Deseo concedido

Crónica de una sodomización superlativa.

DESEO CONCEDIDO.

<>.

Así de sencillo, rotundo y directo fue el anuncio que puse en aquella publicación de contactos gays. No quería entrar en prolijas explicaciones sobre mi personalidad ni sesudas descripciones psicológicas del plan de hacerse el distinto a todos los demás pero intentando parecer modesto. No buscaba una relación, ni siquiera un amante duradero, sino sólo un polvazo. "Sólo". Como si fuera poco. Y es que para un tipo como yo, era difícil encontrar lo que quería en aquel momento. Lo que nos lleva a dos cuestiones: Cómo soy y qué buscaba. La segunda está contestada en el tenor literal del anuncio y la primera basta responderla diciendo que a la mayoría de los que hemos tallado nuestra musculatura con horas de gimnasio a lo largo de varios años, nos suelen ver como activos y dominantes y yo estaba necesitando justo lo contrario. No con un cualquiera, claro, pero tenía pensado hacer el filtro necesario pidiendo fotos a quienes me contestaran.

No es que esperara pocas respuestas, pero reconozco que me sorprendió la avalancha de e-mails por su número, que no por su calidad. Un ochenta por ciento me aseguraban saber cómo darme lo que pedía, aunque apenas eran capaces de no vapulear la ortografía. Los más experimentados en este tipo de contactos entraban aportando fotos de sus capacidades. Sin duda, la que más me llamó la atención fue una de clara vocación amateur pero con una calidad e iluminación cuidada. En la imagen se veía un "collage" de distintas fotos donde un ano masculino era concienzudamente abusado por un bigardo de envergadura considerable. Distintas posturas se sucedían y las dos últimas fotos mostraban las manos grandes y de dedos viriles del dominante separando las nalgas del sodomizado, mostrando la dilatación extraordinaria del esfínter rebosante de esperma.

Tal puesta en escena era interesantemente rematada con una sola frase:

<>.

Adjuntaba como firma una dirección de internet que –ni que decir tiene- visité ipso-facto. Me llevó a un blog donde el autor mostraba distintas sesiones de fotos captadas durante sus prácticas sexuales. Había penetraciones anales realmente duras. Alguna incluso con un puntito de sadismo, como aquella foto en la que los cojones del penetrado eran apretados sin piedad por la mano forzuda del follador, todo ello mientras le taponaba el recto con un falo de tamaño más que considerable. Como en el mail que me había mandado, en el blog no aparecían en ningún momento las caras de los fotografiados. El cuerpo del protagonista –el único que repetía en todas las sesiones de fotos, lo que me hizo pensar que tenía toda un batallón de pasivos implorantes de sus enculadas- era fácilmente reconocible: Varón de treinta y pocos, diría yo, con algo de vello, noventa kilos cuidados con dieta hiperproteínica que se mostraba en unas piernas con gemelos de sprinter, cuádriceps voluminosos y torso ancho. Antebrazos gruesos y bíceps amplios aunque no muy definidos, como las abdominales, apenas apuntadas en la planicie de un vientre menos "tableta de chocolate" que el mío. En las imágenes donde se le veía el culo se anunciaban unas nalgas de acero, algo cuadradas. Adornaba una polla claramente importante con unos huevos pequeños en comparación con su cuerpo y el falo (algo menos bueno tenía que tener). En ninguna foto vi su pene entero, siempre aparecía dentro de algún agujero, preferentemente anal, aunque también había bocas rellenas de embutido.

Tardé un milisegundo en decidir escribirle, pero varios minutos en redactar el correo. Quería impresionarle para que se fijara en mí, porque sin duda alguna tendría pasivos para dar y regalar. No vi entre los del blog a ninguno que pudiera decirse que estuviera más bueno que yo, pero a no pocos musculitos activos les gusta follarse a gente poco musculada para recalcar la dominación y manejarlos a su antojo, como juguetes. No conocía sus gustos físicos, pero sí sus preferencias "penetratorias", que coincidían plenamente con la experiencia que llevaba buscando bastante tiempo. Decidí mandarle algunas fotos de cuerpo entero, desnudo, marcando y con la polla en ristre, aunque no en primer plano y dos fotos algo más cercanas de mi culo, una de ellas sencillamente de espaldas y en otra, con las nalgas algo abiertas y dos dedos ajenos (de un amigo que disfruta más viendo las fotos de lo que hace que haciendo lo que luego ve en las fotos) explorándome.

Crucé los dedos al enviar el mensaje. Me había puesto cachondo hasta el punto de que llegaría a decepcionarme que no me respondiera.

A los tres días supuse que pasaba de mí. Había visto mi sugerente anuncio y había respondido por probar, con un mail que tendría preparado para enviar a 50.000 personas. O peor aún, no le gustaban mis fotos. Así continúe una semana donde procuré olvidarme del tema, y para ello ni siquiera miré los demás correos de otra gente. Supuse que nadie me gustaría más que aquel tipo. A los once días de mi respuesta, recibí un correo suyo sin fotos, pero con bastante texto. Se disculpaba por la tardanza en contestar, alegaba motivos laborales y me decía que le habían gustado mucho mis fotos y que no solía follarse a tíos tan buenorros. Me solicitaba una cita cara a cara (éramos de la misma ciudad) a la menor brevedad posible. Me daba vergüenza decirle que sí de inmediato, así que mareé la perdiz durante dos o tres correos y quedamos pocos días después.

El tipo duro que reventaba culos sin piedad resultó ser agradable al trato. No era guapo de cara, pero tenía un cuerpo para usarlo de mantel, de primer plato, segundo y postre. Su voz era viril (algo importante para mí) y sus manos grandes y fuertes. En el aire flotaba la sensación de que nos pondríamos a copular encima de la mesa del bar en el que estábamos si pudiéramos olvidarnos de convencionalismos sociales. La cita subió de temperatura cuando me enseñó fotos y vídeos de producción propia y que guardaba en su teléfono móvil. Llegó un momento en que pedí que me los enseñara con su sonido original. Sacó unos auriculares y me los cedió para no escandalizar a la concurrencia. Algunos de los tipos a los que sodomizaba con empellones bestiales gritaban como si se murieran de una extraña mezcla de dolor y placer. Supe en ese mismo momento que aquello era lo que yo buscaba.

Las cosas fueron rápidas a partir de ahí. Conversaciones por el messenger y por el móvil donde abundaron las descripciones sobre cómo dilatar, relajar y abrir un ano hasta darlo de sí para aperturas inimaginables. Dispusimos una cita en su casa una noche que nos venía bien a los dos. Me parecía increíble estar tan cachondo por causa de un anuncio que había puesto en gran parte sin más intención que curiosear. Después de unos cuantos magreos, sobadas por encima del pantalón y comidas de boca, me dejé emborrachar y acabé tumbado boca abajo en una especie de camilla que se dividía en dos brazos de aspa al llegar a mi bajo vientre. En cada uno de esos brazos, colocó mis piernas, ya abiertas, pero no demasiado. Me ató las muñecas y me rasgó los boxers. Comenzó a embadurnarme con unos aceites que me dejaron la piel resbaladiza. Sabía dar masajes, el muy cabrón. Para mi sorpresa, no vertió un una gota de aceite sobre mis nalgas ni mi polla, que a aquellas alturas, ya daba saltos. Me cogió por el pelo y casi me escupió en la cara mientras me decía.

-Te voy a reventar el culo. Lo sabes, ¿verdad?

¿Qué decir ante eso? Sólo pude susurrar un "sí" prolongado y lleno de deseo. Acabó de desnudarse, se puso delante de mí y comenzó a golpearme la cara con la polla. A cada pollazo, la tenía más dura. Yo intentaba abrir la boca y moverme para lamérsela, pero me esquivaba la lengua con habilidad. Podía oler el aroma de macho de aquel chulazo. Un olor que inundaba la estancia aunque él se pusiera detrás de mí. Abrió los brazos del aspa, separando más mis piernas y me dio una pista sobre su sistema revienta-culos.

-No te voy a tocar la polla en ningún momento. Tendrás que volcar tu sensibilidad en tu culo. Así gozarás con él como nunca lo has hecho.

Joder, joder, joder… Aquello se ponía cada vez mejor. Me hubiera corrido allí mismo si me hubiera pajeado con fuerza durante apenas unos segundos pero prefirió abofetearme las nalgas hasta dejármelas bien rojas. Después echó un aceite con olor a nardo y jazmín, muy refrescante, que me alivió la calentura pero se escurrió por mi regata mojando el palpitante anillo que parecía respirar anhelando su momento de protagonismo.

Me imaginaba aquellas manos rudas magreando mis mofletes como si fueran tetas de una puta sin dignidad alguna. Entonces le dio su toque personal al teatro y colocó una pantalla de televisión delante de mí. La encendió y vi el primer plano de un culo enrojecido y untado de aceite de masaje. Reconocí sus manos abriendo mis nalgas mientras las notaba hacerlo. El cabrón me retransmitía en directo lo que hacía conmigo.

-¿Te gusta verte, jodido culero?

-¡Sí, joder!

-Así no te perderás nada de cómo tu culo es destrozado.

Decidí retarle.

-Muchas palabras, pero nada de acción.

Al acabar de decirlo, escuché el sonido de un escupitajo y una fracción de segundo después vi en la pantalla como un salivazo blanco y espeso hacía diana en mi esfínter. Noté la humedad. Mi culo se abrió milímetros y la saliva entró caliente en mí. Mi músculo anal se cerró instintivamente, gozando de aquella saliva caliente. Varios nuevos salivazos mojaron mi culo tenso. Aquel cabrón se había sentado en mi espalda y restregaba su polla contra mi zona lumbar. Abría tanto mis nalgas que noté cómo tiraba de la suave piel de mi esfínter. Me hacía daño y en vez de quejarme sólo podía ronronear suplicando más caña.

El primer plano de mi culo no me dejaba ver lo que hacía con las manos, pero de algún lugar sacó uno de esos consoladores de látex que están hechos de esferas enlazadas, siendo la de menor diámetro la primera y yendo las demás en tamaño creciente. Empezó a golpear la primera esfera contra mi agujero ensalivado y noté cómo se me tensó todo el culo, el perineo y mi polla rozaba mi vientre. Me escupió de nuevo y empujó con la primera de las esferas, que fue de inmediato abducida por mi ano hambriento. Sólo recordarlo hace que se vuelva a tensar mi agujero. Empujó con decisión y por la pantalla vi cómo mi culo albergaba dos esferas más. Su tamaño era aún asequible. El manejador del consolador empezó a hacer círculos con el artilugio, estirando mi ano y haciendo sitio en mi recto. La frotación de las esferas de látex dentro de mí me recordaba lo necesitadísimo que estaba de sentirme lleno. Volvió a derramar aceite sobre mi culo y el consolador y empujó hasta hacerme aullar. Veía en la pantalla cómo mi ano se dilataba sensiblemente y cómo cogía forma de embudo cuando el cabrón empezó a sacar y meter las esferas. Cuando las sacaba, mi esfínter se doblaba hacia fuera como si quisiera seguir albergando al objeto que me daba placer. Cuando me las metía con firmeza, se arrugaba hacia adentro al mismo tiempo que se acoplaba exactamente al tamaño de las esferas folladoras. Mi macho me clavó hasta la última esfera y empezó a girar rápidamente el consolador. Noté temblar mi culo. Se dilataba irremediablemente. Oí su voz.

-Esto no es más que el precalentamiento. Prepárate ahora.

Sacó de golpe el consolador y pude ver mi culo enrojecido la fracción de segundo en que estuvo vacío, pues acto seguido empezó a meterme un plug cuyo tamaño máximo era de anchura mayor que la más grande de las esferas que había tenido dentro. Vi por la tele aquel culo sumiso abriéndose ante el empujón lento pero seguro del plug manejado por aquella mano fuerte (la otra estiraba una de mis nalgas para que la cámara tomara la escena con nitidez).

-Aguanta, culito… No te quejes tan pronto –me decía.

Cuando el plug llegó a su tope y quedó insertado sin problemas, noté cómo mi culo se cerraba en torno a la parte estrecha mientras la ancha deformaba las paredes internas, separándolas entre ellas, dilatándome. La presencia de aquel objeto emanaba electricidad hacia mi polla. Noté el líquido preseminal gotear. Recordé que mi polla no sería tocada por mi machote e intenté contraer rítmicamente el culo para gozar más. Poco pude concentrarme en aquella cuestión, porque el tipo comenzó a darme pollazos en la boca tras ponerse de pie delante de mí. Me metió los huevos entre los labios y se los empecé a mamar con avidez. Ya dije que eran pequeños, así que le encantó que ambos cupieran en mi boca. Se los succioné sin hacerle daño, ruidosamente, como si quisiera arrancarlos. La punta de mi lengua masajeó el escroto estimulando la producción del semen llamado a inundarme. Tanto le excité que comenzó a follarme la boca. Me ahogaba con aquel falo notable, sobresaliente, mejor dicho. Notaba aquel sabor inundarme. Me emborraché de él, deleitándome con ruido de mamada de primera. Ensalivaba aquel pene y me bababa por las comisuras de los labios. Me ahogaba en mi saliva y en su carne, hasta que se hizo a un lado y me metió dos dedos en la boca. Los chupé como a su polla. Me escupió en la cara, luego lamió su propio escupitajo y vi en la pantalla que con una mano cogía el plug, lo meneaba violentamente haciéndome gritar y temblar y lo sacaba poco a poco, acercando sus dos dedos ensalivados, hasta sustituir éstos al plug dentro de mi culo. Gemí como una furcia barata al sentir aquellas manos que me encantaban follarme con violencia. Entraba y salía de mi culo como si fuera un coño dilatado. Derramó buena cantidad de aceite de nuevo, que cayó goteando por mi polla. Era una delicia: mi pene hipersensibilizado por la falta de atenciones temblaba por la suave sensación de unas gotas de aceite recorriéndole. Mi culo se conmovía ante las embestidas de aquellos dedos gruesos, largos, nudosos, y velludos que brillaban al salir de mi agujero y se clavaban en él hasta los nudillos. La profundización digital me abrió más y más. Sobre todo cuando empezó a doblar los dedos dentro de mí. Notaba las paredes de mi culo embestidas por las yemas potentes de aquellos dedos violadores. ¿Cómo era posible gozar tanto sólo con los dedos? Podía ver cómo giraba la muñeca con sus dedos enterrados en mí. Incluso vi cómo se acercaba a mis nalgas y me propinaba varios mordiscos que me dejaban deliciosamente dolorido y con las marcas de sus dientes como un preciado tatuaje efímero y gozoso. Sólo con que hubiera rozado mi polla, me habría corrido como un berraco.

El muy hijo de puta sacó sus dedos de golpe, dejándome con una terrible sensación de vacío y me los metió en la boca. Al principio sentí una arcada por lo violento del acto, pero pronto me dio un morbazo tremendo estar lamiendo el sabor de mi culo en aquellas manos de jodedor que me usaba a su antojo. Pero tras dejar que le embadurnara de saliva espesa los dedos, volvió a meterme los dos más uno de regalo. Sentí dolor. Y aullé de placer. Era la hostia estar viendo cómo se daba de sí mi musculatura anal ante aquellas embestidas recias. Me dejó sólo y sin dedos durante unos breves segundos en los que debió de acercarse algunos escabeles que colocó a ambos lados de la camilla, pues lo siguiente que vi en la pantalla fue su glande bajando hacia mi culo. Me lo restregó con fruición. Yo levantaba la pelvis como una perra necesitada. Me separó las nalgas tanto que sentí que me desgarraba el esfínter. Vi mi ojete húmedo como un agujero dilatado, pero aún pequeño para albergar las dimensiones de aquel pollón. Pero precisamente en eso constaba la estrategia del follador: En atacar un culo ya dilatado pero no lo suficiente como para encajar semejante trozo de carne. Cuando sentí su glande quemarme el culo, entendí que aquel cabronazo follaba no como le gustaba a sus "víctimas", sino como le gustaba a él y que lo que ocurría es que éramos muchos los necesitados de un activazo de marca mayor que nos hiciera sentirnos putísimos.

Yo no mandaba nada en aquella situación. Sólo era el portador de un culo. Ni siquiera el dueño del culo, sino sólo quien lo aportaba a la escena. Aquel jodido cabrón haría lo que le diera la gana y si yo gozaba, sería porque soy un pasivo necesitado de sentirse utilizado hasta la saciedad por un macho dominante y revientaculos. Su capullo no me entraba, pero empezó a apretar y con el dolor vino un enorme placer. No podéis imaginar lo espectacular de ver un primer plano de tu culo abriéndose, con la musculatura del esfínter plegándose ante el empuje de un rabazo, todo ello mientras lo sentís en el culo. Pronto mi ano absorbió aquel glande. Pude ver con claridad el círculo perfecto que rodeaba la punta de su polla, aquel círculo musculoso y dilatado que palpitaba pidiendo más y al mismo tiempo parecía a punto de romperse.

Unos cuantos azotes restallaron en mis nalgas doloridas y tensas. Mi polla daba saltitos, moviéndose involuntariamente ante la enculada. El empalador dejó caer el peso de su cuerpo y en la pantalla apareció su escroto y su culo mientras mi recto se desgarraba de gusto y yo me oía gritar como nunca. Me agarró por los hombros y empezó a entrar y salir lentamente. No profundizaba con toda la longitud de su polla, sabedor de que el trabajo de dilatación rectal era preciso para optimizar su placer y el mío. Me abofeteaba las nalgas. Yo no perdía vista de mi culo estirado a tope por aquel rabo duro y ardiente.

Poco a poco fue ralentizando la enculada, que ya era lenta de por sí, pero profundizaba cada vez un milímetro más. Con una precisión de delataba amplísima experiencia follando rectos, fue sepultando aquella carnosa herramienta dentro de mí. Me jodía tan bien que yo cerraba los ojos de gusto y me maldecía interiormente por no seguir viendo la pantalla. Nunca un primer plano de las mejores películas porno que había visto me había parecido tan excitante como su polla sodomizándome. Cuando bajaba el cuerpo y me jodía a fondo, se quedaba quieto muchos segundos, dejando que mi recto se derritiera en espasmos de placer que contraían su polla. Gozaba con aquellas contracciones y las administraba para disfrutar más él y destrozarme de gusto a mí. Llegó un momento en que noté sus huevos contra mí. Abrí los ojos y vi sus cojones chocando con los míos. Mi culo había desaparecido borrado por aquella herramienta de primera calidad. Por si el placer fuera poco, empezó a hacer círculos con la pelvis sin sacar un centímetro de su polla. Me devastaba el culo provocándome dolor como nunca y sin embargo sentía mi polla a punto de estallar. Me dedicaba deliciosos improperios preguntándome con humillante retórica si gozaba siendo su putita y si llevaba necesitando que él me enseñara lo que es un pollazo y un rompimiento de culo. Mi sodomizador me poseía empalándome y ocupaba todo mi vacío, llenándome el culo de carne, la piel de azotes, los ojos de imágenes deliciosas, los oídos de palabras soeces y la mente de la deliciosa sensación de la humillación sumisa. Entonces se puso de cuclillas sobre la camilla que a ambos nos sujetaba y empezó a subir y bajar el culo para acabar de joderme salvajemente. Veía su polla húmeda salir casi por completo de mí y enterrarse de nuevo en aquel agujero dilatado como nunca, hasta que sus huevos embestían con dureza a los míos. El ritmo fue disparándose hasta salir y entrar de mí dos veces por segundo. Noté la presión brutal en mi próstata y la electricidad recorriendo mi cuerpo y acumulándose en mi recto, estallando hacia mi perineo y remontando mi polla. Empecé a correrme con tanta furia que a pesar de que no paraba de gritar pude escuchar el ruido pastoso de mis eyaculaciones chocando contra el suelo. Mi violador también gemía mientras me cogía por la nuca sometiéndome más aún. Siguió como tres minutos jodiéndome al mismo ritmo después de que mis cojones se vaciaran en la eyaculación más larga que recuerdo en mi vida. Mi culo estaba tan dilatado que resbalaba dentro de él como si supurara aceite. Se escuchaba el "chop-chop" tan obsceno como delicioso. Hasta que un grito ronco y animalesco llenó la estancia y pude sentir el magma derretido de su polla quemarme las entrañas. Fue entonces cuando me propinó unas dolorosas embestidas, como si me estuviera marcando a fuego como a una res de su ganado. Noté como si me aplastara la próstata y tuve un orgasmo anal, un orgasmo seco, sin esperma y basado en las contracciones cíclicas del interior de mi recto alrededor de la zona prostática. La sensación psíquica de ser dominado era aún más placentera que la de sentirse atravesado, empalado, abierto en canal por una pollaza superior. Se quedó en mí varios minutos. Yo no podía ni hablar, sólo jadear. Después se desacopló y abrió mi culo. Pude verlo en la pantalla, dilatadísimo y rezumante de jugo blanco que notaba (y veía) caer por mis huevos y mojarme la polla. Me hizo varias fotos del culo. Me prometió que me las mandaría.

Así lo hizo. Una semana después, el vídeo de una de las mejores enculadas de mi vida (la mejor hasta entonces) me provocaba un pajote fenomenal. Volvimos a quedar varias veces. Me propuso "fist-fucking" el muy cabrón, pero no me atreví. Quizá más adelante. Se merecía mi confianza después de haberme dado por el culo con verdadero salvajismo, justo como solicité en mi anuncio, que no era más que la expresión de mi deseo. Deseo que, finalmente, fue concedido.