Deseo de hombre

sueños muy húmedos...

Deseo de hombre

Estoy desnudo, arrodillado y con la cabeza ligeramente inclinada, por eso no puedo ver su cara; lo único que aciertan a ver mis ojos es su polla. La tiene enorme, o eso me parece, oscura y muy venosa. Sigo admirándola pero sin hacer nada más. El silencio es total, tanto que oigo mi corazón desbocado de todo lo que está ocurriendo resonando en la habitación. Pasados unos segundos, unos minutos, media vida, abro la boca, en principio para decirle algo al desconocido que muestra su falo ante mi. Pero no puedo articular ni una sola palabra, y entonces él da un pequeño paso y posa su polla entre mis labios, que anhelantes se tragan todo lo posible de tan precioso instrumento.

Mis manos no se apartan de mi espalda, intentando hacer contrapeso del resto de mi cuerpo que ahora se inclina al encuentro de la polla que ocupa toda mi boca.

Él sigue sin decir nada, ni un gemido, ni un mínimo sonido que demuestre que le gusta lo que estoy haciendo; sus manos tampoco se han movido, siguen colgando paralelas a sus piernas, a sus piernas peludas, las mismas que separadas aguantan los embates de mi boca cada vez más audaz.

No se como lo he hecho, pero siento toda su polla ocupando mi boca, mi garganta, hasta en el estómago la siento, y la lengua pese al tremendo calibre consigue hacerse notar, recorriendo su piel oscura.

Entonces intuyo que sus manos se mueven, y sin darme cuenta están apoyadas en mi propia cabeza, apretando fuerte, pero no siento dolor, no siento nada más que su polla entrando y saliendo de mi boca, con sus pelotas golpeándome al hacerlo.

Y ocurre, me sujeta tan fuerte que casi no puedo respirar mientras su polla en el fondo de mi garganta empieza a escupir leche.

Intento tragar, pero suelta tantos chorros de semen, que es imposible, y ahogándome he de dejarla - a mi pesar - salir de mi boca, y al hacerlo con ella se va parte de tan maravilloso néctar, intento que no se me escape, y mi lengua agradecida de estar libre lame el tallo, buscando cada rastro de su corrida.

Y ahora el que se corre soy yo.

Y al hacerlo despierto, erecto, erecto como no lo he estado nunca, y húmedo después de haberme vaciado en el corto pijama que uso habitualmente para dormir.

Pasan unos segundos, en los que intento volver a la realidad, y entonces la siento a mi lado, ahí está mi mujer destapada encima de la cama en una noche de excesivo calor. Su culo ante mi, cubierto por una braga blanca, vieja y dada de si que ella usa en lugar de camisón en las noches de verano.

Y cierro los ojos, dejo de verla a ella, estoy soñando de nuevo y me pongo de lado, a su espalda; hago a un lado sus bragas y mi polla todavía espesa de mi corrida anterior, reacciona alcanzando una buena erección. Mis manos agarran su cintura mientras mi polla, juega en la entrada de su vagina. Aún en sueños ella disfruta de mis manejos y poco voy entrando en su coño. Sigo sin abrir los ojos, y mi mente sigue llena de las sensaciones de mi sueño, siento que le estoy devolviendo el placer al desconocido que antes me dio de beber su leche, siento, imagino que mis huevos rozan su oscuro agujero, que mi polla entra en su culo. Y me corro de nuevo, sin hablar, sin casi respirar, dejándole el coño a mi esposa lleno de mi leche. Y me duermo imaginando unos velludos y morenos brazos apretándome, mientras una respiración, ronca, mezcla de tabaco y brandy abrasa mi cuello.