Deseo de cumpleaños.

Lo MEJOR de los deseos es que a veces... se hacen realidad. (Valoraciones y comentarios son bienvenidos ;-P)

Era la mañana de mi dieciocho cumpleaños, recibí el día con una buena erección mañanera, el semen de la paja de la noche anterior acartonaba mis calzoncillos, palpé mi verga, dura como una roca, notaba como la sangre recorría mis nada despreciables diecisiete centímetros. Lo había decidido la noche anterior, era el único virgen de mi pandilla, ese mismo día dejaría de serlo. Como acto reflejo encendí mi móvil, cientos de mensajes atestaban mí buzón de entrada. Todo felicitaciones y buenos deseos para el hombre en el que me había convertido tras alcanzar la mayoría de edad.

Había oído comentar acerca de una App para buscar sexo esporádico no sabía su nombre, pero tras una corta búsqueda en google conseguí su nombre, la descargué al momento, después de introducir mis datos me pedía una foto, no sabía cuál poner, no quería que conocieran mi cara. Busqué entre las fotos que tenía de este verano, encontré una en la que se veía bien mi cuerpo, piernas de futbolista y unos abdominales marcados gracias a mis sesiones de entrenamiento, unas bermudas cortas eran todo mi atuendo, tras recortar mi cara subí la foto, me llevó directo a mi nuevo perfil.

NIÑATO18

*Cuerpo:

Atlético y fibrado.*

*Pelo:

Muy corto & castaño.*

*Vello

: Poco pelo & afeitado.*

*Ojos:

Verdes.*

*Polla

: M & no circuncidado.*

*Roll

: Versátil.*

*Posición

: Más pasivo.*

*Mis palabras:

Niñato con 18 recién cumplidos, busca macho que estrene su culo.*

Y de fondo la una foto en la que aunque descabezado casi no quedaba lugar para la imaginación, mi mente voló al encuentro de hombres deseosos de mi cuerbúsqueda rápida entre los hombres más cercanos hizo que mi polla reaccionara queriendo salir del slip acartonado. ¡Dios! Estaba tan caliente…

-          Feliz cumpleaños Álvaro – Corearon mi madre y mi hermana entrando en la habitación con tarta de cumpleaños incluida.

-          Mamá… Ya no soy un niño – Protesté.

-          Por muchos años que cumplas siempre serás nuestro bebe – dijo mi hermana y acto seguido comenzaron a cantarme el dichoso cumpleaños feliz.

Mi erección mañanera se diluía a cada entonada, qué desperdicio, pensé.

-          Vamos pide un deseo -  dijo mi hermana al terminar la canción.

-          Ehhhh...

-          No lo digas en alto que si no, no se cumple – apremió mi madre.

“Que me follen esta noche” pensé y acto seguido apagué las velas.

-          Vamos date prisa, aún tienes que ducharte y desayunar, llegas tarde a la universidad – dijo mi madre cerrando la puerta de mi habitación tras salir.

Salté de la cama, ducha rápida, desayuno de campeones y en media hora ya estaba esperando a mi amigo Luis. Hacía poco que habíamos empezado la universidad, íbamos a hacer la misma carrera. Era algo que sabíamos desde pequeños, quizás esa fuera la única razón por la que aún Luis y yo éramos, pues éramos totalmente diferentes. La carrera y el fútbol  eran nuestros únicos puntos en común.  Él era un tío gracioso, divertido, de esos que con su sola presencia animan cualquier fiesta. Un auténtico rompecorazones y un follador experimentado, según sus cuentas más de seis tías habían caído en sus redes ese verano y yo no lo ponía en duda, pues sus dotes de seducción eran dignas del mismísimo Casanova.

-          Feliz Cumpleaños cabrón-  fue su saludo.

-          Muchas gracias Luisito-

-          Don Luis para usted, soy casi nueve meses mayor que tú, así que tráteme con respeto.

-          Vete a la mierda Luis- le contesté

-          ¿Vas a hacer algo ésta tarde? Por tu cumpleaños digo, no sé, no todos los días de cumplen dieciocho.

-          No lo creo, cumplir un miércoles es lo que tiene, esperaré al sábado para celebrarlo.

-          Me parece buena idea, ¿recibiste mi mensaje?

-          Sí, Don Luis, lo recibí- le vacilé.

-          Hubiera preferido mandarte una tía en bolas, pero cómo te gustan los rabos me pareció mas propio…

-          Muy original – le corté, aún me resultaba algo incómodo hablar con Luis sobe mi sexualidad y más siendo él el recurso más usado para mis pajas nocturnas - ¿Qué tal con Marta anoche? –dije cambiando de tema.

-          Buah chaval, no veas como folla esa zorra, será todo lo fea que tú quieras, pero la come de vicio

Noté mi rabo reaccionar bajo mi pantalón al imaginar a Marta entre las piernas de Luis. Sabía que se calzaba un buen nabo, las duchas de los campos de fútbol  me habían permitido recrearme en su miembro más de una vez. Benditas duchas, donde los rabos más hermosos colgaban ondulantes de cuerpos apolíneos y sudorosos, benditas duchas donde caté por primera vez el sabor de una pija, benditas duchas donde a base de mamadas me habían hecho correr en la boca de otro jugador. Ojalá me hubieran follado, pero el tiempo apremiaba en lugares como esos, así que alguna que otra mamada rápida eran las únicas experiencias sexuales con las que contaba en mí haber.

-          ¡Qué fantasma eres! – dije intentando disimular mi erección.

-          ¿Sabes? Tengo un regalo de cumpleaños para ti – dijo con una sonrisa pícara que hizo brillar sus ojos.

-          ¿De qué hablas tío? Si estás pelado.

-          No todos los regalos llevan una carga económica, ¿lo quieres o no?

-          Sí, claro que lo quiero –

-          Pues entonces tendrás que jugar con mis reglas – dijo mientras cogía una especie de bufanda del asiento trasero del coche – Primera regla: póntela sobre los ojos – casi me ordenó y así lo hice.

-          ¿A dónde me llevas tío? – le pregunté mientras ajustaba la bufanda

-          Segunda regla: no hagas preguntas – dijo en lo que intuí sería una de sus maravillosas sonrisas.

No sé cuánto tiempo me tuvo dando vueltas en el coche, lo único que tenía claro tras la primera rotonda es que no íbamos a la universidad, noté como tras un tiempo indeterminado el asfalto daba paso a un camino de tierra, gracias a que tenía puesto el cinturón no salí despedido en uno de los innumerables baches que sentía bajo el asiento del coche. Mi mente divagaba, ¿una fiesta sorpresa? ¿Dónde? ¿Hacia dónde nos dirigíamos? Un hormigueo en mí bajo vientre acompasado por los baches del terreno hacían las delicias de mi extensa imaginación.  Estaba excitado, quizás no de manera sexual, pero había algo de morbo en la escena que estaba viviendo. De repente para el coche y apagó el motor:

-          No te muevas – me dijo. No pensaba hacerlo. Noté como movía su asiento hacía atrás, acompañado de unos movimientos poco usuales – Echa tu asiento hacía atrás y cuando estés preparado, quítate la venda -.

Con unos movimientos algo torpes seguí sus instrucciones, eché el asiento hacía atrás hasta que dio con el tope y comencé a quitarme la venda.

No podía creerme lo que estaba viendo, mientras mis ojos se acostumbraban de nuevo a la luz veía a Luis, desnudo, meneando su polla delante de mí.

-          Feliz cumpleaños Alvarito – me dijo.

-          ¿Pe… pero, pero qué significa esto? – creo que conseguí balbucear.

-          No finjas, ¿crees que acaso no sé cómo me miras en los vestuarios?

-          Yo, yo, Luis no sé… - Me agarró del cuello y puso mi boca delante de su verga.

-          Cómetela, sé lo bien que lo haces, te he visto en los entrenamientos.

Sin más palabras me la metí en la boca, su gemido al notar mi lengua sobre su glande inundó mis oídos, sabía a hombre, jugué con su glande como un niño con una piruleta, su polla era deliciosa, todo mi recato terminó cuando de un empujón Luis metió su polla hasta mi garganta, comenzó a follarme la boca en aquella posición que hacía que se resintieran mis vértebras. Nada me importaba, por fin mi sueño se hacía realidad, saboreaba la polla de Luisito, esa polla bien merecedora de mis pajas nocturnas.

-          Bájate del coche y desnúdate – me pidió entre gemidos.

Así lo hice, me bajé del coche y me desnudé de camino hacía donde él me esperaba, dejando un reguero de ropa tras de mí. Desnudos los dos y para sorpresa mía me abrazó fuerte y comenzó a comerme la boca. Dios qué bien lo hacía, empezó a morderme el cuello, bajando hasta mis pezones. Lo miré y me devolvió la mirada con una sonrisa, siguió bajando y se puso de rodillas. Ahí estaba Luis, de rodillas frente a mí con una expresión golosa en su mirada. Tenía que estar soñando. Un pellizco en mis duros y excitados pezones me trajo de vuelta a la realidad, mientras con una mano pellizcaba mis pezones, con la otra agarraba mi verga y la introducía en su boca, mi gemido debió deponerlo muy cachondo porque empezó a succionar como si le fuera la vida en ello, lo hacía bien, ocultaba los diente bajo sus labios y se la tragaba entera, después volvía a sacarla, haciendo con su lengua unos movimientos sobre mi glande que me llevaban directo a la gloria, sentí que había llegado el momento.

-          Luis, ah, me corro, ah, ah – jadeé

-          Aún no Alvarito.

Como por arte de magia saco mi polla de su boca, se levantó y me puso de rodillas, allí estaba yo, completamente desnudo ante el pollote de mi amigo de la infancia. Esa polla que había sido maravilla de muchas mujeres ahora era mía, apuntaba hacía mí con su ojo ciclópeo y me invitaba a tragármela, a devorarla entera, así lo hice. Me la metí en la boca paladeando su chorreante miembro, los efluvios pre seminales inundaban mi boca, su ritmo se volvió más acelerado, y sus jadeos entrecortados anunciaban su embestida final, comencé a pajearme. Noté como se venía en mi boca, el sabor de su semen y el calor de su lefa hizo que no aguantará más, me corrí manchando la tierra de semen mientras me tragaba la lechita tibia de mi mejor amigo.

-          Feliz cumpleaños cabrón – fueron sus palabras tras recuperar el aliento – No creo que la fea de marta pueda superarte nunca – rió.

Nos vestimos en silencio y nos subimos al coche, no dijimos ni una palabra en el camino de vuelta a casa, no hubiera sabido qué decir. Aparcó en doble fila y me bajé del coche, nos despedimos rápido y subí las escaleras de mi casa aun con el sabor de mi mejor amigo en la boca.

No encontré a nadie al entrar en casa, supongo que todos estarían con sus quehaceres matutinos, decidí darme una ducha, mientras el agua recorría mi cuerpo, mi mente me llevaba una y otra vez a la escena del descampado y mi polla reaccionaba a pesar de la frialdad del agua. No podía quitármelo de la cabeza, como me hubiera gustado que fuera él el que desvirgara mi culito virgen. Entonces lo recordé, mi nuevo perfil. Aún a medio secar me enrollé la toalla y salí del baño, agarré mi móvil y abrí la aplicación.

“Veinte personas han visto su perfil, siete han dejado un mensaje” Rezaba la App. Leí y visité los perfiles delos cinco primeros, nada interesante, tres niñatos y dos viejos de más de cincuenta se interesaban por taladrar mi culito. El sexto perfil que visité llamó mi atención. Un hombre de treinta y cinco años, de cuerpo musculado y velludo me invitaba a pasar la tarde en su casa, “película y masaje” me ofrecía a cambio de regalarle mi culo, “te prometo un buen orgasmo” terminaba. MaduroAct35, decidí responder a su petición, lo tenía decidido, y después de lo de Luis lo tenía más claro que nunca, perdería la virginidad con ese hombre de pecho esculpido en piedra que aún no conocía.

Tras las preguntas de rigor conseguí recabar la siguiente información: no tenía treinta y cinco, tenía treinta y ocho, le gustaba el gimnasio (de ahí su cuerpo, pensé), vivía sólo en el centro, era profesor de instituto y saber que estaba cumpliendo dieciocho ese mismo día había puesto su polla a chorrear o eso me dijo. Quedamos cerca de su casa, él elegiría la peli y yo decidiría si quería el masaje o no (ya lo había decidido, quería ese masaje).

A la hora acordada salí de mi casa. Él estaba esperándome donde dijimos, pantalón vaquero corto y camisa estampada, gafas de aviador y una fina rebeca que se ajustaba a sus musculosos brazos, tenía algo de tripa, pero no de esas cerveceras y fofas, una tripa dura. Como única presentación me estrechó la mano, me agarró de la cintura y me condujo a su casa. No estaba lejos, tras una banal conversación sobre el tiempo entramos en su casa. Al cerrar la puerta un escalofrío recorrió mi espalda. Debió notarlo:

-          ¿Estás nervioso? –me preguntó.

-          Un poco la verdad, es mi primera vez y no sé cómo va esto.

-          No te preocupes, estamos entre amigos – y en un gesto casi de colegueo me pellizcó un pezón – Vamos pasa, ponte cómodo, iré a buscar el pendrive y algo para beber, ¿Qué te apetece?

-          Agua, agua está bien.

-          De acuerdo un agua para el niño. No te cortes, siéntate en el sofá, en unos segundos estoy contigo.

Desapareció tras una puerta corredera y yo me encaminé hacia el sofá, no era una casa muy grande, pero era acogedora, abarrotada de libros, pero decorada con gusto. Apareció con una jarra de agua y dos vasos vacíos. Encendió la tele y enchufó su pendrive. Se sentó a mi lado.

-          Espero que te guste, no sé cómo se habrá descargado, pero a mí me puso a mil.

Apretó unos botones del mando a distancia y empezó la película, casi me muero al comprobar que mi inocencia me había llevado a pensar en alguna americanada ñoña, una de tiros a lo sumo, pero no eran pistolas lo que se veía en los créditos, o no por o menos de metal, aquellas armas de carne bien podrían haber asfixiado a una persona. Noté mi polla, me había encendido como un mechero, no me importaba. En la primera escena un maduro invitaba a un adolescente a su casa, no había elegido la peli al azar, de eso estaba más que seguro.

-          Bonitas piernas – dijo mientras apretaba mi muslo en su gran mano – Me encantaron en la foto, ¿practicas algún deporte?

-          Juego al fútbol – le dije, mientras el niñato de la pantalla se preparaba para comerse un buen rabo.

-          Yo jugaba de joven, pero lo cambié por el gimnasio – dijo mientras su mano se deslizaba hacia mi paquete.

Tenía que reaccionar, no era un novato, pero había algo en aquel tío que me intimidaba, quizás su edad o lo inverosímil de la situación, no lo sé. Apretó mis más que duro rabo entre su mano al mismo tiempo que el maduro del televisor abría el culo del otro para empezar a comérselo.

-          Parece que tu soldadito quiere fiesta – dijo aún con mi polla en su mano restregando su paquete en mi muslo. – No te asustes, tendré cuidado contigo.

Soltó mi polla y se abalanzó sobre mí. Empezó a comerme la boca, nuestras lenguas se fundían en húmedos y profundos besos, su respiración se agitó y la mía no tardó en cogerle el ritmo. Poco a poco fui desabrochando su camisa estampada, sin dejar de comerle la boca, su peludo pecho me recibió entre aspavientos, acaricié su pecho, me encantaban sus pelos, con un gesto de extrema delicadeza llevó mi boca hasta sus pezones, que se pusieron como piedras al contacto con mi lengua. Como pude me arranqué la camiseta, acarició mi espalda desnuda, a su paso una corriente eléctrica recorrió mi espina dorsal. Hubiera podido quedarme allí para siempre, pero él quería más.

Desabrochó sus pantalones y mientras me deleitaba en su pecho de mármol, pude ver y tener conciencia por primera vez del tamaño de su rabo. El vello púbico se arremolinaba en la línea del bañador, y su slip azul comenzaba a mancharse. Con lentitud más que pensada baje al suelo y me puse ante él, bajé su pantalón vaquero, miré a sus ojos, me sonreían desde su posición privilegiada, sin mediar palabra me dirigía a su nabo, comencé a comérselo por encima del slip. Oía sus gemidos de placer. Agarré su polla que pugnaba por salirse del slip y la liberé, arranqué sus calzoncillos y la vi en su plenitud, grande, gruesa… no pude resistirlo, me la metí en la boca y comencé a chupársela. Jugaba con su glande entre mis labios, pasaba la lengua por su polla, la sacaba para luego volver a meterla con más intensidad.

Aún con su verga en la boca se levantó del sofá y comenzó a follarme la boca, agarraba mi cabeza, mientras sentía su vello púbico rozar en mi boca, la tenía toda dentro, me estaba follando la boca como a una zorra. Sus gemidos y los míos se confundían.

Me agarró por las axilas y me puso de pie, su boca se derretía en mi boca, mis gemidos eran suyos y su cuerpo sólo para mí. Con mucha pericia se deshizo de mis pantalones quedando los dos completamente desnudos. Cuerpo frente a cuerpo, él velludo, fuerte, masculino, yo lampiño, fibrado, aniñado. Con un gesto me invitó a ponerme a cuatro patas sobre el sofá, mordió mi cuello y recorrió mi espalda con su lengua llegando a mi ano, notaba como su lengua se hacía paso tímidamente entre mis nalgas. Chupó, degustó y paladeó mi culo, su lengua me llevaba hasta las puertas del cielo.

Sin separar su lengua de mi culo sacó un condón y lo puso en su polla. Mi cuerpo se tensó al notar su verga en las puertas de mi ano. Introdujo su cabezón en mi culo, el dolor recorrió mi cuerpo, paro unos instantes mientras mi espalda arqueada volvía a su posición, entonces note como su  rabo me rasgaba desde dentro, lancé un grito de dolor que se confundió entre sus gemidos, la sentía dentro, dilatando cada vez más mi culo virginal. Unos movimientos acompasados convirtieron el dolor en placer en algún momento de las envestidas.

Allí estaba yo, siendo follado por un hombre veinte años mayor. Me agarraba de los hombros para asegurarse un mayor control sobre mi cuerpo, se contorsionaba fundiéndose con mi cuerpo, sentía su polla en mi culo. Me estaba follando a cuatro patas, mi corazón latía bombeando sangre a todo mi cuerpo, casi podía notar la corriente sanguínea recorriéndolo. Saco su verga de mi culo y yo me quedé en la misma posición, jadeando, esperando en que en algún momento volviera a meterla en el agujero que sólo él había traspasado.

-          ¿Lo estás disfrutando? – me preguntó

-          No sabes cuánto – le contesté aún a cuatro patas, hundiendo mi cabeza en el sofá, esperando que reiniciara sus embistes.

-          ¿Nunca te has follado un culo? - La pregunta me pilló desprevenido, no pensaba en follar, quería que siguiera dándome placer - Quiero que me folles, quiero sentir esa verga joven dentro de mí –

Nunca lo había hecho, pero con sólo pensarlo mi polla se puso dura, cambié mi posición y me senté en el sofá, se puso un condón en la boca y con una mamada profunda lo enfundó en mi rabo. Se subió sobre el sofá y su cipote quedó a la altura de mi boca, en un acto reflejo lo metí en mi boca, estaba delicioso. Lo sacó con ternura y comenzó a agacharse, agarró mi polla con profesionalidad y la introdujo en su culo, no encontré resistencia, el calor de su culo envolvió mi rabo, una sensación de éxtasis anegó mi cuerpo, pareció notarlo, comenzó a bombear su culo contra mi verga, su polla rozaba mis abdominales y su líquido pre seminal salía, manchándome y embriagándome con su olor. Acerqué mi boca hasta sus pezones y comencé a morderlos. Gimió y aceleró el sus movimientos, sentía su culo, mi polla abrirse paso en él. Meneaba su polla a escasos centímetros de mi abdomen.

Se zafó de mi polla y quedo sentado sobre mis muslos, podía sentir todo el peso de ese hombre contra mi cuerpo. Tomó aliento y se bajó, agarro mi mano y arrancándome del sofá me tiró en el suelo. Levantó mis piernas y dio varios lametones a mi culo, se colocó un condón y penetro mi culo, no sentí dolor, pareciera que estuviese hecho a la medida de su rabo. El placer dominó mi cuerpo, en aquella posición sentía sus huevos chocar contra mí a cada acometida, el calor del momento me envolvía, comenzó a frotar mi polla, no aguantaría mucho más, los calambres en mi bajo vientre premonizaban una pronta eyaculación. Así fue, en uno de sus embistes mi cuerpo no aguantó más, mi polla proyectó sacudidas de leche que llegaron hasta mi cara, el orgasmo hizo que apretara mi culo en torno a su polla, no hubo embestidas, disfrutaba del orgasmo que él me había proporcionado.

Cuando volví a tomar conciencia de mi cuerpo salió sin esfuerzos de mi culo, se puso de pie y zafándose de su envoltura de látex comenzó a pajearse, desde el suelo podía ver la espectacularidad de aquel hombre, zarandeaba su polla sobre mi cuerpo desnudo hasta que noté como sus músculos se tensaban regando mi cuerpo con sus lefazos. Caían sobre mí dejándome sentir el calor de su leche.

Se desplomó a mi lado, lamió cada centímetro de mi cuerpo, mi semen y el suyo se mezclaba en su  boca. Limpió las últimas gotas de mi aún chorreante verga, en una mamada corta, pero intensa, volví a tensarme de placer. Se tumbó a mi lado invitándome apoyarme sobre su pecho, el sudor aún envolvía nuestros cuerpos. Cual pupilo obediente hice caso de su sugerencia y apoyé mi cabeza sobre él, notando como su respiración y la mía volvían a su ritmo natural.

-          ¿Te ha gustado? – preguntó sin mirarme.

-          Ha sido brutal – le contesté acercando mis labios a los suyos.

-          Siento preguntarte esto ahora pero…  ¿cómo te llamas bebé?

-          Álvaro, mi nombre es Álvaro.

-          ¡Feliz cumpleaños Alvarito!

Me quedé dormido sobre su pecho en el instante en el que un viejo canoso hacía las delicias de un muchacho imberbe en la pantalla del televisor.