Desescalada - FASE 1

Después de casi tres meses de estar en casa confinado por la maldita pandemia recibí un correo de mi empresa en la que me explicaban el protocolo de incorporación al trabajo y las distintas fases que habría. Mis fases no son exáctamente las oficiales. Esta es la primera de ellas.

Después de casi tres meses de estar en casa confinado por la maldita pandemia recibí un correo de mi empresa en la que me explicaban el protocolo de incorporación al trabajo y las distintas fases que habría. Hasta el momento había trabajado desde casa. Más adelante detallaban los criterios del personal que se adscribía a cada fase así como las medidas a tomar en la oficina.

Tras los párrafos genéricos, venía otro ya personalizado en el que se indicaban mis circunstancias: vivo solo, sin parientes o gente en casa con factores de riesgo y mi estado de salud es excelente y no he mostrado el más mínimo síntoma. Así pues, yo era un candidato para incorporarme en la primera hornada. Tras leer esto comprendí el fin de las encuestas que nos habían ido pasando durante el confinamiento, habían trazado un perfil de cada uno de los empleados de cara a la vuelta.

Lógicamente sentí un poco de miedo ante la idea de tener que salir de casa. Sí, no era persona de riesgo, pero eso no significaba que pudiera coger la enfermedad. Llamé a mi responsable que, con buenas palabras, eso sí, me dijo la típica frase "esto son lentejas". Revisé de nuevo el correo y daban instrucciones de cómo pasar un reconocimiento médico previo. Dos días después me lo hice y al día siguiente me confirmaron que todo estaba bien y que me podría reincorporar sin problema. Afortunadamente, en esta primera fase habilitaban plazas de aparcamiento y si bien yo suelo ir al trabajo en metro, por seguridad pensé en llevarme el coche.

El día indicado, a la hora de siempre (de cuando iba a la oficina) me dispuse a salir de casa para, por fin, ir a mi trabajo. Las calles estaban mucho mas despejadas de tráfico de lo que es habitual, por lo que veinte minutos antes de la hora ya estaba entrando en el aparcamiento. Mi coche era, de hecho, el segundo en llegar, tras el de la persona de recepción, imagino.

Subí a la primera planta para confirmar que había llegado y que me tomaran la temperatura. En la recepción estaba Luisa, una señora de unos 50 años muy agradable y recepcionista en la empresa desde siempre.

  • Buenas, Carlos -me saludó- No sabía que venías!

  • Buenos días, Luisa, ni yo tampoco hasta hace unos días -respondí riendo.

Tras un rato de charla comentando sobre todo este tiempo, en el que me comento que un tío de su marido había fallecido y le dí mis condolencias, me puso en la frente un termómetro.

  • Ya sabes, es el protocolo -me dijo.

  • Sí, lo sé, pero ¿no se supone que si tengo que venir es porque estoy bien?

  • Ya, chico, a mí lo que me mandan -respondió.

Después de comprobar que todo estaba correcto y despedirme de ella tomé el ascensor para subir a mi planta. Pulsé el botón de la planta 6 y en un instante que se me pasó volando, quizás porque a diferencia de éste, el ascensor de mi casa es muy lento, ya estaba en mi planta.

Como era de esperar estaba todo vacío y me dirigí a mi sitio. Todo estaba púlcramente limpio. Nada en las mesas. En mi caso no soy de tener cosas personales por lo que no me importaba lo que hubieran hecho con lo que hubiera en ella, pero sé de compañeros que tienen fotografías de toda la familia o el típico cactus. ¿Qué habría pasado con todas esas cosas? Esta preocupación me duró poco tiempo ya que el monitor de mi puesto no se encendía.

Trasteé un rato moviendo cables hasta que por fin lo hice volver a la normalidad... después de tanto tiempo sin funcionar se habría acostumbrado a estar apagado ;-)

Pasadas las 9 de la mañana miré a mi alrededor. No había nadie, estaba yo solo. Es cierto que mis compañeros tienen todos hijos o porque son mayores. Aparte de esto, el edificio de mi empresa tiene muy poca superficie y es por eso que son tantas plantas (10) pero pequeñas en forma de L. En un ala hay dos despachos y en otro, al otro lado del office, están los pools de mesas. En total calculo que estaremos trabajando como máximo 30 empleados por planta. Lo normal, pues, es que si se reincorpora poca gente, en cada planta estemos pocos.

Disfrutando de la tranquilidad de una oficina así de silenciosa me zambullí de lleno en mis tareas habituales. Se me hacía raro, no obstante, tanto silencio. A esto de las 10 me levanté a por un café. Comenzaba a echar de menos los corrillos que sobre esa hora se hacen en torno a las máquinas de vending. Y así me quedaban por lo menos dos semanas hasta que se incorporase más gente. Con el café en la mano bajé un par de plantas (de las tres plantas que ocupa gente de mi departamento) por ver quienes estaban allí. La verdad es que éramos pocos en la oficina y nadie, porque con los que había no tenia mucha relación, con quien charlar un rato a la hora del café. La verdad es que echaba de menos a la panda de calvos y gordos y también gordas de mis compañeros. Si, generalmente se cuidan mal aparte de tener todos más de 40 años.

Fui de nuevo a mi planta y en la escalera me crucé con Eulalia, la señora de la limpieza, a la cual estuve saludando un rato y, como es habitual, preguntando por si todo ha ido bien durante este tiempo.

Ya en mi sitio, como media hora después oí pasos a lo lejos en la planta y abrirse la puerta de un despacho. Me levanté y me acerque un poco pero las puertas estaban cerradas. Pasadas como un par de horas de nuevo oí la puerta y esta vez me levanté para ver quien era. Sólo alcancé a ver una pierna que salía por la puerta de la oficina hacia los ascensores. Pero era una pierna de mujer, lo cual me extraño, ya que los ocupantes de los despachos de nuestra planta eran mi responsable (Manolo, con mas de 60 años) y un chico joven con barba que se había incorporado hacía no mucho como responsable de redes sociales, o algo así, y que unos meses antes, nada más incorporarse, había cogido una baja por enfermedad (o eso se decía). La verdad es que no había hablado con él y apenas me había cruzado.

Supuse, pues, que este chico lo habrían despedido o se habría marchado de la empresa y lo habrían sustituido, aunque me pareció extraño que alguien nuevo se incorporase cuando no hay nadie en la empresa y supiera ya dónde estaba su despacho. Alguien que habían ascendido?

Dada la carga de trabajo me deje de elucubraciones y de nuevo me puse con mis cosas.

Un rato más tarde me llamó mi jefe por un problema en una de la fábricas que afectaría a varios pedidos (mi departamento es marketing, ventas y comunicación, pero yo estoy encuadrado en marketing) y me pidió que le pasase un documento que no encontraba. Seguramente en los archivadores habría una copia del contrato, y al estar yo en la oficina sí que podría revisarlo. Me acerqué a por ello y, como están frente a los despachos me pudo la curiosidad y traté de mirar quién era la persona que vi una hora antes. De repente se abrió la puerta y me sorprendió mirando.

Tras la puerta apareció una mujer joven, bien vestida y que me sonaba su expresión, si bien con la mascarilla que llevaba puesta tampoco podía verla bien. Tenía algo extraño en su aspecto. No sabría definirlo en ese momento.

  • Hola -me dijo-, que haces mirando? He oído ruido y me he asustado.

  • Hola... estaba buscando un documento aquí -dije dubitativo señalando a los archivadores- y me pareció que había gente.

  • Vale -respondió cerrando la puerta sin más explicación.

Encontré el documento y me volví a mi mesa. Estaba buena la nueva jefa (con despacho sería jefa de algo, seguro). Iba vestida con un traje de sastre, falda de tubo de talle bastante alto y chaqueta gris que se le ajustaban bastante al cuerpo y debajo una blusa blanca. En los pies llevaba unos zapatos bastante insulsos, nada significativos. Era, eso sí, delgadita y con media melena rubia. He de decir que en nuestra empresa se seguía siendo muy conservador en cuanto a la vestimenta, por lo que en oficinas casi todo el mundo, hombres y mujeres, acudíamos con traje.

Obviamente, el jefecillo de redes sociales ya no estaba en la empresa -pensé.

Como no me conseguía quitar de la cabeza la curiosidad por saber quien era esa persona, y que, bien pensado, llevaba bastantes meses sin catar una chica, me armé de valor y decidí ir a preguntarla (y ver que expectativas habría). Lo sé, era una locura, pero a veces soy muy impulsivo.

Llamé a su despacho y sin esperar abrí la puerta.

  • Buenos días de nuevo -dije-, únicamente es por presentarme que antes te debo haber parecido muy seco.

Más bien era al revés. Fue ella la que estuvo cortante.

  • Hola, sí -respondió con cara de sorprendida-. Soy Laura.

  • Yo soy Carlos, de Marketing. Bueno, me siento al otro lado de la planta y dependo de Manolo Gómez... el del despacho de al lado -dije tras una pausa breve.

  • Ah sí, claro.

  • Y tu? de qué departamento eres? -pregunté viendo lo esquivo de sus respuestas.

Mientras ella trataba de buscar respuesta o al menos una explicación al interrogatorio que la estaba haciendo me pude fijar en su figura y en su cara ya que al pillarla desprevenida estaba sin la mascarilla puesta. Delgada, de aproximadamente 1'70 y unos rasgos suaves, que seguían siéndome familiares, aunque no sabía a qué o a quién.

  • Estoy para llevar temas de Networking y Social Media -dijo en un tono casi solemne como queriendo dar por zanjada la conversación.

  • Vaya, o sea, que sustituyes a... bueno... el chico que estaba - dije sin recordar su nombre, si es que alguna vez lo supe.

  • Si, más o menos -contestó.

  • Bueno, no te molesto más. No te doy dos besos para saludar por motivos obvios. Un placer tenerte aquí -dije con una sonrisa.

  • Gracias, sí, que hay que mantener distancias -contesto, esta vez sí, mas distendida y también esbozando una sonrisa.

Me volví a mi mesa pensando que físicamente no estaba mal, no mucho pecho, pero bien. Y una vez satisfecha mi curiosidad, pensé que, al igual que yo, probablemente no tendría pareja o al menos viviría sola ya que de lo contrario no estaría en la oficina.

El tiempo hasta la hora de comer lo pasé discurriendo cómo podría entrarla a ver si hubiera alguna posibilidad. Repito que tras meses de sequía y encierro, el acercarme a una mujer era prioritario. No sabía si lo que dijo de las distancias iba por lo del virus o por otra cosa. Quería pensar que era por lo primero, claro.

Comprendedme, los sitios de ocio cerrados, la gente sin apenas salir y yo con mas de tres meses sin probar mujer... era una oportunidad que no habría que desperdiciar.

A las dos en punto me levanté para bajar a comer. Me armé de valor de nuevo y me dirigí al despacho de Laura. Igual que antes, dí un toque a la puerta y abrí.

  • Buenas, Laura. Iba a bajar a comer, por si quieres venir, que igual no conoces sitios por esta zona. Si te apetece, claro.

  • Puessss... -alargo la respuesta mirando a su reloj-, la verdad es que debería comer ya, que a las tres y poco tengo una reunión.

  • Pues si quieres ven. Tenía pensado un sitio aquí cerca que se come rápido.

  • Dame 5 minutos y bajo.

  • Te espero abajo si quieres. En la recepción. Te parece?

  • Perfecto, ahora nos vemos.

Fui hacia mi mesa a recoger mi americana y salí hacia los ascensores para ir bajando. En cualquier caso, habría que bajar, según la normativa, por separado.

Unos minutos después se abrió la puerta del ascensor y salió Laura. Iba con el maquillaje más marcado que cuando la vi en el despacho por lo que supuse que el tiempo de demora lo querría para eso. Iba además cubierta con una especie de gabardina muy ligera, ya que el día estaba nublado. A pesar de llevar puesta la mascarilla, estaba guapa.

Con una conversación intrascendente sobre el tiempo y si habría probabilidad de lluvia, recorrimos los escasos 200 metros que separan la puerta de nuestro edificio de "La Alacena" (que así se llama el restaurante) que afortunadamente estaba abierto. El aspecto de dentro era desolador. Desde la semana pasada se permitía comer dentro de los locales pero el restaurante estaba completamente vacío.

  • Buenas, Pedro - saludé al dueño al cual conocía después de años yendo a comer allí -, que tal? que tranquilo está esto.

  • Buenas Carlos, pues bien, espero que tu también. Y sí, esta la cosa bastante floja. No sé como vamos a quedar después de esto.

  • Y se puede comer? -pregunté viendo el panorama.

  • Hombre, claro, para eso estamos abiertos. Sentaos sonde queráis.

Nos dirigimos a una mesa cualquiera de modo que entre nosotros hubiera cierta separación y nos sentamos. El dueño nos "cantó" el menú y elegimos. En el rato de la comida la conversación derivó en la crisis económica que se nos venía encima y por más que en un par de ocasiones traté de llevarla a algo mas personal, sobre todo para saber quién era y de dónde venía, Laura trataba (y lo conseguía) de escabullirse preguntando por lo qué opinaba de quien estaba antes en su despacho. A esto último le respondí que no tenía formada ninguna opinión ya que apenas lo conocía. También me preguntó por la opinión que tuviera la gente sobre ese chico. La verdad, en ese momento no supe a cuento de qué venían esas preguntas.

En la conversación al volver a la oficina, Laura me contó que había acudido en transporte público, así pues la ofrecí acercarla a su casa al salir del trabajo. Mi argumento era la mayor probabilidad de contagio en el metro o el autobús. Me costó insistir, pero al final, cedió. En cualquier caso, por los datos que me dio, debería vivir de camino a mi casa.

Por la tarde tuve bastante que hacer así que hasta las 6 que salíamos no pensé en nada que tuviera que ver con el trabajo. Un rato antes me acerqué a su despacho y la avisé de que se acercaba la hora de salir. Me dijo que me fuera para casa, ya que aún la quedaba casi media hora. Como por mi parte tenía también bastante que hacer la dije que la esperaba. Por fin, casi una hora mas tarde, salimos de la oficina.

Ya en el coche se me ocurrió decirla que su cara me sonaba. Repentinamente se puso tensa. Yo como pensé que sería de cualquier otra cosa, y no de lo que había dicho, seguí preguntándola si era de Segovia (mi familia es de un pueblo cercano y cuando voy por allí nos acercamos a la ciudad para ir de copas), que igual me sonaba de eso. Me contestó que no, pero que sí que había estado alguna vez.

  • Pues va a ser eso, que alguna vez hace tiempo te vi... y me fijaría en ti - dije armándome de valor tras una pausa.

  • Andaaa, no creo. - respondió ya mas tranquila y con un gesto de sonrisa

  • Si, ¿por qué no? Claro que me podría haber fijado en ti - contesté.

  • No seas zalamero, que apenas te conozco - dijo con un tono que me invitaba a seguir por esa línea.

  • Eso es fácil, nos tomamos algo ahora y así te conozco mejor, no crees?

Yo ya estaba lanzado. Había visto la posibilidad y ahí estaba trabajándome a Laura.

  • Uff, no sé - contesto Laura un poco sobresaltada -, es que tengo cosas que hacer.

  • Mañana entonces? - seguí insistiendo.

  • Vale... bueno, ya veré si puedo. Además estamos llegando cerca de mi casa. Me puedes dejar ya por aquí.

Encontré un hueco donde parar y se bajó del coche. A la hora de despedirnos vi en sus ojos que no estaba a disgusto. De hecho, a lo de quedar para tomar algo dijo inicialmente que sí.

Continué hasta mi casa y al llegar, como siempre, me dí una ducha. Tras la ducha, aún bajo el agua, mis manos se dirigieron a mi entrepierna. Se me vino a la mente Laura. ¿Como sería su cuerpo? Imaginando lo que haría con ella me masturbé.

Al día siguiente, como siempre, llegué el primero a la oficina. Un rato más tarde llegó Laura que venía hablando por teléfono pero se acercó a la zona donde yo estaba. Al mirarla me hizo un gesto a modo de saludo y se fue hacia su despacho. Ese día venia vestida con unos pantalones negros bastante holgados y que tapaban su calzado, una camisa rosa y su chaqueta en el brazo. Su maquillaje era muy natural.

Sobre las 10 y media fui yo el que me acerqué por si la apetecía un café. En el office estuvimos cerca de 1/4 de hora hablando. Igual que el día anterior fuimos a comer juntos.

Ya por la tarde, la envié un mail preguntando a donde la apetecía ir a tomar algo. No la preguntaba si vendría o no, ya que dí por hecho que sí. Su respuesta me sacó de dudas : "Donde te apetezca, pero mejor en una terraza, por lo del virus y todo eso". Yo recibí el correo pleno de satisfacción... en dos días había conseguido una cita con una desconocida, lo cual, para mi costumbre, es todo un éxito.

Para que me entendáis, os explico que no tengo mal aspecto. Mido aproximadamente 1'85 y mi peso está en 80Kg. Mi cara, sin ser un bellezón, si que tiene su aquel. No sabría decir por qué no consigo habitualmente llevarme a una mujer a la cama en el primer intento. Si lo supiera, pondría remedio, no creéis?

Rápidamente se me vinieron a la cabeza dos o tres sitios que podrían gustarla. Pensé que, además, mejor cerca de su casa para que se sintiera mas segura (y mas confiada).

Al final nos dieron casi las 7 de la tarde para salir ya que Laura tenía cosas de última hora que atender. Bajamos a mi coche y me dirigí a donde la dejé el día anterior. Paré el coche donde el día anterior.

  • Pero no íbamos a tomar algo? -me dijo como sorprendida.

  • Si, claro. A ver si te crees que me he olvidado -respondí jocoso-, pero está aquí cerca.

  • No -dijo más bien seria-, los sitios de por aquí no me acaban de gustar. Vamos mejor a otra zona.

Uff... que dilema. Por una parte, tenía claro que a ella le apetecía bastante tomar algo, pero no entendía esa negativa. Mentalmente repase rápidamente mi agenda de sitios y arranqué el coche para ir por otra zona. Durante el trayecto Laura trataba de darme razones de por qué no le gustaba salir por donde vivía. Si os digo la verdad, todas me sonaban a excusas.

Al fin llegamos cerca de un sitio que tenía muy buen aspecto. Era tranquilo (que era algo que yo buscaba) y discreto. Bajamos del coche, nos acercamos y pedimos una mesa. Como había varias disponibles (era temprano aún) elegí una que quedaba un poco apartada. Por otra parte, estaba a la sombra y parecía ser mas fresca.

Pedimos unas cervezas y comenzamos a hablar de la empresa. Laura estaba en su salsa contando cosas acerca de comunicación que a mi se me escapaban un poco. Mientras hablaba, con su rostro relajado, realmente me parecía bonita. De pronto la interrumpí:

  • Si te vi hace tiempo y me fije en ti es porque me gustaste.

Laura se quedó sorprendida y cortada al tiempo. Abrió sus ojos sin saber qué hacer o qué decir. Lo que había dicho lo decía de verdad. Esa chica me gustaba. Aprovechando su desconcierto, me acerque a darla un beso pero me frenó en seco.

  • Espera, para... ¿qué haces?

  • Quería besarte. Ya te he dicho que me gustas.

Se produjo un incómodo silencio en el cual me temía lo peor.

  • Mira -me dijo-, no sé si esto es conveniente o no.

  • Vale, lo entiendo -dije realmente apenado-. Si crees que me he pasado no te volveré a molestar más. Lo siento.

  • No es eso, Carlos. No me ha molestado, al contrario, me halaga. Pero es que no sé si soy el tipo de persona que crees e incluso si es el momento.

  • Eres una chica bonita, con eso me basta -dije ilusionado.

  • Dame tiempo, vale? -pidió casi suplicando.

  • Todo lo que quieras -respondí-. Aquí estoy para cuando quieras.

Tras esto, ambos tratamos de llevar la conversación a otros temas que no fueran embarazosos. Laura era una chica divertida pese a la imagen que tuve de ella el día anterior cuando la conocí. Reacia, eso si, a hablar de ella, pero en definitiva una gran conversadora y... en mi opinión, un encanto. Y lo mejor es que no me había rechazado.

Al final nos dieron las 10 y seguíamos hablando. Como en la terraza en la que estábamos servían comida la dije que si quería que pidiéramos algo para picar y así no tendríamos que hacer cena en casa. Ella accedió y pedimos alguna ración y otras dos cervezas mas. Si las cuentas no me fallan, sería la quinta ronda de cervezas que pedíamos.

Mientras comíamos, la conversación iba cada vez mas suelta y Laura me estaba contando algo que supuestamente era muy divertido aunque yo ya notaba que las cervezas empezaban a notarse.

  • Porque me has dicho que espere, que si no te besaba ahora -dije de sopetón.

  • Que pesado, déjame que siga contando...

Laura siguió con su historia mientras yo asentía. Cuando terminó lo que me estaba contando acabo con un:

  • [...], pero el tiempo ya ha pasado!

  • Pues si ha pasado el tiempo, te beso -dije, y acto seguido me lancé a besarla.

Esta vez Laura no me rechazó y lo que inicialmente fue un piquito siguió en un morreo mas que sensual. No os miento si os digo que estuvimos como cinco minutos seguidos besándonos.

  • Uff... que bueno. Ha sido estupendo -dije

  • Si, me ha encantado -respondió

  • Vamos a brindar -dije cogiendo la copa de cerveza. Ella cogió la suya.

  • Por nosotros, porque cada vez que te bese sea tan genial! -dije

Ella no chocó la copa y dijo:

  • No nos estaremos precipitando, Carlos?

  • Precipitarnos por qué? cual es el problema?

  • Déjame pensarlo, sólo es eso, vale? -respondió lacónica.

De nuevo los dos para romper la tensión tratamos de derivar la conversación a la vez. Reímos ya que los dos comenzamos con las mismas palabras.

Viendo la hora que era decidimos que nos iríamos a casa que al día siguiente había que madrugar. En el coche la acerqué a su casa, pero esta vez me dijo donde vivía de verdad (a unos 500 metros de donde la dejé el día anterior) así que la acerqué hasta su puerta. Paré el coche y antes de bajar se acercó a mí y me dio un piquito.

  • No pienses que no me gustas, Carlos, pero es que yo no soy lo que te imaginas.

  • Me tienes intrigado con todo eso -contesté un poco airado-. Quién o qué eres?

  • Prométeme que no dirás nada a nadie -respondió-. Creo que eres una persona en quien se puede confiar. Y si te cuento algo, de verdad, no se lo digas a nadie. Vale?

  • Si, tranquila

  • Por favor, prométemelo -insistió.

  • Que sí, Laura. No contaré a nadie eso tan terrible que parece ocurrir a la chica que me gusta.

Laura tomó aire y parecía pensar cómo enfocar lo que iba a decir.

  • Te gusto como persona?

  • Si, lo sabes... -dije.

  • Y físicamente?

  • Sí, mucho. Eres preciosa -era la primera vez que la decía algo así.

  • Vaya! -dijo sorprendida-, gracias.

  • Pues verás -continuó diciendo-, aquí donde me ves, yo no nací con cuerpo de mujer.

Quedó expectante por ver como me lo tomaba yo. Por mi parte, no sé si era por las cinco o seis cervezas o porque yo esperaba que siguiera, el caso es que no reaccioné.

  • ¿No dices nada? -preguntó extrañada.

  • No. Sigue contando.

  • Carlos... te he dicho que no nací con cuerpo de mujer -dijo muy seria-. De verdad no te importa?

No sé por qué, y quizás es que no preveía consecuencias posteriores, pero no me importó en absoluto en ese momento. Quizá serían las cervezas porque sólo atiné a decir:

  • No. Ya te digo que eres preciosa.

Laura me dio un beso y salió del coche. Antes de cerrar la puerta dijo:

  • Ten cuidado con el coche que parece que has bebido.

Después cerró y la vi alejarse. Esperé en el coche hasta que la puerta de su edificio se cerró.

Volviendo a casa empecé a comprender que era lo que me había dicho Laura. Me parecía imposible. No llegaba a creerme que no fuera una mujer al 100% e imaginaba que era una estratagema para darme largas. Ya en mi casa, con una ducha, más fríamente comencé a ver el alcance de esto. Laura me gustaba pero, de ser cierto, eso no dejaba de ser un inconveniente. No es que tuviera rechazo, no; Es que no sé, no me lo acababa de creer. Lo que sí que sabía era que ella me gustaba y no me importaba seguir viendo hasta que punto lo que me había contado era cierto y algo que me importase.

Al la mañana siguiente, como recordé a la hora que Laura salía de casa (me lo contó por la tarde) pasé con el coche por su puerta y la vi salir al poco de haber aparcado. Toqué el claxon y ella me miró sorprendida. Salía vestida con un traje de falda muy ajustado, como el primer día que la vi pero otro distinto. Bajo su chaqueta llevaba un top blanco y calzaba unos zapatos con tacón bastante alto. Esta vez si que estaba más maquillada con la sombra de ojos más marcada. Muy sexy, sin duda. Se acercó al coche.

  • Que haces aquí? No me digas que no te has movido en toda la noche? Bueno, si, ya veo que te has cambiado de ropa.

  • Anda, entra, que te llevo al trabajo -respondí.

  • Pues muchas gracias -dijo sonriente tras la mascarilla.

Ya en el coche la conversación volvió casi al punto en el que la dejamos la noche anterior.

  • Laura, de lo que me dijiste anoche... -dije.

  • Mira Carlos, no digas nada, por favor -me interrumpió.

  • Si, si que digo, Laura. Quiero ser sincero contigo. No sé si es verdad y si me importa o no. Lo que te puedo asegurar ahora mismo es que me gustas.

  • Me lo dices de verdad?

  • Totalmente -y aprovechando la parada de un semáforo me acerqué a besarla.

  • Carlos... eres un encanto y te lo agradezco. Pero piensa que si queremos tener sexo pues tiene que ser... algo diferente. No quiero que más tarde me rechaces por esto.

  • Pues no sé, Laura. Lo pienso y lo que veo ahora mismo es que no me importa, que me gustas. No puedo saber si mas adelante me importará, pero ten por seguro que a mí me va a doler tanto o mas que a ti, porque como te digo me pareces una persona estupenda que además me gusta.

Tras decir esto, Laura, que me miraba fijamente, se desplomó en el asiento del coche.

  • No sé que hacer -me dijo.

  • Yo sí lo sé, que es estar contigo.

Cuando hablábamos esto llegábamos a la oficina.

  • Mira, si quieres esta tarde hablamos -la dije-, pero yo lo tengo muy claro por ahora.

  • El "por ahora" es lo que me da miedo -dijo con cara de pocos amigos mientras salía del coche.

Ambos subimos en silencio y nos despedimos con un "hasta luego" al irnos a nuestros sitios. A la hora del café, llamé a Laura pero declinó mi invitación. Sin embargo, poco antes de comer se pasó por mi sitio para bajar juntos. Durante la comida la conversación fue intrascendente, casi aburrida.

Poco antes de la hora de la salida, de nuevo Laura pasó por mi mesa.

  • Sabes, Carlos? la forma de saber si te va a importar más adelante es comprobándolo ya mismo.

  • A que te refieres? -dije extrañado.

  • Cuando salgamos de aquí nos vamos a mi casa y vemos si esto va a funcionar o no.

  • Te refieres a... a sexo? -pregunté

  • No, me refiero a beber una coca cola. Que te crees? -dijo irónica-. Pues claro que sí. Tú también me gustas y quiero saber si puedo tener algo más contigo o no y lo mejor es que me veas tal y como soy.

  • Uff... no sé que decir -estaba muy cortado-. Es la primera vez que una chica me propone sexo.

  • Venga ya! -dijo incrédula.

  • Que sí, créeme. Siempre lo he tenido que pedir yo... pero oye, que me encanta. Vayámonos ya mismo!! -dije.

Bajamos al coche en el mismo ascensor ambos besándonos. Mis manos comenzaban a tocar tímidamente su cuerpo por primera vez. Laura cogió mi mano y llevándola a su cintura la apretó más contra ella. Como alma que lleva el diablo, corrimos hacia el coche y traté de llegar a su casa lo antes posible.

En tiempo récord estábamos en su casa y ahí la pasión comenzó a desbordarse. Ya mis manos sí que recorrían su espalda y culo mientras nos besábamos. Al poco tiempo yo las llevé a su pecho pero ella me paró.

  • Carlos... antes de que sigas. Te recuerdo que aún estoy en transición. Mis pechos son pequeños y entre las piernas... eso, ya sabes.

Como respuesta tuvo un beso al tiempo que mis manos ya se posaban sobre un par de pechos que me recordaron a mis primeros escarceos de adolescente. Ella por su parte comenzó a sobarme el paquete y mi polla, que ya estaba en un estado semi rígido comenzó a empalmarse. No es que tenga algo enorme, pero creo que unos 18cm esta bien y me dio la impresión de que la gustó lo que tocaba.

Comenzamos a desvestirnos mutuamente entre morreos y caricias. Efectivamente tenía unas tetas pequeñitas, casi infantiles, con unos pezoncitos que se iban erectando conforme los rozaba y acariciaba. La despojé de la falda y ahora si pude sobar su trasero redondito. En este momento, ella ya me había despojado de mi americana, camisa y pantalón, que ya estaba a la altura de mis tobillos. Su mano sobaba mi polla por encima del bóxer. Cuando la fui a bajar sus braguitas me detuvo.

  • Espera Carlos, déjame a mi llevar el ritmo -me dijo.

Aproveché para despojarme de los pantalones y colocar mis ropas sobre un sillón. Ella hizo lo mismo tirando las suyas sobre las mías. Me cogió de la mano y me llevó a su dormitorio y una vez allí, me empujó contra la cama quedándome echado con los pies en el suelo. Se arrodilló entre mis piernas y acariciándome el vientre me besaba en las piernas hacia arriba. Cambió y mientras su boca se paseaba por mi vientre besando y dándome leves lamiditas sus manos me bajaban mi bóxer, que le costaba salir debido a la empalmada que tenía ya. Yo tenía mis manos por encima de mi cabeza y los ojos cerrados para concentrarme en sus caricias y besos.

Cuando por fin pudo sacarme el bóxer, su boca rodeaba mi paquete. Despacito, rozándome con la punta de la lengua. Mi excitación crecía por momentos. Después de una ruta en espiral alrededor de mi polla, al fin su lengua contactó con la base de ella. Como cosquilleando y en zig-zag fue subiendo.

Cómetela ya, pensé y Laura parecía que me leía la mente.

  • Mmm, que rico. Sé paciente -me decía.

Estuvo jugueteando como un par de minutos con el tronco de mi polla haciendo que mi excitación creciera hasta límites insospechados pero que a mi me parecieron horas. La punta del capullo ya chorreaba líquido preseminal. De pronto noté como sus labios se posaban sobre el capullo y empezaba a bajar su cabeza muy despacio al tiempo que presionaba los labios. El juego con su lengua conforme mi pene iba invadiendo su boca me estaba volviendo loco y tras haber traspasado casi la mitad de mi polla seguía bajando.

  • Diossss, que gusto! -exclamé.

Obviamente ella no podía responder ya que muy poco a poco seguía introduciéndose mi polla en la boca. Al poco noté que la punta de su nariz rozaba mi pubis. No pude por menos que levantar la cabeza y abrir los ojos para verlo. Nunca nadie se había tragado entera mi polla así.

Quizás por falta de aire fue subiendo la cabeza y sacándose la polla de la boca hasta dejar únicamente el capullo dentro. Me miró con una especie de sonrisa y una mirada muy sexy. Volvió de nuevo a tragarse la polla, esta vez un poco mas rápido. Yo observaba boquiabierto y muy excitado como mi polla iba desapareciendo en su boca, salía hasta casi la punta y volvía a desaparecer a un ritmo mas bien lento. Después de un rato, una de sus manos llegó hasta mis testículos para juguetear con ellos y con la otra echaba atrás la piel de mi polla. Ahora si que aumentó el ritmo de la mamada y con ello mi excitación. Volví a dejar caer mi cabeza y cerrar lo ojos. ¡Qué placer me estaba dando!

No sé realmente que tiempo estuvo, ni tenía intención de fijarme en el tiempo, pero de pronto notaba como, de seguir así, me correría sin remedio.

  • Joder, que gusto, Laura. Me voy a correr -avisé.

Fue decir esto y sin bajar el ritmo, apretó mas sus labios contra mi polla y activó más su lengua que saboreaba y lamía mi polla conforme entraba o salía. Y como era de esperar, al rato llegué al punto de no retorno.

  • Me corro, ahhh.

Aceleró sus movimientos pero en ningún momento tuvo intención de dejar de mamar. Unos segundos mas tarde solté varios trallazos dentro de su boca que ella debió tragar, ya que seguía mamando. Después de correrme suelo tener la polla muy sensible y como Laura continuaba con la felación empecé a tener un cosquilleo que si al comienzo es agradable al rato se vuelve casi molesto.

  • Para, para, para, que me da cosquillas -dije.

  • Es que esta muy rico y me encanta -respondió según sacaba su polla de mi boca.

Incorporé la cabeza y abriendo los ojos le hice un gesto con las manos para que viniera a acomodarse a mi lado y cundo estuvo a mi altura la besé. No me importaba que hubiera tenido restos de semen ya que alguna vez con alguna chica ya lo había hecho, pero en su caso no había el mas mínimo resto... y os juro que solté una buena cantidad.

  • Que polla mas rica tienes -me dijo.

  • Y tú que boquita. No recuerdo una mamada tan buena -dije sincerándome, ya que era cierto que jamás una mamada me había excitado antes.

Es posible que otras chicas con las que he estado me hubieran comido la polla más por darme placer que por gustarles a ellas, pero si algo tenía claro es que Laura debía de haber disfrutado de comerme la polla por lo delicioso como lo hacía.

Empezó a acariciarme el pecho al tiempo que yo besaba su cuello. Poco a poco se iba aupando para que yo, sin moverme, llegara a besarle sus pechitos, los que, una vez los tuve al alcance de mi boca, lamí con toda la dedicación que supe. Pasaba mi lengua en espiral alrededor de su pezón y una vez llegaba al centro, lo encerraba entre mis labios y en alguna ocasión lo mordisqueaba, lo que causaba que ella diera un pequeño respingo.

Una de sus manos volvió a acariciar mi polla que al poco volvía a mostrar cierta dureza. Con su otra mano se acariciaba su ano. Se movió y volvió a chuparme la polla hasta que la tuve completamente erecta y se incorporó, se sentó de rodillas sobre mí dándome la espalda y apartó su braguita. Cogió mi polla y apuntó a su ano. Muy despacio fue bajando al tiempo que la iba metiendo en su culo. Traté de agarrarla por la cintura pero me dijo que esperara. Supuse que esperaba a dilatar su ano y me quede quieto. Notaba como cada vez mi polla estaba cada vez más dentro.

Os tengo que confesar que eso me estaba excitando una barbaridad ya que nunca, ninguna mujer me había dejado profanar su ano. Comenzó a moverse despacio hacia arriba y antes de que mi polla saliera volvió a bajar. Así, lentamente, hasta que yo también notaba que el movimiento era mas fluido. Entonces empezó ya un sube y baja mas rápido. Ella, que había permanecido en silencio hasta ahora, de pronto comenzó a dar gemiditos suaves, en un principio, que iban aumentado en intensidad al tiempo que ella iba acelerando.

El saber que estaba follándome un culo, que estaba tan apretada mi polla y con el movimiento que imprimía hizo que me excitase un montón. Gracias a la corrida anterior pude aguantar más tiempo. Los dos gemíamos como animales.

Ella echó atrás sus manos y se apoyó sobre ellas lo que hizo que se moviera mas rápido aún. Ahora sí la agarré de la cintura para acompañar su movimiento tratando de clavarla más contra mí.

  • Siii, dame mas polla, ahhh -gemía.

  • Que culo mas rico tienes, que placer!!

A ratos, mas como descanso que otra cosa, ralentizábamos el movimiento y notaba como apretaba su culo contra mi polla. De pronto ella se dejó caer a un lado y yo sin sacarla me eché hacia el lado. Ahora era yo el que tenía que empujar y comencé a darla fuerte.

  • Joder, siii, párteme en dos, mas fuerte!

  • Toma! -mascullaba yo con cada empujón.

Instintivamente llevé mi mano, por delante de ella, a su entrepierna. Os aseguro que me sorprendí cuando pude tocar una polla tan grande como mía completamente tiesa. En ese momento no sentí nada extraño ni nada que me desagradase, la verdad. Empecé a acariciárselo por encima de la braguita haciéndolo al ritmo de mis embestidas. Ella ya no hablaba, solo gemía y a ratos daba grititos de placer y lo único inteligible que se la oía era un "sí" sostenido en el tiempo.

De pronto quise tenerla a cuatro patas para darla mas fuerte y se lo dije. Saqué mi polla de su ano y se colocó en la cama y yo detrás de ella. Ahora era yo el que dirigiría el juego. Me detuve a contemplar como enterraba mi polla en su culo, una imagen que nunca había podido ver. Cuando la penetré al completo, con mis manos agarré su cintura y empecé a darla cada vez mas fuerte. Ella notaba la polla mas dentro y el tenerla así me excitaba mucho. Ya la daba casi con violencia y ya no eran gemidos sino aullidos lo que ella daba.

Llevé una mano a uno de sus pechos que, pese al poco tamaño, se bamboleaba por la fuerza de como estaba empujando. Estrujé su pezón y Laura comenzó a convulsionarse.

  • Joder... me corrrrroooooo, yaaaa

  • Sí, córrete, toma más polla -decía al tiempo que clavaba mi polla todo lo que podía.

Sus espasmos y como contraía su ano hizo que a mi también me viniera el orgasmo. Di unos cuantos empujones más y me corrí dentro de ella.

  • Toma leche, tomaaa

  • Ah, sí, que rica. Lléname -decía.

Seguí follándola un rato más hasta que mi pene comenzó a perder consistencia. Saqué la polla y me dejé caer en la cama.

Ella se levantó y fue rauda a coger un pañuelo para limpiar toda su corrida que había derramado sobre la cama. Se quitó, de espaldas a mí, su braguita para limpiarse.

  • Date la vuelta -le dije.

  • No, me da vergüenza.

  • Déjame verte, anda.

Se dio la vuelta pero con su mano tapaba su polla que ya había perdido el vigor que tenía cuando se la toqué. Casi de un salto se echo a mi lado tapándose para no dejar verme su polla. Tampoco quería agobiarla así que no hice mas referencia a eso. La abracé y nos besamos un rato.

  • Lo he pasado genial, me dijo. Me ha gustado como me has follado.

  • Yo también, y sabes? es la primera vez que me follo un culo.

  • Vaya! o sea que eras virgen para eso? y yo sin saberlo -respondió en tono de sorna.

  • Pues sí, pero ya no -contesté.

Estuvimos un rato en silencio abrazados. Miré el reloj y vi que eran casi las 8 de la tarde. Recordé que tenía que pasar a recoger un artículo que había encargado por internet unos días atrás a unos grandes almacenes que aún a esa hora estaban abiertos. Se lo comenté a Laura y nos levantamos y me vestí. Ella solo se puso una camiseta enorme que la llegaba a las rodillas.

Entre besos al fin salí de su casa y bajé a por mi coche.

Ya durante el resto del día reflexioné respecto a lo que había ocurrido. Ciertamente lo había pasado muy bien con Laura y tampoco me importó demasiado al comprobar que tenía una polla grande.


Esta fue la primera de las fases. En próximos relatos van el resto de fases.