaba a mi esfínter. La sensación es... hay que sentirla! Que gusto da. Esto debe de ser lo que llaman un beso negro. El caso es que su lengua hacía auténticas diabluras en mi ano. Me daban como corrientazos de placer. Profundizó un poco más su dedo lo cual me gustó. Un rato más tarde el dedo entraba y salía tranquilamente de mi.

  • Te gusta? -me preguntó.

  • Sssii, sigue -acerté a decir.

Noté como un segundo dedo estaba en la entrada. De pronto sacó el que tenía dentro y su lugar lo ocupó la punta de su lengua. Uf!!, que rico se sentía. Volvió ahora con los dos dedos que entraron hasta el fondo. Volvió el mete-saca y al rato mi ano pedía más. Comencé a emitir los primeros gemidos.

  • Si te molesta paro -dijo Laura irónicamente.

  • No, no pares -contesté.

  • Seguro que no quieres que pare? -dijo poniendo voz de niña buena.

  • No, sigue, sigue.

La respuesta fue un tercer dedo. Con este si que noté la diferencia de tamaño, pero no fue apenas molesto. De hecho al rato entraban y salían acompasados a mis gemidos. Laura comenzó entonces a sobarme los huevos. Ya no era placer sin más, era pura excitación. Se echó sobre mí sin sacar sus dedos.

  • Quieres sentir la puntita?

  • Ufff, no sé -contesté.

  • Sólo la puntita, anda, dame ese caprichito -insistía al tiempo que incrementaba el masaje de sus dedos.

  • Siii, vale..

Fue sacando poco a poco sus dedos y noté como algo se posaba en mi ano. Me agarró de la cintura y presionó. Mi culo se abría para dejar paso a su capullo hasta que llegó un momento que comencé a sentir molestia.

  • Schhh, quieto, quieto -dijo.

Estuvo un rato así mientras acariciaba mis huevos y mi polla. Al rato empujó un poco hasta que hice un gesto de dolor. Si, sentía dolor, era cierto. Me sujetó de la cintura para que no me escapara y se mantuvo otro rato quieta. Esta misma operación la repetimos varias veces. Parte de su polla ya estaba dentro de mí, eso seguro. A veces se movía un poco atrás y volvía a meter para recuperar la posición y a cada vez la molestia era menor. Llegó un momento en el que no molestaba y un poco más adelante en el que sus movimientos me producían placer.

Probó a sacar casi entera su polla y volver a introducirla... ufff, se sentía rico.

  • La saco ya? - me preguntó.

  • Nooo, espera.

  • No será que quieres mas polla? -me preguntó con un tono muy irónico.

  • Tu sigue -fue lo único que contesté.

  • Bueeeno, pues te doy un poco más de polla.

Dio un empujón corto. Sentí una punzada en el fondo de mi ano pero al sacarla y volver a meterla notaba oleadas de placer. Estuvimos con movimientos más bien cortos un rato y ya su polla entraba y salía sin problemas, y lo mas extraño de todo para mí, que lo estaba disfrutando muy excitado.

  • Si quieres que te folle más, pídemelo -me dijo.

  • Si, quiero más.

  • Más, qué?

  • Que quiero que me folles más -dije.

Su ritmo se incrementó y con él el placer que sentía.

  • Ahh, si, métemela entera -me sorprendí a mí mismo diciendo eso.

  • Cariño, la tienes entera dentro.

  • Siii, me gusta.

  • Claro que sí, putita mía, claro que te gusta que te follen.

Esto último me puso burrísimo. No me había dado cuenta pero estaba completamente empalmado.

  • Sii, me encanta, fóllame más.

  • Como a las putitas? -preguntó.

  • Si, eso.

  • Dime qué eres? Dime que eres mi putita.

  • Soy tu putita -dije.

  • Y qué se les hace a las putitas?

  • Se las folla -contesté.

  • Pues eso, toma...

Tras decir eso en ritmo de follada fue endiablado. Me sujetaba por las caderas y embestía con fuerza. Yo estaba tan excitado que con una mano me toqué la polla para masturbarme pero ni llegué a zumbármela un par de veces y me corrí.

  • Ahhhhh, me corrooo -dije.

Laura seguía percutiéndome con una fuerza que no hubiera imaginado hasta que un par minutos más tarde noté como mi interior se llenaba de algo caliente.

  • Ayyy, que gusto, que culazo tienes! Joder! que bueno...

Yo me caí contra la cama y ella cayó encima de mí. Pasaron unos instantes de silencio. Yo pensaba sobre lo que había pasado con cierto arrepentimiento, pero, ¡Que demonios! lo había disfrutado un montón.

  • Me ha encantado encularte -dijo Laura-. ¿Tú has disfrutado?

  • Un montón -contesté-, no imaginaba esto.

  • Quien lo prueba, repite, dicen -me dijo a modo de aviso.

  • Sin duda que repetiré.

Ambos reímos. Estábamos rendidos y empapados por el sudor y parte de nuestros fluidos.

Miramos el reloj. Era ya casi la una de la mañana. Laura me abrazó y en poco tiempo caímos los dos en brazos de Morfeo.

Un mes después la prensa hablaba de que en breve estaríamos por fin en lo que llamaban la nueva normalidad. Yo por mi parte ya había alcanzado una nueva normalidad con Laura. Me mudé unas semanas más tarde a su casa. Del sexo, ¿que contar? Cada día es mejor. Ahora soy yo el que anima a Laura a que no se opere.

Sigo, eso sí, dando largas a Clara. Cualquier día de estos la contaré que en materia de sexo estoy ya más que bien servido y que se busque a alguien que la arregle sus cosas. No sé como llevará que alguien deje a un físico perfecto por una amante perfecta.