Deseo desencadenado I
Era una jamona estupenda, con su cuerpo completamente depilado, sus firmes caderas, su culo redondo y granítico, su vientre plano y sobretodo las magnificas tetazas esféricas y turgentes que su marido Paco le había exigido ponerse, la hacían el objeto cachondo de casi todos los machos del barrio.
Silvia miraba aquella tarde de primavera a través del cristal de la peluquería de barrio que regentaba. Silvia de 45 años y un metro sesenta y tres tenía un precioso pelo rubio teñido y espectacularmente cuidado como correspondía a su condición con una raya al medio, era una mujer guapa con unos mofletes redondos y firmes, una nariz pequeñita y perfecta, unos preciosos ojos marrones, una sonrisa de marfil y unos preciosos labios jugosos y turgentes. Siempre iba muy bien maquillada, con las cejas perfectas largas y arqueadas, con sombras en los ojos, la raya de rímel perfecta, las uñas largas y pintadas de rojo, las manos perfectas, dedos finos y suaves, y los labios siempre perfectamente perfilados, por algo su trabajo era de esteticien y peluquera. Se notaba que había pasado los 40, pero no se veían arrugas en su rostro o en su piel, además una genética privilegiada y todas las atenciones que le prestaba a su cuerpo mediante alimentación y deporte la mantenían como una de las mujeres más atractivas del barrio. Era una jamona estupenda, con su cuerpo completamente depilado, sus firmes caderas, su culo redondo y granítico, su vientre plano, no había tenido hijos, sus muslos firmes y sobretodo las magníficas tetazas esféricas y turgentes que su marido Paco le había exigido ponerse, la hacían el objeto cachondo de casi todos los machos del barrio. Ella no lo veía así el barrio estaba lleno de mujeres jóvenes despampanantes ella lo sabía porque las peinaba, les teñía el cabello, etc… Aun y así ella no renunciaba a vestir todo lo sexy que podía, además creía que le correspondía como buena profesional de la estética, por eso siempre que podía llevaba tacones, minifaldas, blusas cruzadas resaltando sus tetazas, camisetas de tirantes, shorts, pantalones ajustados, llevando tangas y wonderbras ajustados que realzaban sus melones, como le gustaba a Paco. De manera que los hombres, sobretodo los que estaban en su edad, aún la miraban de arriba de abajo con medias sonrisas lascivas casi al borde del babeo los días que su escote era más generoso de la cuenta y con sus movimientos dejaba ver desde la redondez de sus tetas hasta algún pezón, o sus minifaldas permitían mostrar el color de su tanga o la media luna de alguna de sus nalgas.
Su marido Paco, diez años mayor que ella, era un transportista regional con unos tres camiones grandes y dos de reparto. Cuando lo conoció hacia grandes rutas en camiseta de tirantes, fuerte, chulesco, no muy inteligente, el típico chulo pícaro de barrio. Ahora era una ruina en su pequeña empresa de barrio, barrigón y fofo, calvo con pelo por los lados, malhumorado y que no trataba demasiado bien ni a sus empleados, ni a su esposa, a la que gustaba exhibir como un trofeo de caza. En la cama estaba muerto, más de una vez se había dormido mientras tenían sexo, ni dos minutos le aguantaba erecta la polla en una mamada, y no digamos aguantar en un polvo y tampoco le importaba no satisfacer a Silvia. Pero eso si exponer a Silvia, eso si le gustaba. Ella tenía que conformarse con juguetitos sexuales, y masturbarse, pero su apetito sexual estaba en lo más alto.
Silvia miraba por la ventana de la peluquería mientras se dirigía a otra clienta, las mujeres allí en su intimidad daban rienda cuenta a sus comentarios y a sus experiencias sexuales, comentando como estaban los hombres del barrio, siempre que no estuviesen delante sus correspondientes madres o esposas. Puri la compañera, empleada y amiga de Silvia, siempre le estaba haciendo comentarios picantes, cuando se quedaban solas, la espoleaba a salir una noche con ella y otras divorciadas y a comerse un bomboncito de veintipocos, Silvia le sonreía y la mandaba al carajo, diciéndole que ella no podría ligarse a ninguno de veintipocos y que además Paco mataría al chico y a ella. Puri respondía con aquella voz bajuna y barriobajera que Paco no podría matar ya ni a una mosca.
Se abrió la puerta y entro Luis, Silvia lo miro sonrió y se colocó el cabello hacia atrás con la mano derecha. Luis tenía 21 años, trabajaba en el almacén de una empresa de logística, alto bien formado, con el cabello castaño cardado, la mirada despejada, camisetas y pantalones ajustados. Silvia había visto como Luis pasaba de ser un niño a ser un hombre, jugando por las calles del barrio pero no podía evitar sentir palpitar su clítoris cuando veía a aquellos jóvenes tan lozanos y con toda aquella potencia sexual. Luis saludo a todas las clientas y se aproximó a su madre para preguntar por su padre, que como era habitual no le respondía al móvil, Matilde le dijo donde podría encontrar a su padre, Luis se giro y se marchó despidiéndose de todas las presentes. Puri enchufo el secador de cabeza a Matilde mientras comentaba el culazo que tenía el crio y su madre debido al ruido no podía oírlo, por lo que no podía entender el asentimiento generalizado de aprobación y las medias sonrisas lascivas de las parroquianas.
A Matilde le faltaba unos 10 euros para pagarlo todo, así que le dijo a Silvia que más tarde mandaría a su hijo pequeño Raúl de 15 años para darle lo que faltaba.
Estaban cerrando, ya era de noche y las luces del salón peluquería estaban apagadas, Silvia despidió a Puri con dos besos y un hasta mañana. A los dos minutos se oyó que se abría la puerta, y Silvia sonriente y risueña se dirigió a ella exclamando y preguntándose en voz alta que es lo que se habría olvidado Puri. Pero allí junto a ella en la penumbra estaba Luis. Ella le saludo y se le quedo mirando, preguntándole que es lo que quería? Luis le sonrió mirándola varonilmente serio y se acercó con mucha seguridad en si mismo, diciéndole que le enviaba su madre a saldar sus deudas, mostrándole un billete de 20 euros. Silvia sonrió y le invito a entrar, ya había hecho la caja y no tenía cambio allí, tendrían que ir al pequeño despachito donde tenía el cambio. Mientras se dirigían al despachito Silvia le pregunto cómo le iba en el trabajo y eso, él le comento que le gustaba su trabajo y se llevaba bien con su jefe y todo eso sin dejar de mantener una sonrisa varonil y firme, entonces Silvia le pregunto por su novia Esther y que planes tenían para el futuro y eso, Luis no profundizo y dijo que él y Esther no habían pensado en el futuro, sin dejar de mirarla fijamente con aquella sonrisa de seguridad que intimidaba a Silvia. Entonces Luis le pasó el billete a Silvia, esta abrió torpemente un cajón y se golpeó el muslo a la altura por debajo de su minifalda. Luis se acercó ajustando su cuerpo al de Silvia, interesándose ante los gestos de dolor de Silvia, al tiempo que Silvia se subía la minifalda para verse la rojez del golpe. Luis con seguridad deslizo su mano hasta el muslo de Silvia frotándolo al tiempo que decía que solo era el golpe, restándole importancia al mismo, pero cuanto más frotaba, Silvia que tenía al joven encima rozando los cuerpos más se calentaba notando como se humedecía su entrepierna y como perdía poco a poco el control. Luis seguro de si mismo susurro al oído de Silvia un elogio sobre lo suave que era su piel.
Silvia apartándose el pelo sonrío nerviosamente al chico que la acariciaba suavemente dejando la impronta de la yema de sus dedos sobre su muslo y aumentando la temperatura insoportablemente de Silvia que notaba la humedad inundar su entrepierna, algo que hacia mucho tiempo no sentía. Sin dejar de sonreír aún dolorida le dijo a Luis que exageraba que Esther o cualquier otra chica de su edad tenía la piel mucho más fina y suave que ella. Luis lleno de confianza y sin dejar de acariciarla, le respondió que no con mucha seguridad, Silvia se removía incomoda pero tan tan excitada, no sabía cómo parar aquello. Entonces Luis desvergonzadamente añadió que ella y su cuerpo espectacular eran la musa de todas las pajas de adolescente suyas y de sus amigos. Silvia no sabía si reaccionar enfadada y ofendida, pero se hizo la tonta y coqueta diciéndole que era un desvergonzado y un exagerado que ella podría ser su madre, mientras la mano de Luis abarcaba más pierna cada vez. Silvia se giró a volver a sonreír, y al tiempo que Luis le decía que ella no era su madre, le cogió con firmeza la cabeza con la mano libre y le lanzo un morreo, al que Silvia llevada por la excitación no supo resistirse. Sus lenguas se retorcían con pasión, Silvia no podía controlar su deseo, mientras los dedos jóvenes y fuertes de Luis pasaban de sus muslos a su vagina y empezaban a jugar con su clítoris de forma experta, su raja estaba empapada y su vientre estaba ardiendo. Silvia devoraba la boca de Luis entre gemidos, mientras este le daba la vuelta y la ponía contra la pared abriéndole el escote y dejando su wonderbra negro de lycra a la vista. Sin dejar de jugar con sus dedos con fruición sobre su clítoris, libero violentamente los globos de Silvia y empezó a devorarlos, lanzando lengüetazos a sus areolas y mordiendo fuertemente sus pezones, al tiempo que repetía obscena y lascivamente la de veces, que se había pajeado pensando en esas tetazas, mientras Silvia gemía y jadeaba sin control poseída por la excitación. Se aferró a ellas con las dos manos mientras le comía la boca, mordisqueando los labios y retorciendo su lengua con la de Silvia. Luis empezó a frotarse bombeando con su pubis sobre el de Silvia, que sentía el arma a punto de explotar del chico, y su vagina como un volcán cada vez más caliente mientras que el chico apretaba, más y más, y mas fuerte las tetazas de Silvia, que se habían puesto como una piedra de la excitación. El claxon de un coche saco a Silvia de su ensoñación a pesar del altísimo nivel de excitación y de su vagina empapada. Dejo de jadear y gemir, intentando separar al chico, al tiempo que repetía que aquello no estaba bien, que ella estaba casada, que conocía a su madre, que la pobre Esther. Luis no atendía a Silvia y seguía probando de besarla y no dejaba de magrearle las tetas. Luis le tapó la boca fuertemente con una mano, mientras con la otra se bajaba los pantalones dejando a la vista un fuerte y musculado palo, y Silvia se removía fuertemente bloqueada contra la pared, intentando resistirse.
Luis le subió la minifalda hasta la cintura y le bajo el tanga hasta las rodillas, encarándola y metiéndole el dedo en la raja, al tiempo que le decía “como te resistes, si estas empapada y abierta como una perra”, ella intentaba pararle con los brazos, pero el chico era demasiado alto para ella y no lo alcanzaba, se removía de esta manera luchando entre su deseo por aquella polla y su remordimiento, cuando Luis la levanto y se la clavo deslizándose dentro de ella cómodamente y abriéndole las paredes vaginales como desde hacia años no se le abrían. Silvia emitió una exclamación de placer al tiempo que abría mucho los ojos, y sin quitarle la mano de la boca Luis empezaba a bombear rítmicamente adentro y afuera, sacudidas continuas, luego algunas sacudidas violentas, Silvia no paraba de gemir, jadear y contonearse, la resistencia no duro ni 30 segundos, dejo de luchar con el chico y se aferró abrazándole a sus hombros con sus perfectas manos, al tiempo que movía su cadera ante el bombeo del chico aumentando el placer del mismo, que empezó a jadear y a gemir de placer con ella. Luis percatándose del cambio de Silvia dejo de bombear. Saco su mano de su boca, y muy serio le pregunto si debía parar, Silvia se quedó atónita y mirando al chico, se arrojó a morder sus labios al tiempo que le decía que no, que se la follara sin piedad. Luis sin dejar de aferrarse fuertemente a las tetazas de Silvia y de apretarlas con locura, bombeaba a intervalos rítmicos a intervalos más violentamente, al tiempo que Silvia movía rítmicamente sus caderas y le acariciaba con sus piernas y muslos, los dos jadeaban y gritaban como locos de placer, suerte que estaban en le cuartito pues sus gritos de placer retumbaban por todo el local. Silvia sentía arder su sexo, hacia tanto que no era penetrada por un hombre y de esa manera, llevaban como unos seis minutos cuando Silvia entre espasmos y gemidos se corrió, estrujando en su coño , la tranca dura y fuerte de Luis que bombeo más fuerte, al tiempo que Silvia le pedía a gritos que no se corriera dentro y al final entre los espasmos del orgasmo le decía al chico que si, que por favor que la inundase con su leche, sintiendo como Luis inundaba su utero con su cálida leche.