Deseo y Necesidad (2)
La misma situación del anterior, vivida desde el punto de vista de él
La visión desde el punto de vista de él.
Pudimos arreglar para vernos en su día libre. Adelanté el trabajo que pude el día antes, para poder disponer del tiempo necesario para disfrutar la cita juntos. Ajustes necesarios cuando a alguien le interesa algo.
La recogí cerca del punto mágico que tenemos dela primera cita. Llevaba un vestido porque sabe que los prefiero. A mí me parece que dan más juego…ya dentro del coche se lo fui arremangando…y pude toquetear sus piernas desde la rodilla hasta las bragas que llevaba ese día, las aparté un poco para recorrer su clítoris y hundir mis dedos en ella. Parecía que venía ansiosa, bien húmeda (como me gusta que esté). Comprobé el olor de sus jugos. Me encanta su olor.
Fuimos hasta un local que tengo alquilado como almacén. No había mucho sitio libre, pero tendríamos suficiente y sino…cuanto más apretados mejor. Traía ese día varias cosas, entre ideas y juguetes.
Empecé jugando con ella, toqueteando todo su cuerpo incidiendo en las zonas que sé que más le gustan. Le vendé los ojos para que pudiera percibir mejor los otros sentidos. En una de las dependencias, hay una estantería galvanizada. Entramos en esa dependencia y la desnudé del todo. Yo seguía vestido.
Sin que ella lo supiera, saqué unos pulpos (de esos que se usan para atar bultos en las vacas de los coches). La hice apoyar en el centro de la estantería, le hice abrir algo las piernas y poner los brazos en cruz. Imagino que no imaginaba que pretendía con todo aquello. Até cada mano y cada pierna en un extremo de la estantería. No estaba muy incómoda me dijo.
Fui alternando toqueteos, caricias, me agaché para comerla separando su labios para llegar al clítoris que ya se veía algo hinchado. Le fui lamiendo hasta que me incorporé y seguí tocando su cuerpo, pechos, nalgas. Le pellizcaba los pezones que ya estaban muy tiesos también, le apretujaba las nalgas. Creo que le excitaba no saber que iba a hacerle pero le desesperaba no poder llevar la iniciativa de besarme. Diría que lo que más le gusta es besar y no poder hacerlo cuando quiera, la lleva a la desesperación. Es un juego que tendremos que practicar más veces.
La desaté, corroborando con ella mis sensaciones.
El problema era que no había ninguna manta o colchón donde ponerse (tenía que poner remedio a eso sin llamar mucho la atención), por lo que tuvimos que poner su vestido en el suelo, aunque el frescor se notaba igual.
Quizás el nerviosismo de estar allí por primera vez, o que alguien pudiera venir (aunque no entrar sin llamar) hicieron que mi polla perdiera consistencia con el consiguiente enfado. Pocas veces que podíamos coincidir y tener ese problema no es de gusto.
Ella le quitaba importancia. Optamos por relajarnos con caricias y besos y de repente ocurrió el milagro. Sin pensarlo, la cosa se reanimó y pudimos seguir donde lo dejamos un rato antes. Ahora sí se pudo consumar la penetración, cambiando los cuerpos de posición varias veces. Al final terminamos los dos. Empezaba a conocer como reaccionaba su cuerpo y algunas veces reconocía cuando le llegaba el orgasmo. Ya conociendo sus gustos, después de correrme no salí de ella, seguí besándola, acariciándola, apretando sus pechos, sus nalgas.
Un rato después, nos adecentamos y seguimos con la charla que dejamos a medias cuando se reanimó mi polla. Mientras hablábamos, no dejábamos de tocarnos y besarnos. Salió el tema
de lo cariñosos que éramos o que eran nuestras parejas. Le dije que pensaría un nombre cariñoso para ella, ya que antes había usado el típico “cariño”. Por otras veces que habíamos hablado de disminutivos usados para nuestras partes íntimas, decidí usar el de “lluneta” para dirigirme a ella, tanto en momentos álgidos como otros más sosegados.
Con la tranquilidad de ya haber conseguido un orgasmo suyo, y al no de dejar de toquetear y besar, ocurrió algo que ni recordaba que podía ocurrir. En relativamente poco tiempo, se fue animando el ambiente y ya estaba preparado para otro envite.
Afortunadamente, disponíamos de tiempo por lo que sin demora y sin dejar de jugar, la penetré esta vez en cuatro patas. Me gusta esta postura, ya que dispones de todo el cuerpo de ella para tu disfrute. Siguieron las caricias, hombros, brazos, pechos, nalgas. Soplidos en la columna y cuello que le provocaron piel de gallina. Le susurraba al oído que si se aproximaba su corrida me avisara para aumentar mi ritmo y poder coincidir.
Desafortunadamente, me vino el orgasmo de forma un poco sorpresiva y a ella no le dio tiempo a llegar. Para paliar este desagradable final, opté por seguir acariciándola hasta que ya tuvimos que irnos.
La tarde a pesar del mal comienzo y el abrupto final, había sido provechosa y morbosa. Habíamos descubierto unos juegos que nos gustaron y nos abrían nuevas expectativas para nuestros deseos, nuestro morbo y nuestras ganas de jugar.
Quedaba pendiente, dar algo más de comodidad al lugar para futuros encuentros que no dudaba que llegarían. A la mayor brevedad posible por mi parte, ya que estaba disfrutando enormemente esos encuentros y ese cuerpo que para mi gusto está en sus perfectas medidas.
La acompañé de nuevo al punto de encuentro. En nuestras miradas y la dificultad de dejarnos ir, se sabía que habría un nuevo encuentro a no mucho tardar.