Deseo entrelazado
Relato de D/s
Aquella noche mientras cenábamos llovía torrencialmente, tras un largo día de haber madrugado estábamos cansados y apenas si decíamos palabra. Así que me dediqué a mirarte mientras comías, sabiendo que aquello te hacía rabiar al oír y sentir mis labios esbozar sonrisas divertidas.
-¿De que te ríes? ¿Déjame cenar no? Anda dime que vamos a hacer luego cuando lleguemos a casa - dijo ella dejando notar una mal disimulada y pícara insinuación. Sonreí y decidí seguirte el juego.
En aquel pequeño bar abarrotado de turistas y gente que discutía acaloradamente entre risas y voces alzadas, acerqué mi mano a la tuya y comencé a dibujar líneas invisibles mientras narraba muy cerca de tus labios, tan cerca y apoyado sobre tu frente que paraste de comer para saborear mis palabras.
-Cuando lleguemos... Iremos derechitos hacia el baño, nos quitaremos esta ropa húmeda y desagradable y nos meteremos bajo la ducha... Bien apretaditos, sintiéndonos, mientras mis manos desnudas enjabonan cada centímetro de tu cuerpo, mis labios besan tu cuello y mi boca lo muerde- dije con esa sonrisa de cabrón que se que humedece tus braguitas.
Poco después de aquella breve narración ya habíamos pagado y nos dirigíamos hacia casa. El clima otoñal apoyó mi sugerente historia y con un gemido te abrazaste a mi buscando mi calor tiritando y lamentando no haber cogido nada de abrigo.
-Tranquila, en unos minutos estaremos bajo la cálida lluvia de la ducha - dije pellizcando la suave piel de tu cintura mientras apuraba y tiraba el cigarrillo y sacaba las llaves de casa con un tintineo revelador.
Mientras te desnudabas y te preparabas aproveché para refrescarme ya que mi cuerpo reaccionaba excitándose, anticipándose a lo que iba a ocurrir entre aquellas paredes de cristal. Calentando el agua y sacando tu toalla, te llamé suavemente un par de veces deseoso de apretarte contra el frío azulejo y sentirte besándote y mordiéndote con avaricia.
Cuando entraste me apoyé sobre la puerta de cristal y me quedé admirando como desnudabas tu cuerpo mordiéndome el labio. Necesitaba apretar aquellas caderas, acariciar tus piernas, perder mi boca y mis labios entre tu piel, erizando tus pezones y mordisqueándolos con suma suavidad, dejando que mis dedos tocaran tu clítoris con aquella levedad que te recorría como una corriente eléctrica haciéndote gemir en un quejido de placer irresistible.
Pero volviendo a la realidad tu entraste y prometí parte de mi promesa acariciando tu cuerpo enjabonándolo con la lentitud de un amante experto, buscando prolongar las caricias y las sensaciones en cada parte de tu cuerpo, aplicando presión o un suave roce, pellizcando, acompañándolo de mis labios o mis dientes, dejándote notar mi virilidad.
Terminaste apoyada contra los azulejos, mis manos se deslizaron recorriendo tus hombros y tus brazos hasta apretar la palma de tus manos contra la pared.
-Quietecita... Voy a jugar con tu cuerpo - susurré a tu oído sonriendo mientras apretaba uno de tus pechos y mordía el lóbulo de tu oreja.
En aquella situación sintiendo como el agua recorría tu cuerpo y tu pelo mojado caía sobre tu espalda volviéndote sensual e irresistible, comencé a acariciar mi excitación mordisqueando tu hombro y tu cuello, masturbándome contra la sedosa piel de tu delicioso culito mientras te apretaba contra mi.
Mis gemidos se derramaban junto al eco de la ducha llenando tus oídos, la excitación de usarte como lienzo de mi placer hizo que no tardara en correrme, sentí mi calidez derramarse sobre tu piel abrazándome a tu cuerpo entre gemidos de un placer tan intenso que me hizo desfallecer aferrándome a ti para sentirme sujeto a algo con tal de no perder la cordura.
Tomándote de las caderas volví tu cuerpo y te besé buscando el aire que le faltaba a mi cuerpo en el dulce y gustoso contacto de tu boca y la mía apretadas en una lucha deliciosa. Me sonreíste y llevando una mano a tu sexo me mostraste cuanto te gustaba ser mi juguete, no solo el agua te empapaba, la excitación hacía de tus rincones más íntimos un mar de deseo.
Lavé tu cuerpo nuevamente y tras terminar de ducharme te dejé allí sola para ir a la habitación. Y desnudo y aun húmedo me tumbé a esperarte sobre la cama, deseando devolverte aquel orgasmo perfecto arrancando uno tuyo hasta que reposaras satisfecha y feliz sobre mi pecho.
Llegaste a mi envuelta en tu toalla y tras unos instantes de secarte me perdí entre tus piernas, hambriento de tu húmedo placer, comencé a lamer tu sexo haciendo que cerraras los ojos y siguiendo tus caderas mis dedos completaron aquella dulce tortura. Tu sabor y tu aroma me inundaban, me hacían sentirme extasiado de tu deseo y me hacía ser más firme y más duro con tu sexo, implacable y devastador hasta que entre gemidos alzados y movimientos me anunciaste un largo y placentero orgasmo que murió contra mis labios y mis dedos dejándote plena en mis brazos, preparada para entregarte a un sueño reparador bajo mi atenta mirada y caricias.