Deseo Habíamos intentado un romance, de ésos que
Por diferentes razones nuestro trato debía seguir, ser solo amantes de ocasión, un día, después de desayunar al despedirnos me abrazaste de una manera muy especial, sí, algo pasó en ese abrazo, algo que al sentir tu respiración en mi cuello, tu cuerpo rozar el mío, provocó un sinnúmero de sensacione
Habíamos intentado un romance, de ésos que quieres creer que puede ser posibles aunque todo indica que no, que sólo se trata de dos soledades buscando un poco de paz.
Por diferentes razones nuestro trato debía seguir, ser solo amantes de ocasión, un día, después de desayunar al despedirnos me abrazaste de una manera muy especial, sí, algo pasó en ese abrazo, algo que al sentir tu respiración en mi cuello, tu cuerpo rozar el mío, provocó un sinnúmero de sensaciones físicas que sin duda definiría como deseo.
En ese momento mi mente se bloqueó, creo que el abrazo duró varios minutos, sólo podía sentir tu respiración, respirar tu olor, y tu firmeza en mi trasero, sentir tu cuerpo vibrar y que esa vibración rebotara en mi pecho. Quise voltear, buscar tu cabeza, acercarme a tus labios, sentirlos, cerrar los ojos y perdernos en un beso que nos llevara a perdernos en el placer de nuestros cuerpos.
Pero no, no “era lo correcto”, abrí los ojos, respiré profundo, y con una despedida apresurada huí de ti y de esos pensamientos.
Pasaron algunos días y en una abierta confesión a través de una llamada telefónica me dijiste: “Estuve a punto de besarte…” a lo que yo respondí: “Yo estuve a punto de lamer tu cuello y besar tu oreja”. Qué delicioso recordar esa sensación de deseo que provocaba esa conversación, ubicados en una Realidad Azul, en una realidad en la que el momento es lo único que tiene sentido, lo único que perdura…
Así, la conversación fue encendiendo uno a uno los interruptores mentales del deseo, de la pasión, de la posibilidad de sentirte dentro y disfrutar, de saberse deseada en un contexto más simple que el del amor, y no porque el amor no importe, sino porque a veces el amor es mucho, muchísimo más complejo y eso evitaría que ese sentimiento de deseo sea absolutamente sexualmente placentero.
Escucharte decir: “Desearía que estuvieras aquí, te besaría, te abrazaría, te acariciaría, te lamería, te mordería, te dedearía”. Wow, todo lo que provocabas a través de esas frases, porque además, no sólo era el deseo de imaginarlo, era el deseo por revivirlo. En ese intento de romance, habíamos hecho el amor tan rico que por supuesto que había extraordinarios recuerdos para saber a qué te referías.
Ese día entendí que la única manera de tenerte era tener tu cuerpo, no tu corazón, mucho menos tu alma. Entonces me reconocí mujer libre, entonces supe que el “no es lo correcto” de días antes no tenía sentido, no sé si por resignación o por conciencia, pero El Deseo tuvo un sentido diferente en mi vida, tuvo un lugar en mi vocabulario y al día de hoy es una posibilidad de sobrevivencia.
Aunque en esa conversación yo trataba de incluir el te quiero en el contexto del cariño, con el te quiero en el sentido del deseo, fuiste claro! Era el cuerpo de un hombre deseando el cuerpo de una mujer, sólo eso. Insistí queriendo negociar: “Te quiero desde el deseo de querer hacer el amor delicioso, hasta el te quiero desde el deseo de procurar tu paz”, pero no pude convencerte.
Y diciéndome: “Ven, hazme el amor, bésame hasta que me duerma” fue todo claro. El deseo es la forma más tangible de darle sentido a una relación cuando el amor no alcanza, cuando los encantos en la cama no alcanzan para la conquista. Así, ese día en una negociación clara y puntual renuncié (no sé si voluntariamente) a la conquista, renuncié al amor contigo.
Ese día aprendí que no se puede des-amar por voluntad, pero quizá, a la hora de tener sexo, se puede hacer el amor como si nos amáramos.