Deseo sentirme usada, humillada, sometida...

Anhelo de dominación y sumisión por un desconocido en la playa.

Debo comenzar este pequeño relato describiendo mi cuerpo, quiero que me imaginéis en cada una de vuestras mentes mientras me leéis. Morena de pelo largo, hasta la cintura. Tetas grandes, llenas, separadas, ideales para golpear y observar cómo se estremecen con una areola mediana de pequeños y sensibles pezones que disfrutan cuando se les pinzan. Cintura estrecha, ideal para ser oprimida un poco más por un corsé con un vientre plano y duro para golpear. Mi coño tiene unos labios prominentes que disfrutan estando empapados de deseo todo el día, y el culo por lo que me dicen es un buen trasero para romper, aunque aún no se encuentra lo suficientemente abierto. En definitiva, un cuerpo y mente de puta para ser usados.

La verdad es que me encanta bañarme desnuda. Me siento libre y además el contacto del agua fría refrescando mi cuerpo caliente después de haber estado expuesto al sol durante un rato, es delicioso.

Así que, siempre que puedo hago nudismo. El verano pasado estuve en Formentera y todas las mañanas iba una cala muy pequeña a un par de kilómetros de la casa donde me hospedaba.

Normalmente cuando llegaba estaba yo sola, así que me sacaba la ropa y el bikini e iba a darme un chapuzón para luego tomar el sol. Salí del agua y me tumbé en la toalla mientras cogía mi móvil para escuchar música.Estuve un buen rato tarareando hasta quedarme media adormilada cuándo un ruido hizo que me espabilara. Tenía compañía.

A unos tres o cuatro metros se había instalado un hombre de unos 40 años, muy alto, de cuerpo atlético y con media melena rubia, él también estaba haciendo nudismo. Estaba colocando su sombrilla y me dedicó una sonrisa como disculpa por haberme despertado.

La verdad es que me excitó aquella situación. Los dos solos en esa pequeña cala y además desnudos. No puede evitar mirar para su entrepierna. Me daba igual si esa polla era grande, pequeña, gorda o delgada… en lo único que podía pensar era en lo cachonda que estaba imaginándome cantidad de perversiones que aquel desconocido podría hacerme.

Quería llamar su atención, así que me quité los cascos y me tumbé de lado con mis pechos y mi coño hacia él. Saqué de mi mochila de cuero el libro que estaba leyendo en aquel momento y comencé mi apasionada lectura. Con una mano agarraba el libro y con la otra acariciaba mi cuerpo. Caricias superficiales en mis piernas, mis brazos, mi barriga…

De vez en cuando bajaba el libro para ver si él estaba mirando. En muchas de esas ocasiones nuestras miradas se cruzaron dedicándonos una breve sonrisa que yo cortaba para seguir leyendo.

Si soy sincera lo que más me gustaba de aquella situación era ponerlo caliente. Quise ir un poco más allá ya que yo también estaba cachonda perdida.

Me tumbé boca abajo y comencé a moverme suavemente arriba y abajo, buscando que mi clítoris rozase, aunque sólo fuese un poco con la toalla para obtener un poco de placer, este se notaría en mi cara y en consecuencia el desconocido también lo notaría. Los movimientos fueron haciéndose cada vez más rápidos, sabía que él me estaba mirando y eso me volvía loca. Además de moverme abrí un poco las piernas para mostrar mi sexo y así mi disposición hacia él.

Cerré los ojos y en lo único que pensaba en esos momentos era que ese hombre se levantara de su toalla y viniese a someterme, a humillarme y hacerme suya. Me daba igual no conocerlo de absolutamente nada, era esa fantasía que tantas noches había deseado, que llegase un desconocido y me sometiese a su antojo sacando de mí, esa sumisa obediente que aún se encuentra media dormida.

En esos momentos de tanta excitación sonó mi móvil, era la alarma, tenía que irme para recoger a mi hermana del trabajo. Respiré hondo durante un par de minutos para serenarme, me levanté rápido y fui al agua para bajar un poco la calentura de mi cuerpo y de mi cara que en aquel momento debía estar roja como un tomate.

Al entrar en el agua fui consciente de lo que había hecho, había estado intentando calentar a un desconocido… El hombre me observaba desde la toalla con una amplia sonrisa y yo avergonzada, salí del agua con la cabeza agachada intentando no coincidir con su mirada.

Cuando me estaba vistiendo para irme, se acercó a mí y me saludó. Me dijo que le encantara la vista que había tenido y que si lo acompañaba a tomar un café.

Después de estar casi una hora calentándolo ahora no me atrevía a decirle nada. Me disculpé diciendo que tenía prisa y que lo sentía pero que no podría acompañarlo.

Me dirigí hacia el coche donde maldije mi suerte por no poder quedarme. Sentada en el asiento del conductor y aún cachonda como una perra, me masturbé pensando en aquel madurito y las ganas que tenía de que me dominara.

En mi cabeza se agolparon cantidad de pensamientos y todos ellos hacían que me mojase más y más. Ni siquiera sabía si a él le gustaba todo ese mundo o no, pero en mi imaginación me agarraba del pelo y hacía que me arrodillase en la arena para follarme la boca mientras me miraba y me decía lo puta que era para luego darme la vuelta, ponerme a cuatro patas y llenarme el culo con su corrida para que fuese marcada oliendo a él.

Mientras me masturbaba me repetía a mí misma y en alto lo zorra que era por intentar calentar a un desconocido para que este calmase mis deseos de sumisión y humillación.