Deseo satisfecho (FIN DE LA HISTORIA)

Una mujer,, el marido y el amante

Esperaba el regreso de mi marido el viernes siguiente, desde los hechos de aquella noche no había salido de casa, la sirvienta  hacía la comida y no dejaba de preguntar si me pasaba algo pues apenas la probaba, los libros que estaba leyendo reposaban en una mesita esperando que les dedicara el tiempo acostumbrados, abandoné el huerto y las persianas de la casa evitaban que entrara la luz, temía la llamada telefónica que mi marido acostumbraba hacer cada día y me limitaba a contestarle con monosílabos, cuando preguntó si algo iba mal disimulé mintiendo que tenía un ataque de migraña, su respuesta fue el colmo: Ves al médico del pueblo y que te recete algo. Había  intentado comenzar a pintar un cuadro pero abandoné la idea porque en el blanco del lienzo sin estrenar no dejaba de ver  los rostros de mi marido y el doctor, uno frente al otro.

Finalmente el viernes a última hora de la tarde llegaba mi marido, Dios sabe el esfuerzo que debía hacer para que no notara nada extraño en mí, aquella mañana la sirvienta me ayudó  a arreglarme y vestirme. Abrimos las ventanas para dejar entrar la luz, comí algo y subí a la habitación a esperar ver el coche de mi esposo entrar en casa como tenía por costumbre, en esa espera decidí que  esperaría a decirle lo sucedido hasta el lunes ya que el fin de semana con toda seguridad vendrían nuestros hijos y nietos a pasar el fin de semana. Cuando llegó lo primero que hizo fue preocuparse por mi salud.

Marido: ¿Cómo te encuentras, has ido al médico? Me entraron ganas de llorar pero me contuve

Y: No, fue un pequeño ataque y simplemente con dos días sin salir de casa y las ventanas cerradas ya estoy bien.

M: Tenías que haber llamado al médico, estas cosas hay que vigilarlas, precisamente mañana yo tengo que ir, he acabado el  medicamento del corazón y le pediré una nueva receta.

Y: Mañana es sábado, espera al lunes porque posiblemente el sábado no esté.

M: de todas formas iré a mirarlo y tú me acompañara. ¡si está que te recete o te visite a ti también!

Después de tantos años sabía que haría lo que quisiera por lo que no insistí, cenamos, me explico el viaje con todo tipo de detalles y nos metimos en la cama, la misma que días antes había profanado con un joven simplemente para que me diera placer sexual. Una vez acostados me besó y acarició como solía hacer todas las noches, minutos más tarde dormía plácidamente como un niño. Pasé toda la noche maldiciéndome por lo que le había hecho pero seguía pensando que el lunes  le explicaría lo sucedido, pensando que quizás  perdonaría mi desliz,  aunque asumía  que ya nada sería igual.

El sábado amaneció soleado, me propuse comportarme como si nada hubiera pasado, desayunamos y dijo que iría a dar un vistazo a la granja para después ir los dos juntos al médico, dos horas más tarde apareció nuevamente por casa, se enfadó cuando no me vio arreglada para acompañarle, intenté convencerle que no era necesario que le acompañara para solamente pedir una  receta pero insistió de tal manera que  no tuve más remedio que ceder. Cuando nos disponíamos a salir de casa llegaron nuestros hijos y fue la excusa para insistir en la no necesidad de acompañarle, acabé de convencerle diciendo que el mayor de nuestros nietos quería ir con el abuelo, acabó cediendo y sentí tal tranquilidad en todo el cuerpo que hasta volví a sonreír por unos momentos

Subí corriendo al dormitorio, desde allí podía ver la casa del médico, vi entrar a mi marido y esperé pacientemente su salida, fueron cuarenta minutos interminables durante los cuales ni entró ni salió otra persona, mientras se acercaba llevando de la mano a nuestro nieto pude observar su semblante  serio y pensé lo peor. Si había de pasar alguna cosa pensé que ocurriera entre él y yo estando a solas, decidí esperar su llegada en el dormitorio, temblaba como una criatura a punto de ser castigada por sus padres, en mi estómago revoloteaban no mariposas sino cuervos.

M: ¿Cómo has podido hacer esto? Me voy unos días de viaje y tú te comportas como una………. no le salía la palabra y yo estaba a punto de desvanecerme, el temblor era cada vez más evidente…. como una criatura, si eso como una criatura, el doctor me ha dicho que una migraña debe tratarse desde la primera vez que aparece porque si no es así puede repetirse muchas veces, ¡ además! ¿Quién te ha dicho a ti que era una migraña?, los médicos están para visitar a la gente, diagnosticarles y curarles. Poco a poco se acercó  y me besó en los labios con la ternura que acostumbraba. Yo pensaba que me moría, el corazón estaba a punto de estallarme, desde la puerta volvió a hablarme:

M: Por cierto, el martes vendrá a cenar, ya me ha dicho que os conocisteis la otra tarde en el huerto pero quiero que le digas lo que tuviste estos días pasado, si te tiene que reconocer que te reconozca ¡ y que coño haces aquí, los hijos y los nietos han preguntado donde estaba la abuela cuando he llegado!

Y: Diles que ahora bajo, voy al cuarto de baño a arreglarme un poco.

Me encerré en el baño y di rienda suelta a las lágrimas, cuando me había calmado fui al encuentro de la familia, el comentario general fue que estaba desmejorada y les hice callar con la excusa de que preocuparían al abuelo, fueron obedientes, ese fin de semana lo pasamos alegremente todos reunidos, mi marido solía decir  lo que más valoraba de la vida es tener una familia feliz a su alrededor. Yo continuaba pensando que estaba obligada a contar el mal paso que había dado pero dispuesta a mostrar arrepentimiento y pedir perdón. Los dos días llevé la procesión por dentro.

El lunes llegó y varias veces estuve a punto de confesar el pecado  pero me faltó valor, para mí sorpresa el martes mí marido dijo que estaría todo el día fuera pero que llegaría a la cena con el médico. Ese día fue un martirio para mí, pedí a la sirvienta que preparara cena para tres antes de irse, cuando preguntó que deseaba contesté

Y: Cualquier cosa, mientras no sea tortilla de calabacín, contestó  que si me parecía bien podía preparar unas codornices escabechadas y dejaría preparados unos espárragos de nuestra propia cosecha. Aprobé su propuesta y me dispuse a esperar la hora de la cena.

Cuando se acercaba la hora y vi que mi marido no llegaba empecé a notar como los nervios me corroían, subí a la habitación, me duché, pasé de maquillajes ni tan solo el lápiz de labios, cogí el primer conjunto de ropa interior que encontré y  elegí un vestido que había comprado en Marruecos durante un viaje que no dejaba ver un solo centímetro de mi piel.

Justo acababa de vestirme cuando advertí que la puerta se abría y quedé sorprendida al ver que mi marido y el médico  entraban  juntos en la casa conversando con toda naturalidad.

M: Hola cariño, he encontrado al doctor justo cuando llegaba hace una hora, hemos estado hablando en su casa esperando la hora de la cena, ¿no te enfadarás?, ya me ha dicho que el otro día os habíais conocido y le habías parecido una mujer muy guapa..

D: No guapa, no. He dicho bellísima

Mi marido como de costumbre me besó los labios y el médico me ofreció la mano que solo  rocé con la mía. Sin preámbulos pasamos directamente a la cocina y como la cena estaba servida comenzamos a comer, previamente mi marido había elegido el vino, mientras el doctor repetía su comentario sobre la inmensidad del tamaño de la cocina. Ellos dos hablaban como si se conocieran de toda la vida aunque el doctor hablaba menos, yo escuchaba la conversación sin apenas intervenir, hubo un momento que pasé a ser el motivo de la conversación cuando hablaron largo y tendido sobre la migraña y el doctor comentó que hay que controlarla desde el principio añadiendo que uno de los motivos principales de su aparición puede ser un cambio súbito en las neuronas sensoriales del cerebro, por ejemplo un gran disgusto o un estado extremo de excitación. Le crucifiqué con la mirada.

Después de los postres mi marido propuso tomar una copa en el salón pero el doctor le convenció  que la cocina era un lugar muy agradable y no había motivo para ir a otro sitio. Recogí la mesa y estuve a punto de disculparme por dejarlos a solas pero me faltó decisión ya que sin duda hubiese causado efecto de mala educación, en eso el médico dijo:

D: No os parece que la velada sería más agradable si conversáramos con menos luz pensé que se tomaba demasiada confianza tanto por el tuteo como por el atrevimiento de la propuesta

M: Tienes razón, pero son las únicas luces que hay en la cocina, no hay otras

D: Las podemos apagar y encendemos las velas que hay en aquel estante. dijó señalándolas

M: No sé si serán suficientes, pero por probarlo que no quede Se levantó y fue a buscarlas, una vez encendidas apagó las luces quedando la habitación en penumbra al igual que la noche de mi encuentro con el doctor. Yo permanecía sentada frente a ellos, mi marido fue en busca de un licor al salón y el doctor y yo cruzamos nuestras miradas, la mía tenía rabia, la suya me pareció tener un aire de cinismo. Fue un breve momento en que el silencio podía cortarse con una navaja, ninguno de los dos abrió la boca hasta que apareció mi marido

D: No me sirvas mucho, no sea que esta noche me llamen para una urgencia

M: No te preocupes, dos dedos como yo;  desde el infarto tengo prohibido hacer ejercicio, comer mucho no he fumado jamás  y solamente me queda el sexo y más bien poco ¡he cariño!, los médicos disfrutáis prohibiendo todo a la gente, añadió riendo y dirigiéndome su mirada socarrona

Yo: si tú lo dices.

D: No diga eso, dirigiéndose a mi marido, solo prohibimos cuando conviene prohibir, otras veces aconsejamos lo contrario, por ejemplo para superar la tristeza o la melancolía no hay nada como hacer ejercicio o practicar sexo, mientras no se fume ni se beba con exceso  todo lo demás va bien con moderación, eso sí, mi marido fue el primero en reír, le siguió el doctor.

M: ¿tú qué opinas?, dirigiéndose a mí, para un médico de cabecera no puede haber secretos, seguro que encuentras a faltar los polvos de cuando yo era más joven.

El comportamiento de mi marido se me hacía extraño y comenzaba a ofenderme, no daba crédito al atrevimiento de sus comentarios, pensé que posiblemente fuera una provocación o un simple divertimento, mi marido continuó

M: El sexo es el mayor placer que puede disfrutar un ser humano, aparte de ver feliz a su mujer y ver crecer a sus hijos y nietos, ni dinero, ni propiedades, ni nada de nada. Hacer disfrutar a la mujer que amas es lo más grande que un hombre puede desear o al revés, si una mujer no hace disfrutar a su marido este tiene todo el derecho de buscarse a otra. Cariño, no es mi caso y te juro que he lo he pasado bien contigo desde la primera vez que lo hicimos, ahora no hay nada que me joda más que no ser capaz de darte lo que te mereces.

Mientras hablaba yo intenté hacerle callar en varias ocasiones pero el continuaba hablando ajeno a mis ruegos, le médico escuchaba el monólogo con toda naturalidad, me levanté y comencé a gritar histéricamente

Y: Estas loco, estas trastocado, ¿sabes que acabas de decir? Ya podéis salir los dos de mi casa, ¡por favor!

Ninguno de los dos se movió, mi marido puso semblante serio y  señalándome con el dedo índice después de advertirme que no le interrumpiera soltó

M: Lo de la noche hace una semana no fue una casualidad, si me dejas te lo explico pero te ruego, te pido si quieres de rodillas que me dejes hablar y di y haz lo que quieras, sabes que esta casa era mía cuando te conocí pero ahora es tuya como todo lo que tengo, lo único que quiero tener es tu felicidad y sé que ahora mismo no eres feliz, o como mínimo feliz como antes, te falta disfrutar, te falta sentir placer, sentirte mujer y yo por desgracia no puedo darte lo que te falta, las últimas palabras las dijo entrecortadas debido a la emoción, las lágrimas resbalaban  por mis mejillas, sentía mí corazón palpitar y noté que él quería seguir hablando

M: Tú sabes cómo ha sido nuestra vida, la hemos disfrutado, nos hemos entregado el uno al otro y entre nosotros no ha habido secretos ni mentiras y estoy tan seguro de eso por ti y por mí. Cuando tuve el infarto los médicos dijeron que se habían terminado los esfuerzos físicos si quería seguir viviendo unos cuantos años más. Alguna vez he intentado hacerte vez que no me importaría que tú siguieras disfrutando tu cuerpo pero me ha faltado valor para plantearlo seriamente y no sabía cómo te lo podía decir claramente. Un día en una visita con el doctor aquí presente saliste en la conversación y él me dijo que yo podía estar orgulloso de la mujer que tenía, te alabó y dijo que me envidiaba por tener la mujer que tenía, creí haber encontrado la solución,  él me dijo que os habíais cruzado innumerables veces sin que tú le miraras siquiera. En resumen el necesita tener sexo y en este pueblo lo tiene difícil y tú necesitas disfrutar del sexo pero yo no puedo darte lo que necesitas, fuiste tú quien accedió a acostarte con él porque te gusto, te atrajo su juventud, y te entregaste a él que por cierto no fue quien dio el primer paso ni fue en su casa fue en tú casa y en nuestra cama, y te juro que no estoy disgustado, al contrario deseaba que pasara lo que ha pasado, y ya lo he dicho todo.

Esa era la manera en que siempre acababa sus discursos cuando estaba con la familia, yo no sabía que decir ni hacer, había escuchado tantas palabras que me costaba procesarlas en mi cerebro, no puedo decir que estaba ofendida porque no lograba descifrar el mensaje que acababa de recibir, estaba sumergida en mi pensamiento cuando noté que mis ojos se cubrían de una tela tapándome la visión, quedé en medio de la oscuridad, intenté protestar y una mano que identifiqué fácilmente de mi marido me tapó la boca, otras manos me sujetaron de los brazos y me obligaron a andar, reconocí los peldaños de madera y no tarde en comprender que iba camino del dormitorio.

Supe que había llegado al destino cuando  en la oscuridad cuatro manos comenzaron a desvestirme y después  unas acompañaban mi caída sobre el colchón y otras separaban mis piernas, el primer contacto de unos labios en mi vientre me hicieron estremecer, no era mi marido conocía su cutis, una lengua comenzó a lamer el bello del pubis, las yemas de unos dedos recorrían el interior de mis muslos causando un cosquilleo que provocó que encogiera el estómago cada vez que se acercaban a la raja de mi entrepierna, de repente un golpe en mis labios me distrajo de las sensaciones que estaba viviendo, reconocí  el miembro de mi marido que buscaba sitió dentro de mi boca, la acogí y engullí como había hecho tantas y tantas veces.

Conocía perfectamente como le gustaba a mi marido que se la chupara, mi lengua la lamía y lentamente note como el  prepucio se había retirado dando paso a un falo duro y fibroso, quería ver su cara y pedí que me retiraran la venda y un primer golpe de luz  me cegó un instante, los primeros ojos que vi fueron los de mi esposo, los tenía casi cerrados como muestra de estar disfrutando, mi coño lo ocupaba la lengua del otro amante devorándolo como si se tratara de un caníbal.  Las primeras sensaciones de un orgasmo me llegaban al cerebro, el flujo vaginal corría desbordado formando una catarata entre mis piernas, los sensores del placer en el cerebro estallaron como una pirotecnia, cientos de puntos brillantes llenaron mis ojos, al mismo tiempo un reguero de semen  llenaba mi boca, mi marido se estaba corriendo y tuve la sensación que a partir de ese momento tenía su permiso para seguir disfrutando con otro hombre pues él ya no podía seguir dándome el placer que yo necesitaba sentir.

El rostro relajado de mi marido me hizo sentir feliz, fue a sentarse al butacón que ocupaba un rincón del dormitorio y tomó asiento para ver el espectáculo que yo gentilmente estaba a punto de brindarle.  Subí a la cama, hinqué las rodillas y las palmas de la mano sobre las sabanas y mirando a mi marido ordené al doctor que me follara, no tuve que repetirlo, su polla dura penetró mi vagina provocando que sintiera dolor debido al ímpetu del primer golpe, estaba ansiosa de sexo y me salió mi instinto más canalla:

Y: fóllame el coño pero guarda algo de leche para más tarde que hoy vas a saber el juego que puede dar una madura y más si tiene delante al hombre que la ha llenado miles de veces mirando el espectáculo

D: intentaré quedar a la altura de las circunstancias

Parecía no haberse esforzado mucho al meter su gruesa polla en mi vagina lubricada por la gran cantidad de jugos que había generado momentos antes, desde la primera embestida supe que aquel hombre me iba a hacer sentir como siempre hacía mí marido, había follado una semana antes con él pero hoy era diferente, él y yo estábamos delante del hombre que le había elegido para sustituirle en la cama y que diera el placer que sabía yo encontraba a faltar en los últimos tiempos.  Durante las primeras embestidas recordé la diferencia de grosor entre el pene que me estaba bombeando y el de mi marido pero mi coño se adaptó rápidamente, mi marido miraba tranquilamente sin inmutarse, los golpes de la pelvis de mi amante eran continuos en mis nalgas, sus manos agarraban mis muslos con  fuerza  para ayudarme a acompasar un suave vaivén al ritmo de cada una de sus embestidas, yo volvía a sudar y comenzaba a notar que se acercaban nuevos orgasmos, me sorprendió que mi amante hablara

D: ¿te gusta que te folle otra polla diferente a la de tu marido?

Y: Me gusta que me follen, me da lo mismo quien me folle, me gusta sentir placer, correrme y si lo preguntas por eso te diré que si me gusta que me folles cuando mi marido está mirando, el disfruta y yo también

Miré a mi marido con intención de confirmar lo que acababa de decir, pensé en decirle algo pero la sensación de placer iba creciendo y me faltó fuerza para hablar,  el ritmo de las penetraciones aumentaba,  la polla resbalaba más suave rozando las paredes completamente lubricadas de la vagina, a cada embestida para aumentar aún más el placer  intentaba a retener  el pene enterrado en lo más profundo de mi cueva, un suave cosquilleo crecía entre mis muslos, sentía las mejillas acaloradas y esperaba ansiosa sentir un nuevo orgasmo, jadeos y gritos que no podía controlar salían de mi boca, los dos aumentamos el ritmo, estaba en caída libre por el abismo del éxtasis sin ser capaces de controlar nuestras reacciones, amante avisó que se corría, yo sentía continuos orgasmos, las primeras ráfagas de semen mojaron  mi vagina, noté como se llenaba de líquido que manaba con fuerza del falo que apretaba entre mi vagina con toda la fuerza que era capaz.

Esperé que descargara  totalmente, cuando sacó su polla tuve una última sensación de placer que rompió el estado de relajación en que estaba, me giré hacía él que continuaba arrodillado, el pene seguía  erecto rebozado de crema  blanquecina,  besé  su boca  dándole  la lengua,  respirábamos recuperándonos del esfuerzo reciente. Miré a mi marido que parecía esperar  que siguiéramos el espectáculo, nos tomamos nuestro tiempo para reponer fuerzas, el pene perdía fuerza y ya señalaba al suelo, deduje que el doctor pensaba la manera de seguir dándome gusto  y lo había decidido en el momento que sus labios besaron  mis pezones.

Me dejé caer de espaldas mientras mí amante chupaba mis tetas con auténtica pasión, a medio camino de descanso por el cansancio acumulado y del inicio de un nueva búsqueda de máximo placer, pasaron  varios minutos durante los cuales él besaba y acariciaba mis pechos con su lengua y yo acariciaba su pene intentando que volviera a alcanzar la máxima dureza. Para que lo oyera mi marido alcé la voz

Y: Espero que me des algo más, estoy acostumbrada a que me den muchísimo más, miraba a mi esposo que me regalo un gesto de aprobación por el comentario.

D: Y yo estoy acostumbrado a servir a mis amantes todo lo que piden, me gusta dejarlas bien servidas

Y: ¿Qué esperas? ¡ déjame bien servida, como dices!

Me sujetó por los brazo tumbándome en la cama con la espalda tocando las sábanas, abrió mis piernas y las levanto de manera que mis pies colgaban delante de mi vista, nuevamente su lengua fue a parar a mi rajita que la dejó entrar pero no fueron más de unos segundos los que hurgó en mi interior, muy lentamente su boca tomó el camino en busca de la mía tomándose breves descansos en mi ombligo, las tetas y el cuello. Las dos bocas se juntaron en un beso con nuestras lenguas unidas y retozando en el interior de las bocas, sus manos agarraban mis piernas que se mantenían verticales, sentí el primer intento de penetrarme y tras unos intentos fallidos logró su propósito, me sentí aliviada cuando la tuve nuevamente en mi interior, volvía a disfrutar de aquella gruesa polla que seguía  bombeando en mi vagina rozando las húmedas paredes y despertando los puntos erógenos que se iban excitando de manera descontrolada, miré su rostro y me indigné al no ver muestra alguna de que estuviera disfrutando

Y: ¿no te gusta como follo? no veo que estés disfrutando

D: poquito a poquito, cariño. Intento vivir el momento intensamente, no cada día se vive un momento como este y menos con una mujer como tú

Y: Será que no te habrás hecho con mujeres más guapas y jóvenes que yo

D: Más jóvenes seguro, más guapas puede ser, pero que me pongan como tú y sobre todo follen como tu, NO

Y: Se hace lo que se puede, tanto para disfrutar como para hacer disfrutar, dije intentando dejar claro que el dialogo lo daba por terminado

Era cierto, tanta charla le había distraído de su trabajo y a mí también, volvió a reanudad su movimiento mecánico y volví a recuperar sensación de placer, el mete y saca era cada vez más rápido, la vagina volvía a segregar jugos que lubricaban la polla facilitando las penetraciones, el sudor había vuelto a nuestra piel y veía  las gotas caer por el tórax de mi amante,  me estaba entregando a un joven guapísimo y eso aumentaba mí deseo carnal, sin darme cuenta había comenzado a jadear y ya ansiaba  alcanzar el clímax, cuando comenzaba a dejarme llevar para disfrutar del nuevo orgasmo, sentí como mi vagina se vaciaba del pene que la ocupaba, mi cuerpo por la fuerza de los brazos de mi amante se separó de la cama, él controlaba mis movimientos, ahora mis nalgas se apoyaban sobre sus muslos y mis piernas se apoyaban en sus hombros,  era la postura que mi marido y yo utilizábamos cuando éramos jóvenes y él era capaz de metérmela por delante y por detrás sin apenas movernos de posición, pensé que quizás mi esposo le había llegado a decirle como me gustaba que me follaran

Su polla dejaba caer su peso sobre mi abdomen, sus dedos hurgaban en mi coño extendiendo la humedad entre las nalgas sobretodo en el ano, volví a sentir como volvía a penetrarme la vagina y volvía a un mete y saca constante, yo sabía lo que me esperaba y temía el momento que aquella polla más gruesa que la de mi marido comenzara a profanar la cueva de mi ano, sus dedos le estaban abriendo el camino, miré a mi marido que nos miraba atentamente y dando muestras de cierta impaciencia, con un gesto intenté preguntarle si accedía a que entregara a aquel hombre que me tena entre sus brazos algo que sabía que solo había suyo hasta ese día, aunque no hubiera accedido yo hubiera seguido hasta el final pues ya estaba ansiosa de sentirla dentro.

Comencé a impacientarme y arqueé el cuerpo para facilitarle aún más la penetración en el ano,  el primer roce de su glande en mi agujero hizo que temblara mi cuerpo y se desbocaran todos mis instintos carnales, le grité que no tuviera compasión y que me follara el culo de una vez, obediente empujó su pene dentro del ano y no pude evitar dar un grito desgarrador de dolor, me estremecí  pero fueron décimas de segundo, seguidamente un alivio se apoderó de mis neuronas y me dispuse a disfrutar de lo que aquel amante joven y guapo me estaba dando, él a pesar del esfuerzo que hacía no dejaba de mirarme manteniendo una leve sonrisa

D: Te ha dolido, lo he visto en tus ojos y en el temblor de su cuerpo

Y: Si, me ha dolido pero me ha gustado y ahora quiero que no pares hasta que los dos no podamos más, dije gritando y jadeando intentando sobreponerme al placer que estaba sintiendo

Comenzó a moverse y a pesar de hacerlo suavemente  yo seguía teniendo sensación leve dolor que cedía paso al placer, mantenía plena conciencia de lo que estaba viviendo , comencé a moverme con más intensidad, el dolor había desaparecido y ahora solamente sentía placer a raudales, olvidé por completo la presencia del espectador, estábamos en una burbuja de erotismo que se había convertido en deseo carnal. Comenzamos a gritar exigiéndonos mutuamente más y más hasta que extenuados comenzamos a suplicarnos dar fin a tanta entrega, el último fue un golpe intenso que me hizo sentir como si me hubiera desgarrado, comenzó a correrse y note sus descargas corriendo por mis entrañas, esperó a desenterrar su polla y el alivio que sentí  hizo que mi piel se erizara y mi cerebro recibiera tantas sensaciones de placer que apenas podía mantener la conciencia.

Ambos caímos derrumbados sobre las sabanas, los cuerpos pegados el uno al otro se abrazaban entrelazados y nuestras bocas continuaban jugando entre ellas recogiendo los restos del éxtasis acabado de vivir, respirábamos y de nuestras bocas salían suspiros provocados por la falta de aire y la necesidad de recuperarlo, fueron algunos minutos que estuvimos así, hasta que la voz de mi esposo interrumpió la tierna escena, no dude que se refería a mí:

M: ¿has disfrutado?, lo primero que pensé fue que haciendo el amor con él jamás  me había hecho esa pregunta, después de dudar por un momento la respuesta decidí ser sincera: si, había sido sincera y en su rostro observé un gesto de agradecimiento y complacencia

Los tres nos vestimos, acompañé al doctor a la puerta de la casa, nos besamos apasionadamente sin decirnos nada  y regresé al dormitorio, mientras subía al dormitorio pensé que podía decir a mí marido, cuando entre en la habitación él ya se había acostado, intenté hablar pero sin saber que iba a decir, hizo un gesto con sus manos para que me acercara, mientras lo hacía dijo que no hablara, me ofreció su hombro y coloqué mi cabeza sobre él. Las luz permanecía encendida, podía escuchar su respiración que poco a poco se fue convirtiendo en suaves ronquidos, le miré y tenía los ojos cerrados, esperé a que durmiera profundamente pues yo no podía dormir, me levanté apagué la luz y antes de quedarme dormida pensé que estaba junto al hombre más hombre de la tierra.

El día siguiente fue un día de lo más normal, como siempre mi marido me beso antes de levantarnos, desayunamos juntos, él fue a la granja a trabajar y yo salí a caminar por el campo, leí un par de horas, comencé a pintar, cuidé el jardín y a última hora de la tarde fui a buscar unos tomates para la cena. Mientras los cogía vi que el doctor me observaba desde su casa, cruzamos las miradas que delataban el deseo que teníamos el uno por el otro, saqué dos tomates de la cesta y no me estuve de ofrecérselos, diciéndole: Hoy todavía están algo verdes el viernes ya estarán más maduros, pasa por casa a cenar y cenaremos con mi marido.

FIN